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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#1
En la taberna de Isidra había una chica con un problema. Un problema que, para alguien de su edad, podía resultar enorme. Una edad lo suficientemente mayor como para quedar sola a cargo del bar sin que ello provocase comentarios cizañeros contra su madre por irresponsable. También lo suficientemente mayor como para saber que su madre, que cada Día de la Tierra decía que iba a por sal a casa de Kuma el Semilla, iba en realidad a por otro tipo de condimento.

Pero, al parecer, no lo suficientemente mayor como para vestir aquellas ropas ajustadas que siempre se empeñaba en poner. Tampoco lo suficiente madura como para hacerse el tatuaje que se había hecho en una escapada a Shinogi-to, cuando estrenaron los carriles ferroviarios.

Su problema, por otra parte, radicaba en un cliente. Para una taberna como aquella, siempre vacía a aquellas horas de la tarde, aquello era reducir mucho el número de candidatos. Para empezar, en una esquina del bar, estaba Hachi el Peros, al cual llamaban así porque siempre ponía un pero a todo. Sentado en frente suya, un extranjero. Era jovencito, de esos chicos que quizás pasasen desapercibidos a primera vista, pero que cuanto más te fijabas en él, más guapo te resultaba. Quizá se lo resultase por su peinado exótico, con dos trenzas mohicanas a cada lateral de la cabeza y un moño en la parte posterior. Quizá por sus ojos, oscuros, pero a su vez terriblemente expresivos. O quizá, simplemente, porque estaba cansada de ver siempre los mismos rostros viejos y arrugados de sus vecinos y cualquier cara nueva le parecía maravillosa.

El caso era que el chico no le hacía caso. No importaba lo que hiciese: ponerle ojitos; limpiar una mesa cercana para tener la excusa de pasar al lado suya; o incluso suspirar como una enamorada mientras le miraba de forma descarada. Él parecía inmune a todo, enfrascado en sabe los Dioses qué con Hachi el Peros, pues siempre que se acercaba disimuladamente él bajaba la voz lo suficiente para no entenderle.

Y aquella inmunidad, aquella forma que tenía de pasar de ella tan descaradamente, no hacía sino que se interesase más en él.

Pero entonces, la puerta se abrió y su coleta rubia trazó un arco en el aire al girar de forma tan brusca la cabeza, buscando con su mirada esmeralda el nuevo cliente que acababa de entrar…
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¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado



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#2
Bueno, la verdad es que aunque me aterraba la idea de eso del ferrocarril, por otro lado me moría d eganas de estrenarlo. Por lo visto mamá ya lo había hecho y solo contaba cosas buenas de aquel viaje que hizo. Aquello me mataba de pura curiosidad como si de un lento veneno se tratase. Y la verdad, no tenía nada mejor que hacer, o eso pensaba yo... Así que tocaba probar. Era una primavera tranquila, de aquellas con las que los aromas envuelven tus fosas nasales y la brisa acaricia tus mejillas con suavidad.

Tuve que pegarme una buena pateada hasta la estación más cercano. Estaba en Los Herreros y me llevó más de un día llegar hasta allí. Cualquiera se hubiese echado atrás y hubiese vuelto a Uzushiogakure, pero a mi me podía más la curiosidad. en ocasiones pensaba que esa curiosidad algún día acabaría por matarme.

Me monté en el primer ferrocarril que pasó el cual me llevó hasta un pequeño pueblecito de agricultores. Había desembarcado en Minori y la verdad es que era un sitio de lo más tranquilo. Aprovecharía el día y lo pasaría allí. Un merecido descansao antes de volverme sobre mis pasos, o sobre los raíles en este caso..

Pero antes necesitaba calmar mi garganta la cual me pedía a gritos un refresco o algo así.

No me llevó mucho localizar un lugar en el que sirviesen algo de beber. de hecho estaba cercano a la estación del ferrocarril, sin duda un buen reclamo para los turistas que iban llegando. No me lo pensé dos veces y entré decidido pero con tal descuido que mi cara acabó empotrada en la espalda de un tipo que yacía ahí plantado, como si le hubiesen salido raíces y se hubiese clavado al suelo.


— Joder... — me quejé por lo bajo mientras me desenganchaba de aquel obstáculo y me frotaba la nariz, dolorida.

Pude ver como una muchacha se había llevado su atención, la cual le observaba con una clara curiosidad.

*¡Bah!*

Sin dar más importancia de la que tenía, me dispuse a avanzar en dirección a la primera mesa que encontrase.
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#3
Datsue tenía un problema, y un problema de los gordos. El problema residía en una chica, una chica que no paraba de fijarse en él. Lo supo cuando pasó a limpiar por tercera vez la mesa de al lado, que debía estar ya desgastada por tanto trapo. El problema en sí era que no sabía qué decirle. Estaba bloqueado, y, lo que era peor, le distraía de su verdadero propósito.

Y es que el Uchiha había viajado a Minori por una única y sencilla razón: convencer al hombre que tenía en frente de lo maravilloso de su idea.

Te digo que es del todo legal —dijo, retomando el hilo de la conversación tras mirar por quinta vez el trasero de la camarera. Sin embargo, había perdido la cuenta de las veces que se lo había repetido a él. Y más que se lo tendría que repetir, viendo lo duro de mollera que era—. Por las cejas de Yubiwa, ¡pero sí hasta lo recetan los médicos!

El hombre no parecía convencido. Pero que nada convencido.

Sí, pero… Tú no lo vas a vender con receta, ¿verdad?

Bah… Las recetas están sobrevaloradas, socio —tras su reencuentro con Anzu, la muy condenada le había vuelto a pegar aquella maldita palabra—. ¿Quién mejor que nosotros mismos para saber lo que nuestro cuerpo necesita?

Sí, pero… Es tan precipitado…

Venga, socio. —Y otra vez la palabrita—. ¿Cuántos años llevas en esto? ¿Diez? ¿Quince? No me digas que no estás harto. ¿Y qué se supone que plantas? ¿Hortalizas? —Soltó una carcajada—. No me jodas, macho. Con eso apenas sacas para comprarte las semillas del año que viene. Con mi propuesta podrás pagarte un cargamento entero si te da la gana. ¿Y qué tendrías que hacer a cambio? ¡Pues lo mismo de siempre! ¡Plantar! ¿No me digas que no es maravilloso?

Sí, pero… Es que además yo no tengo ningún tipo de experiencia con ese tipo de plantas…

Datsue estaba a punto de meterle el “Sí, pero” por el culo. Ahora comprendía por qué le llamaban Hachi el Peros.

¡Es lo más fácil del mundo! —aseguró, tratando de no perder la compostura—. Mira, primero, dejas la semilla en algo húmedo —se levantó para hacerle una demostración—. En algodón o algo del estilo, bien humedecido. En un sitio a oscuras, eso sí. Totalmente a oscuras. Durante una semana, ¿vale? Después lo plantas en alguna zona que sepas que le vaya a dar mucho el sol y…

Plac.

La cara de un mozuelo impactando en su espalda. Un mozuelo de cabellos dorados, piel bronceada y ojos del color del ámbar. Para más inri, ni siquiera pidió disculpas. No era que Datsue las necesitase, pero estando la camarera observando cual buitre carroñero ante el viajante sediento…

Deberías disculparte —soltó, seco. Mucho más seco de lo que en realidad había pretendido.
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#4
Deberías disculparte

Lo habría hecho si no fuera por qué mi nariz reclamaba auxilio ante el golpetazo, producto, en primer lugar, de que el muy cenutrio se había quedado plantado en mitad de la entrada y que yo estaba más pendiente de recibir un vaso de refresco bien frío que de si un gilipollas se quedaba en mitad del camino. Ya lo dicen ya, las prisas son malas consejeras.

Seguía frotándome la nariz como si aquella simple acción fuera a aliviar aquel dolor concentrado pero obviamente era un vano. Fue como si me hubiese estampado contra un maldito muro de hormigón. En la punta de la napia. Aquel dolor agudo y local no iba a desaparecer hasta que transcurrieses, mínimo unos minutos. Pero el papanatas quería su disculpa.

— Así que el señor quiere una disculpa, ¿Eh? — dije, burlándome ante su petición — Pues vas a tener que imaginártela, porque yo no te las voy a dar

Vi que estaba con un tipo el cual estaba esperando, probablemente para retomar una conversación.

— ¿A quién se le ocurre quedarse en mitad de la entrada de un bar? Deberías ir al médico, esto en mi pueblo se le llama complejo de portera

*Gilipollas..*
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#5
Datsue alzó una ceja ante la contestación del moreno, y fue alzándola cada vez más a medida que continuaba hablando. Un tipo bruto, aquel tío. Con la lengua afilada y los huevos bien puestos. Al Uchiha no le solía caer mal aquel tipo de gente, pero si quería conservar algún tipo de posibilidad con la camarera…

Sus ojos se desviaron por un momento hacia la bandana que el chico portaba y sonrió.

Oh, disculpa. No me había fijado en tu… procedencia —el Uchiha se hizo a un lado—. Pasa, pasa, y perdóname por las molestias. Al fin y al cabo —hizo una breve pausa perfectamente medida—, todo el mundo sabe que los Uzureños están más ciegos que un murciélago.

»Supongo que de ahí viene la famosa frase de: “Más perdido que un Uzureño en combate”.
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#6
Oh, disculpa. No me había fijado en tu… procedencia —el Uchiha se hizo a un lado—. Pasa, pasa, y perdóname por las molestias. Al fin y al cabo —hizo una breve pausa perfectamente medida—, todo el mundo sabe que los Uzureños están más ciegos que un murciélago.

»Supongo que de ahí viene la famosa frase de: “Más perdido que un Uzureño en combate”.


El tipo habló, lo hizo con toda la intención. Desconocía con qué gente de Uzushio se había cruzado pero desde luego no había hecho buenas migas con quien fuera que se hubiese cruzado y aprovechó para contestarme de mala gana, aunque eso sí, se apartó lo suficiente como para permitirme pasar sin que volviéramos a chocar. aunque precisamente aquello era lo que mi cuerpo me pedía a gritos. Reventarle la puta cara de gilipollas que tenía.

Eso fue precisamente lo que me dispuse a hacer. Mi uño se cerró ipsofacto y este emprendió un vuelo rápido y directo a los morros del muchacho con la intención de dejarle, por lo menos, un apreciable dolor de muelas.


— Oh... ¿Lo dices por la bandana? Puede que solos ea un engaño, ¿Sabes? El mundo es una caja de sorpresas

*Ya lo creo que lo es*
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#7
El puñetazo le pilló tan de sorpresa que ni tiempo tuvo a soltar un exabrupto. La planta de sus pies, sin embargo, acumularon chakra en un acto reflejo, pegándose al suelo como las raíces del Árbol Sagrado y haciendo que su cuerpo, inclinado hacia atrás formando una especie de puente por el golpe sufrido, no cayese de espaldas.

Como un resorte anclado al suelo, el cuerpo de Datsue recobró la postura tras el fatal golpe. Un golpe que, si bien no pareció dejar marca alguna en su piel, sí le había dolido. Un dolor que le hizo hervir la sangre, pues si algo odiaba Uchiha Datsue, eso era que le pegasen en el rostro.

—Oh... ¿Lo dices por la bandana? Puede que solos ea un engaño, ¿Sabes? El mundo es una caja de sorpresas

¿Falsa? Claro, seguro que sí, campeón.

¿Sabes? Al último hombre que me hizo eso —dijo, sin importarle lo más mínimo en aquellos instantes que hubiese dicho la verdad o no—, le aplasté la cabeza con mi frente.

Cierto era que aquel hombre iba puesto hasta arriba de omoide, y que lo había pillado de espaldas mientras forcejeaba con Anzu, pero por una vez que decía la verdad, no había por qué soltarla toda de golpe. Como alguien le había dicho alguna vez, los excesos, en uno u otro sentido, siempre eran malos.
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#8
La tensión se respiraba en el ambiente, tal era así que podía cortarse con el filo de un kunai, pero después de aquel puñetazo el asunto todavía se agravó más. Nadie decía nada más allá de Datsue y servidor. Es más, todos permanecían expectantes en lo que se había convertido en un intercambio de palabras para nada amigables y mi puñetazo.

Al último hombre que me hizo eso —sus ojos adquirieron un inesperado tono rojizo, como los mios, pero se observaban dos tomoe en ellos—, le aplasté la cabeza con mi frente.

— Vaya, vaya, seguro que tienes razón, ¿Pero entonces por qué no me has aplastado la cabeza ya?

Perro ladrador, poco mordedor. Y en aquel caso tenía toda la pinta de aplicarse aquella frase que rara vez distaba de la realidad. La camarera. obviamente, y como no podía ser de otro modo, seguía babeando con el tipo de la piel de acero que por cierto, me había dejado las falanges jodidamente doloridas. ¿Como sería aquello posible? La verdad es que habá gente rara por los mundos de Onindo... Por mi parte iba a dar la discusión — o pelea exprés — por terminada, así que fui a sentarme en una de las mesas. No sin antes advertir de algo al tipo vacilón.

— Recuerda tener cuidado cuando te metes con alguien, majete, igual un día te sale el tiro por la culata — dije, advirtiéndole con un tono de voz divertido — Pero debo reconocer que tienes los cojones bien puestos, ¿Cuál es tu nombre?

No podía evitarlo, tenía curiosidad por saber su nombre, el cual no me aportaría nada, pero me daba absolutamente igual. Quería su puto nombre.
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#9
— Vaya, vaya, seguro que tienes razón, ¿Pero entonces por qué no me has aplastado la cabeza ya? —dijo Yota, tras la amenaza del Uchiha.

Los labios de Datsue, siempre acostumbrados a replicar, se abrieron para escupir unas cuantas palabras, solo para darse cuenta en ese momento que su mente todavía no había pensado una respuesta para aquello. Fue duro de aceptar, más incluso que el puñetazo recién recibido. Acababa de ser noqueado en su mayor especialidad, y, para más inri, delante de la guapa y expectante camarera.

Era tan difícil de digerir que, quizá por eso, cuando el rubio platino dio media vuelta para buscar un sitio donde sentarse, su mano asió de manera instintiva el alargado vaso de cristal por el que había estado bebiendo un jugo de frutas y se lo estampó en la cabeza, justo en la coronilla, partiéndolo en mil pedazos.

La camarera soltó un chillido de asombro y se llevó las manos a la boca, conteniendo el aliento por lo que estaba a punto de suceder. Hachi, en cambio, se levantó de un salto y tan solo alcanzó a tartamudear unas cuantas palabras:

P-pero, pero, pero… —levantó las palmas hacia arriba, como si fuese a intermediar, aunque sin atreverse a ponerse en medio—. V-vamo' a tranquilizarnos.

Datsue, que se había queda embobado mirando el pequeño fragmento de vaso que había sobrevivido en su mano, maldijo interiormente a su brazo por actuar por su cuenta.

¿Eso cuenta como aplastarte la cabeza? —preguntó, mientras retrocedía de manera inconsciente un paso. Trató de sonreír para quitarle hierro al asunto, y entonces maldijo su mala lengua por ir también por su cuenta. Últimamente su cuerpo entero parecía querer desobedecerle, como si hubiese adquirido un extraño gusto por el masoquismo.

Mientras tanto, un pequeño cambio en el ambiente se hizo notar. Un nuevo matiz en el aire. Una nueva fragancia, imperceptible al principio, pero que poco a poco fue eclipsando al resto de aromas como el sol a las estrellas.

Un aroma a flor de loto.
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#10
Santo Dios, por Rikudo-sama, ¿Cómo pudo irse tanto de madre un simple encontronazo? Todo por el puto bocachancla ese...

Sí, sin duda hice lo correcto, darle la espalda y zanjar aquello por la vía directa. Antes de que la bilis que recorría mi esófago saliera fuera en forma de combate y ganas de matarle. No debíamos olvidar que allí era un extraño y viajaba sin amigos.

Pero al mismo tiempo no pude haber tomado una peor decisión. Aquel desgraciado también tenía ganas de fiesta, vaya que si las tenía. Algo impactó mi cabeza para destruirse ipsofacto. Percibí con dolor agudo como la fina piel de mi cuero cabelludo había sido tallado como la talla el artista a la corteza y sentí el calor de mi propia sangre cuando llegó a mis mejillas. Tenía un ligero corte en la coronilla. Nada grave, por supuesto, pero algo aparatoso.

Me había llenado completamente de rabia. Aquel golpe trapero por la espalda fue de lo más ruin que me habían tirado a la cara y aunque mi mano diestra se dirigió a la zona del corte, una tercera extremidad sorpresiva se adelantó. La trenza aumentó su tamaño, su grosor y parecía estar viva, jalando del cuello al Uchiha y levantando sus pies del suelo. Ni siquiera escuché el grito ahogado de la jovenzuela al mando del garito. Tan solo como el acompañante de aquel indeseable trataba de poner calma.
ç

P-pero, pero, pero… —levantó las palmas hacia arriba, como si fuese a intermediar, aunque sin atreverse a ponerse en medio—. V-vamo' a tranquilizarnos.

— Cierra el pico, trabalenguas

Joder, hasta yo mismo sentía vergüenza ajena de mis borderios cuando estaba en tal estado d embriaguez de rabia. No en el momento, claro, sino cuando todo el mal ya se había hecho.

¿Eso cuenta como aplastarte la cabeza?

El tio seguía con el cachondeo. Era incapaz de frenar y se había topado con alguien de su misma condición. Mal negocio para ambos.

— Miralo, si sigu.. — Un aroma penetrante me detuvo, incluso mi trenza se fue moviendo hacia el suelo, permitiendo que el Uchiha tocase con los pies en el suelo y lo acabé liberando de las ataduras. — ¿Lo has sentido tu también?

Primeras palabras no hostiles de la velada. Alguien debía romper el hielo, supongo. Pero aquel aroma... No lo había percibido jamás pero se había colado hasta el fondo de mi alma y de alguna forma me había calmada y cautivado.

— Okasho... — Murmuré por lo bajo, de un modo prácticamente inaudible.
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#11
Por supuesto, nada más romperle el vaso en la cabeza, Datsue supo que había obrado mal. No por el hecho de que fuese un gesto rastrero y cobarde, ni porque se sintiese arrepentido por el posible daño que le hubiese causado. No. Simplemente porque sabía que, tras una acción como aquella, su pellejo estaba en más que un aprieto.

Por mucho que se lo temiese, sin embargo, lo que menos se esperaba Datsue era que iba a ser atrapado por una… coleta. Aquel negro cabrón había hecho crecer tanto su pelo que ahora le tenía suspendido en el aire con un nudo perfecto sobre su garganta.

— Miralo, si sigu.. — Yota se detuvo de pronto. Algo le había llamado la atención de tal manera que incluso soltó al Uchiha— ¿Lo has sentido tu también?

Datsue, con los ojos llorosos y tosiendo por la momentánea asfixia, le lanzó una mirada acusadora.

¿Tú qué crees? Si no podía ni respirar…

Pero entonces lo sintió él también. Un aroma penetrante y profundo, que inundó su olfato y embelesó sus sentidos. De hecho, aquella fragancia pareció provocar en todos un estado de relajación y sosiego, como si enfadarse fuese algo banal y agotador y no hubiese mayor placer que estar en paz.

Entonces, la vieron. Entrando por la puerta de la entrada como si se tratase de un ángel caído del cielo. Era de mediana altura, de cabellos largos y blancos como la nieve y con el cuerpo completo cubierto por una túnica de color beis. Sus ojos, azules, se posaron en todos y cada unos de los presentes. De la camarera al aldeano, del aldeano a Yota y finalmente posando su mirada en Datsue, con quién se detuvo unos segundos más.

Finalmente, sus labios se curvaron en una sonrisa:

Siento la interrupción —A Datsue no le parecía que lo sintiese en absoluto—. Pero, por favor, seguid con lo que estabais haciendo. No paréis por mí.
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