23/03/2016, 17:15
—Kazuma-san, creo que vi algo más adelante. —Le indicó.
El joven le hizo un gesto para que subiera a acompañarle en las alturas. Sin más remedio se resignó a subir aquel árbol como pudo. El trayecto por el tronco se le hizo eterno e incómodo, tal como esperaba, pero luego de luchar contra la falta de buen agarre y el tirón de la gravedad, logró llegar hasta donde se encontraba su compañero.
Desde aquella altura se podían apreciar unas cuantas irregularidades en el paisaje; algunas ramas rotas y unas cuantas plumas enormes que resultaban perturbadoramente similares a las del ave que les atacó el día anterior. En el suelo también había destrozos similares; trozos de corteza y maleza aplastada por doquier de una forma caótica y violenta. Mientras trataba de entender qué era lo que había pasado, Tatsuya se movilizó aceleradamente como si acabara de ver algo increíblemente aterrador. Al de ojos grises le tomaría un poco el alcanzarlo, pero cuando lo consiguió pudo ver lo que llamó la atención de su compañero.
—Kaz... Kazuma-san... ¿de qué tamaño es exactamente el jabalí que buscamos? —Pronunció un poco nervioso.
—Me parece que es grande, muy grande —Dijo de manera calmada pero gelida.
La escena que tenían ante sus ojos resultaba bastante ominosa. En el claro yacía el cuerpo de un búho idéntico al que les había atacado el día anterior. El animal tenía un enorme agujero en su pecho, como si hubiese caído sobre una estaca igual de enorme. Pero ver un gran pájaro muerto no era lo que causaba cierta sensación de inquietud, era la escena y el lugar en sí mismos.
Era evidente que toda planta y árbol que ocupaban aquel sitio habían sido barridos por una fuerza salvaje. El olor a savia recién emanada y a sangre recién derramada aseguraban que aquel combate se había llevado a cabo hacia tan solo unas horas.
«Ya veo… —En silencio daba vueltas por todo el sitio, escudriñando cada rincón y cada pista—. El ataque tuvo que ser extremadamente rápido si al ave no tuvo oportunidad de huir volando. Seguramente los destrozos continuaron una vez que el intruso estuvo muerto… Una especie de proclama territorial.»
Pero todo lo que se veía no era todo lo que había.
No muy lejos de aquella escena se podía apreciar el lugar por el cual el jabalí se retiró o mejor dicho por donde continúo haciendo destrozos. Era como un gran sendero donde todas las plantas y ramas habían sido retiradas por pura fuerza bruta. extrañamente parecía dirigirse hacia el centro del bosque, adentrándose en la oscuridad.
—Ya veo… —se dijo a sí mismo, como si acabara de comprender algo—. Estoy seguro de que si seguimos este sendero podremos llegar al centro del bosque de hongos, así que vamos —le indico a su compañero mientras se ponía en marcha—. Una cosa más… Es probable que nos veamos envueltos en un combate de un momento a otro, así que hay que estar alerta.
Con aquello dicho, y con una expresión que indicaba que la situación se había vuelto bastante seria, se puso en marcha.
El sendero de destrucción resultaba increíblemente fácil de transitar en comparación con el resto de aquella jungla. Se podía sentir cómo aumentaba el calor y como disminuía la luz a medida que se acercaban al corazón del bosque. También había otra cosa que iban dejando atrás, y eran los sonido naturales y omnipresentes de aquel sitio. Era como si los animales fuesen cada vez más escasos a medida que se adentraba en aquel territorio, como si aquella zona estuviera vacía de toda criatura que respirara.
—Hemos llegado. —Luego de un largo rato de silencio consiguieron llegar al centro de aquella región.
Era un lugar oscuro y caluroso, bastante amplio y con un árbol de tronco gigantesco en el centro. No podía escucharse señal alguna de vida y los destrozos cubrían las paredes de árboles que rodeaban el lugar. Podría llegar a ser una especie de sitio cerrado si no fuese por los numerosos senderos que llegaban a él, senderos como el que ambos chicos habían estado transitando. Aquel arbol que parecía ser el centro del bosque mismo, tenía un gran agujero en la base, una especie de cueva de un aspecto nada natural. Y ahí en los bordes exteriores de aquel agujero se encontraban unos hongos muy particulares; pequeños y de color rosa con manchas verdes. Los había por cantidad pero solo en aquel sitio.
—Hay que darnos prisa… hemos entrado en la guarida de la bestia.
En aquel momento todo se hizo claro.
La razón por la que el jabalí causaba estragos en toda el área era porque podía movilizarse a gran velocidad por aquellos senderos. A ojo podían contarse unos ocho, por lo que tenía ocho rutas diferentes para llegar a cualquier sitio que quisiera. Lo más preocupante era que aquellos pasajes también le permitirían regresar rápidamente a su nido. Y si mostraba tal nivel de violencia y agresividad con una ave de una lugar lejano, no se quería ni imaginar cómo se pondría al ver los primeros sere que osaran entra de lleno en su guarida.
El joven le hizo un gesto para que subiera a acompañarle en las alturas. Sin más remedio se resignó a subir aquel árbol como pudo. El trayecto por el tronco se le hizo eterno e incómodo, tal como esperaba, pero luego de luchar contra la falta de buen agarre y el tirón de la gravedad, logró llegar hasta donde se encontraba su compañero.
Desde aquella altura se podían apreciar unas cuantas irregularidades en el paisaje; algunas ramas rotas y unas cuantas plumas enormes que resultaban perturbadoramente similares a las del ave que les atacó el día anterior. En el suelo también había destrozos similares; trozos de corteza y maleza aplastada por doquier de una forma caótica y violenta. Mientras trataba de entender qué era lo que había pasado, Tatsuya se movilizó aceleradamente como si acabara de ver algo increíblemente aterrador. Al de ojos grises le tomaría un poco el alcanzarlo, pero cuando lo consiguió pudo ver lo que llamó la atención de su compañero.
—Kaz... Kazuma-san... ¿de qué tamaño es exactamente el jabalí que buscamos? —Pronunció un poco nervioso.
—Me parece que es grande, muy grande —Dijo de manera calmada pero gelida.
La escena que tenían ante sus ojos resultaba bastante ominosa. En el claro yacía el cuerpo de un búho idéntico al que les había atacado el día anterior. El animal tenía un enorme agujero en su pecho, como si hubiese caído sobre una estaca igual de enorme. Pero ver un gran pájaro muerto no era lo que causaba cierta sensación de inquietud, era la escena y el lugar en sí mismos.
Era evidente que toda planta y árbol que ocupaban aquel sitio habían sido barridos por una fuerza salvaje. El olor a savia recién emanada y a sangre recién derramada aseguraban que aquel combate se había llevado a cabo hacia tan solo unas horas.
«Ya veo… —En silencio daba vueltas por todo el sitio, escudriñando cada rincón y cada pista—. El ataque tuvo que ser extremadamente rápido si al ave no tuvo oportunidad de huir volando. Seguramente los destrozos continuaron una vez que el intruso estuvo muerto… Una especie de proclama territorial.»
Pero todo lo que se veía no era todo lo que había.
No muy lejos de aquella escena se podía apreciar el lugar por el cual el jabalí se retiró o mejor dicho por donde continúo haciendo destrozos. Era como un gran sendero donde todas las plantas y ramas habían sido retiradas por pura fuerza bruta. extrañamente parecía dirigirse hacia el centro del bosque, adentrándose en la oscuridad.
—Ya veo… —se dijo a sí mismo, como si acabara de comprender algo—. Estoy seguro de que si seguimos este sendero podremos llegar al centro del bosque de hongos, así que vamos —le indico a su compañero mientras se ponía en marcha—. Una cosa más… Es probable que nos veamos envueltos en un combate de un momento a otro, así que hay que estar alerta.
Con aquello dicho, y con una expresión que indicaba que la situación se había vuelto bastante seria, se puso en marcha.
El sendero de destrucción resultaba increíblemente fácil de transitar en comparación con el resto de aquella jungla. Se podía sentir cómo aumentaba el calor y como disminuía la luz a medida que se acercaban al corazón del bosque. También había otra cosa que iban dejando atrás, y eran los sonido naturales y omnipresentes de aquel sitio. Era como si los animales fuesen cada vez más escasos a medida que se adentraba en aquel territorio, como si aquella zona estuviera vacía de toda criatura que respirara.
—Hemos llegado. —Luego de un largo rato de silencio consiguieron llegar al centro de aquella región.
Era un lugar oscuro y caluroso, bastante amplio y con un árbol de tronco gigantesco en el centro. No podía escucharse señal alguna de vida y los destrozos cubrían las paredes de árboles que rodeaban el lugar. Podría llegar a ser una especie de sitio cerrado si no fuese por los numerosos senderos que llegaban a él, senderos como el que ambos chicos habían estado transitando. Aquel arbol que parecía ser el centro del bosque mismo, tenía un gran agujero en la base, una especie de cueva de un aspecto nada natural. Y ahí en los bordes exteriores de aquel agujero se encontraban unos hongos muy particulares; pequeños y de color rosa con manchas verdes. Los había por cantidad pero solo en aquel sitio.
—Hay que darnos prisa… hemos entrado en la guarida de la bestia.
En aquel momento todo se hizo claro.
La razón por la que el jabalí causaba estragos en toda el área era porque podía movilizarse a gran velocidad por aquellos senderos. A ojo podían contarse unos ocho, por lo que tenía ocho rutas diferentes para llegar a cualquier sitio que quisiera. Lo más preocupante era que aquellos pasajes también le permitirían regresar rápidamente a su nido. Y si mostraba tal nivel de violencia y agresividad con una ave de una lugar lejano, no se quería ni imaginar cómo se pondría al ver los primeros sere que osaran entra de lleno en su guarida.