22/02/2016, 23:29
-Había una vez un genin pequeñito, había una vez un genin pequeñito, que no podía, que no sabía, que no podía pelear... - Entonaba una canción mientras movía sus piernas hacia delante y hacia atrás del banco de su correspondiente sala, rememorando lo vivido la semana anterior entre medias de ambos combates que la pequeña huérfana disputaba en aquel torneo. No había entrenado más allá que para ejercitar su brazo afectado por el combate que había realizado contra Kazuma, pero sólamente eso, nada más.
Se sintió un poco avergonzada al no poder hacer mucho más, pero en el hospital no la dejaban entrar después del jaleo que se formó al intentar mover una mesa de una de las habitaciones. Con lo que hubiera disfrutado ayudar a sanar las heridas... O al menos así aprendería nuevas técnicas y procesos para tratar con los pacientes, pero no, ella no podía. Un bufido resonó por la estancia que fue acompañado por el golpe que le siguió de los pies de Eri chocando con el suelo. No se encontraba nerviosa, aun sopesando sus próximos contrincantes - que bien conocía y no quería enfrentarse a ninguno - la joven, encogida de hombros, no podía evitar lo inevitable, así que se abrazaría al destino y dejaría que fuese él el que jugase las cartas en aquel momento.
Los minutos pasaron mientras Eri seguía tarareando su pequeña canción, hasta que...
-¡Sasagani Yota contra Mizumi Eri! ¡Os toca!
Sus ojos se ensombrecieron al escuchar el primer nombre. Yota, Sasagani Yota. Aquel chico que no había juzgado en una primera estancia su forma de ser tan peculiar como si de una niña pequeña se tratase y que le había ofrecido su propia ayuda de la forma más altruista que conocía, ahora se encontraba siendo su contrincante. Notó como un pinchazo se instalaba en su corazón, dolor y agudo, que parecía no querer marchar aún cuando llevó su mano izquierda a él... No podía ser, ¿por qué tenía que pegarse todo el rato con compañeros de villa? ¡Encima con Yota!
La puerta de piedra se abrió dejando escuchar los ensordecedores gritos de la gente, esa cantidad de gente desorbitada que habitaban en los palcos de aquel lugar. Eri parpadeó varias veces para habituarse a la luz solar y salió con cortos y lentos pasos hacia su ya conocido cilindro. Observó con una rápida ojeada su alrededor y hubo algo que le chirrió los dientes: el lugar donde se suponía que debían estar los Kages se encontraba vacío.
''¿Qué... Qué pasa? ¿No se suponía que este torneo era importante? ¿Por qué entonces no están los kages...?'' En un primer pensamiento, Eri pensó que aquellos personajes se estaban burlando de ella y de su contrincante un tanto peculiar, pero luego disipó aquellos pensamientos. ''No... Debe haber ocurrido algo serio... Pero eso no me concierne todavía... Así que, a dar espectáculo''
Vio un destello carmesí en el medio y no supo si salir corriendo a abrazarle y que éste o bien la recibiese o bien la apartase de una patada, o quizás optar por saltar sobre su asignado cilindro... Suspiró derrotada, y de un salto llegó hasta su pilar.
-Buenos días, Yota-niichan - Saludó la joven con cierto aire de timidez mientras colocaba un brazo en su espalda y con el otro lo rodeaba.
Se sintió un poco avergonzada al no poder hacer mucho más, pero en el hospital no la dejaban entrar después del jaleo que se formó al intentar mover una mesa de una de las habitaciones. Con lo que hubiera disfrutado ayudar a sanar las heridas... O al menos así aprendería nuevas técnicas y procesos para tratar con los pacientes, pero no, ella no podía. Un bufido resonó por la estancia que fue acompañado por el golpe que le siguió de los pies de Eri chocando con el suelo. No se encontraba nerviosa, aun sopesando sus próximos contrincantes - que bien conocía y no quería enfrentarse a ninguno - la joven, encogida de hombros, no podía evitar lo inevitable, así que se abrazaría al destino y dejaría que fuese él el que jugase las cartas en aquel momento.
Los minutos pasaron mientras Eri seguía tarareando su pequeña canción, hasta que...
-¡Sasagani Yota contra Mizumi Eri! ¡Os toca!
Sus ojos se ensombrecieron al escuchar el primer nombre. Yota, Sasagani Yota. Aquel chico que no había juzgado en una primera estancia su forma de ser tan peculiar como si de una niña pequeña se tratase y que le había ofrecido su propia ayuda de la forma más altruista que conocía, ahora se encontraba siendo su contrincante. Notó como un pinchazo se instalaba en su corazón, dolor y agudo, que parecía no querer marchar aún cuando llevó su mano izquierda a él... No podía ser, ¿por qué tenía que pegarse todo el rato con compañeros de villa? ¡Encima con Yota!
La puerta de piedra se abrió dejando escuchar los ensordecedores gritos de la gente, esa cantidad de gente desorbitada que habitaban en los palcos de aquel lugar. Eri parpadeó varias veces para habituarse a la luz solar y salió con cortos y lentos pasos hacia su ya conocido cilindro. Observó con una rápida ojeada su alrededor y hubo algo que le chirrió los dientes: el lugar donde se suponía que debían estar los Kages se encontraba vacío.
''¿Qué... Qué pasa? ¿No se suponía que este torneo era importante? ¿Por qué entonces no están los kages...?'' En un primer pensamiento, Eri pensó que aquellos personajes se estaban burlando de ella y de su contrincante un tanto peculiar, pero luego disipó aquellos pensamientos. ''No... Debe haber ocurrido algo serio... Pero eso no me concierne todavía... Así que, a dar espectáculo''
Vio un destello carmesí en el medio y no supo si salir corriendo a abrazarle y que éste o bien la recibiese o bien la apartase de una patada, o quizás optar por saltar sobre su asignado cilindro... Suspiró derrotada, y de un salto llegó hasta su pilar.
-Buenos días, Yota-niichan - Saludó la joven con cierto aire de timidez mientras colocaba un brazo en su espalda y con el otro lo rodeaba.
![[Imagen: ksQJqx9.png]](https://i.imgur.com/ksQJqx9.png)