3/08/2022, 10:23
Kikurou había deambulado mil veces con los pies descalzos por la aldea. Tenía una habilidad única para olvidarse los zapatos en casa —te preguntarás cómo, si parece obvio que deberías darte cuenta tan solo pisando el suelo— que con el tiempo terminó convirtiéndose en una costumbre. En cierto modo le gustaba, se sentía más cómodo. Siempre y cuando no pisase algún objeto punzante...
Fue sorprendido por el joven de cabello oscuro y ropajes tradicionales, lo que a primera vista le causó una agradable impresión. Es más, el chico parecía preocuparse por él y su falta de calzado. A Kikurou le chirrió aquella conclusión y con ambas manos se palpó varios puntos de su cuerpo, comprobando que todo estuviera bien. Después, tan solo se le escapó por los labios. — ¿Asaltado?
Después levanto su pie derecho hasta la altura de su cintura, dejando la planta de los pies visible y apuntando hacia arriba. Se pasó la mano, como si con aquello limpiase las asperezas de la piel endurecida de aquel pie. — No, no. Nada de eso. Simplemente... — trató de buscar las mejores palabras para no resaltar lo que era obvio para él: que era un olvidadizo. — ... estoy acostumbrado a ello. No te preocupes. — le respondió mirándole directamente a los ojos, alzando ligeramente la comisura de los labios en lo que resultaría un rostro fugazmente apacible.
— Gracias por preocuparte, es un acto considerado por tu parte. — después de resolver aquella duda, aprovechó para presentarse. — Has dicho que te llamabas Fudo, ¿verdad? — dejó caer el pie al suelo, volviendo a sentir así la madera fría en ambas piernas, y tendió la misma mano con la que se había limpiado la planta de éste sin darse cuenta. — Soy Kikurou, un placer.
Para cuando le entregó la mano a Fudo, detrás de él pudo ver cómo la recepción había quedado libre. Sería el momento adecuado para conocer la tarea que le habían asignado aquel día. «Órdenes...» recordó con pereza, pero no quedaba otra. Formaba parte de sus obligaciones como ninja. La mirada regresó a Fudo y pensó que con compañía se haría más ameno. — Oye, parece que ya no hay tanta cola en la recepción. ¿Vamos?
Fue sorprendido por el joven de cabello oscuro y ropajes tradicionales, lo que a primera vista le causó una agradable impresión. Es más, el chico parecía preocuparse por él y su falta de calzado. A Kikurou le chirrió aquella conclusión y con ambas manos se palpó varios puntos de su cuerpo, comprobando que todo estuviera bien. Después, tan solo se le escapó por los labios. — ¿Asaltado?
Después levanto su pie derecho hasta la altura de su cintura, dejando la planta de los pies visible y apuntando hacia arriba. Se pasó la mano, como si con aquello limpiase las asperezas de la piel endurecida de aquel pie. — No, no. Nada de eso. Simplemente... — trató de buscar las mejores palabras para no resaltar lo que era obvio para él: que era un olvidadizo. — ... estoy acostumbrado a ello. No te preocupes. — le respondió mirándole directamente a los ojos, alzando ligeramente la comisura de los labios en lo que resultaría un rostro fugazmente apacible.
— Gracias por preocuparte, es un acto considerado por tu parte. — después de resolver aquella duda, aprovechó para presentarse. — Has dicho que te llamabas Fudo, ¿verdad? — dejó caer el pie al suelo, volviendo a sentir así la madera fría en ambas piernas, y tendió la misma mano con la que se había limpiado la planta de éste sin darse cuenta. — Soy Kikurou, un placer.
Para cuando le entregó la mano a Fudo, detrás de él pudo ver cómo la recepción había quedado libre. Sería el momento adecuado para conocer la tarea que le habían asignado aquel día. «Órdenes...» recordó con pereza, pero no quedaba otra. Formaba parte de sus obligaciones como ninja. La mirada regresó a Fudo y pensó que con compañía se haría más ameno. — Oye, parece que ya no hay tanta cola en la recepción. ¿Vamos?