27/09/2022, 20:27
Suzume pareció iluminarse ante la afirmación de Ayame. Aunque afirmaba que había hecho más de una presentación de sus canciones en establecimientos de Amegakure, lo cierto era que parecía bastante tímida al hablar de ello.
—¡Por supuesto, Ayame-san! —exclamó, con una risilla y las mejillas arreboladas—. Ahm... —Suzume retomó la libreta y rebuscó entre sus páginas. Al cabo de algunos segundos soltó un gritito de alegría. Parecía que la canción que estaba buscando no había sido alcanzada por el agua—. Ok, esto lo escribí... Pensando en alguien que conocí hace tiempo... Es... Es la primera vez que alguien lo escucha, así que nada de burlas, ¿Eh?
Ayame asintió varias veces, emocionada. Y, entonces, la voz de Suzume llenó el ambiente, acompañando las gotas de lluvia que caían al asfalto. Una canción llena de color en una aldea de colores de neón. Y la canción de Suzume despertó unas sensaciones en Ayame que creía haber olvidado hace mucho tiempo: Fueron como unas mariposas que aleteaban en su pecho, desesperadas por ascender a su garganta, deseosas por escapar entre sus labios. Pero era imposible. Y los ojos de la kunoichi se llenaron de lágrimas al comprenderlo. Su voz seguía atrapada en su interior por unas afiladas garras manchadas de sangre que nadie había logrado aflojar.
—¿Qué tal? —preguntó, al finalizar.
Y Ayame sacudió ligeramente la cabeza, volviendo a la realidad. Abrió la boca, pero en el último momento volvió a pedirle la libreta y buscó la hoja que habían estado utilizando para comunicarse.
—¡Por supuesto, Ayame-san! —exclamó, con una risilla y las mejillas arreboladas—. Ahm... —Suzume retomó la libreta y rebuscó entre sus páginas. Al cabo de algunos segundos soltó un gritito de alegría. Parecía que la canción que estaba buscando no había sido alcanzada por el agua—. Ok, esto lo escribí... Pensando en alguien que conocí hace tiempo... Es... Es la primera vez que alguien lo escucha, así que nada de burlas, ¿Eh?
Ayame asintió varias veces, emocionada. Y, entonces, la voz de Suzume llenó el ambiente, acompañando las gotas de lluvia que caían al asfalto. Una canción llena de color en una aldea de colores de neón. Y la canción de Suzume despertó unas sensaciones en Ayame que creía haber olvidado hace mucho tiempo: Fueron como unas mariposas que aleteaban en su pecho, desesperadas por ascender a su garganta, deseosas por escapar entre sus labios. Pero era imposible. Y los ojos de la kunoichi se llenaron de lágrimas al comprenderlo. Su voz seguía atrapada en su interior por unas afiladas garras manchadas de sangre que nadie había logrado aflojar.
—¿Qué tal? —preguntó, al finalizar.
Y Ayame sacudió ligeramente la cabeza, volviendo a la realidad. Abrió la boca, pero en el último momento volvió a pedirle la libreta y buscó la hoja que habían estado utilizando para comunicarse.
«¡Ha sido precioso! Perdona la indiscreción, Suzume, ¿puedo preguntar a quién va dedicada la canción? estoy segura de que si la escuchara también le encantaría
»
