7/03/2023, 17:46
El hogar de la familia Murakisho no era muy grande, pero sí bastante bonito y muy bien cuidado. El interior estaba preciosamente iluminado, y el olor a lluvia de fuera prácticamente desaparecía al entrar. Suzume estaba en su habitación, una pequeña pero muy acogedora, con una cama grande y un montón de cojines y peluches de animales, un discreto tocador con un millar de notitas pegadas por doquier, y un rincón lo suficientemente amplio para dejar su guitarra color lila y una mesa con otro millar de papeles. No había mucho espacio para caminar.
La cantante se acariciaba el cabello, en especial una partecita que parecía más corta que el resto, mientras recordaba aquella cena con un grupo nuevo de amigas. Ren, Chika y Miki. Habían sido tan amables. ¡Y la peliazul había sido tan linda! Sonrió al espejo al recordarla, mas pronto se ensombreció. Si aquella niña pelirrosa hubiese llevado un kunai y no unas tijeras...
—¿Suzume-chan?
—¿Sí, mamá? —dijo la joven, volteando su rostro hacia la puerta.
—Tienes visitas, ¡Saki-san ha llegado!
El corazón de Suzume dio un salto. Normalmente le alegraba bastante, pero aquella vez le ponía muy nerviosa. ¿Qué tanto la regañaría por su imprudencia?
—¡S-sí! Uhm... Puede pasar, claro.
No estaba en sus mejores prendas, pues vestía los pantalones rosa de su piyama y una blusa blanca holgada. Eran las diez y Suzume no tenía nada que hacer tan temprano.
La cantante se acariciaba el cabello, en especial una partecita que parecía más corta que el resto, mientras recordaba aquella cena con un grupo nuevo de amigas. Ren, Chika y Miki. Habían sido tan amables. ¡Y la peliazul había sido tan linda! Sonrió al espejo al recordarla, mas pronto se ensombreció. Si aquella niña pelirrosa hubiese llevado un kunai y no unas tijeras...
—¿Suzume-chan?
—¿Sí, mamá? —dijo la joven, volteando su rostro hacia la puerta.
—Tienes visitas, ¡Saki-san ha llegado!
El corazón de Suzume dio un salto. Normalmente le alegraba bastante, pero aquella vez le ponía muy nerviosa. ¿Qué tanto la regañaría por su imprudencia?
—¡S-sí! Uhm... Puede pasar, claro.
No estaba en sus mejores prendas, pues vestía los pantalones rosa de su piyama y una blusa blanca holgada. Eran las diez y Suzume no tenía nada que hacer tan temprano.