15/07/2015, 08:58
Ya había pasado un buen tiempo desde la graduación de los dos jóvenes Uchiha. Aún no habían tenido su primera misión, y aunque las semanas se hacían largas, siempre lograban encontrar algo con lo qué distraerse hasta que la realidad de ser un genin les tocara finalmente la puerta. Pero tan ansioso como siempre, Kota se sintió inquieto durante todo ese tiempo pues la espera se le hacía eterna, aún y cuando no estuviese plenamente seguro de cómo se presentaría esa realidad fortuita en la que tanto pensaba. Sin embargo, no era tan difícil hacer suposiciones, teniendo en cuenta que la madre de ambos solía contar anécdotas sobre sus tiempos de juventud alegando que padecía casualmente de las misma dubitativa:
La tan evasiva pregunta... ¿y ahora qué?
Pero lo cierto era que a pesar de que los tiempos habían cambiado, muchas de las costumbres y procederes seguían siendo los mismos. Una vez fuera de la academia, se pretendía que los graduados a través de las misiones y el continuo entrenamiento pudieran progresar acorde a sus años de crecimiento. Muchos apostaban por mantener dicho proceso dentro de los círculos familiares, pero otros se inclinaban hacia ciertas opciones que existían simplemente por disponer de una alternativa. Y Naomi, consciente de que no era muy buena idea que el padre de los chicos se encargara directamente de una nueva etapa (y no porque no estuviese calificado, pero el pasado turbio lo hacía todo más complicado) decidió abogar para que los chicos tuvieran la oportunidad de probar otra opción.
—¿Un Sensei? —preguntó Kota, un tanto incrédulo.
—Sí, un maestro. Tu padre y yo consideramos que será bueno para ustedes tener a alguien ajeno a nosotros para progresar y Uzushiogakure tiene muy buenos postulantes cada año para esta tarea. Estoy segura de que muchos de sus compañeros también aplicaron para tener un Sensei, así que si os preocupa ser los únicos... pues no es así.
El peliblanco volteó a ver a su hermano extrañado, pero por alguna razón aquella noticia le había agregado emoción al día. Tendrían a una persona experimentada que se encargase de ellos y quizás podrían aprender cosas nuevas, sin dejar por fuera el hecho de que con un ojo vigilante podrían hacer menos lío que estando los dos solos.
—Me agrada, me agrada. ¿Tú que piensas Yotita?
La tan evasiva pregunta... ¿y ahora qué?
Pero lo cierto era que a pesar de que los tiempos habían cambiado, muchas de las costumbres y procederes seguían siendo los mismos. Una vez fuera de la academia, se pretendía que los graduados a través de las misiones y el continuo entrenamiento pudieran progresar acorde a sus años de crecimiento. Muchos apostaban por mantener dicho proceso dentro de los círculos familiares, pero otros se inclinaban hacia ciertas opciones que existían simplemente por disponer de una alternativa. Y Naomi, consciente de que no era muy buena idea que el padre de los chicos se encargara directamente de una nueva etapa (y no porque no estuviese calificado, pero el pasado turbio lo hacía todo más complicado) decidió abogar para que los chicos tuvieran la oportunidad de probar otra opción.
—¿Un Sensei? —preguntó Kota, un tanto incrédulo.
—Sí, un maestro. Tu padre y yo consideramos que será bueno para ustedes tener a alguien ajeno a nosotros para progresar y Uzushiogakure tiene muy buenos postulantes cada año para esta tarea. Estoy segura de que muchos de sus compañeros también aplicaron para tener un Sensei, así que si os preocupa ser los únicos... pues no es así.
El peliblanco volteó a ver a su hermano extrañado, pero por alguna razón aquella noticia le había agregado emoción al día. Tendrían a una persona experimentada que se encargase de ellos y quizás podrían aprender cosas nuevas, sin dejar por fuera el hecho de que con un ojo vigilante podrían hacer menos lío que estando los dos solos.
—Me agrada, me agrada. ¿Tú que piensas Yotita?