5/10/2022, 21:32
(Última modificación: 5/10/2022, 21:33 por Senju Hayato. Editado 1 vez en total.)
El Senju estuvo tan ensimismado, pensando en las cosas que pudieron ser y no fueron —Al menos por el momento.—, que ni se dio cuenta de que una tercera o cuarta persona hizo gala de aparición. Ésta última viajaba a una velocidad mucho más elevada de lo habitual, y tenía la respiración alterada. Apenas llegar hasta donde se encontraban la surfista y el pirómano, frenó de golpe. El recién llegado parecía haber encontrado lo que andaba buscando.
—¡Siete! ¡BROOO! —Bramó, e intentó recuperar el aliento con unas potentes bocanadas de aire en lo que alzaba la mano en dirección al de dientes metálicos. —¡Te he buscao por toda la puta villa!
Hayato giró la cabeza hacia su flanco izquierdo, donde se situaba Culebra. No se trataba de otro si no su compañero de desventuras, uno de los maleantes más rufianes de Uzushiogakure. El joven parecía preocupado por algo, y ni por asomo habría recorrido toda la villa si no fuese por algo importante.
—¿Qué sucede?
—¡S-se trata de los negocios BRO! ¡Parece que tu padrastro sospecha de la jugarreta!.
El de cabellera blanca se llevó la mano hacia la frente, y se peinó en lo que dejaba caer un suspiro, claramente preocupado. Si la jugada le había salido mal, tenía algo más que un gran problema. No era una cosa de la cuál pasar, ni por asomo. Aún no tenía los detalles del tema, pero tampoco era algo que pudiesen hablar así como así en ese lugar, y menos aún con gente a quien apenas acababa de conocer.
—Lo siento, Yakiniku... pero tengo asuntos que arreglar. —Alzó la mano, a modo de despedida. —Ha sido un placer.
»Vamos, Culebra. No perdamos tiempo.
—¡Vamos, BRO!
Y sin demora alguna, los dos shinobis salieron corriendo dirección a la casa del Senju. Había sido una despedida fugaz, pero quizás volviesen a encontrarse en otro momento. Ella era un huracán, y a él le encantaban los desastres... el destino seguro que los volvía a unir.
—¡Siete! ¡BROOO! —Bramó, e intentó recuperar el aliento con unas potentes bocanadas de aire en lo que alzaba la mano en dirección al de dientes metálicos. —¡Te he buscao por toda la puta villa!
Hayato giró la cabeza hacia su flanco izquierdo, donde se situaba Culebra. No se trataba de otro si no su compañero de desventuras, uno de los maleantes más rufianes de Uzushiogakure. El joven parecía preocupado por algo, y ni por asomo habría recorrido toda la villa si no fuese por algo importante.
—¿Qué sucede?
—¡S-se trata de los negocios BRO! ¡Parece que tu padrastro sospecha de la jugarreta!.
El de cabellera blanca se llevó la mano hacia la frente, y se peinó en lo que dejaba caer un suspiro, claramente preocupado. Si la jugada le había salido mal, tenía algo más que un gran problema. No era una cosa de la cuál pasar, ni por asomo. Aún no tenía los detalles del tema, pero tampoco era algo que pudiesen hablar así como así en ese lugar, y menos aún con gente a quien apenas acababa de conocer.
—Lo siento, Yakiniku... pero tengo asuntos que arreglar. —Alzó la mano, a modo de despedida. —Ha sido un placer.
»Vamos, Culebra. No perdamos tiempo.
—¡Vamos, BRO!
Y sin demora alguna, los dos shinobis salieron corriendo dirección a la casa del Senju. Había sido una despedida fugaz, pero quizás volviesen a encontrarse en otro momento. Ella era un huracán, y a él le encantaban los desastres... el destino seguro que los volvía a unir.