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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#46
Daruu avanzó junto a Ayame hacia la puerta de su habitación. Cuando se pararon frente a la puerta, estaba tan nervioso que tuvo que hacer varios intentos hasta que consiguió introducir la llave en la cerradura. La giró y los muchachos se adentraron en el cuarto.

Daruu dejó que Ayame pasara adentro y cerró la puerta. Señaló su cama.

—Pu-pu-puedes sentarte a-ahí si quieres... Yo mientras pre-pre-paro las tazas y-y eso. ¿V-vale? —tartamudeó como un idiota, y se dirigió a la nevera. Abrió la puerta, lo que supuso un alivio porque rompería el contacto visual con la muchacha si ésta había accedido a tomar asiento.

Daruu echó mano de la leche y de un paquete de chocolate para cocinar y cerró la nevera. El alivio se fue.

Se acercó a la cocina. Abrió un armario inferior para coger una olla y la puso a calentar, añadiendo la leche. Entonces comenzó a trocear el chocolate, y lo añadiría poco a poco. Cogió una paleta y se puso a remover.

—¿Sabes? En cierta manera, ya hecho de menos las aventuras con Kori-sensei —dijo, recordando que si su sensei estuviera allí dentro ahora mismo, probablemente tendría que doblar el tiempo de elaboración del chocolate del frío que haría.
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#47
Daruu condujo a Ayame hacia la puerta de su habitación, que resultó ser, en una divertida coincidencia del destino, la tercera puerta a la izquierda desde la salida hacia el jardín.

—Si tu habitación hubiese estado en el lado derecho podríamos habernos saludado desde la ventana —comentó, con una carcajada que no escondía el nerviosismo que sentía.

La habitación, tal y como era previsible, seguía una estructura similar a la suya propia. Sin embargo, la decoración era bien distinta.

—Pu-pu-puedes sentarte a-ahí si quieres... —le dijo Daruu, señalando su cama cubierta por sábanas de un color azul cielo—. Yo mientras pre-pre-paro las tazas y-y eso. ¿V-vale?

—Va... vale... —respondió ella, en un débil balbuceo.

Con el rostro ardiendo con la fuerza de mil infiernos, Ayame se acercó a la cama y se sentó prácticamente en el borde, con todos los músculos en tensión. Sus ojos, nerviosos, seguían todos y cada uno de los movimientos de Daruu mientras se acercaba a la nevera, sacaba un cartón de leche y un paquete de chocolate y después volvía a la cocina para ponerse manos a la obra.

«Relájate, maldita sea...» Se regañó, tratando de obligar a sus músculos a que se distendieran. Pero su cuerpo no la hacía caso. Estaba encerrada en la habitación de un chico. Sentada sobre su cama. Aquello atentaba contra todos los principios educativos que le habían inculcado desde niña. Pero aquel chico era Daruu. Él no sería capaz de hacerle nada malo... ¿No?

Se odiaba. Se odiaba por desconfiar de aquella manera de él. No sólo era ahora su novio. También había sido su primer y mejor amigo, y además su compañero de equipo. ¿Cómo iba a dañarla?

—¿Sabes? En cierta manera, ya hecho de menos las aventuras con Kōri-sensei —La voz de Daruu la sacó de sus pensamientos bruscamente.

—La verdad es que yo también... —respondió, con una sonrisa. Pero también echaba de menos su presencia. Y la de su padre. Incluso la de su tío. Entonces un recuerdo fugaz cruzó su mente—: Ah, nunca tuve la oportunidad de agradecerte lo que hiciste en el laberinto por mí. Si no hubiese sido por ti, yo ahora...

Un escalofrío recorrió todo su cuerpo con el recuerdo de las serpientes y el de la sensación que el veneno dejó en su cuerpo. Por no hablar del periodo de recuperación en el hospital, largo y tortuoso... Pero seguía viva. Y si así era había sido gracias a la rápida actuación de Daruu.

¿Cómo podía entonces desconfiar del chico que le había salvado la vida?
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#48
—Si tu habitación hubiese estado en el lado derecho podríamos habernos saludado desde la ventana —había dicho Ayame unos minutos antes.

—Sí —rio él. La verdad, no era algo que le hubiese parecido mala idea


· · ·


Ayame estaba de acuerdo con él: ella también echaba de menos estar con Kori-sensei, haciendo misiones. Después, señaló que nunca había tenido la oportunidad de agradecerle a Daruu lo que hizo por ella en el laberinto. Se acongojó, al imaginar que, si no hubiese sido por él, ahora ella estaría...

—Mira, ¿ves? Los laberintos no los hecho de menos —sentenció Daruu—. Pero no creo que tengas por qué agradecerme nada. Ayame, me salvaste la vida primero, a la entrada del laberinto. Ambos trabajamos juntos. Creo que nos vino bien, como equipo, y como amigos, y como...

Recordó aquél primer y aterrorizado beso.

—Bueno, creo que el chocolate ya está.

Daruu cogió dos tazas y virtió poco a poco el chocolate en cada una de ellas. Abrió la nevera y sacó un bote de nata. Fffffsh. Fffffsh. A cada una de las tazas le decoró una bonita flor, técnica que había aprendido en la cafetería de su madre. Las contempló, orgullosos, con los brazos en jarra.

—Qué buena pinta. —Cogió una taza y se acercó a Ayame. Se agachó y le dio un breve beso en los labios. Se le enrojeció el rostro y se dio la vuelta—. B-bueno. Vamos al d-dojo común. Allí hay unos sofás muy buenos para sentarse y hablar, y eso. ¡Cuidado con la taza, cógela del asa, que el chocolate aún quema!
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#49
—Mira, ¿ves? Los laberintos no los hecho de menos —sentenció Daruu, y Ayame no pudo estar más de acuerdo con él. Y eso que siempre le habían parecido divertidos los laberintos—. Pero no creo que tengas por qué agradecerme nada. Ayame, me salvaste la vida primero, a la entrada del laberinto. Ambos trabajamos juntos. Creo que nos vino bien, como equipo, y como amigos, y como...

El rubor volvió a las mejillas de los dos jóvenes, al recordar aquel torpe y aterrorizado primer beso.

—Bueno, creo que el chocolate ya está. —Cambió de tema, y fue entonces cuando Ayame fue consciente del delicioso aroma que inundaba el ambiente.

Tras verter el chocolate en dos tazas, Daruu abrió la nevera y dibujó una flor de nata sobre cada una de ellas. Ayame le contemplaba prácticamente boquiabierta, con los ojos brillantes y las manos unidas en un profundo gesto de admiración.

—Qué buena pinta —dijo él, al tiempo que cogía una taza y se acercaba a ella.

Antes de ponerla en sus manos le dio un breve beso en los labios, y a Ayame casi se le cayó la taza por el temblor de sus manos inquietas.

—B-bueno. Vamos al d-dojo común. Allí hay unos sofás muy buenos para sentarse y hablar, y eso. ¡Cuidado con la taza, cógela del asa, que el chocolate aún quema!

—V... vale... Esperemos que siga abierto a estas horas... —respondió ella, tomando con cuidado la taza y reincorporándose.

Los dos chicos abandonaron la habitación y retomaron el camino. El dojo común no era más que el edificio que quedaba entre los aposentos de las chicas y de los chicos y quedaba al fondo del patio con el estanque, era un lugar con múltiples espacios de entrenamiento, entre las que se encontraban diversos dojos y plataformas. Pero Ayame y Daruu se dirigieron al salón principal y tomaron asiento en uno de los múltiples sofás.

—¡Está riquísimo! —exclamó Ayame, que había pegado un sorbo a su chocolate después de asegurarse bien de que ya no estaba tan caliente como para quemarse los labios. Se relamió con gusto, aunque no se dio cuenta de que se le había quedado un pegotito de nata en la punta de la nariz.
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#50
—¡Está riquísimo! —exclamó Ayame cuando probó el chocolate. Daruu se enrojeció.

—Gracias, Ayame-chan —dijo, tímidamente, agachando la mirada—. ¿Qué te parece el Valle de los Dojos? Es un lugar superbonito, ¿no? Aunque estoy pasando algo de calo-JAJAJAJA...

Daruu había estallado en una carcajada, y tuvo que dejar la taza en la mesa si no quería que se le derramara. Se agarró el vientre con ambos brazos y se dejó caer en el sofá, balanceándose. Sólo unos segundos después señaló la punta de la nariz de Ayame.

—¡Tienes... tienes nata en la nariz! —rio.
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#51
—Gracias, Ayame-chan —respondió él con timidez, agachando la mirada—. ¿Qué te parece el Valle de los Dojos? Es un lugar superbonito, ¿no? Aunque estoy pasando algo de calo-...

La pregunta de Daruu se vio interrumpida por una súbita y escandalosa carcajada. Ayame, sobresaltada, estuvo a punto de derramar el contenido de su taza.

—Q... ¿Qué pasa? —preguntó, mirando a su alrededor alterada. Pero ambos estaban solos, y Daruu seguía riéndose desparramado en el sofá, agarrándose el vientre con ambos brazos como si temiera que se le fueran a salir las entrañas de la boca de tanto reír.

Entonces la señaló a ella.

—¡Tienes... tienes nata en la nariz! —exclamó.

Con un gemido ahogado, y deseando que la tierra se la tragara, Ayame dejó su taza sobre la mesa y se apresuró a limpiarse con una servilleta que había traído consigo. Frotó con insistencia, hasta que se sintió segura de haberse quitado cualquier rastro de nata en la nariz, y sólo entonces asomó su colorado rostro.

—¿Ya está...? —preguntó con un hilo de voz. Pero enseguida rompió a reír ella también.

Ambos muchachos se quedaron un rato allí, degustando sus respectivos chocolates y hablando de temas triviales que sólo a ellos les importaban hasta que Ayame sintió que los párpados comenzaban a pesarle. Fue entonces cuando llegaron las despedidas.

—Gracias por el chocolate. E... espero que nos veamos pronto —le dijo Ayame, y armándose de todo el valor que fue capaz de reunir, le dio un beso en los labios antes de girarse y echar a correr hacia su propia habitación con aquella hormigueante y adictiva sensación en los labios que resultaba ser más dulce que el chocolate...
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#52
Ayame depositó la taza sobre la mesa con una velocidad que hizo dudar a Daruu de si en realidad estaba utilizando el Sunshin no Jutsu de una discreta y parcial forma. Cogió una servilleta y frotó su naricila para quitarte la nata, y asomó un enrojecido rostro por encima del papel. Daruu todavía se estaba riendo.

—¿Ya está...? —preguntó. Pero no pudo evitar echarse a reír.

—Madre mía, parecías un cervatillo —dijo Daruu—. Un cervatillo muy mono. —Se levantó, se acercó a la muchacha y le revolvió el cabello. Se lo pensó un momento, y después, se sentó a su lado y la abrazó muy fuerte.

La cita continuó su transcurso normal durante un tiempo. Hablaban de asuntos sin importancia, pero lo hacían como si pudieran estar así durante horas. Por desgracia, sus cuerpos no opinaban lo mismo, y el chocolate caliente sólo había empeorado la pesadez que sentían en los párpados.

—Gracias por el chocolate. E... espero que nos veamos pronto. —Los muchachos se encontraban ya en el estanque, preparados para volver cada uno a su habitación.

—Cla... claro, Ayame. Y quizás podríamos entrenar un día ju... jun-... —Ayame se abalanzó prácticamente encima de él y le plantó un beso en los labios. Daruu se quedó totalmente enrojecido y paralizado, mientras veía a Ayame alejarse hacia el dojo de las chicas...

«Me-menudo día. P-pero... ¿Cómo va a salir esto...? No tengo ni idea de relaciones y, y, y... Y Kori-sensei... Y mamá... Y Zetsuo... ¡esto va a ser difícil!»

Sin darse cuenta, se había metido en su habitación, y dentro de las sábanas. Hacía mucho calor, pero quizás sentía que las sábanas podrían protegerle del futuro.

...no lo hacían, en absoluto.



Fuera de las habitaciones, lejos del estanque, una sombra observaba desde detrás de las colinas. Esperó un momento, dio un paso adelante, y...

...se retiró, rascándose detrás de la nuca.

Encontraría una manera. Algún día lo haría.
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