7/10/2022, 10:41
—A-Ayame-san... —La voz de Suzume la devolvió a la realidad—. ¿Te... Te encuentras bien? —Por la expresión de su rostro, debía de haberse percatado de su malestar, pero Ayame se apresuró a cambiar el tema de conversación con su pregunta.
Y la reacción de Suzume fue de lo más curiosa. Sus mejillas enrojecieron y la muchacha comenzó a juguetear con un mechón de su cabello con gesto nervioso. La sutil sonrisa de sus labios gritaba a los cuatro vientos los sentimientos que había plasmado en su canción: Amor.
—La escribí pensando en una chica de Kusagakure. Su nombre es Shiba. Nos topamos en un café y pasamos un rato maravilloso y... Entrenamos y... Bailamos y... —Suzume suspiró —. No nos hemos visto desde entonces, así que... Cuando pueda dar conciertos fuera, espero verla por allí. Tal vez.
Ayame se llevó una mano al mentón, tratando de hacer memoria. Tras varios largos segundos terminó por volver a escribir, aunque el lápiz vaciló momentáneamente sobre el papel, como una mariposa insegura.
«Entiendo... Conozco a varias personas de Kusagakure, pero ninguna con ese nombre. Si quieres, si vuelvo a cruzarme con algún Kusajin, puedo preguntar por ella.»
Le tendió la libreta, con una sonrisa afable.
Y la reacción de Suzume fue de lo más curiosa. Sus mejillas enrojecieron y la muchacha comenzó a juguetear con un mechón de su cabello con gesto nervioso. La sutil sonrisa de sus labios gritaba a los cuatro vientos los sentimientos que había plasmado en su canción: Amor.
—La escribí pensando en una chica de Kusagakure. Su nombre es Shiba. Nos topamos en un café y pasamos un rato maravilloso y... Entrenamos y... Bailamos y... —Suzume suspiró —. No nos hemos visto desde entonces, así que... Cuando pueda dar conciertos fuera, espero verla por allí. Tal vez.
Ayame se llevó una mano al mentón, tratando de hacer memoria. Tras varios largos segundos terminó por volver a escribir, aunque el lápiz vaciló momentáneamente sobre el papel, como una mariposa insegura.
«Entiendo... Conozco a varias personas de Kusagakure, pero ninguna con ese nombre. Si quieres, si vuelvo a cruzarme con algún Kusajin, puedo preguntar por ella.»
Le tendió la libreta, con una sonrisa afable.