21/08/2022, 18:12
Mientras las kunoichi se hablaban, el hombre que conducía el carruaje pasó cerca suyo, saludándolas.
— Buenos días. —Les diría, saludando tranquilamente con la mano.
Se trataba de un hombre relativamente alto y moreno, con los ojos marrones y el pelo rojo oscuro, que parecía parecía intentar alejarse de su cabeza formando montones de pinchos que iban a todos lados. No podrían ver lo que llevaba en el carruaje, o si llevaba algo siquiera, pues estaba tapado, pero debía tratarse de un carruaje de mercancías.
Acabó por detenerse frente a una casa. Donde se detuvo a atar a los dromedarios para que no se escapasen.
— Buenos días. —Les diría, saludando tranquilamente con la mano.
Se trataba de un hombre relativamente alto y moreno, con los ojos marrones y el pelo rojo oscuro, que parecía parecía intentar alejarse de su cabeza formando montones de pinchos que iban a todos lados. No podrían ver lo que llevaba en el carruaje, o si llevaba algo siquiera, pues estaba tapado, pero debía tratarse de un carruaje de mercancías.
Acabó por detenerse frente a una casa. Donde se detuvo a atar a los dromedarios para que no se escapasen.