4/08/2022, 09:48
El recién conocido se adelantó hacia la recepción, así acompañándole en sus pasos tal y como le había propuesto Kikurou. Hasta entonces había descubierto en Fudo una persona respetuosa y disciplinada —sacó la conclusión después de aquel característico saludo— pero, de algún modo, o más bien dicho, por obra del recepcionista Paddo, podría ir conociendo más sobre él.
«Vaya, qué coincidencia» y su chorro de voz volvió a brotar de los labios del castaño.
— ¿También es tu primera misión? Esto sí que es casualidad. Es como si nos hubiera unido el destino. — confesó cuando Paddo rebuscaba el pergamino en el cajón. Sin darle importancia, aceptó el equipo que el recepcionista había sobreentendido al acercarnos ambos a la vez. Pero por otro lado, hubo algo que le disgustó, incluso reflejándose en su rostro. El objetivo de la misión no le había entusiasmado demasiado. — Un poco de compañía no irá mal, ¿verdad?
Las palabras de encargado sobre la tasa de éxito resonaron en la cabeza de Kikurou, preguntándose...
«¿Tan difícil puede resultar una misión así?»
Para él, recoger hierbas en el bosque se le acercaba a las tareas que había desempeñado durante su niñez (o que simplemente había hecho por iniciativa propia cuando recorría el Bosque de Hongos). Si bien solía hacerlo en solitario, entendió que hoy podía descubrir una faceta más social en aquella actividad.
— Cuatro manos trabajarán más rápido que dos. Con suerte, terminaremos en un santiamén y podremos decir que hemos completado nuestra primera misión. ¿Por qué no abres el pergamino? Descubramos cuál es esta preciada hierba.
Kikurou se había quedado por detrás de Fudo, dejando que éste hablase en nombre de los dos ante Paddo. No le prestó demasiada atención pero, antes de dirigirse a sus siguientes pasos, asentó con la cabeza en señal de despedida.
«Vaya, qué coincidencia» y su chorro de voz volvió a brotar de los labios del castaño.
— ¿También es tu primera misión? Esto sí que es casualidad. Es como si nos hubiera unido el destino. — confesó cuando Paddo rebuscaba el pergamino en el cajón. Sin darle importancia, aceptó el equipo que el recepcionista había sobreentendido al acercarnos ambos a la vez. Pero por otro lado, hubo algo que le disgustó, incluso reflejándose en su rostro. El objetivo de la misión no le había entusiasmado demasiado. — Un poco de compañía no irá mal, ¿verdad?
Las palabras de encargado sobre la tasa de éxito resonaron en la cabeza de Kikurou, preguntándose...
«¿Tan difícil puede resultar una misión así?»
Para él, recoger hierbas en el bosque se le acercaba a las tareas que había desempeñado durante su niñez (o que simplemente había hecho por iniciativa propia cuando recorría el Bosque de Hongos). Si bien solía hacerlo en solitario, entendió que hoy podía descubrir una faceta más social en aquella actividad.
— Cuatro manos trabajarán más rápido que dos. Con suerte, terminaremos en un santiamén y podremos decir que hemos completado nuestra primera misión. ¿Por qué no abres el pergamino? Descubramos cuál es esta preciada hierba.
Kikurou se había quedado por detrás de Fudo, dejando que éste hablase en nombre de los dos ante Paddo. No le prestó demasiada atención pero, antes de dirigirse a sus siguientes pasos, asentó con la cabeza en señal de despedida.