15/02/2016, 01:06
Había sido un largo día, sin embargo, el atardecer apenas iba a empezar y quedaba toda la noche para aprovechar, por lo que me podía permitir dar un paseo por los alrededores de la aldea, iría más lejos pero quería volver esa misma noche a mi aposento.
Me adentré al bosque con tranquilidad y calma, después de todo iba a tomarme un tiempo para relajarme y distraer mi mente, por lo que caminé sin rumbo alguno. El cielo se fue transformando y la gama de colores que se manifestó llamó mi atención, los atardeceres eran bastantes coloridos y daban una vista hermosa; sin dudarlo escale por las ramas de los árboles para admirar mejor el firmamento.
Así estuve unos cuantos minutos, escuchando el sonido de las hojas que ocasionaba la corrientes de brisas y alguna que otra ave cantar, todo un espectáculo bastante agradable para los que apreciaban a la naturaleza, después de todo los ciudadanos de takigakure vivíamos prácticamente con eso, así que estábamos acostumbrados. Aunque me gustaba todo los que me rodeaba decidí seguir con mi paseo.
Di unos cuantos saltos entre las ramas, no quería seguir caminando, y me perdí en el espesor de los árboles; y me detuve en seco, una figura femenina llamó mi atención, se reflejó en mis orbes la larga y hermosa cabellera dorada que destacaba bastante, así que me detuve a ver que hacía una chica en el medio del bosque.
Rápidamente entendí lo que iba a hacer y se me vino a la mente hacerle una broma un poco inofensiva, después de todo, al parecer, no se había percatado de mi presencia. Tome el abanico con mis manos y cuando lanzó los proyectiles al objetivo me encargué de realizar una onda de viento suave que desviaría todas y cada una de las armas de la rubia, por lo que todas se desviaron irremediablemente.
-Vaya, parece que tienes mucho que practicar.-Dije con un tono un tanto burlon, revelando mi ubicación, más que todo tratando de contener un poco la risa, porque seguro ella se seguía preguntando qué había pasado.
Mi figura podía notarse en una rama bastante cercana a la kunoichi. Cerré el abanico para colocarlo donde iba, cargado en mi espalda, sin embargo, la chica podría darse cuenta de la jugarreta, después de todo ¿ Cuantas personas iban por ahí con un abanico gigante?
Me adentré al bosque con tranquilidad y calma, después de todo iba a tomarme un tiempo para relajarme y distraer mi mente, por lo que caminé sin rumbo alguno. El cielo se fue transformando y la gama de colores que se manifestó llamó mi atención, los atardeceres eran bastantes coloridos y daban una vista hermosa; sin dudarlo escale por las ramas de los árboles para admirar mejor el firmamento.
Así estuve unos cuantos minutos, escuchando el sonido de las hojas que ocasionaba la corrientes de brisas y alguna que otra ave cantar, todo un espectáculo bastante agradable para los que apreciaban a la naturaleza, después de todo los ciudadanos de takigakure vivíamos prácticamente con eso, así que estábamos acostumbrados. Aunque me gustaba todo los que me rodeaba decidí seguir con mi paseo.
Di unos cuantos saltos entre las ramas, no quería seguir caminando, y me perdí en el espesor de los árboles; y me detuve en seco, una figura femenina llamó mi atención, se reflejó en mis orbes la larga y hermosa cabellera dorada que destacaba bastante, así que me detuve a ver que hacía una chica en el medio del bosque.
Rápidamente entendí lo que iba a hacer y se me vino a la mente hacerle una broma un poco inofensiva, después de todo, al parecer, no se había percatado de mi presencia. Tome el abanico con mis manos y cuando lanzó los proyectiles al objetivo me encargué de realizar una onda de viento suave que desviaría todas y cada una de las armas de la rubia, por lo que todas se desviaron irremediablemente.
-Vaya, parece que tienes mucho que practicar.-Dije con un tono un tanto burlon, revelando mi ubicación, más que todo tratando de contener un poco la risa, porque seguro ella se seguía preguntando qué había pasado.
Mi figura podía notarse en una rama bastante cercana a la kunoichi. Cerré el abanico para colocarlo donde iba, cargado en mi espalda, sin embargo, la chica podría darse cuenta de la jugarreta, después de todo ¿ Cuantas personas iban por ahí con un abanico gigante?