2/08/2022, 10:07
Ya había pasado un tiempo razonable desde que se había visto obligado a abandonar el confortable templo en el que vivía. Debido a que debería pasar bastante tiempo en la aldea ninja colaborando como shinobi, había tenido que cambiar su residencia habitual en el templo por una humilde cabaña individual con orientación este y un pequeño patio trasero. La casa era bastante confortable, individual y aportaba gran tranquilidad y privacidad al joven ninja de kusagakure, sin embargo, Yagami no terminaba de adaptarse.
Cómo cada día en el templo, el joven se levantó antes de que las primeras luces del alba atravesasen los vidrios de sus ventanas para asesarse y prepararse para la oración. Tan pronto se duchó, llenó un cuenco con agua lo puso en una mesita junto a la ventana, justo al lado de un pequeño altar que tenía montado, extendió en el suelo una alfombrilla, se sentó de rodillas y, justo cuando el primer haz de luz cruzó la ventana iluminando el altar, el joven comenzó su oración de la mañana.
Siguiendo su rutina habitual, cuando acabó la oración, recogió todo y se dispuso a desayunar con calma un pequeño cuenco de arroz y un vaso de leche. Cuando acabó y recogió todo, dejando la casa totalmente ordenada se quitó aquella túnica y pantalón de andar por casa para vestirse formalmente.
Se puso sus ropajes negros tradicionales, la hamaka, el kimono, la cinta en la cintura, el haori blanco sobre el kimono, los calcetines blancos y las sandalias. Para finalizar, agarró del soporte su wakizashi y se ajustó el arma a la cintura justo por encima de la cadera izquierda.Agarró la mascara ceremonial que tenía colocada en el altar y la enganchó en la cinta de la cintura, justo por detrás quedando tapada con el haori. Había acabado de vestirse y era el momento de salir y caminar hacia la oficina del morikage.
Cerró la puerta de la humilde casita y comenzó a caminar. << Aún es pronto, puedo caminar tranquilo>> Pensaba mientras dejaba atrás la casa y se dirigía hacia el centro de la aldea y concretamente hacia el dojo del Morikage. Con forme avanzaba en su camino poco a poco iba siendo rodeado por las edificaciones de la aldea, cada vez iba viendo más personas que se habían levantado temprano para realizar sus labores diarias. Continuaba caminando lentamente y sin prisas dejandose envolver por la arquitectura naturalista del lugar y a la vez recordando la arquitectura de su templo... << Debo reconocer que no está mal... bambú, madera, tierra... no son muy diferente al templo y eso me gusta, sin embargo, el templo era mucho más tranquilo y silencioso...>> pensaba y se dejaba llevar mientras sus pies lo llevaban a paso tranquilo pero firme a su destino.
Perdido en sus pensamientos, en sus recuerdos y en la nostalgia el camino había llegado a su fin y estaba frente al dojo. Ya lo había visto antes, y aunque era espectacular también le generaba tristeza. Sacudió la cabeza, se dio una palmada en ambas mejillas, centró sus pensamientos y atravesó las puertas.
Una vez dentro se dispuso a dirigirse a la recepción, sin embargo, se quedó parado y observó la atmosfera. Había personas sentadas en los bancos, algunos jonins y chunins realizando sus gestiones y en medio de todo un chico ahí ensimismado mirando las fotos que estaban colgadas y que de alguna forma estaba atrayendo la atención de más de una persona en la sala. Eso atrajo la curiosidad de Yagami que lo miró con atención y a simple vista era alguien normal, pero entonces, ¿por qué lo miraban? Prestó atención, lo miró con detenimiento y pronto vio el fallo. << ¡va descalzo! ¿le habrán robado?>>
Yagami caminó hacia el chico y a pocos pasos de él se paró. - Hola... ¿Qué tal? Me llamo Fudo. Disculpa que te moleste pero...- hizo una pequeña pausa mientras lo miraba, acto seguido sonrió amablemente y prosiguió. - ¿sabes que vas descalzo, verdad? ¿Te han asaltado? ¿necesitas que te busquemos ayuda?- Le preguntó y esperó de pie a recibir respuesta. Aunque no lo conocía, no podía evitar ayudar si veía a alguien que podía tener problemas. Aún tenía tiempo, y podía perder unos segundos antes de hablar a la de recepción y reunirse con el Morikage o con quien fuese que le diese las instrucciones de la misión.
Cómo cada día en el templo, el joven se levantó antes de que las primeras luces del alba atravesasen los vidrios de sus ventanas para asesarse y prepararse para la oración. Tan pronto se duchó, llenó un cuenco con agua lo puso en una mesita junto a la ventana, justo al lado de un pequeño altar que tenía montado, extendió en el suelo una alfombrilla, se sentó de rodillas y, justo cuando el primer haz de luz cruzó la ventana iluminando el altar, el joven comenzó su oración de la mañana.
Siguiendo su rutina habitual, cuando acabó la oración, recogió todo y se dispuso a desayunar con calma un pequeño cuenco de arroz y un vaso de leche. Cuando acabó y recogió todo, dejando la casa totalmente ordenada se quitó aquella túnica y pantalón de andar por casa para vestirse formalmente.
Se puso sus ropajes negros tradicionales, la hamaka, el kimono, la cinta en la cintura, el haori blanco sobre el kimono, los calcetines blancos y las sandalias. Para finalizar, agarró del soporte su wakizashi y se ajustó el arma a la cintura justo por encima de la cadera izquierda.Agarró la mascara ceremonial que tenía colocada en el altar y la enganchó en la cinta de la cintura, justo por detrás quedando tapada con el haori. Había acabado de vestirse y era el momento de salir y caminar hacia la oficina del morikage.
Cerró la puerta de la humilde casita y comenzó a caminar. << Aún es pronto, puedo caminar tranquilo>> Pensaba mientras dejaba atrás la casa y se dirigía hacia el centro de la aldea y concretamente hacia el dojo del Morikage. Con forme avanzaba en su camino poco a poco iba siendo rodeado por las edificaciones de la aldea, cada vez iba viendo más personas que se habían levantado temprano para realizar sus labores diarias. Continuaba caminando lentamente y sin prisas dejandose envolver por la arquitectura naturalista del lugar y a la vez recordando la arquitectura de su templo... << Debo reconocer que no está mal... bambú, madera, tierra... no son muy diferente al templo y eso me gusta, sin embargo, el templo era mucho más tranquilo y silencioso...>> pensaba y se dejaba llevar mientras sus pies lo llevaban a paso tranquilo pero firme a su destino.
Perdido en sus pensamientos, en sus recuerdos y en la nostalgia el camino había llegado a su fin y estaba frente al dojo. Ya lo había visto antes, y aunque era espectacular también le generaba tristeza. Sacudió la cabeza, se dio una palmada en ambas mejillas, centró sus pensamientos y atravesó las puertas.
Una vez dentro se dispuso a dirigirse a la recepción, sin embargo, se quedó parado y observó la atmosfera. Había personas sentadas en los bancos, algunos jonins y chunins realizando sus gestiones y en medio de todo un chico ahí ensimismado mirando las fotos que estaban colgadas y que de alguna forma estaba atrayendo la atención de más de una persona en la sala. Eso atrajo la curiosidad de Yagami que lo miró con atención y a simple vista era alguien normal, pero entonces, ¿por qué lo miraban? Prestó atención, lo miró con detenimiento y pronto vio el fallo. << ¡va descalzo! ¿le habrán robado?>>
Yagami caminó hacia el chico y a pocos pasos de él se paró. - Hola... ¿Qué tal? Me llamo Fudo. Disculpa que te moleste pero...- hizo una pequeña pausa mientras lo miraba, acto seguido sonrió amablemente y prosiguió. - ¿sabes que vas descalzo, verdad? ¿Te han asaltado? ¿necesitas que te busquemos ayuda?- Le preguntó y esperó de pie a recibir respuesta. Aunque no lo conocía, no podía evitar ayudar si veía a alguien que podía tener problemas. Aún tenía tiempo, y podía perder unos segundos antes de hablar a la de recepción y reunirse con el Morikage o con quien fuese que le diese las instrucciones de la misión.