22/12/2022, 14:28
Las calles que cruzaron no tenían nada en especial; alguna tienda, algún comercio de restauración, pero no había nada que destacara demasiado. Hasta que Yuri se detuvo, haciendo que la morena alzara la vista. Estaban bastante alejadas del centro, por lo que los caminos eran cada vez más anchos, pero lo que sus ojos contemplaron no era desde luego algo normal.
Tras abrir la verja e invitarla a entrar, Yuu camino mirando a los lados. Aquellos jardines no parecían de este mundo; eran coloridos con una gran variedad de flores, así como varios árboles a lo largo y ancho de aquellas grandes extensiones que se supone que eran jardines. Un pequeño rubor apareció en las mejillas de la kunoichi al ver aquel maravilloso paisaje, ralentizando su marcha inconscientemente poco a poco. Cuando terminó el camino adoquinado, Yuri volvería a abrir otra puerta, está del interior de un edificio. Ni siquiera se había fijado que estaba allí, ni si era muy alto o alto; su mirada se había perdido por completo durante un rato en la naturaleza de la entrada.
La entrada era enorme, tal vez igual de grande que el piso en el que ella vivía. Sus ojos brillaban ante el asombro, y su boca estaba ligeramente abierta por el mismo motivo, y era fácilmente leer en su rostro que estaba asombrada. Aquel viaje de pocas palabras no parecía tener fin.
Tras abrir la verja e invitarla a entrar, Yuu camino mirando a los lados. Aquellos jardines no parecían de este mundo; eran coloridos con una gran variedad de flores, así como varios árboles a lo largo y ancho de aquellas grandes extensiones que se supone que eran jardines. Un pequeño rubor apareció en las mejillas de la kunoichi al ver aquel maravilloso paisaje, ralentizando su marcha inconscientemente poco a poco. Cuando terminó el camino adoquinado, Yuri volvería a abrir otra puerta, está del interior de un edificio. Ni siquiera se había fijado que estaba allí, ni si era muy alto o alto; su mirada se había perdido por completo durante un rato en la naturaleza de la entrada.
La entrada era enorme, tal vez igual de grande que el piso en el que ella vivía. Sus ojos brillaban ante el asombro, y su boca estaba ligeramente abierta por el mismo motivo, y era fácilmente leer en su rostro que estaba asombrada. Aquel viaje de pocas palabras no parecía tener fin.