26/11/2022, 19:14
Yuu esbozó otra sonrisa orgullosa cuando Yuki le confirmó que había acertado en su plan. Estaba claro, su camino como una poderosa princesa estaba frente a sus ojos, y aunque dudaba a la hora de avanzar, era obvio que todo lo que hacía le saldría bien. ¡Obvio, era la gran princesa maldita! Si, relacionarse con la gente era algo más problemático, pero no era ningún obstáculo que ella no pudiera pasar.
Quiso decir algo, ofrecerle unas galletas, ya que no sabía cuanto tiempo iban a pasar esperando al animalito mientras hablaban de sus cosas. Pero en el proceso de intentar volver a su sitio, para ir a buscar las galletas, Yuki la atrapó.
Para Yuki tal vez había sido un acto reflejo, en parte inconscientemente para el bien de la misión. Pero para Yuu fue como si todo fuera a cámara lenta mientras caía sobre ella, con los ojos bien abiertos del asombro. Cuando su cabeza conecto con el pecho de la kunoichi, lo hizo de forma gentil sobre una superficie blanda y esponjosa. Algo estaba mal, pero no sabía el qué. Los oídos le retumbaban con el ruido de su corazón, el cual palpitaba con fuerza, pero pronto se vieron eclipsados por otro compás distinto. No era su corazón el que palpitaba y escuchaba con esa fuerza, era el de Yuki. Su tacto no era frío como antes, ni en sus manos ni en ninguna parte de su cuerpo. Era cálido, como ella.
Se supone que en su historia, la princesa maldita se encontraba con un apuesto caballero de cabellos rubios que la ayudaba a avanzar y a vislumbrar el engaño que el Rey Demonio Dragón Oscuro le había impuesto sin que ella lo supiera. ¿Pero era un hombre de verdad? ¿Era...?
Cuando Yuu subió la vista con lentitud, a la vez que ladeaba la cabeza para poder tener mejor visión sobre Yuki. El pulso se le disparó, y el rubor en su pálida piel no parecía de este mundo. Estaba más roja que uno de esos asquerosos huevos rojizos llamados tomates y la cabeza empezaba a darle vueltas. Sentía que, una vez más en aquel día, iba a perder la consciencia.
Quiso decir algo, ofrecerle unas galletas, ya que no sabía cuanto tiempo iban a pasar esperando al animalito mientras hablaban de sus cosas. Pero en el proceso de intentar volver a su sitio, para ir a buscar las galletas, Yuki la atrapó.
Para Yuki tal vez había sido un acto reflejo, en parte inconscientemente para el bien de la misión. Pero para Yuu fue como si todo fuera a cámara lenta mientras caía sobre ella, con los ojos bien abiertos del asombro. Cuando su cabeza conecto con el pecho de la kunoichi, lo hizo de forma gentil sobre una superficie blanda y esponjosa. Algo estaba mal, pero no sabía el qué. Los oídos le retumbaban con el ruido de su corazón, el cual palpitaba con fuerza, pero pronto se vieron eclipsados por otro compás distinto. No era su corazón el que palpitaba y escuchaba con esa fuerza, era el de Yuki. Su tacto no era frío como antes, ni en sus manos ni en ninguna parte de su cuerpo. Era cálido, como ella.
Se supone que en su historia, la princesa maldita se encontraba con un apuesto caballero de cabellos rubios que la ayudaba a avanzar y a vislumbrar el engaño que el Rey Demonio Dragón Oscuro le había impuesto sin que ella lo supiera. ¿Pero era un hombre de verdad? ¿Era...?
Cuando Yuu subió la vista con lentitud, a la vez que ladeaba la cabeza para poder tener mejor visión sobre Yuki. El pulso se le disparó, y el rubor en su pálida piel no parecía de este mundo. Estaba más roja que uno de esos asquerosos huevos rojizos llamados tomates y la cabeza empezaba a darle vueltas. Sentía que, una vez más en aquel día, iba a perder la consciencia.