17/02/2016, 00:11
- Si bueno… Tengo varias más. - Dijo Ritsuko, girándose para mostrarle la espalda. - También en las manos, los pies y… A los lados de las piernas. Dudo que alguien se espere que le eche una bola de fuego por el pie. - Dijo la pelirroja, alzando una mano para que pudiese ver la circunferencia grisásea en la palma de su mano.
Anzu observó, atónita, cómo la kunoichi pelirroja tenía muchas más válvulas distribuidas por todo su cuerpo. ¿Qué clase de experimentos harían con ella? No parece el tipo de tecnología que se pueda conseguir con unas pocas pruebas... Sólo de pensarlo se me pone la carne de gallina. Aunque se moría por saber la historia de aquellos orificios artificiales, decidió que por el momento no quería ser tan indiscreta con Ritsuko. Ya se lo sacaría en otro momento.
Luego empezaron a hablar sobre la -escasa- experiencia ninja de ambas chicas. Ritsuko había hecho una misión de rango D, y sus palabras corroboraban lo que Anzu ya había escuchado: que eran una basura. La Yotsuki resopló con aire molesto ante la sola idea de imaginarse perdiendo el tiempo, dando vueltas por Takigakure buscando a la mascota de algún ricachón. Después de los sermones que nos dan en la Academia, y al final es todo para este rollo. Menudo chasco.
- Esperemos que no hayan perdido todos en primera ronda o Taki quedará horrible, digo, apenas si empieza a escucharse de la aldea y que estos pierdan en un torneo sería horrible para la poca fama que tenemos… - dijo la pelirroja, recostándose contra el borde y dejándose hundir un poco.
-Ni que lo digas -secundó la Yotsuki, imitando a su compañera y recostándose con la vista al frente. Dejó que la cálida sensación de las aguas termales la inundase mientras intentaba recordar la historia reciente de Takigakure, que había estudiado en la Academia-. Oye... ¿No tienes la sensación de que nos están observando?
Algo no andaba bien. Como niña de ciudad, Anzu se había criado desarrollando un sexto sentido a la hora de detectar presencias extrañas que quisieran ocultarse. Muchas veces eran imaginaciones suyas, pero aquel instinto la había salvado más de una vez de ser atracada en algún callejón, y por tanto ella solía hacerle caso.
Anzu observó, atónita, cómo la kunoichi pelirroja tenía muchas más válvulas distribuidas por todo su cuerpo. ¿Qué clase de experimentos harían con ella? No parece el tipo de tecnología que se pueda conseguir con unas pocas pruebas... Sólo de pensarlo se me pone la carne de gallina. Aunque se moría por saber la historia de aquellos orificios artificiales, decidió que por el momento no quería ser tan indiscreta con Ritsuko. Ya se lo sacaría en otro momento.
Luego empezaron a hablar sobre la -escasa- experiencia ninja de ambas chicas. Ritsuko había hecho una misión de rango D, y sus palabras corroboraban lo que Anzu ya había escuchado: que eran una basura. La Yotsuki resopló con aire molesto ante la sola idea de imaginarse perdiendo el tiempo, dando vueltas por Takigakure buscando a la mascota de algún ricachón. Después de los sermones que nos dan en la Academia, y al final es todo para este rollo. Menudo chasco.
- Esperemos que no hayan perdido todos en primera ronda o Taki quedará horrible, digo, apenas si empieza a escucharse de la aldea y que estos pierdan en un torneo sería horrible para la poca fama que tenemos… - dijo la pelirroja, recostándose contra el borde y dejándose hundir un poco.
-Ni que lo digas -secundó la Yotsuki, imitando a su compañera y recostándose con la vista al frente. Dejó que la cálida sensación de las aguas termales la inundase mientras intentaba recordar la historia reciente de Takigakure, que había estudiado en la Academia-. Oye... ¿No tienes la sensación de que nos están observando?
Algo no andaba bien. Como niña de ciudad, Anzu se había criado desarrollando un sexto sentido a la hora de detectar presencias extrañas que quisieran ocultarse. Muchas veces eran imaginaciones suyas, pero aquel instinto la había salvado más de una vez de ser atracada en algún callejón, y por tanto ella solía hacerle caso.