16/11/2022, 14:09
—¡Ay, lo siento! ¡No quería ser tan metiche! ¡Ah, tonta Suzume! Yo...
La exclamación de Suzume la devolvió a la realidad con la fuerza de un jarro de agua fría. Ayame sacudió la cabeza y negó con ella de forma enérgica. Trataba de comunicarle que no eran necesarias las disculpas, que no era su culpa porque no sabía por todo por lo que había pasado en los últimos meses. Pero el nudo de su garganta y aquella opresión en el pecho decían otra cosa que se acababa reflejando en sus ojos castaños, inundados de lágrimas.
Suzume volvió a tomar la libreta y comenzó a escribir algo, justo debajo de lo último que había escrito Ayame. En aquella ocasión, sus palabras no se vieron acompañadas de dibujitos de ningún tipo:
Los labios de Ayame se curvaron en una sutil sonrisa, conmovida. Dudó a la hora de responder, pero terminó escribiendo algo más:
La exclamación de Suzume la devolvió a la realidad con la fuerza de un jarro de agua fría. Ayame sacudió la cabeza y negó con ella de forma enérgica. Trataba de comunicarle que no eran necesarias las disculpas, que no era su culpa porque no sabía por todo por lo que había pasado en los últimos meses. Pero el nudo de su garganta y aquella opresión en el pecho decían otra cosa que se acababa reflejando en sus ojos castaños, inundados de lágrimas.
Suzume volvió a tomar la libreta y comenzó a escribir algo, justo debajo de lo último que había escrito Ayame. En aquella ocasión, sus palabras no se vieron acompañadas de dibujitos de ningún tipo:
«Las cosas perdidas pueden encontrarse de nuevo.»
Los labios de Ayame se curvaron en una sutil sonrisa, conmovida. Dudó a la hora de responder, pero terminó escribiendo algo más:
«Ojalá tengas razón. Gracias.»