22/02/2016, 15:26
Una semana. Entre el combate contra Habaki Karamaru y el de la siguiente ronda teníamos una maldita semana para entrenar, entrenar y entrenar.
Pero yo no dejaba de comerme la cabeza.
-Será mejor que esta semana la pases relajado. No entrenaremos, no serviría de nada-
Aquello fue lo que me dijo Setsuna-sensei un día después de que venciese al calvo de Amegakure. No podía estar más en contra y llegué a tomármelo mal en un primer momento. De hecho creo que llegué a cabrearme un poco. Pensé que había mostrado lo suficiente para que creyese en mi supuesto potencial, que me enseñase una técnica nueva o pudiesemos dedicar tiempo a perfeccionar estrategias o incluso mis propias técnicas. Pero nada, descansar y punto.
Ahí estábamos de nuevo, ante aquel imponente estadio que hizo que se me retorcieran las tripas y aquellas malditas mariposas en el estomago volviesen a revolotear. Lo hicieron con más fuerza que la semana anterior. Dentro, en el campo de batalla me aguardaba un nuevo combate, más duro que el anterior. Pero me arropaba mi familia; mamá y Setsuna-sensei estaban a mi lado cruzando el umbral de aquella puerta. No había marcha atrás.
Una vez dentro uno de los encargados llamó mi atención. Era el momento de separarme de mis dos mejores apoyos.
-¡Demuéstrales lo que valemos!- exclamó Naomi al mismo tiempo que alzaba su puño hasta la altura de sus labios.
-Confía en tus habilidades y en lo que te he enseñado. El resto lo tienes que poner tu-
-¡Sí!- contesté, asintiendo con la cabeza y una sonrisa dibujada en mi rostro.
Aquellos momentos, los que compartía con los míos, me llenaban de felicidad. Para mí eran piezas claves para mi evolución, incluso para mi devenir. Sin ellos no sería quien soy a día de hoy.
Acto seguido el encargado me tomó del brazo y me llevó, una vez más hasta aquella salita que escondía la gran puerta de piedra, sentándome en aquella solitaria silla.
-Ya estamos de nuevo aquí.. susurré, pensando en voz alta.
Un suspiró salió entre mis dientes.
*¿Contra quién me tocará luchar? Espero que dé más pelea de la que dio Karamaru...*
Me preguntaba mientras mis dedos interactuaban solos, dándose pequeños golpes entre ellos mientras esperaba la ienvitable llamada de megafonía.
En el exterior la gente iba llegando y cada vez los murmullos, la expectación y el run run cada vez era más sonoro y palpable. Había ganas de espectáculo.
Siguieron pasando los minutos hasta que...
-¡Sasagani Yota contra Mizumi Eri! ¡Os toca!-
La puerta de piedra se abrió y pronto el griterío fue todavía más audible. Me golpeaba directamente en la frente. Pero noe ra la única cosa que lo hacía.
-E..Er... ¡¿Eri-chan?!-
El corazón se le heló nada más escuchar mi nombre junto con el de la chica de cabellos azules. No podía haber tenido peor fortuna. No era por sus habilidades, no...
*No puede ser...*
Sio porque era la única persona, ajena a mi familia que no me había mostrado rechazo dentro de la aldea. No me había juzgado por ser mitad hombre mitad araña. ¿Y ahora tenía que pegarme con ella?
Caprichos del destino.
Tragué saliva un par de veces y me levanté de mi asiento, observando al horizonte hasta que salí de las sombras para adentrarme en aquel campo de hierba, acercándome a la zona de los pilares, ladeando el rostro, observando al público y los palcos presidenciales. Pero había uno vacío.
*¿Donde narices se han metido los kages?*
En fin. No había tiempo para buscar explicaciones ni ponerse a buscar. sus razones tendrían para no estar viendo los combates. Seguramente no se tratase de nada bueno, sino todo lo contrario, más tratándose de los 3 kages a la vez. Pero yo debía centrarme en lo que tenía que afrontar en escasos instantes.
Llegué hasta el círculo que quedaba entre los dos pilares de piedra y me detuve. Llevé mis manos al nudo de la bandana, ajustándolo mientras observaba la otra puerta abierta. Tan solo deseaba que la Mizumi Eri que tuviese que salir de allí fuese otra que la que conocía. Lo deseaba con todas mis fuerzas.
*Por favor..*
Pero yo no dejaba de comerme la cabeza.
-Será mejor que esta semana la pases relajado. No entrenaremos, no serviría de nada-
Aquello fue lo que me dijo Setsuna-sensei un día después de que venciese al calvo de Amegakure. No podía estar más en contra y llegué a tomármelo mal en un primer momento. De hecho creo que llegué a cabrearme un poco. Pensé que había mostrado lo suficiente para que creyese en mi supuesto potencial, que me enseñase una técnica nueva o pudiesemos dedicar tiempo a perfeccionar estrategias o incluso mis propias técnicas. Pero nada, descansar y punto.
···
Ahí estábamos de nuevo, ante aquel imponente estadio que hizo que se me retorcieran las tripas y aquellas malditas mariposas en el estomago volviesen a revolotear. Lo hicieron con más fuerza que la semana anterior. Dentro, en el campo de batalla me aguardaba un nuevo combate, más duro que el anterior. Pero me arropaba mi familia; mamá y Setsuna-sensei estaban a mi lado cruzando el umbral de aquella puerta. No había marcha atrás.
Una vez dentro uno de los encargados llamó mi atención. Era el momento de separarme de mis dos mejores apoyos.
-¡Demuéstrales lo que valemos!- exclamó Naomi al mismo tiempo que alzaba su puño hasta la altura de sus labios.
-Confía en tus habilidades y en lo que te he enseñado. El resto lo tienes que poner tu-
-¡Sí!- contesté, asintiendo con la cabeza y una sonrisa dibujada en mi rostro.
Aquellos momentos, los que compartía con los míos, me llenaban de felicidad. Para mí eran piezas claves para mi evolución, incluso para mi devenir. Sin ellos no sería quien soy a día de hoy.
Acto seguido el encargado me tomó del brazo y me llevó, una vez más hasta aquella salita que escondía la gran puerta de piedra, sentándome en aquella solitaria silla.
-Ya estamos de nuevo aquí.. susurré, pensando en voz alta.
Un suspiró salió entre mis dientes.
*¿Contra quién me tocará luchar? Espero que dé más pelea de la que dio Karamaru...*
Me preguntaba mientras mis dedos interactuaban solos, dándose pequeños golpes entre ellos mientras esperaba la ienvitable llamada de megafonía.
En el exterior la gente iba llegando y cada vez los murmullos, la expectación y el run run cada vez era más sonoro y palpable. Había ganas de espectáculo.
Siguieron pasando los minutos hasta que...
-¡Sasagani Yota contra Mizumi Eri! ¡Os toca!-
La puerta de piedra se abrió y pronto el griterío fue todavía más audible. Me golpeaba directamente en la frente. Pero noe ra la única cosa que lo hacía.
-E..Er... ¡¿Eri-chan?!-
El corazón se le heló nada más escuchar mi nombre junto con el de la chica de cabellos azules. No podía haber tenido peor fortuna. No era por sus habilidades, no...
*No puede ser...*
Sio porque era la única persona, ajena a mi familia que no me había mostrado rechazo dentro de la aldea. No me había juzgado por ser mitad hombre mitad araña. ¿Y ahora tenía que pegarme con ella?
Caprichos del destino.
Tragué saliva un par de veces y me levanté de mi asiento, observando al horizonte hasta que salí de las sombras para adentrarme en aquel campo de hierba, acercándome a la zona de los pilares, ladeando el rostro, observando al público y los palcos presidenciales. Pero había uno vacío.
*¿Donde narices se han metido los kages?*
En fin. No había tiempo para buscar explicaciones ni ponerse a buscar. sus razones tendrían para no estar viendo los combates. Seguramente no se tratase de nada bueno, sino todo lo contrario, más tratándose de los 3 kages a la vez. Pero yo debía centrarme en lo que tenía que afrontar en escasos instantes.
Llegué hasta el círculo que quedaba entre los dos pilares de piedra y me detuve. Llevé mis manos al nudo de la bandana, ajustándolo mientras observaba la otra puerta abierta. Tan solo deseaba que la Mizumi Eri que tuviese que salir de allí fuese otra que la que conocía. Lo deseaba con todas mis fuerzas.
*Por favor..*
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