16/02/2016, 00:01
(Última modificación: 16/02/2016, 17:37 por Uchiha Akame.)
Apenas había gente en los baños termales cuando Anzu llegó a la entrada. Tan sólo la recepcionista, tan amable como siempre, la saludó con su habitual sonrisa. No era de extrañar, porque darse un baño caliente en las aguas termales de Takigakure no era algo que la mayoría de sus habitantes acostumbrase a hacer por la mañana temprano. Y precisamente por eso la kunoichi intentaba siempre elegir aquellas horas tempranas. No le gustaba la forma en que otras mujeres solían mirarla -su cuerpo fibroso marcado con algunas cicatrices y el tatuaje del demonio gato en su brazo no era lo que se dice femenino-.
- Buenos días, Anzu-chan -saludó la recepcionista, dedicándole una sonrisa.- Hoy has venido especialmente pronto... ¿Ocurre algo?
La kunoichi nunca dejaba de asombrarse ante la pasmosa habilidad que tenía aquella mujer de leerla como si fuera un libro abierto. Claro que, para Anzu las aguas termales eran una suerte de terapia contra el estrés -recomendada por su propio maestro-, y por tanto no parecía extraño que la recepcionista conociese sus caras de enfado, tristeza, amargura...
- No es nada, Yoko -contestó la chica sin mucha convicción.
- ¡Venga, anda! Cuéntamelo. Seguro que te sentirás mejor después de hacerlo -insistió la mujer, sacando su potente instinto maternal.
Anzu se hizo de rogar unos instantes, bajando la mirada con una expresión que estaba a medio camino entre el enfado y la verguenza.
- Yubiwa no me ha invitado a participar en el Torneo -confesó finalmente.
- Senju-sama -la corrigió, casi de manera inconsciente, Yoko.- ¿Y por eso estás tan triste? Anímate, mujer. Con esos abdominales que tienes, estoy segura de que entrenas muy duro. ¡Verás como en el próximo eres la participante número uno de Takigakure!
Conversaron unos minutos más a gusto de la chica, porque aunque no quisiera admitirlo, Yoko tenía mucha empatía y un talento excepcional para hacer sentir mejor a cualquiera. Le dio una toalla y Anzu pasó hacia los vestuarios.
La estancia que precedía a las termas era bastante sencilla, construida enteramente con madera -al igual que el resto del edificio- y muy cómoda. Anzu se desvistió con tranquilidad, dejando su ropa en uno de los canastos que había junto a la puerta del vestuario. Se enrolló la toalla en torno al cuerpo y pasó a la sala termal.
- Buenos días, Anzu-chan -saludó la recepcionista, dedicándole una sonrisa.- Hoy has venido especialmente pronto... ¿Ocurre algo?
La kunoichi nunca dejaba de asombrarse ante la pasmosa habilidad que tenía aquella mujer de leerla como si fuera un libro abierto. Claro que, para Anzu las aguas termales eran una suerte de terapia contra el estrés -recomendada por su propio maestro-, y por tanto no parecía extraño que la recepcionista conociese sus caras de enfado, tristeza, amargura...
- No es nada, Yoko -contestó la chica sin mucha convicción.
- ¡Venga, anda! Cuéntamelo. Seguro que te sentirás mejor después de hacerlo -insistió la mujer, sacando su potente instinto maternal.
Anzu se hizo de rogar unos instantes, bajando la mirada con una expresión que estaba a medio camino entre el enfado y la verguenza.
- Yubiwa no me ha invitado a participar en el Torneo -confesó finalmente.
- Senju-sama -la corrigió, casi de manera inconsciente, Yoko.- ¿Y por eso estás tan triste? Anímate, mujer. Con esos abdominales que tienes, estoy segura de que entrenas muy duro. ¡Verás como en el próximo eres la participante número uno de Takigakure!
Conversaron unos minutos más a gusto de la chica, porque aunque no quisiera admitirlo, Yoko tenía mucha empatía y un talento excepcional para hacer sentir mejor a cualquiera. Le dio una toalla y Anzu pasó hacia los vestuarios.
La estancia que precedía a las termas era bastante sencilla, construida enteramente con madera -al igual que el resto del edificio- y muy cómoda. Anzu se desvistió con tranquilidad, dejando su ropa en uno de los canastos que había junto a la puerta del vestuario. Se enrolló la toalla en torno al cuerpo y pasó a la sala termal.