14/02/2016, 18:05
La bebida era refrescantemente fría y la fruta dulcemente madura. Ambas dignas de ser disfrutadas en aquel clima primaveral tal como lo estaba haciendo el peliblanco. El local se encontraba en buen sitio, pues se podía ver gran parte de la plaza y a la vez este se encontraba suficientemente alejado como para no ser molestado por el polvo y el griterío. En cambio Momo parecía estar un poco incomodo amarrado en aquel sitio. Le hubiese gustado calmarlo un poco pero en el espacio de la tienda no estaban permitidos los animales.
«En cuanto descanse seguiré caminando y viendo los comercios.» —Se dijo a sí mismo, tomando en cuenta que hasta entonces su caballo tendría que esperar.
Mientras observaba el ir y venir de la multitud se dio cuenta de que algo estaba fuera de lugar. Una señora parecía dar gritos y forcejear con alguien cerca de la fuente. Al principio espero que la fuerza de seguridad se hiciera cargo, pero, a pesar de estar muy cerca, parecían no estar viendo lo que sucedía. En un instante se subió sobre la mesa para ver mejor y ser testigo de cómo a aquella mujer le era arrebatada su cartera.
La harapienta figura se dio a la fuga como una comadreja, corriendo y saltando por entre aquel gentío indiferente. El genin calculo que pasaría cerca de donde se encontraba y entonces decidió que tenía que hacer algo. Corrió hacia la plaza recorriendo un trayecto que le llevaría a encontrarse con el ladrón. Luego de unos segundos chocó contra él, cargando con todas sus fuerzas para derribarlo.
Se notaba por la altura y la complexión que el carterista no era mucho mayor que él. Aun así parecía bastante dispuesto a dar pelea. Se levantó rápidamente y sacó una especie de cuchillo de elaboración casera, con él comenzó a lanzar tajos mientras que con su mano libre resguardaba su botín.
—Suelta el arma, deja la bolsa y podrás irte —le dijo con calma y en consideración a alguien que posiblemente robaba para sobrevivir. Sin embargo sus palabras llegaron a oídos sordos, puesto que un malintencionado filo trato de alcanzar su rostro—. Hasta aquí llegaste.
El Ishimura desvió hacia un lado el metal cortante y en un instante le retorció el brazo para despojarle del arma. Sin soltarlo le dio un puñetazo en la boca del estomago y mientras el ladronzuelo encapuchado se encogía por el dolor, le tiró al suelo y le quitó la bolsa de dinero. Casi sintió lástima cuando, sentado sobre el inmóvil criminal, tanteo el considerable peso de las monedas dentro de la cartera.
—Aquí tiene señora —le entregó el dinero a una mujer que tomó la bolsa con desconfianza para luego alejarse corriendo en silencio—. De nada… —dijo entre dientes—. Bien, ahora ¿Qué debería hacer contigo? Ladronzuelo.
Pero no llegaría a proceder puesto que en aquel instante hizo acto de presencia la guardia local. La situación se torno increíblemente extraña. Mientras retenía al criminal un soldado le dio con el asta de la lanza en la nuca mientras que otro le pateó tierra hacia los ojos, tomando al joven desprevenido. Cuando se recuperó de la agresión pudo ver como el pillo se le escapaba. Estuvo a punto de gritarles a los vigilantes para preguntarles si estaban ciegos o si simplemente eran tontos, pero un diluvio de acusaciones y sospechas por parte de ellos le detuvo. Le acusaban de andar causando alboroto y de que se comportaba de manera sospechosa, volviéndose más inverosímiles con cada palabra que soltaban. La situación era de locura, pero todas las personas a su alrededor agachaban la mirada como si tuvieran miedo de decir algo. Por un instante pudo ver ciertas intenciones de llevarlo detenido, pero hizo un ademán hacia su katana y aquello logró persuadir a los guardias que se le alejaron lanzando gruñidos.
«¿Que le sucede a esta gente? —Se preguntaba mientras utilizaba el agua de la fuente para limpiar su rostro y sus cabellos—. Lo peor es que me atacaron a mí, cuando en realidad solo ayude. —En realidad lo peor fue todo el escándalo. Detestaba demasiado llamar la atención frente a una multitud.
Pasó casi una hora arrojándose agua en la fuente, pero por fin se encontraba mucho más fresco y calmado. Decidió volver a donde estaba, pues le haría falta una bebida relajante, pero se decantó por tomar un desvió para evitar la parte más concurrida. Se encaminó desplazándose por un viejo callejón oscuro y ancho. No era por donde buscaba pasar pero el pensar en lo sucedido le distrajo un poco.
—¡Miran nada más, un arrogante forastero extraviado!
Cuando levanto la mirada se encontró con que tres sujetos bloqueaban la salida del callejón. Giró sobre sí mismo para irse pero nuevamente se encontró con tres sujetos, solo que estos estaban por donde había entrado. Tenían un aspecto tan sucio y descuidado como el callejón donde estaban, también tenían el mismo olor a mugre y a sudor. Ahora se encontraba rodeado y en un lugar sin salida aparente. Por un momento deseó que estuviera allí la guardia del pueblo, pero luego recordó lo que le habían hecho y se le pasó. Aunque admitía que le vendría bien algo de ayuda, después de todo eran seis contra uno y parecían gente que se sentía cómoda peleando en lugares como aquellos.
«En cuanto descanse seguiré caminando y viendo los comercios.» —Se dijo a sí mismo, tomando en cuenta que hasta entonces su caballo tendría que esperar.
Mientras observaba el ir y venir de la multitud se dio cuenta de que algo estaba fuera de lugar. Una señora parecía dar gritos y forcejear con alguien cerca de la fuente. Al principio espero que la fuerza de seguridad se hiciera cargo, pero, a pesar de estar muy cerca, parecían no estar viendo lo que sucedía. En un instante se subió sobre la mesa para ver mejor y ser testigo de cómo a aquella mujer le era arrebatada su cartera.
La harapienta figura se dio a la fuga como una comadreja, corriendo y saltando por entre aquel gentío indiferente. El genin calculo que pasaría cerca de donde se encontraba y entonces decidió que tenía que hacer algo. Corrió hacia la plaza recorriendo un trayecto que le llevaría a encontrarse con el ladrón. Luego de unos segundos chocó contra él, cargando con todas sus fuerzas para derribarlo.
Se notaba por la altura y la complexión que el carterista no era mucho mayor que él. Aun así parecía bastante dispuesto a dar pelea. Se levantó rápidamente y sacó una especie de cuchillo de elaboración casera, con él comenzó a lanzar tajos mientras que con su mano libre resguardaba su botín.
—Suelta el arma, deja la bolsa y podrás irte —le dijo con calma y en consideración a alguien que posiblemente robaba para sobrevivir. Sin embargo sus palabras llegaron a oídos sordos, puesto que un malintencionado filo trato de alcanzar su rostro—. Hasta aquí llegaste.
El Ishimura desvió hacia un lado el metal cortante y en un instante le retorció el brazo para despojarle del arma. Sin soltarlo le dio un puñetazo en la boca del estomago y mientras el ladronzuelo encapuchado se encogía por el dolor, le tiró al suelo y le quitó la bolsa de dinero. Casi sintió lástima cuando, sentado sobre el inmóvil criminal, tanteo el considerable peso de las monedas dentro de la cartera.
—Aquí tiene señora —le entregó el dinero a una mujer que tomó la bolsa con desconfianza para luego alejarse corriendo en silencio—. De nada… —dijo entre dientes—. Bien, ahora ¿Qué debería hacer contigo? Ladronzuelo.
Pero no llegaría a proceder puesto que en aquel instante hizo acto de presencia la guardia local. La situación se torno increíblemente extraña. Mientras retenía al criminal un soldado le dio con el asta de la lanza en la nuca mientras que otro le pateó tierra hacia los ojos, tomando al joven desprevenido. Cuando se recuperó de la agresión pudo ver como el pillo se le escapaba. Estuvo a punto de gritarles a los vigilantes para preguntarles si estaban ciegos o si simplemente eran tontos, pero un diluvio de acusaciones y sospechas por parte de ellos le detuvo. Le acusaban de andar causando alboroto y de que se comportaba de manera sospechosa, volviéndose más inverosímiles con cada palabra que soltaban. La situación era de locura, pero todas las personas a su alrededor agachaban la mirada como si tuvieran miedo de decir algo. Por un instante pudo ver ciertas intenciones de llevarlo detenido, pero hizo un ademán hacia su katana y aquello logró persuadir a los guardias que se le alejaron lanzando gruñidos.
«¿Que le sucede a esta gente? —Se preguntaba mientras utilizaba el agua de la fuente para limpiar su rostro y sus cabellos—. Lo peor es que me atacaron a mí, cuando en realidad solo ayude. —En realidad lo peor fue todo el escándalo. Detestaba demasiado llamar la atención frente a una multitud.
Pasó casi una hora arrojándose agua en la fuente, pero por fin se encontraba mucho más fresco y calmado. Decidió volver a donde estaba, pues le haría falta una bebida relajante, pero se decantó por tomar un desvió para evitar la parte más concurrida. Se encaminó desplazándose por un viejo callejón oscuro y ancho. No era por donde buscaba pasar pero el pensar en lo sucedido le distrajo un poco.
—¡Miran nada más, un arrogante forastero extraviado!
Cuando levanto la mirada se encontró con que tres sujetos bloqueaban la salida del callejón. Giró sobre sí mismo para irse pero nuevamente se encontró con tres sujetos, solo que estos estaban por donde había entrado. Tenían un aspecto tan sucio y descuidado como el callejón donde estaban, también tenían el mismo olor a mugre y a sudor. Ahora se encontraba rodeado y en un lugar sin salida aparente. Por un momento deseó que estuviera allí la guardia del pueblo, pero luego recordó lo que le habían hecho y se le pasó. Aunque admitía que le vendría bien algo de ayuda, después de todo eran seis contra uno y parecían gente que se sentía cómoda peleando en lugares como aquellos.
![[Imagen: aab687219fe81b12d60db220de0dd17c.gif]](https://i.pinimg.com/originals/aa/b6/87/aab687219fe81b12d60db220de0dd17c.gif)