15/02/2016, 05:37
El joven de tez morena se mantuvo alerta y en calma, pues no podía tomarse la situación a la ligera. De cierta manera no se sentía preocupado por la desventaja numérica, puesto que ya había estado en el mismo problema en varias oportunidades. La escena se le asemejo mucho a aquella ocasión en que luchó contra unos piratas en las Costas de las olas rompientes. La cuestión era que en esa oportunidad se encontraba combatiendo por la vida de los pobladores además de la suya propia. Aquello lo llevó a arrebatar la vida de los que hacían el papel de villanos. Ahora la situación era similar, pero no quería que terminara con ninguna pérdida innecesaria.
—Escuchen muchachos, soy un shinobi, si me dejan ir podemos hacer como que no paso nada —Buscaba la manera de mediar a la vez que mantenía en alto su guardia.
—¿!Escucharon eso muchachos¡? El muy imbécil está asustado y quiere que le dejemos ir.
—Vamos, no llevo nada que valga una golpiza, solo déjenme ir, no hay necesidad de pelear —Comenzaba a sentirse irritado por la actitud de aquellos sujetos.
—Jajaja —soltó una carcajada estruendosa—. “No hay necesidad de pelear” —le imitó con un tono de voz en extremo burlón—. ¿Sabes qué? Al principio solo te quería golpear porque parecías un extranjero débil y quería demostrar mi fuerza. Ahora también lo haré por la diversión que me provocara verte suplicando.
—Supongo que la basura sigue siendo basura sin importar donde se encuentre. —Aquel recuerdo lejano de su altercado en un callejón de Uzushio se intensificó en su mente y sintió cómo afloraba su intenso odio por la gente que utiliza su fuerza para lastimar.
Con una leve ráfaga de viento el ambiente del callejón cambio. Era como si el silencio se hiciera presente mientras la mirada del joven de ojos grises se endurecía. Los rufianes le observaron un tanto extrañados, pero con sus intenciones aún en alto. Ya no se trataba de evitar el conflicto. Ahora era cuestión de no permitir que ninguno de aquellos malhechores se fuera impune.
—¿!Qué esperan? —Preguntó molesto—. Se acabó la charla, vayan por él.
El primero en obedecer fue uno de los que estaba atrás del Ishimura. Se abalanzó sobre él, pero sus pasos eran ruidosos y descuidados. Le bastó con hacerse a un lado y atravesar su pie para provocar que este callera. Además del ridículo, la caída no le provocó mucho daño, pero cuando intentó levantarse para un segundo intento recibió un fuerte rodillazo en la quijada, provocando que rodará mientras escupía sangre y dientes.
—Vamos ¿Quién sigue? —preguntó de forma amenazante.
El combate fue largo y monótono: Él se limitaba a golpearlos y ellos a levantarse y volver a arremeter. De cierta manera resultaba mucho más difícil pelear cuando no se tenían intenciones de matar o mutilar al contrario. Su consideración para con la vida ajena le costó unos cuanto golpes dolorosos, pero al final, cansado y ya casi sin aliento, logró dejar a cinco de los asaltantes fuera de combate.
Solo quedaba el líder, quien le había amenazado antes. En un intento desesperado se arrojó contra el joven y logró golpearlo en el rostro. Pero su emoción fue efímera pues noto como la mano de su enemigo le atenazaba la parte baja del rostro. Su cuerpo comenzó a retorcerse al sentir como las yemas de los dedos le quemaban y dejaban surcos en su piel. No podía gritar pues el agarre era fuerte. Lo último que pudo ver antes de caer inconsciente fue un par de afilados ojos grises que le miraban con total desprecio.
«Ha sido todo.» —Se encontraba de pie y rodeado por seis cuerpos inertes de quienes hace unos minutos estaban tan confiados.
El joven abandonó el callejón como pudo para dirigirse a otro lugar. Si el detener a un carterista le había causado tantos problemas con la ley local, no quería ni imaginarse las implicaciones de lo que acababa de hacer. Después se preocuparía por las repercusiones, por ahora tenía que descansar un poco. En una calle cercana consiguió refugio en la parte trasera de una tienda. Esperaba poder descansar un poco y que nadie le molestara, aunque con su suerte era poco probable.
«Solo recobrare el aliento y luego me dedicare a mi asuntos.» —Fue lo último que pensó antes de cerrar los ojos, ignorante de que un par de ojos eran testigos de sus actividades.
—Escuchen muchachos, soy un shinobi, si me dejan ir podemos hacer como que no paso nada —Buscaba la manera de mediar a la vez que mantenía en alto su guardia.
—¿!Escucharon eso muchachos¡? El muy imbécil está asustado y quiere que le dejemos ir.
—Vamos, no llevo nada que valga una golpiza, solo déjenme ir, no hay necesidad de pelear —Comenzaba a sentirse irritado por la actitud de aquellos sujetos.
—Jajaja —soltó una carcajada estruendosa—. “No hay necesidad de pelear” —le imitó con un tono de voz en extremo burlón—. ¿Sabes qué? Al principio solo te quería golpear porque parecías un extranjero débil y quería demostrar mi fuerza. Ahora también lo haré por la diversión que me provocara verte suplicando.
—Supongo que la basura sigue siendo basura sin importar donde se encuentre. —Aquel recuerdo lejano de su altercado en un callejón de Uzushio se intensificó en su mente y sintió cómo afloraba su intenso odio por la gente que utiliza su fuerza para lastimar.
Con una leve ráfaga de viento el ambiente del callejón cambio. Era como si el silencio se hiciera presente mientras la mirada del joven de ojos grises se endurecía. Los rufianes le observaron un tanto extrañados, pero con sus intenciones aún en alto. Ya no se trataba de evitar el conflicto. Ahora era cuestión de no permitir que ninguno de aquellos malhechores se fuera impune.
—¿!Qué esperan? —Preguntó molesto—. Se acabó la charla, vayan por él.
El primero en obedecer fue uno de los que estaba atrás del Ishimura. Se abalanzó sobre él, pero sus pasos eran ruidosos y descuidados. Le bastó con hacerse a un lado y atravesar su pie para provocar que este callera. Además del ridículo, la caída no le provocó mucho daño, pero cuando intentó levantarse para un segundo intento recibió un fuerte rodillazo en la quijada, provocando que rodará mientras escupía sangre y dientes.
—Vamos ¿Quién sigue? —preguntó de forma amenazante.
El combate fue largo y monótono: Él se limitaba a golpearlos y ellos a levantarse y volver a arremeter. De cierta manera resultaba mucho más difícil pelear cuando no se tenían intenciones de matar o mutilar al contrario. Su consideración para con la vida ajena le costó unos cuanto golpes dolorosos, pero al final, cansado y ya casi sin aliento, logró dejar a cinco de los asaltantes fuera de combate.
Solo quedaba el líder, quien le había amenazado antes. En un intento desesperado se arrojó contra el joven y logró golpearlo en el rostro. Pero su emoción fue efímera pues noto como la mano de su enemigo le atenazaba la parte baja del rostro. Su cuerpo comenzó a retorcerse al sentir como las yemas de los dedos le quemaban y dejaban surcos en su piel. No podía gritar pues el agarre era fuerte. Lo último que pudo ver antes de caer inconsciente fue un par de afilados ojos grises que le miraban con total desprecio.
«Ha sido todo.» —Se encontraba de pie y rodeado por seis cuerpos inertes de quienes hace unos minutos estaban tan confiados.
El joven abandonó el callejón como pudo para dirigirse a otro lugar. Si el detener a un carterista le había causado tantos problemas con la ley local, no quería ni imaginarse las implicaciones de lo que acababa de hacer. Después se preocuparía por las repercusiones, por ahora tenía que descansar un poco. En una calle cercana consiguió refugio en la parte trasera de una tienda. Esperaba poder descansar un poco y que nadie le molestara, aunque con su suerte era poco probable.
«Solo recobrare el aliento y luego me dedicare a mi asuntos.» —Fue lo último que pensó antes de cerrar los ojos, ignorante de que un par de ojos eran testigos de sus actividades.
![[Imagen: aab687219fe81b12d60db220de0dd17c.gif]](https://i.pinimg.com/originals/aa/b6/87/aab687219fe81b12d60db220de0dd17c.gif)