Hace poco leí sobre la ideología y creencia de un monje que vivió hace mucho mucho tiempo, fundaron un templo cuyo eje central se situó en el país del fuego, una doctrina que fue infundida por todos los shinobis de la desaparecida aldea de Konoha. Dicha ideologia se basaba en la voluntad del fuego, afirmaba que todo verdadero ninja debía amar, creer, proteger y luchar por el bien del pueblo y de sus convicciones, siguiendo las hazañas de las generaciones anteriores.
Sabiendo esto, deduje que hubo algo detrás de la destrucción de las antiguas aldeas, en especial Konoha. Por ese mismo motivo, quise un buen día en hacer una pequeña expedición al paraje del Bambú, lugar conocido por su gran cantidad de templos. Algunos de ellos, eran tan antiguos que incluso podrían pertenecer a la época anterior ninja.
-¡Abuelo! Me marcho unas horas al paraje del Bambú. Exclamé para que me escuchara donde quiera que estuviese.
-¡Muy bien Yoshi! ¡ten cuidado!
Una vez estuvo mi abuelo advertido de mi ausencia, cogí todo lo necesario para el viaje y marché sin más demora. En cuestión de horas el paisaje se inundó de una infinidad de bambúes, de repente me vi envuelto por el cantar de un millar de pájaros, todo era muy relajante, después, crucé por un enorme puente de madera que cruzaba un gran arrollo, en donde habitaban un sin fin de carpas Koi de todos los colores.
"Muy bonito..."
Continué mi camino, dejando atrás varios templos, pero ninguno de ellos era el que buscaba. Pero gracias a mi tesón e insistencia, logré encontrar un templo abandonado por el paso del tiempo, me percaté que era lo que buscaba por el símbolo de la voluntad del Fuego.
"¡Al fin!"
Me quedé al pie de las escaleras que por cierto, no tenían buena pinta. Y me quedé un rato antes de adentrarme en aquel templo olvidado, para tomar anotaciones en mi block de notas. Anoté todo, la forma de encontrar el lugar, por si volvía en de nuevo en el futuro. Los símbolos también fueron dibujados, y me quedé buscando inscripciones que fueran legibles.
Ese día Ichiro había salido a recorrer los confines del país de la tormenta, le gustaba recorrer las fronteras, el clima y el follaje eran muy cambiados al que comúnmente se encontraba en la villa. El joven, caminaba por los senderos, casi olvidados por su poco uso. El desnivel, el deterioro, charcos y hierbas que invadían el camino indicaba que había sido poco transitado.
Atrás dejaba la lluvia y el clima se tornaba agradable por cada paso que daba el inquebrantable ninja, a pesar de su corta edad, este ya era una genin de su aldea, que aunque, conservara algunos rasgos infantiles se podía defender de quien lo amedrentara.
El joven que zigzagueaba entre el país de la tormenta y el país del bosque sin saberlo, portaba una mochila muy básica, y un mapa de colores claros, bien detallado, pero sin indicar bien el contorno de las regiones. Hasta que un follaje de verdes y marrones llamo su atención, las aves daban una serenata mientras el golpe del agua de algún rio cercano acompañaba el relajante sonido. Ichiro se vio zambullido en una sensación de paz placentera y profunda, respiraba con ganas el olor a bambú, que casi lo saboreaba como si estuviera comiendo algo.
Tras abrir los ojos luego de haberlos cerrado por algunos segundos para apreciar completamente aquel panorama, se encaminó hacia él, casi dormitando, atraído por el bienestar de aquél lugar.
El viento hacia bailar a los bambúes que se encontraban a los costados del sendero, su fricción los hacia tronar como puertas poco aceitadas. El tronar de ramas que se encontraban en el suelo con cada pisada del joven era su única compañía. La luz atravesaba completamente el bosque, Ichiro podía apreciar cada casa, o templo que apareciese en su vista. A pesar de que la mayoría parecía vacía, se negó y descarto la idea de entrar a uno de ellos sin autorización, aunque poseía una corta edad, el muchacho tenía un gran respeto por la religión y las religiones ajenas, tratando de no faltar el respeto a ningún dios.
Sin cruzarse con nadie, el genin poco a poco iba perdiendo las esperanzas de encontrarse con alguien. La poca información que brindaba el mapa le daba cierta inseguridad con seguir adentrándose en aquel palacio de madera, a todo esto, en la encrucijada de saber si volver o no, pudo advertir la presencia de un muchacho, parado sobre una escalera. Alcanzo a visualizar que era de cabellos oscuros y portaba una ropa bastante tradicional. Continuación intento llamarle la atención. – Hey monje!. – exclamo, mientras levantaba la mano en forma de saludo.
Los pájaros aledaños que también escucharon el grito del joven, batieron sus alas aterrorizados y salieron volando del lugar. Las ranas que croaban al parecer también lo habían escuchado, pero estas solo se habían detenido por unos segundos, mientras retomaban su canto otra vez.
En realidad, no sabia si era un monje, lo había deducido únicamente juzgando sus ropajes y por encontrarlo en un lugar lleno de monasterios.
"Bueno, creo que ya está" Pensaba mientras echaba un último vistazo a todas mis anotaciones "Ahora tengo material para mis investigaciones, solo falta entrar y ver que habrá dentro del templo"
Justo me disponía a ascender por las escaleras para encontrarme con el portón que me daría acceso al interior del templo, cuando de repente escuché a alguien llamar a un monje muy cerca de donde me encontraba. Giré la cabeza en busca de la fuente de aquello, mientras cerraba y guardaba mi block de notas.
"Quién habrá sido..."
No me supuso mucho esfuerzo encontrar lo que andaba buscando, se trataba de un muchacho moreno, de mi edad más o menos, de pelo grisáceo y que portaba una especie de bufanda azulada que cubría su cuello. Forcé la vista y me pareció ver un hitai-ate en su cuello, junto a la bufanda, pero desde donde me encontraba, no podía apreciar el símbolo, aunque deduje que no era de Kusagakure no sato, puesto que no me sonaba de nada.
Entonces cuando ya quedó satisfecha mi curiosidad, procedí a responder la demanda de aquel shinobi. -Sería muy interesante que aquí se encontrara un monje de este templo. Confesé. -Me ahorraría mucho trabajo...Si por algún casual, pensaste que soy un monje, siento decirte que te has equivocado.
Aborté mi plan inicial y me acerqué hasta el muchacho, pude ver desde mi actual distancia que se trataba de un shinobi de Amegakure no sato, tenía lógica, a fin de cuentas los limites de nuestros territorios se encontraba muy cerca de aquí. -Saludos shinobi-san de Amegakure, me llamo Aoyama Yoshimitsu, gennin de Kusagakure no sato. Acompañé mi presentación con una cortés reverencia. -¿Puedo ayudarte en algo? Pregunté con interés y con verdaderas ganas de ayudar, en caso de que fuera necesario.
El muchacho procedió a acercarse y tras un monologo corto, cordialmente le ofreció su ayuda a Ichiro, el haberse equivocado le provoco un hormigueo leve que subió por su cabeza, se sentía un poco avergonzado por cometer aquella equivocación, aunque el chico se lo había tomado muy bien.
La reverencia lo dejo más fuera de lugar al moreno que apresuro en contestarle – Lo siento por mi equivocación!.- añadió moviendo los brazos como unos abanicos por delante de él, y luego llevando uno detrás de su cabeza, mientras se rascaba la nuca y dibujaba una sonrisa en su rostro para intentar relajarse un poco – Un gusto Aoyama Yoshimitsu.- le devolvió la reverencia que había recibido anterior mente por parte del otro genin – Mi nombre es Hozuki Ichiro, como ya pudiste deducir soy un shinobi de Amegakure.- acoto simpáticamente Ichiro.
En realidad estaba un poco confundido, nunca había visto ese lugar y había sido recibido por un ninja de una facción aledaña a la suya. - ¿Sabes? En realidad estoy un poco perdido, salí a entrenar y me deje llevar un poco por los paisajes y aquí llegue.- otra vez una risa acompaño las palabras del muchacho, la misma que hace un momento atrás había usado por sentirse tonto y un poco nervioso.
Volvió a incorporarse en sí mismo, y giro su cabeza observando el panorama lentamente, casi se podía decir que aquella escena parecía un cuadro recién pintado por la exquisitez de un genio, mientras el aire puro le llenaba los pulmones y la cantarola de los pájaros le endulzaba los oídos – wow, cuéntame Aoyama, tú vives aquí?.- lo cuestiono al muchacho mientras no paraba de observar asombrado el panorama a su alrededor. Cuanto en cuanto, cerraba los ojos para escuchar los sonido de la naturaleza.
Sin embargo el viaje le estaba cobrando y un sentimiento de sed le rasgaba la garganta, ese no era el problema, ya que, un sonido de agua corriendo muy débil hacia ecos por aquella tierra. Pero el cansancio de sus piernas tras las largas caminatas y el hambre también empezaban a hacer símbolos de asomo en el cuerpo de Ichiro, pronto tendría que tomar un descanso, beber, comer para, por lo menos, poder regresar por donde había venido desde un principio.
El muchacho que se presentó por el nombre de Hozuki Ichiro, se disculpó por su equivocación un poco sorprendido quizás por mi presentación. -No te preocupes Hozuki Ichiro, el gusto es mio. Contesté cordial para que el muchacho se relajara y dejase a un lado el tema de la equivocación, en realidad no era para tanto. -Y si, he visto tu bandana, yo soy un shinobi de Kusagakure no sato. Comenté con naturalidad, para dejar a un lado el tema anterior.
Al parecer Ichiro si que necesitaba algo de ayuda, llevando a cabo un entrenamiento, se desvió embriagado por el paisaje de los enigmáticos parajes del bambú, perdiendo el norte en el proceso. Sin embargo, no me extrañó su respuesta, era cierto que el paraje del bambú es un lugar idóneo, no solo para llevar a cabo entrenamientos, sino para rezar, meditar, entre otras cosas. Por lo que le respondí sonriente al shinobi de Amegakure no sato. -No te preocupes, es normal lo que dices, este lugar es muy especial, lo cierto es, que hiciste bien en explorar este lugar.
Ichiro calmado al fin, observo tranquilo, moviendo su cabeza de un lado para otro el paisaje del lugar, parecía que el lugar era de su agrado. Sorprendido me formuló una pregunta, a la que respondí gustoso. -Bueno, no exactamente, pero el paraje del Bambú es uno de mis lugares preferidos. Es donde suelo entrenar, estudiar, meditar. Es el lugar perfecto, que invita a cultivar el cuerpo y el espíritu. Respondí agradecido por el agrado que estaba mostrando Ichiro por el lugar.
Aún así, parecía que había algo que inquietaba al shinobi de Amegakure. -No te preocupes, puedo indicarte sin problemas la dirección que debes de tomar para volver a tu país. Aunque ya que vienes de tan lejos, me atrevería a decirte que aprovecharas la oportunidad de visitar el lugar. Hay muchos templos que son dignos de ver. Aseguré.
- La verdad es un hermoso lugar, sin duda.- dijo el shinobi casi hablándole al viento, dio unos pasos más, con toda certeza tenía ganas de saber más sobre aquel rinconcito de paz – Aoyama, te agradezco el consejo.- haciendo referencia a las palabras anteriores de aprovechar su visita – La verdad me encantaría conocerlo, si me pudieras dar un corto paseo, si no tienes nada que hacer por ¡supuesto!.- aclaro rápidamente Ichiro que no quería molestar a Yoshimitsu en lo que estaba haciendo en aquel lugar, ya que lo acababa de conocer.
Tampoco podía olvidar el verdadero objetivo que tenía ese viaje, Ichiro debía entrenar. Esta vez se había dejado ir demasiado. Cuando la lluvia había parado, él se tendría que haber detenido, pero su inconsciente lo traslado a ese lugar espiritual, casi cuna de dioses, donde reinaba la paz.
Cuando estuviera un poco más descansado entrenaría, además de que la sed y el hambre ya se sentían un problema, no quería agobiar a la primera persona que se le había acercado. Esperaría un momento para contarle sus otras angustias.
Ahí estaba el shinobi, fuera de su país, el mapa que había conseguido era casi que inútil en aquellos momentos, pero no estaba arrepentido, después de todo, no parecía haber sido todo en vano, le sacaría provecho, el lugar, parecía ideal para encontrarse con sus propias ideas y poder entrenar.
Alma, cuerpo y mente. Tres cosas, trabajando como una sola.
Miré sonriente al muchacho que momentos atrás, se había presentado con el nombre de Hozuki Ichiro. Y desde el mismo instante en que se presentó, sabía que su apellido no era en absoluto común, si mi memoria no me jugaba malas pasadas, diría que aquel muchacho, era perteneciente a algún clan. Mi cabeza había hecho un vuelco importante para poder desentrañar aquella información que tenía casi en la punta de la lengua, y eso hizo que se me notara en el rostro un poco distraído, pensativo.
"Hozuki...Hozuki Ichiro, creo que será conveniente causarle buena impresión, y tratarlo adecuadamente..."
-Claro...claro, será un verdadero placer. Invité a Ichiro a que acompañara a mi lado, con un suave gesto con el brazo. Lo dirigí hacía un el sendero que atravesaba casi en su totalidad el Paraje del bambú, en donde los peregrinos iban y venían, en busca de la morada de su Dios para venerarlo. Se trataba de un camino rústico sobre la tierra, adornada con algún que otro adoquín. A la orilla de este, había innumerables postes con farolillos de papel de arroz y banderines de colores. Mas allá en denso bosque de bambú. -En realidad estaba llevando a cabo una investigación, pero creo que después de dos cientos años, no pase nada por demorarlo unas horas, hehe. Sonreí.
Seguimos el camino un poco más conduciendo a Ichiro hasta el gran estanque, atravesándolo por un enorme puente de madera tradicional, en el que se podían apreciar tallados exquisitos en la madera de bestias mitológicas como dragones, grullas, etcétera. -Este lugar me gusta mucho... Dije apoyándome sobre la barandilla del puente, quedando justo en mitad del lago. Si Ichiro observaba el agua, podría apreciar unos inmensos peces Koi de todos los colores. Saborear el relajante ir y venir del agua, y el sonido monótono y relajante de los Shisi odoshi.
Saqué de entre mis ropas y unas migajas de comida y las arrojé hacía el estanque, se trataban de migas de pan, que en cuanto se posaron sobre la superficie, de las profundidades, emergieron de la nada, infinidad de carpas que competían por llevarse aquellos bocados. -[color=Entonces, dijiste que estabas entrenando...¿Verdad?[/color] Pregunté con interés -¿Algo en particular? Quizás pudiera ayudarte.
"Así podría averiguar si realmente pertenece a algún clan..."
Yoshimitsu ínsito con los brazos a que Ichiro lo acompañara, este lo siguió casi en silencio, sin recriminar nada, mientras escuchaba al otro joven hablar sus motivos de estar ahí, caminaban prácticamente a la par, aunque el genin poco conocía de aquella zona, el espiritual lugar prácticamente lo invadía, se sentía muy seguro y confiado, no sentía ni el más mínimo sentimiento de inseguridad. Continuo siguiendo los pasos del ninja de Kusa, aunque lentos, estos eran firmes y seguros.
«¿Una investigación?» se cuestiono a sí mismo, mientras con asombro y curiosidad observaba al ninja, pero no lo reflejaba en su cara, le sorprendía el hecho de que alguien tan joven usara esas palabras, pero se guardó sus comentarios, no quería parecerle un pesado.
Al fin llegaron a un puente, donde la vista era prácticamente deliciosa y comenzaron la platica –Sinceramente me parece un lugar precioso.- agrego Ichiro mientras llenaba sus pulmones de aire puro y con una exhalación reconfortante volvió a comentar –En realidad no lo sé, estoy intentando crear una técnica, pero aun no eh podido controlar mi cuerpo, es algo particular, necesita mucha concentración jaja.- El joven de Ame no soporto seguir hablando de sí mismo y soltó una risa, le causaba un poco de vergüenza hablar sobre él y cambio de tema rápido.
–Sabes Aoyama, hoy es tu día de suerte.- dijo exaltado Ichiro, mientras señalaba a su nuevo compañero directo a la cabeza, los peces se volvían a sumergir por el levantamiento de voz repentino del muchacho –Te voy a ayudar en tu investigación, pero a cambio.- paró en seco y un estruendo salió de su estómago, claramente las tripas le rugían de hambre –Por favor aliméntame.- cayó al suelo como una forma de rogarle a Yoshimitsu.
De todas las revelaciones del mundo, las palabras de Hozuki Ichiro me resultaron de lo más inesperadas. "¿Que lo alimente?" Quedé extrañado unos segundos, y me hizo pensar..."¿Cuánto tiempo habrá estado perdido para estar así de famélico?" Aunque en cierto modo, con el tiempo me resultó algo gracioso.
-Oh! Respondí sin saber que responder con exactitud con se dejó caer como ruego. -No sabía que tuvieras tanta hambre...perdona...Dije mientras rebuscaba entre mis ropas, apenas un trozo de pan de viaje y mi odre, con un poco de agua. -Encima no llevo mucha comida, pero te puedo llevar a un sito no muy lejos de aquí en donde podrás comer al menos un plato de arroz. Le comenté a Ichiro mientras le entregaba lo poco que tenía con una mano, mientras que con la otra, lo ayudaba a incorporarse sonriente.
"De todas las personas del mundo, has ido al menos indicado para pedirle algo de comer...yo también llevo días padeciendo la sensación de tener el estómago vacío, hace ya bastante tiempo..."
-Solo tendremos que andar un poco más, y podrás comer todo el arroz que quieras. Con suerte un poco de pescado...Dije mirando hacía el final de puente.
Al final con lo inesperado del asunto, diría que ya había logrado averiguar el origen del apellido de Ichiro, solamente para asegurarme, le formularía una preguntaría algo que me sacaría de la duda definitivamente.
-Disculpa Ichiro, tus raíces no provendrán de la antigua Kirigakure ¿Me equivoco? Así era como sacaría aquella angustiosa duda de mi cabeza que me estaba atenazando durante un buen rato.
A Ichiro se le iluminaron los ojos al ver el trozo de pan y el agua que Yoshimitsu había saco de entre sus ropajes, desconocía la fuente de esos alimentos, pero no le importaba, a pesar de que su sabor no era un manjar, los disfruto como tal, devorando el aperitivo, se ayudó con el agua, para secar la sed que le había generado y empujando la comida hasta su estómago, al parecer la había ingerido tan rápido, que todavía parecía tenerla trancada en la garganta.
Al finalizar, soltó un suspiro de placer, paso la mano por su boca para quitarse las migajas que la rodeaban y embozo una sonrisa de ojos cerrados, ya se sentía mejor, mucho mejor.
El chico con el que Ichiro se había encontrado era muy educado y amable, por lo menos los primeros gestos lo habían demostrado. No siempre era fácil encontrar personas de ese calibre, así que le presto mucha atención cuando este se volvió a dirigir hacia él, en cortas oraciones le explico que más adelante habría más comida, específicamente arroz y pescado, una de las comidas que sin duda el Hozuki amaba, el pescado frito le parecía un regalo de los dioses.
El joven se detuvo y tras un silencio corto, Ichiro iba a comentar unas palabras de agradecimiento, pero el chico volvió a tomar la palabra y el genin de Ame se guardó sus comentarios para decirlo cuando el finalizara.
El shinobi le hizo una especie de cuestionamiento, al que Ichiro lo observo hizo una pausa como si meditara la preguntas unos segundos y continuo – Si, así es, mi madre era una ninja de Kirigakure, mi familia proviene toda de ahí-. Anuncio en un párrafo corto, en realidad Ichiro no tenía mucho que contar, no poseía mucha información sobre su clan, tampoco se había molestado mucho en buscar, había intentado hacer planes de una cruzada hacia las ruinas de Kirigakure, pero por su falta de tiempo, le había parecido imposible hasta el momento, no contento con lo poco que había hablado intervino de nuevo – ¡Ven! Vamos a ese lugar que dan comida que tú dices y te contare más, es que tengo que ordenar mis pensamientos porque soy un poco tonto ja! Y no te preocupes que yo pago.- Ichiro al terminar de hablar levanto su brazo mostrando el dedo pulgar, como un signo de aprobación, solo esperaba que su compañero le diera el aval para continuar el recorrido hasta el centro de comidas de ese pequeño lugar.
Me dio vergüenza ofrecerle tan poca cosa, pero es que en realidad no tenía nada más que aquello. Pero no iba a consentir que comiera solo aquello, eso que le di, era más bien para apaciguar las exigencias de su apetito voraz, entretenerlo hasta conducirlo a una comida digna. A pesar de ello, asombrado me pareció ver que le satisfizo, por lo menos su gesto de alivio no dejó lugar a dudas. Y luego llegó el momento cumbre, mientras se sacudía los restos de migas de pan, me sacó de dudas cuando me afirmó que sus raíces provenían de Kirigakure.
"!Oh! entonces proviene de un clan con muchísimos años de historia, por lo que tengo entendido, un clan que hizo cosas notorias en la historia del mundo shinobi" Cuando confirmó lo que andaba sospechando, se me desencajó la boca del asombro mayúsculo que tenía.
-Impresionante...Dije involuntariamente. -Entonces por lo que pude leer hace tiempo, tu clan hizo cosas muy grandes en el pasado, debes estar muy orgullo de tener unos antepasados tan importantes. Dije esta vez sincero.
"No se conocen todos los días alguien así, que bien"
El chico mostró interés que lo condujera a aquel sitió que le comenté, a cambio me hablaría sobre aquello. -De acuerdo, de acuerdo. Simplemente es terminar de cruzar el puente y unas pocas más allá, vive una anciana que prepara buena comida. Y lo mejor de todo, es que es muy barato. Me ofrecería a invitarte ya que vienes de fuera, pero es que no llevo encima ni una mísera moneda. Lo siento mucho.
Con un nuevo y amable gesto, invité a Ichiro que me siguiera nuevamente. Y al poco de cruzar aquel emblemático puente, dimos con aquella casas en un santiamén. Con solo seguir el aroma del pescado cocinándose era más que suficiente para orientar a cualquiera. Teníamos delante de nosotros, una pequeña casita de madera y bambú con una chimenea de piedra, en el mismo portal de la casa se encontraba una pequeña ancianita canosa de rostro simpático, que portaba un viejo pero bien cuidado kimono floreado de tonos apagados. La señora nos vio venir desde la distancia, a lo que respondí un efusivo saludo alzando el brazo.
-Buenos días obaasan, ¿Tiene algo para comer?
-Claro que si muchachos. Por favor sentaros. La mujer con una reverencia y un gesto, nos invitó para que nos sentáramos en su modesta terraza, en donde había una mesa tradicional con un cojín grisáceo a cada uno de los lados.
-Os traeré algo delicioso y un poco de té. La anciana se metió dentro de la casa.
Cuando nos acomodamos miré sonriente a Ichiro. -Verás que bien que vas a comer, esta abuelita se dedica a preparar comida a los peregrinos que vienen a rezar a los templos. El único inconveniente es que ella te ofrece lo que prepara, es decir, que no puedes elegir. Pero esta todo muy bueno.
Rodeados de naturaleza, el lugar era muy acogedor y placentero. El sonido del cantar de los pájaros, el ruido del fluir del agua del estanque que teníamos a pocos metros y la frondosidad del bosque del bambú. Me quedé mirando los juncos pensativo. -En este bosque hay muchos osos panda. Son impresionantes. Le comenté a Ichiro.
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