15/02/2016, 12:38
A pesar del consejo de su madre, Daruu tenía demasiadas cosas en la cabeza como para irse a dormir tan pronto. Sentado sobre la cama, divagaba sobre muchas cosas. Sobre la técnica, sobre si había sido buena idea hacerse ninja. Sobre el Torneo de los Dojos...
—¡Hmpf! —Se levantó de un salto. No soportaba más estar allí, dándole vueltas a todo, sin hacer nada. Necesitaba un poco de calma. Quizás el sonido del río hablara más alto que las voces en su cabeza.
De modo que se vistió y abrió la ventana. No tenía ganas de encontrarse a su madre ni de dar explicaciones. Saltó y se dejó caer. Rodó por la hierba y dejó el fresco viento de la ribera le peinase el cabello y acariciase su piel. Suspiró, y continuó avanzando por la orilla, abstrayéndose todo lo que pudo de los problemas.
Todo lo que pudo, es decir, casi nada. ¿Le apetecía participar en un torneo? Participarían ninjas de todas las aldeas. Por una parte, era emocionante: vería técnicas de todo tipo y podría probarse a sí mismo. Por la otra, estaba un poco intimidado por lo que podía suponer un evento de esas características. Seguramente, como siempre sucedía, acudirían señores feudales y demás gente importante. «¿Y si les decepciono? ¿Y si decepciono a mamá, y si decepciono a mis compañeros?»
Se metió las manos en los bolsillos y observó las estrellas. Suspiró, y avanzó por encima del agua del río en dirección al pequeño bosque encerrado en la montaña. Cuando los árboles le rodearon, se sintió como en casa, y sólo entonces pudo tranquilizarse un poco.
Por poco tiempo.
No sabía de dónde había salido ni desde cuando estaba allí, pero había alguien. Un hombre de media melena plateada y unos extraños ojos rosa intenso. Le estaba mirando fijamente, y estaba completamente armado. Y su bandana...
Un exiliado de Amegakure.
—No puede ser...
Daruu dio un paso hacia atrás.
—No puede ser, ¿qué? —preguntó. Es lo único que se le ocurrió hacer y decir. No estaba preparado para aquél encuentro. No sabía si correr o luchar, no sabía si simplemente convencerle de que no le hiciera nada. Dioses, ni siquiera sabía si le dejaría marchar, si estaba sólo de paso y él no era más que un encuentro fortuito en su vida. Rezó para que así lo fuese.
—Tu padre... ¿Eres el hijo de Danbaku, verdad? —inquirió.
Daruu se irguió, de pronto.
—Sí —contestó—. ¿Quién eres tú?
—Viejo amigo, le diste tu cabello y tus ojos... —dijo el misterioso exiliado, y echó la vista al cielo—. Ah... ¿y ahora, qué hago? ¿Qué digo?
La mente de Daruu estaba confusa y atando cabos mucho más rápido de lo que la situación requería. ¿Un exiliado, que conocía a su padre, hablando de lecciones? ¿Y si... y si sólo, por un casual...?
Daruu se lo había preguntado muchas veces. ¿Quién había sido? ¿En qué circunstancias? Pero su madre nunca le había soltado prenda, ni nadie que conociese a su padre. Quizás para no hacerle más daño. Pero él siempre había querido saber los detalles.
Y ahora...
—Claro... —dijo Daruu—. Ahora te arrepientes, ¿no? ¡Fuiste tú, seguro! ¡Tú mataste a papá! ¿Lo hiciste, verdad?
El extraño bajó la mirada y la clavó en la de Daruu. Entrecerró los ojos, como si quisiera desentrañar sus pensamientos. Finalmente, admitió:
—Sí, fui yo —dijo—. Yo maté a tu padre. ¿Qué harás ahora, muchacho inteligente?
—¡...aaaaaaaaaaaahhhhhHHHHHHHHHHHH! —Daruu se lanzó al ataque inmediatamente sin saber siquiera el nivel de combate que tenía su oponente, sin recordar que si había podido con su padre probablemente no le fuese a durar ni medio asalto. Hizo un sello, y debajo de él se elevó un pilar de madera que lo propulsó hacia su oponente. Otro sello más, y sintetizó un kunai de madera que pronto tomó el aspecto y las propiedades de acero.
Chocó el metal contra el metal de la uchigatana del exiliado, desenvainada de quién sabe dónde en un abrir y cerrar de ojos.
—No está mal. Pero eres muy débil. —Sin siquiera Daruu haber caído al suelo, el exiliado lo agarró por la muñeca y giró sobre sí mismo. El kunai deslizó por la katana y el cuerpo del moreno se vio impulsado hacia la pared de rocas de detrás del enemigo. Chocó contra las piedras—. Y tu debilidad está en tu impaciencia.
—De qué hablas, hijo de puta, de qué hablas... —gruñó Daruu—. Tú mataste a mi padre, no me importa si me cuesta la vida, ¡yo acabaré contigo!
De nuevo, Daruu se lanzó al ataque. Pero era un ataque poco meditado, directo, simple. El extraño apoyó una mano sobre su cabeza, dio una voltereta por encima de él y le pateó la espalda, haciéndolo rodar varios metros sobre la hierba.
—Y ese es el problema. Que no piensas en las consecuencias. También fue lo que mató a tu padre.
Daruu se levantó, magullado. Aquél hombre tenía una fuerza tremenda. Los brazos ya le temblaban apoyados sobre la hierba, y apenas podía moverse para levantarse.
—¿Qué... dices...?
—Tus ataques son rápidos, pero previsibles. Te ciegan los sentimientos en el pecho. Si buscas la victoria, tienes que ser paciente.
¿Cómo me pides... qué sea paciente... capullo? —Daruu finalmente se había levantado. Habiendo probado ya dos veces la fuerza del exiliado, sin embargo, prefirió mantenerse en guardia mientras le temblasen las piernas.
—Pero a veces has de preguntarte, ¿es la victoria lo que es importante? —explicó el hombre—. ¿Es la victoria lo verdaderamente importante?
¿Por qué... estás contándome esta mierda...?
—Ganar. Imagínate que ganas. Me matas. Consigues tu venganza. Bueno, se podría decir que habrás obtenido una victoria. ¿Pero qué has ganado, y qué has perdido? Te habrás convertido en un asesino. Y no habrás ganado nada. Danbaku no volverá aunque te vengues.
Daruu entrecerró los ojos. Sentía como el kunai se le podía resbalar de un momento a otro de las manos. Le temblaban. Querían apuñalar al hombre de los ojos rosas.
—Has sido impaciente, y has extraído una conclusión equivocada de mis palabras. ¿Verdad? Por mi impaciencia, me convertí en un asesino. No quieras convertirte en uno tú también.
—¿Eh? —A Daruu se le resbaló el kunai. Intentó cogerlo en medio del aire, pero sólo sirvió para arañarse con el filo. Masculló una queja y se metió el dedo afectado en la boca.
—Soy el culpable de la muerte de tu padre. Soy su verdugo. Pero no fueron mis armas las que acabaron con su vida, sino mi impaciencia. Cargo con esa culpa y cargaré toda mi vida, Daruu. Tu padre me salvó la vida.
Daruu se echó a llorar.
—¿Qué estás diciendo, tío...? No te entiendo... ¡No entiendo nada de esto!
¿Te quieres calmar? —instó el exiliado—. Me has preguntado si yo maté a tu padre sólo porque he mencionado su nombre. ¿Qué pasará si algún día te cruzas con quien lo mató de verdad? ¿Vas a matarlo aunque no vaya contigo? ¿Cómo sabes si ese ninja no estaba cumpliendo otra misión, simplemente? ¡Nuestro mundo es complejo, Daruu! Matar a quien mató no traerá de vuelta a tu padre.
—Pero... tu bandana...
—Como te he dicho, por lo que a mí respecta, yo maté a tu padre. Yo tuve la culpa. Me lancé a por el enemigo y él se interpuso en el camino de lo que iba a ser mi muerte segura. Cargaré con la culpa toda la vida. Me exilié... No quería ver las caras de los demás, de una vieja amiga... De tu madre. De Kiroe-san. No podría mirarla a los ojos. Y yo... Lo siento. Pero tenía que enseñarte la lección que yo aprendí demasiado tarde.
Daruu se dejó caer sobre la hierba, abatido. Suspiró.
—No tienes... nada por lo que disculparte. No tienes la culpa.
—¿Por qué dices eso? Si no hubiera sido por mi impaciencia, tu padre...
—Un ninja está para proteger a sus compañeros y a su gente. Mi padre sólo estaba haciendo su trabajo. Y yo... y yo...
Una lágrima deslizó por su mejilla derecha. Se levantó y apretó los puños bien fuerte.
—¡Voy a trabajar duro para poder proteger a todo el mundo!
El exiliado se echó a llorar como una magdalena. Parecía tan duro, y ahora estaba allí, arrodillado, llorando.
—Gracias... —dijo.
—¿Huh?
—Gracias, Daruu. Esto no me alivia la carga, pero me hace sentir mejor. Sí... Un ninja está para proteger a los demás. —Se levantó—. Así que eso es lo que haré. Aunque sea desde las sombras.
Daruu dio un paso al frente.
—¡Eh! ¿Crees que puedes proteger a nadie huyendo de la mirada de los demás? Si mi padre te salvó, estoy seguro que es porque te quería, ¡porque te apreciaba! ¿Crees que querría que te hubieses exiliado? ¡Él se partiría la cara por ti, para que los demás no se enfadaran contigo! Si estuviera aquí, estoy seguro de que es lo que haría.
—¿Cómo estás tan seguro?
—Porque es lo que haría yo. Y soy su hijo. En algo me tengo que parecer.
El exiliado sonrió. Y avanzó hacia Daruu. Le revolvió el cabello.
—Sin duda... Eres un buen tipo. Como tu padre —dijo.
—¿Entonces, volverás a la aldea, esto...? —Claro. Si ni siquiera sabía su nombre. De pronto, se sintió avergonzado. Cualquier enemigo podría haberle engañado para hacerle perder los estribos. Y si el exiliado hubiera sido un enemigo de verdad, ahora mismo estaría muerto.
—Ichigo. Me llamo Ichigo. Y... sí. Creo que volveré.
—Vale, Ichigo-san... Entonces tendrás que hablar primero con una vieja amiga.
Ichigo dio un paso hacia atrás.
—¿Kiroe? ¿Está contigo?
¡Vamos, cobarde! ¡Enfréntate de una vez a tu pasado!
Ichigo se lo pensó unos instantes, y asintió. Daruu le instó a que le siguiera, y ambos shinobis caminaron hasta salir del bosque y cruzaron el río y la ribera en dirección a la cabaña.
—Ichigo.
—¿Sí?
—No vuelvas a tocarme el pelo.
—¡Hmpf! —Se levantó de un salto. No soportaba más estar allí, dándole vueltas a todo, sin hacer nada. Necesitaba un poco de calma. Quizás el sonido del río hablara más alto que las voces en su cabeza.
De modo que se vistió y abrió la ventana. No tenía ganas de encontrarse a su madre ni de dar explicaciones. Saltó y se dejó caer. Rodó por la hierba y dejó el fresco viento de la ribera le peinase el cabello y acariciase su piel. Suspiró, y continuó avanzando por la orilla, abstrayéndose todo lo que pudo de los problemas.
Todo lo que pudo, es decir, casi nada. ¿Le apetecía participar en un torneo? Participarían ninjas de todas las aldeas. Por una parte, era emocionante: vería técnicas de todo tipo y podría probarse a sí mismo. Por la otra, estaba un poco intimidado por lo que podía suponer un evento de esas características. Seguramente, como siempre sucedía, acudirían señores feudales y demás gente importante. «¿Y si les decepciono? ¿Y si decepciono a mamá, y si decepciono a mis compañeros?»
Se metió las manos en los bolsillos y observó las estrellas. Suspiró, y avanzó por encima del agua del río en dirección al pequeño bosque encerrado en la montaña. Cuando los árboles le rodearon, se sintió como en casa, y sólo entonces pudo tranquilizarse un poco.
Por poco tiempo.
No sabía de dónde había salido ni desde cuando estaba allí, pero había alguien. Un hombre de media melena plateada y unos extraños ojos rosa intenso. Le estaba mirando fijamente, y estaba completamente armado. Y su bandana...
Un exiliado de Amegakure.
—No puede ser...
Daruu dio un paso hacia atrás.
—No puede ser, ¿qué? —preguntó. Es lo único que se le ocurrió hacer y decir. No estaba preparado para aquél encuentro. No sabía si correr o luchar, no sabía si simplemente convencerle de que no le hiciera nada. Dioses, ni siquiera sabía si le dejaría marchar, si estaba sólo de paso y él no era más que un encuentro fortuito en su vida. Rezó para que así lo fuese.
—Tu padre... ¿Eres el hijo de Danbaku, verdad? —inquirió.
Daruu se irguió, de pronto.
—Sí —contestó—. ¿Quién eres tú?
—Viejo amigo, le diste tu cabello y tus ojos... —dijo el misterioso exiliado, y echó la vista al cielo—. Ah... ¿y ahora, qué hago? ¿Qué digo?
La mente de Daruu estaba confusa y atando cabos mucho más rápido de lo que la situación requería. ¿Un exiliado, que conocía a su padre, hablando de lecciones? ¿Y si... y si sólo, por un casual...?
Daruu se lo había preguntado muchas veces. ¿Quién había sido? ¿En qué circunstancias? Pero su madre nunca le había soltado prenda, ni nadie que conociese a su padre. Quizás para no hacerle más daño. Pero él siempre había querido saber los detalles.
Y ahora...
—Claro... —dijo Daruu—. Ahora te arrepientes, ¿no? ¡Fuiste tú, seguro! ¡Tú mataste a papá! ¿Lo hiciste, verdad?
El extraño bajó la mirada y la clavó en la de Daruu. Entrecerró los ojos, como si quisiera desentrañar sus pensamientos. Finalmente, admitió:
—Sí, fui yo —dijo—. Yo maté a tu padre. ¿Qué harás ahora, muchacho inteligente?
—¡...aaaaaaaaaaaahhhhhHHHHHHHHHHHH! —Daruu se lanzó al ataque inmediatamente sin saber siquiera el nivel de combate que tenía su oponente, sin recordar que si había podido con su padre probablemente no le fuese a durar ni medio asalto. Hizo un sello, y debajo de él se elevó un pilar de madera que lo propulsó hacia su oponente. Otro sello más, y sintetizó un kunai de madera que pronto tomó el aspecto y las propiedades de acero.
Chocó el metal contra el metal de la uchigatana del exiliado, desenvainada de quién sabe dónde en un abrir y cerrar de ojos.
—No está mal. Pero eres muy débil. —Sin siquiera Daruu haber caído al suelo, el exiliado lo agarró por la muñeca y giró sobre sí mismo. El kunai deslizó por la katana y el cuerpo del moreno se vio impulsado hacia la pared de rocas de detrás del enemigo. Chocó contra las piedras—. Y tu debilidad está en tu impaciencia.
—De qué hablas, hijo de puta, de qué hablas... —gruñó Daruu—. Tú mataste a mi padre, no me importa si me cuesta la vida, ¡yo acabaré contigo!
De nuevo, Daruu se lanzó al ataque. Pero era un ataque poco meditado, directo, simple. El extraño apoyó una mano sobre su cabeza, dio una voltereta por encima de él y le pateó la espalda, haciéndolo rodar varios metros sobre la hierba.
—Y ese es el problema. Que no piensas en las consecuencias. También fue lo que mató a tu padre.
Daruu se levantó, magullado. Aquél hombre tenía una fuerza tremenda. Los brazos ya le temblaban apoyados sobre la hierba, y apenas podía moverse para levantarse.
—¿Qué... dices...?
—Tus ataques son rápidos, pero previsibles. Te ciegan los sentimientos en el pecho. Si buscas la victoria, tienes que ser paciente.
¿Cómo me pides... qué sea paciente... capullo? —Daruu finalmente se había levantado. Habiendo probado ya dos veces la fuerza del exiliado, sin embargo, prefirió mantenerse en guardia mientras le temblasen las piernas.
—Pero a veces has de preguntarte, ¿es la victoria lo que es importante? —explicó el hombre—. ¿Es la victoria lo verdaderamente importante?
¿Por qué... estás contándome esta mierda...?
—Ganar. Imagínate que ganas. Me matas. Consigues tu venganza. Bueno, se podría decir que habrás obtenido una victoria. ¿Pero qué has ganado, y qué has perdido? Te habrás convertido en un asesino. Y no habrás ganado nada. Danbaku no volverá aunque te vengues.
Daruu entrecerró los ojos. Sentía como el kunai se le podía resbalar de un momento a otro de las manos. Le temblaban. Querían apuñalar al hombre de los ojos rosas.
—Has sido impaciente, y has extraído una conclusión equivocada de mis palabras. ¿Verdad? Por mi impaciencia, me convertí en un asesino. No quieras convertirte en uno tú también.
—¿Eh? —A Daruu se le resbaló el kunai. Intentó cogerlo en medio del aire, pero sólo sirvió para arañarse con el filo. Masculló una queja y se metió el dedo afectado en la boca.
—Soy el culpable de la muerte de tu padre. Soy su verdugo. Pero no fueron mis armas las que acabaron con su vida, sino mi impaciencia. Cargo con esa culpa y cargaré toda mi vida, Daruu. Tu padre me salvó la vida.
Daruu se echó a llorar.
—¿Qué estás diciendo, tío...? No te entiendo... ¡No entiendo nada de esto!
¿Te quieres calmar? —instó el exiliado—. Me has preguntado si yo maté a tu padre sólo porque he mencionado su nombre. ¿Qué pasará si algún día te cruzas con quien lo mató de verdad? ¿Vas a matarlo aunque no vaya contigo? ¿Cómo sabes si ese ninja no estaba cumpliendo otra misión, simplemente? ¡Nuestro mundo es complejo, Daruu! Matar a quien mató no traerá de vuelta a tu padre.
—Pero... tu bandana...
—Como te he dicho, por lo que a mí respecta, yo maté a tu padre. Yo tuve la culpa. Me lancé a por el enemigo y él se interpuso en el camino de lo que iba a ser mi muerte segura. Cargaré con la culpa toda la vida. Me exilié... No quería ver las caras de los demás, de una vieja amiga... De tu madre. De Kiroe-san. No podría mirarla a los ojos. Y yo... Lo siento. Pero tenía que enseñarte la lección que yo aprendí demasiado tarde.
Daruu se dejó caer sobre la hierba, abatido. Suspiró.
—No tienes... nada por lo que disculparte. No tienes la culpa.
—¿Por qué dices eso? Si no hubiera sido por mi impaciencia, tu padre...
—Un ninja está para proteger a sus compañeros y a su gente. Mi padre sólo estaba haciendo su trabajo. Y yo... y yo...
Una lágrima deslizó por su mejilla derecha. Se levantó y apretó los puños bien fuerte.
—¡Voy a trabajar duro para poder proteger a todo el mundo!
El exiliado se echó a llorar como una magdalena. Parecía tan duro, y ahora estaba allí, arrodillado, llorando.
—Gracias... —dijo.
—¿Huh?
—Gracias, Daruu. Esto no me alivia la carga, pero me hace sentir mejor. Sí... Un ninja está para proteger a los demás. —Se levantó—. Así que eso es lo que haré. Aunque sea desde las sombras.
Daruu dio un paso al frente.
—¡Eh! ¿Crees que puedes proteger a nadie huyendo de la mirada de los demás? Si mi padre te salvó, estoy seguro que es porque te quería, ¡porque te apreciaba! ¿Crees que querría que te hubieses exiliado? ¡Él se partiría la cara por ti, para que los demás no se enfadaran contigo! Si estuviera aquí, estoy seguro de que es lo que haría.
—¿Cómo estás tan seguro?
—Porque es lo que haría yo. Y soy su hijo. En algo me tengo que parecer.
El exiliado sonrió. Y avanzó hacia Daruu. Le revolvió el cabello.
—Sin duda... Eres un buen tipo. Como tu padre —dijo.
—¿Entonces, volverás a la aldea, esto...? —Claro. Si ni siquiera sabía su nombre. De pronto, se sintió avergonzado. Cualquier enemigo podría haberle engañado para hacerle perder los estribos. Y si el exiliado hubiera sido un enemigo de verdad, ahora mismo estaría muerto.
—Ichigo. Me llamo Ichigo. Y... sí. Creo que volveré.
—Vale, Ichigo-san... Entonces tendrás que hablar primero con una vieja amiga.
Ichigo dio un paso hacia atrás.
—¿Kiroe? ¿Está contigo?
¡Vamos, cobarde! ¡Enfréntate de una vez a tu pasado!
Ichigo se lo pensó unos instantes, y asintió. Daruu le instó a que le siguiera, y ambos shinobis caminaron hasta salir del bosque y cruzaron el río y la ribera en dirección a la cabaña.
—Ichigo.
—¿Sí?
—No vuelvas a tocarme el pelo.
![[Imagen: K02XwLh.png]](https://i.imgur.com/K02XwLh.png)