21/10/2022, 12:56
—¡Oh, eso sería de lo más genial! ¿Harías eso por mí? —respondió suzume, dando un par de palmadas.
Ayame asintió, sumida en su habitual silencio con una sonrisa.
—¡Eres muy amable, Ayame-san! Dices que... ¿Conoces a varios Kusajin? ¡Oh! ¿Sales mucho de la aldea? ¡Qué genial! Yo lo haré cuando sea mejor y más fuerte... Sigo siendo una debilucha.
Ayame se llevó el boli al mentón, pensativa. Trataba de hacer memoria y aún tardó algunos segundos más en responder:
«Bueno, conozco a un par de personas de allí, tampoco es que conozca a todo el mundo...» Escribió, acompañando la frase por una carita que expresaba cierta frustración y una gota de sudor en la frente. «Tú eres kunoichi, ¿no, Suzume?» Agregó señalando a su bandana. «Estoy segura de que no eres ninguna debilucha, ninguna kunoichi de Amegakure lo es. Antes de que te dés cuenta estarás recorriendo Ōnindo de arriba a abajo. ¡Puede que incluso llegues a dar conciertos en otras aldeas!»
El boli tembló durante unos instantes al escribir las últimas palabras cuando un pensamiento intrusivo volvió a atacarla: "Eso si Kurama no termina de invadirlo todo." Con el corazón aún encogido, Ayame le devolvió la libreta. No había reflejado aquella preocupación; es más, se esforzó por ocultarse bajo una máscara y amagó una nueva sonrisa. Aunque tensa.
Ayame asintió, sumida en su habitual silencio con una sonrisa.
—¡Eres muy amable, Ayame-san! Dices que... ¿Conoces a varios Kusajin? ¡Oh! ¿Sales mucho de la aldea? ¡Qué genial! Yo lo haré cuando sea mejor y más fuerte... Sigo siendo una debilucha.
Ayame se llevó el boli al mentón, pensativa. Trataba de hacer memoria y aún tardó algunos segundos más en responder:
«Bueno, conozco a un par de personas de allí, tampoco es que conozca a todo el mundo...» Escribió, acompañando la frase por una carita que expresaba cierta frustración y una gota de sudor en la frente. «Tú eres kunoichi, ¿no, Suzume?» Agregó señalando a su bandana. «Estoy segura de que no eres ninguna debilucha, ninguna kunoichi de Amegakure lo es. Antes de que te dés cuenta estarás recorriendo Ōnindo de arriba a abajo. ¡Puede que incluso llegues a dar conciertos en otras aldeas!»
El boli tembló durante unos instantes al escribir las últimas palabras cuando un pensamiento intrusivo volvió a atacarla: "Eso si Kurama no termina de invadirlo todo." Con el corazón aún encogido, Ayame le devolvió la libreta. No había reflejado aquella preocupación; es más, se esforzó por ocultarse bajo una máscara y amagó una nueva sonrisa. Aunque tensa.