16/02/2016, 16:42
Si algo no le gustaba a Ritsuko era perder el tiempo y ese pabellón lleno de lanzas era un desperdicio total ya que no tenía nada interesante a sus ojos. Eran buen arma y nadie lo negaba, poseen un alcance considerable y también una buena posibilidad defensiva pero a ella de todas maneras no le gustaban por mucho que tuviesen cierto parecido con la guadaña que había visto en el pasillo anterior.
La idea era salir, Juro propuso ir al sector de armas contundentes y ¿por qué no hacerlo? Después de todo tenía sentido, los látigos no tenían ningún tipo de filo y tampoco se podía considerar arrojadizo, pero claro, no todo podía salir como uno lo planeaba. Un hombre de unos treinta años estaba allí en el camino de la pelirroja que le miraba con cierto desprecio bajo la máscara, aunque le dio un bonito escalofrío al ver aquella sonrisa que sin lugar a dudas era perturbadora si se tenía en cuenta la edad de la joven.
- Vaya, vaya vaya - dijo el hombre, directamente a la chica - Habéis entrado en la sala correcta. Yagura Takeshi, ese soy yo. Seré vuestro guía en este increíble mundo metálico que es el ámbito de las lanzas, de principio a fin. No podéis salir de aquí hasta que no veáis lo maravillosas que son estas armas largas. Y de paso, dejar algo de propina por mi increíble servicio.
Decía el hombre casi que con orgullo, como si esas armas fueran simplemente las mejores en la existencia. ~ Pero no me gustan… ~ Decía en su mente la chica que al final de cuentas decidió seguirle el jueguito. - ¡Lo sé! ¡Son hermosas! Más alcance que las katanas y también ofrecen mejor defensa y ni hablemos de aquellas que pueden ser lanzadas. ¡Con una lanza ni siquiera necesitas preocuparte por las distancias! - Decía la kunoichi acelerando la velocidad de su habla considerablemente y con cierto brillo en su mirada como si realmente opinase todo eso de las armas que estaba tratando de evitar, tal vez de esta manera los dejarían seguir adelante sin problemas y claro, tomar la mano del adulto para dejarle unas cuantas monedas. - Muchas gracias por su excelente servicio, se lo agradeceré por siempre señor Yagura Takeshi. - Dijo con alegría ya dispuesta a escabullirse por un lado del hombretón.
~ Nos vamos a armas contundentes, miramos los látigos y nos vamos… ¡El plan perfecto! ~ Pensaba la genin que suponía no tendría más problemas con el tal Takeshi.
La idea era salir, Juro propuso ir al sector de armas contundentes y ¿por qué no hacerlo? Después de todo tenía sentido, los látigos no tenían ningún tipo de filo y tampoco se podía considerar arrojadizo, pero claro, no todo podía salir como uno lo planeaba. Un hombre de unos treinta años estaba allí en el camino de la pelirroja que le miraba con cierto desprecio bajo la máscara, aunque le dio un bonito escalofrío al ver aquella sonrisa que sin lugar a dudas era perturbadora si se tenía en cuenta la edad de la joven.
- Vaya, vaya vaya - dijo el hombre, directamente a la chica - Habéis entrado en la sala correcta. Yagura Takeshi, ese soy yo. Seré vuestro guía en este increíble mundo metálico que es el ámbito de las lanzas, de principio a fin. No podéis salir de aquí hasta que no veáis lo maravillosas que son estas armas largas. Y de paso, dejar algo de propina por mi increíble servicio.
Decía el hombre casi que con orgullo, como si esas armas fueran simplemente las mejores en la existencia. ~ Pero no me gustan… ~ Decía en su mente la chica que al final de cuentas decidió seguirle el jueguito. - ¡Lo sé! ¡Son hermosas! Más alcance que las katanas y también ofrecen mejor defensa y ni hablemos de aquellas que pueden ser lanzadas. ¡Con una lanza ni siquiera necesitas preocuparte por las distancias! - Decía la kunoichi acelerando la velocidad de su habla considerablemente y con cierto brillo en su mirada como si realmente opinase todo eso de las armas que estaba tratando de evitar, tal vez de esta manera los dejarían seguir adelante sin problemas y claro, tomar la mano del adulto para dejarle unas cuantas monedas. - Muchas gracias por su excelente servicio, se lo agradeceré por siempre señor Yagura Takeshi. - Dijo con alegría ya dispuesta a escabullirse por un lado del hombretón.
~ Nos vamos a armas contundentes, miramos los látigos y nos vamos… ¡El plan perfecto! ~ Pensaba la genin que suponía no tendría más problemas con el tal Takeshi.