7/01/2025, 20:32
Después de varios días, Ranko logró salir de su habitación, y ahora pasaba las tardes sentada en el borde del jardín, sin hacer nada. Su larga trenza había sido quemada en la guerra, pero Kuumi se lo había arreglado, dejándolo corto, salvo dos delgadas y largas coletas. Meme solía llevarle té todos los días, sin excepción, una taza de té. Ranko le agradecía, pero no la bebía. La dejaba enfriarse, y la olvidaba allí antes de ir a la cama.
Comía muy poco y hablaba incluso menos. Respondía cuando su familia le hablaba, mas solamente con lo necesario. "¿Cómo estás?" "Mal" "¿Quieres salir? "No" "¿Quieres que me quede contigo?" "Si quieres."
No contestaba mal, ni groseramente, al contrario, su voz era muy dulce, más de lo normal.
Y de noche lloraba, lo hacía en silencio, pero Meme y Kuumi, quienes se escabullían de sus habitaciones, lograban apenas escuchar los sollozos ahogados de su hermana.
Y las actitudes de cada miembro de su familia eran distintas. Kizaemon sólo estaba alegre de que su hija hubiese sobrevivido, sin importar su estado, y aunque se preocupaba, no hacía nada para ayudarle, aunque no le juzgaba. Komachi estaba de un humor extra radiante, aunque era para mostrarle a Ranko que, a pesar de haber perdido media pierna, seguía siendo ella, y seguía amándola como una madre siempre hace, quería decirle que ella y todos estarían allí para ella cuando decidiese acercarse. Meme no decía nada, sólo le servía cosas a Ranko y la saludaba y abrazaba con cariño extra. Sabía que su adorada hermana mayor regresaría en algún momento en sí. Kuumi, por otro lado, estaba cansada, le desesperaba ver a su melliza tan... Rota.
—¡Levántate! —le dijo una vez, con brazos cruzados. Ranko, sentada sobre la madera al borde del jardín, sólo bajó la mirada. Meme les observaba a unos metros —. ¡Mírate! ¡Estás perdiendo músculo rápido! ¿Dónde está el Conejo Blanco? ¡Anda! ¡Levántate!
—Kuumi, creo que no...
—¡LEVÁNTATE!
Sin más, Kuumi tomó a Ranko de la pechera de sus ropas y tiró de ella. Aunque era más bajita y no tan musculosa como Ranko, Kuumi seguía siendo una kunoichi, así que no le costó levantarla un poco. Sin embargo, Ranko no respondió.
—¡Kuumi! ¡Baja a nuestra hermana! —Meme alzó un poco ambas manos, mostrando sus dorsos, y su kimono negro y rosa brillante se transformó en una masa amorfa: su Suiken.
—Bien. ¡Abajo!
Imbuyendo sus brazos y piernas con chakra, Kuumi lanzó a Ranko por encima de ella y la azotó contra la tierra.
—¡HERMANA! —gritó Meme, y lanzó una descarga de esferas metálicas desde su Suiken contra Kuumi, pero ésta esquivó la mayoría.
—¡Arriba, Ranko! ¿Crees que te tendré lástima por ser mi hermana? ¿Por haber perdido un dedo? ¡Yo te rompí el brazo una vez! ¿Recuerdas? ¡Vamos! ¡Golpéame! —Kuumi quería sonar seria y ruda, pero su voz se quebraba. Ver a su hermana derribada, sin ánimos de levantarse, le dolía inmensamente —. ¡Mamá perdió su pierna, y ella se levantaría más rápido que tú!
Kuumi se colocó encima de Ranko y la abofeteó. Y Ranko sintió tanto sus propias lágrimas como las lágrimas de Kuumi que caían sobre su rostro.
—¡Odio que estés así! ¡Odio que hayas dejado de entrenar! ¡Odio que sientas que es tu culpa! ¿Entiendes? ¡No es tu culpa! ¡Deja de tenerte lástima! —Kuumi le espetó, asiéndola de su kimono y prácticamente azotándola contra el suelo.
—Yo también me odio. —respondió Ranko en un susurro.
—¡Nadie te odia, Ranko! ¡Entiende!
Kuumi alzó la mano para abofetearla de nuevo, pero la vio cubierta de la Suiken. Meme la había detenido, y luego tiró de ella y jaló así a su hermana adoptiva pelirroja, derribándola también.
—¡Kuumi! ¡Nuestra hermana necesita tiempo, no golpes! —La chica estaba enojada como pocas veces.
Kuumi se sacudió la Suiken con fuerza y se puso en pie. Aguantaba el llanto con ganas, y a la vez se notaba furiosa.
—Bien. ¡Bien! ¡Ódiate todo lo que quieras!
La joven se vio envuelta en relámpagos, y usó un jutsu para salir disparada del lugar, saltando por encima del muro.
Meme se acercó a Ranko, intentando ayudarle a levantarse.
—Gracias, Meme. Pero quiero estar así un rato. —le dijo Ranko con calma. También lloraba.
—Está bien, hermana.
Meme se sentó a su lado y esperó. Ranko había sido muy comprensiva y paciente con ella, le había enseñado que las personas tienen distintas maneras de vivir y distintas maneras de curarse. Meme no entendía por qué Kuumi quería acelerar el proceso, y a su vez, Kuumi no entendía por qué Meme prefería que Ranko siguiera sumida en su tristeza.
—Gracias. —suspiró.
Comía muy poco y hablaba incluso menos. Respondía cuando su familia le hablaba, mas solamente con lo necesario. "¿Cómo estás?" "Mal" "¿Quieres salir? "No" "¿Quieres que me quede contigo?" "Si quieres."
No contestaba mal, ni groseramente, al contrario, su voz era muy dulce, más de lo normal.
Y de noche lloraba, lo hacía en silencio, pero Meme y Kuumi, quienes se escabullían de sus habitaciones, lograban apenas escuchar los sollozos ahogados de su hermana.
Y las actitudes de cada miembro de su familia eran distintas. Kizaemon sólo estaba alegre de que su hija hubiese sobrevivido, sin importar su estado, y aunque se preocupaba, no hacía nada para ayudarle, aunque no le juzgaba. Komachi estaba de un humor extra radiante, aunque era para mostrarle a Ranko que, a pesar de haber perdido media pierna, seguía siendo ella, y seguía amándola como una madre siempre hace, quería decirle que ella y todos estarían allí para ella cuando decidiese acercarse. Meme no decía nada, sólo le servía cosas a Ranko y la saludaba y abrazaba con cariño extra. Sabía que su adorada hermana mayor regresaría en algún momento en sí. Kuumi, por otro lado, estaba cansada, le desesperaba ver a su melliza tan... Rota.
—¡Levántate! —le dijo una vez, con brazos cruzados. Ranko, sentada sobre la madera al borde del jardín, sólo bajó la mirada. Meme les observaba a unos metros —. ¡Mírate! ¡Estás perdiendo músculo rápido! ¿Dónde está el Conejo Blanco? ¡Anda! ¡Levántate!
—Kuumi, creo que no...
—¡LEVÁNTATE!
Sin más, Kuumi tomó a Ranko de la pechera de sus ropas y tiró de ella. Aunque era más bajita y no tan musculosa como Ranko, Kuumi seguía siendo una kunoichi, así que no le costó levantarla un poco. Sin embargo, Ranko no respondió.
—¡Kuumi! ¡Baja a nuestra hermana! —Meme alzó un poco ambas manos, mostrando sus dorsos, y su kimono negro y rosa brillante se transformó en una masa amorfa: su Suiken.
—Bien. ¡Abajo!
Imbuyendo sus brazos y piernas con chakra, Kuumi lanzó a Ranko por encima de ella y la azotó contra la tierra.
—¡HERMANA! —gritó Meme, y lanzó una descarga de esferas metálicas desde su Suiken contra Kuumi, pero ésta esquivó la mayoría.
—¡Arriba, Ranko! ¿Crees que te tendré lástima por ser mi hermana? ¿Por haber perdido un dedo? ¡Yo te rompí el brazo una vez! ¿Recuerdas? ¡Vamos! ¡Golpéame! —Kuumi quería sonar seria y ruda, pero su voz se quebraba. Ver a su hermana derribada, sin ánimos de levantarse, le dolía inmensamente —. ¡Mamá perdió su pierna, y ella se levantaría más rápido que tú!
Kuumi se colocó encima de Ranko y la abofeteó. Y Ranko sintió tanto sus propias lágrimas como las lágrimas de Kuumi que caían sobre su rostro.
—¡Odio que estés así! ¡Odio que hayas dejado de entrenar! ¡Odio que sientas que es tu culpa! ¿Entiendes? ¡No es tu culpa! ¡Deja de tenerte lástima! —Kuumi le espetó, asiéndola de su kimono y prácticamente azotándola contra el suelo.
—Yo también me odio. —respondió Ranko en un susurro.
—¡Nadie te odia, Ranko! ¡Entiende!
Kuumi alzó la mano para abofetearla de nuevo, pero la vio cubierta de la Suiken. Meme la había detenido, y luego tiró de ella y jaló así a su hermana adoptiva pelirroja, derribándola también.
—¡Kuumi! ¡Nuestra hermana necesita tiempo, no golpes! —La chica estaba enojada como pocas veces.
Kuumi se sacudió la Suiken con fuerza y se puso en pie. Aguantaba el llanto con ganas, y a la vez se notaba furiosa.
—Bien. ¡Bien! ¡Ódiate todo lo que quieras!
La joven se vio envuelta en relámpagos, y usó un jutsu para salir disparada del lugar, saltando por encima del muro.
Meme se acercó a Ranko, intentando ayudarle a levantarse.
—Gracias, Meme. Pero quiero estar así un rato. —le dijo Ranko con calma. También lloraba.
—Está bien, hermana.
Meme se sentó a su lado y esperó. Ranko había sido muy comprensiva y paciente con ella, le había enseñado que las personas tienen distintas maneras de vivir y distintas maneras de curarse. Meme no entendía por qué Kuumi quería acelerar el proceso, y a su vez, Kuumi no entendía por qué Meme prefería que Ranko siguiera sumida en su tristeza.
—Gracias. —suspiró.
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