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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#76
Encontrarla no fue lo difícil. De hecho, fue tan fácil que hasta, de tan fácil que era, llegó a ser contraproducente. Y es que Kila se encontraba justo tomando el desvío hacia el camino que daba a los almacenes.

Kaido la reconoció al instante. Kila le reconoció al instante, y se detuvo.

Y entonces… silencio. La boca de Kila se entreabrió. Sus hombros se tensaron. También sus manos, que inconscientemente se habían elevado un poco, en posición de semi-guardia. No parecía haber nadie más por los alrededores. El puerto se veía desde allí, donde sí había gente, pero apenas eran puntos diminutos moviéndose de un lado a otro en la lejanía.

El Tiburón había encontrado a su presa. ¿Qué haría ahora?
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#77
En otra circunstancia, Kaido habría hablado fuertemente. Le habría dicho zorra, traicionera, rata inmunda, hija de puta, rastrera y demases ocurrencia que por lo general le atizaban la lengua cuando sentía la necesidad de dar su opinión acerca de algo en concreto. Pero esa vez, esa ocasión especial, mantuvo el silencio.

Hizo contacto visual, y emuló con lentitud el cómo Kila alzó sus brazos. Sus puños, sin embargo, yacían plenamente abiertos, gesto indudable de que le pedía que se calmase. Que no sacase conclusiones apresuradas.

Pero que más allá de todo, que él ya sabía la verdad. O al menos parte de ella.

—Escúchame bien, no soy tu enemigo —su brazo derecho se movió inequívoco hasta la dirección del almacén de la discordia—. el enemigo es el que está allá, esperándote. Listo para castigarte como lo ha hecho con él.

Realmente esperaba no equivocarse, pero creía que apuntalar hacia esa dirección, hacia esa cuestión, era la indicada.

—Hablémoslo. No ... corras. Y por lo que más quieras, no adviertas al dragón.
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#78
Kila hizo muchas cosas al mismo tiempo. Sutiles, pero que un guerrero como Kaido podía leer fácilmente. Primero, un rápido vistazo a los almacenes, que se encontraban a la espalda del Tiburón, a media distancia. Luego, una breve ojeada al terreno que tenían en medio, como si quisiese medir exactamente la distancia que les separaba. Quince metros, ni más ni menos. Finalmente, con el rabillo del ojo, miró a izquierda y derecha para asegurarse de que no había nadie. Y no, no lo había.

Solo entonces escuchó a Kaido, además de oírle. Y solo entonces frunció el ceño.

¿Castigarme? ¿A qué te refieres? —preguntó ella—. ¿Y cómo sabes que…? —Cuando el amejin había mencionado la palabra dragón, su cuerpo entero se había tensado—. Para empezar, ¿quién coño eres? —exigió saber.

A Kaido no le pasó desapercibido que había bajado las manos…

… para llevárselas a la espalda.
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#79
—El quién soy no es importante ahora mismo. Lo que importa es lo que puedo hacer por ti, pues intuyo que soy el único que te puede ayudar a salir de la mierda en la que te has metido. No tengo la certeza de que seas parte de ese algo por decisión propia, o por obligación —el era un zorro muy astuto. Un guerrero. Tal y como ella, había evaluado la distancia, las posibles rutas de escapes, y cómo no, aquel gesto inconfundible con el que Kila rebuscaba algo a su espalda. Kaido frunció el ceño—. pero sí la tengo cuando te digo que si vuelves a ese almacén, encontrarás el mismo destino que el de la cicatriz. La muerte definitiva.


Dio un paso. Recortó medio metro.

—Entonces, ¿qué va a ser?
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#80
Al paso decidido y firme de Kaido, le siguió el de Kila, también hacia adelante. Su determinación, sin embargo, se había visto bruscamente tambaleada cuando oyó que su compañero estaba muerto. Desvió la mirada momentáneamente hacia los almacenes, y luego de nuevo a Kaido.

Sus labios se abrieron y cerraron un par de veces, dubitativa.

No… No tiene sentido. ¡Mientes, joder! —chilló, y por primera vez desde que la había visto, Kaido pudo ver el carácter fiero e indomable que la chica había escondido hasta entonces—. Te voy a decir que coño vamos a hacer —tras el impacto emocional que le había producido oír que su compañero estaba muerto, ahora era ella quien tomaba la iniciativa. Dio un paso al frente—. Vas a decirme quién coño eres —y otro paso—, vas a decirme qué coño tramas —y otro paso—, y sino, capullo, y sino…

Otro paso. Y otro.

… voy a chillar hasta que me oigan desde la otra punta de Oonindo. Empiezo a contar —amenazó, sin darle tiempo a pensar—. Tres. Dos. ¡Uno…!
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#81
Ella dio un paso hacia adelante. Él también.

—Te voy a decir que coño vamos a hacer —Kila, haciendo acople de su fiereza, volvió a retarle. Kaido no se quedó atrás, y volvió a recortar distancia—. Vas a decirme quién coño eres, vas a decirme qué coño tramas, y sino, capullo, y sino…

—¿Y sino qué?

Otro paso. Y otro.

… voy a chillar hasta que me oigan desde la otra punta de Oonindo. Empiezo a contar. Tres. Dos. ¡U—…!

De pronto, Kila sintió el cómo algo le impedía terminar su conteo. Era la mano del tiburón, que súbitamente yacía puesta sobre su boca, mientras que su otra extremidad le sujetaba la cintura. Kaido había hecho acople de una agilidad sobrenatural aupada por el shunshin, apareciendo súbitamente al frente de la mujer, evitando cualquier señal de alarma. Pero aún y habiendo demostrado semejante habilidad, durante la cuál bien podría haberla matado, ahora sólo se plantaba frente a ella una nueva oportunidad.

—No. Tú no eres de las que chilla, no te humillarías de esa forma —le dijo al oído, convencido de que era sólo una treta desesperada. Creyendo conocerle aún y cuando no—. ahora, viendo que no te he hecho daño aún, y cuando podría haberte matado hace un segundo, ¿vas a calmarte?. ¿Vas a empezar a creer que éste hijo de puta puede ayudarte?

Le fue soltando poco a poco, con parsimonia. Luego abrió los brazos y se dejó estar "expuesto".

»O, aprovecha que estoy indefenso y rájame la garganta. Toma la oportunidad si así lo quieres, Kila-chan.
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#82
Kaido se abalanzó sobre su presa como un tiburón al oler sangre. Sin compasión. Sin temor. Sin duda. El Sunshin no Jutsu le dio el impulso necesario para sorprenderla, tapándole la boca para interrumpir su cuenta atrás y apresándola por la cintura. Pero entonces, en lugar de lanzar el bocado final, mostró compasión.

Incluso vulnerabilidad, al abrirse de brazos y dejarse expuestos. Un brillo iluminó la mirada de Kila. Aquella era su oportunidad. El filo que tenía a sus espaldas —desde el momento en que se había llevado las manos atrás—, salió a la luz. Una daga, que apuntaba ahora el cuello de Kaido, y, entonces…

… ella también dudó. Chasqueó la lengua, como si aquella indecisión fuese algo totalmente nuevo para ella. Pero las palabras de Kaido le habían calado demasiado hondo, y, si algo no se consideraba ella, eso era estúpida.

Bajó el filo, aunque solo a media altura.

Te escucho —aceptó a regañadientes.
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#83
Su sonrisa se ensanchó a medida de que aquel cuchillo descendió, dubitativo. Kaido miró Kila a los ojos y permitió relajar su cuerpo para finalmente echar un vistazo exhaustivo a sus alrededores. Ella quería que él hablara, pero no. No en medio de la nada y mucho menos después de la escena que habían montado, que muy bien podrían no haberla presenciado, como que sí.

—Aquí no. Estamos muy cerca del almacén, y puede que alguien nos haya oído discutir. Llévanos a algún lugar seguro y entonces hablaremos —exigió. Y es que para confiar en el tiburón, mejor hazlo de cabeza porque a medias no le va a servir. Nunca.
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#84
Kila frunció el ceño y lanzó un esputo a un lado, muy cerca de los pies de Kaido. Toda la alegría, bondad e inocencia que había mostrado en su primer encuentro, frente al restaurante Baratie, habían desaparecido. Como si dicha persona jamás hubiese existido. Pareció meditar la propuesta del Tiburón por unos momentos. Luego, alzó la mirada al cielo, donde a la luz de Amateratsu todavía le quedaban un par de horas antes de esconderse.

Se llevó la daga a la espalda, donde la volvió a esconder, en la cintura y bajo la camisa.

A mi lado —dijo, haciéndose a un lado para que Kaido se le pusiese a la par. No, todavía no confiaba en él. No del todo.

Luego, emprendió la marcha camino arriba, hacia Taikarune. La ciudad, de fiesta, estaba más llena de lo normal. Había un montón de puestos improvisados y tenderos locales. Vendían de todo. Ramen, churros, gominolas, juguetes, pulseras, ropa… A lo largo de las calles, decenas de lámparas de papel colgadas a cada lado, todavía sin encender.

¿Por qué estás tan azul? —preguntó entonces, mirándole con el rabillo del ojo. Parecía que el destello de curiosidad que siempre le había iluminado no era fingido, después de todo—. ¿Es que no te da el sol donde vives?

Minutos más tarde, abandonaron la abarrotada calle principal para meterse en una callejuela. Y luego en otra… en la que los adornos y las lámparas de papel fueron desapareciendo poco a poco. Allí, un poco aislado del resto, un edificio de tres plantas. Un cartel en rojo le daba su nombre:

El Conejo de la Suerte

Tú primero —le indicó, abriéndole la puerta del local.

A primera vista, un bar como otro cualquiera. Si acaso un poco oscuro de más, con luces de neón violeta y azul impregnando el ambiente de un tono serio, adulto. Había una gran barra a la izquierda, y varios sofás pegados al muro de la derecha. Biombos de papel separaban cada sofá, dando cierta sensación de intimidad a los clientes.

Hablando de clientela, había poca. Seguramente, porque aquel tipo de local atraía a clientes más nocturnos. Había un hombre bebiendo en la barra, acompañada de una chica. Luego, otras dos chicas, en la barra pero sin beber nada. Fue entonces cuando Kaido pudo empezar a comprender que no, que aquel no era un bar como otro cualquiera. Las chicas iban demasiado escotadas, con la falda demasiado baja, con las telas de sus prendas demasiado traslúcidas… No, aquellas chicas no eran clientes, sino que trabajaban allí.

Las dos se quedaron mirando a Kila, con la sorpresa reflejadas en su rostro, mientras la veían arrastrar a Kaido hacia uno de los sofás —el más lejano, que hacía esquina con una pared—. Se sentó en él, y poco tuvieron que esperar a que la camarera llegase a hacerles el pedido.

Miró a Kila con el ceño fruncido.

Te dije que no quería problemas —le soltó la mujer. Debía rondar los cincuenta, tenía el pelo negro largo y ondulado y los ojos achinados.

Kila hizo un ademán con la mano, como cortando el aire.

Solo vine con un amigo. A mí tráeme lo de siempre.
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#85
A mi lado —pidió Kila, desconfiada. Kaido, por supuesto, prefería eso que tener que ir delante, así que no tuvo reparo alguno en aceptar.

—A tu lado —zanjó, poniéndose a la par de la mujer, aún con sus sentidos en guardia. Finalmente, dieron marcha.

Aquel par de enemigos, unidos por una tregua tan frágil como la porcelana, avanzaron a través de la ciudad. Una Taikarune que mostraba vívidos retazos de fiesta y celebración, haciendo honor a las echas y al festival y cuyas calles yacían ataviadas de numerosos locales de comida y venta de artilugios conmemorativos. El escualo se permitió echar un ojo a cada carromato que dejaba atrás, esperando de corazón que ninguno de ellos fuera algún amigazo de aquel despiadado dragón que había calcinado a patadas al difunto compañero de Kila.

¿Por qué estás tan azul? ¿Es que no te da el sol donde vives?

—Esa historia la suelo dejar para las segundas citas, guapa.

La continuación del trayecto les llevó finalmente hasta un par de cruces en callejones aledaños, que terminaron llevándoles hasta un edificio de tres plantas, adornado por un cartel de letras rojas. El Conejo de la Suerte, brillaba, al que Kaido se adentró en primer lugar. Tras él, la mujer. De más está decir que Kaido sabía de esa clase de tugurios, que no era sino una especie de putero con clase, por decirlo de alguna manera. Numerosas mujeres vestían prendas que sugerían a la imaginación y, por las horas, parecía estar un tanto vacío.

Kaido acompañó a Kila hasta uno de los asientos, víctima de las miradas furtivas de las empleadas. Poco después, una cincuentona apareció para atenderles. O, bien como se viera, para advertirles.

Te dije que no quería problemas

Solo vine con un amigo. A mí tráeme lo de siempre.


—Lo mismo que ella —añadió, uniendo sus manos y apoyando los codos sobre la mesa. Entonces miró a Kila con una seriedad que poco le caracterizaba, pero que era intrínsecamente necesaria dadas las circunstancias que envolvían aquella reunión tan clandestina. Carraspeó la garganta y habló, sólo cuando la mujer se hubiera largado a preparar sus tragos—. y bien, Kila. Quitémonos las caretas por un momento y tratemos de ser civilizados. Tú eres como yo, ambos sabemos que ninguno va a decir nada si el otro no demuestra ser de confianza antes, así que te voy a ahorrar el show de cuaima ardida y voy a empezar, para que veas que estoy aquí para ayudar. Para ayudarte a ti también.

Se inclinó hacia ella para hacer de sus revelaciones una conversación bilateral. Que nadie pudiera escuchar nada.

»No soy un viajero ermitaño que va de ciudad en ciudad para ganarse la vida, creo que ya te habrás dado cuenta de eso. No soy bartender, por obvias razones, y no he ganado la competencia porque mi trago haya sido un éxito. Era una mierda. La he ganado porque sencillamente así estaba arreglado. Ahora, si comienzas a unir los puntos, podrás ir entendiendo un poco acerca de por qué estoy yo metido hasta el fondo en toda esta mierda, coincidiendo además con lo que estáis haciendo vosotros. Tú, y esa gente. Así que por qué no mejor me cuentas qué queréis con Kano y Baratie, y además, por qué le has entregado a su sobrina en bandeja de plata a ese tipo. Al jodido dragón. ¿Quién coño es él, y por que le ha dado una somanta de patadas a tu colega hasta matarlo?

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#86
—Esa historia la suelo dejar para las segundas citas, guapa.

Ni pagando la tendrías, capullo —le había respondido al instante.

Pero aquel cruce de pullas quedaba muy atrás. Ahora se encontraban en el Conejo de la Suerte, sentados en un sofá negro, de cuero, demasiado blando para el gusto de Kila. Una pequeña mesa circular estaba frente a ellos, con la bebida que habían pedido.

Kaido empezó fuerte. Aseguró que ella era como él —a lo que Kila alzó exageradamente una ceja, para nada convencida—, y que le demostraría que podía confiar en él. Le dijo, además, que estaba para ayudar. Para ayudarla a ella.

Claro, claro —dijo, sin poder evitar que el sarcasmo impregnase el tono de su voz. Jamás en su vida la habían ayudado. No sin querer recibir algo a cambio, claro—. El último que me dijo eso… Bah —hizo un ademán, quitándole importancia—, es lo mismo. Sigue.

Entonces, el Tiburón dejó entrever lo que Kila ya sospechaba: era un ninja. No sabía a qué Villa respondía, pero estaba claro que era un shinobi. Quiso saber qué tramaba Kila con el dragón, y volvió a mencionar que éste había matado a su amigo. Para ella, más bien compañero de negocios.

Así que es verdad que lo ha matado… Jo-der. —Tomó su vaso, alargado y de cristal, que contenía un líquido negro. Entonces, con el mechero alargado que la camarera les había facilitado, y tras inclinar un poco el vaso para que el líquido se asomase al borde del cristal, lo prendió. El fuego se alimentó del alcohol de aquel refresco, hasta que Kila lo taponó con la palma de la mano. Notó la succión, acercó los labios y apartó la mano, aspirando el vapor del alcohol y bebiendo el contenido de un solo trago. Cabe decir que no todo el mundo sabía ejecutar aquella técnica. Menos a la primera—. ¿Y cómo sé que no me vas a joder? No me has contado una mierda. No sé ni tu nombre —le soltó, dejando el vaso en la mesa—. Eres shinobi, ¿no? ¿De qué Villa? ¿Cuál es tu misión? Quiero… Quiero un escrito tuyo exculpándome de toda esta mierda —dijo de pronto. Parecía que estaba improvisando—. Solo así te contaré lo que sé.
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#87
Así que es verdad que lo ha matado… Jo-der. —claro que lo había matado. No es que pudiera decir aquello con la ligereza con la que usualmente decía cada o qué cosa. Además, la muerte de su colega era la piedra angular de aquella reunión, la de un destino que ella querría evitar a toda costa, si es que realmente existía la posibilidad de que también sucumbiera a la ira de su empleador. Kaido sabía que tenía que aprovechar semejante verdad al punto de agotarla si era necesario—. ¿Y cómo sé que no me vas a joder? No me has contado una mierda. No sé ni tu nombre. Eres shinobi, ¿no? ¿De qué Villa? ¿Cuál es tu misión? Quiero… Quiero un escrito tuyo exculpándome de toda esta mierda —y Kaido, obligado por la situación, también puso su lengua a improvisar—. Solo así te contaré lo que sé.

—Pero mujer, ¿es que realmente se te puede joder más de lo que ya estás, eh? no es como si estuvieras en la posición más privilegiada ahora mismo. Y qué mierda importa de cuál villa provengo, si la ley te caerá con el mismo peso así vayas a Uzu, Ame o Kusa. Mira —movió su vaso de en medio y juntó las manos—. estoy más que dispuesto a omitir ciertos detalles de mi jodida misión si, ¡y sólo sí! se resuelven las cosas como yo quiero que se resuelvan. Está en tus manos ayudarme. Una vez se acabe todo, podrás irte. No. Te dejaré ir, que es otra cosa. Pero no debe morir ni una persona más, y deben caer los que realmente deben hacerlo. ¿Lo pillas?

Dicho lo dicho, Kaido la miró directamente a los ojos. Mostró serenidad y un deje de complacencia. Había exigido mucho, ahora era tiempo de dar.

—Kaido. Ese es mi nombre. ¿El tuyo es Kila, acaso?
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#88
—Kaido. Ese es mi nombre. ¿El tuyo es Kila, acaso?

A veces —respondió, escueta.

Una vuelta, dos vueltas, tres vueltas… Kila enrollando el pelo en su dedo. Se liberaba del nudo, y volvía a enrollarlo. Una vuelta, dos vueltas, tres vueltas… Sus ojos, más allá de Kaido y del biombo de papel que había a su espalda. Su mente, lejos, muy lejos.

Una vuelta, dos vueltas, tres vueltas...

No vas a beberte eso, ¿verdad? —preguntó. Habían pasado varios minutos en silencio. Sin esperar su respuesta, tomó el vaso y, tras ejecutar la misma técnica de antes, se lo engulló de otro trago—. Katame —le reveló entonces, dejando el vaso en la mesa—. El hombre al que llamas dragón, es Katame —sus ojos de color ámbar se desplazaron hasta la puerta, y de ahí hasta la barra. Todo seguía igual. Solo entonces continuó:—. Pertenece a una banda de la Capital del País del Agua, llamada… —Kila se inclinó hacia él y bajó todavía más la voz, susurrándole al oído:—, Dragón Rojo. Le contó a una amiga mía que trabaja aquí —a Kaido no le costaría imaginarse qué tipo de trabajo estaba realizando y en qué circunstancias se había ido de la lengua el hombre—, que estaba en busca de una gran embarcación. ¿Empiezas a atar cabos? Por estos lares no hay embarcación más grande que la de Baratie. Pero Shenfu Kano jamás la vendería ni se prestaría a los chanchullos que Katame le ofrecía, así que…

Dudó.

Si no fuese por mí, Kaido, igual ahora estarían todos muertos. Pon eso en tu jodido informe, ¿quieres?
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#89
No vas a beberte eso, ¿verdad? —El gyojin negó con la cabeza, impaciente—. Katame. El hombre al que llamas dragón, es KatameKatame. Kaido hizo nota mental y guardaría aquel nombre en un lugar muy especial. Después de todo, quien respondía al mismo parecía ser la mente maestra detrás de aquel plan orquestado contra la familia Shenfu—. Pertenece a una banda de la Capital del País del Agua, llamada… —una liger inclinación, un susurro apaciguado por la cautela. De más estar decir que quienes temer al nombre era otra clase de respeto, y Kila parecía temerle—, Dragón Rojo. Le contó a una amiga mía que trabaja aquí, que estaba en busca de una gran embarcación. ¿Empiezas a atar cabos? Por estos lares no hay embarcación más grande que la de Baratie. Pero Shenfu Kano jamás la vendería ni se prestaría a los chanchullos que Katame le ofrecía, así que…

Kaido chasqueó la lengua, evidentemente contrariado. Aquello era más complicado de lo que se pensaba.

Si no fuese por mí, Kaido, igual ahora estarían todos muertos. Pon eso en tu jodido informe, ¿quieres?

El ninja hizo un ademán con la mano, como si estuviese escribiendo algo. Volvió a mirar a su alrededor, y tomó la palabra nuevamente.

—Por ti, claro. Habrá sido entonces idea tuya eso de secuestrar a Koe para pedir rescate, ¿no? ¿Los títulos de propiedad de Baratie a cambio de su sobrina, sana y salva? —indagó, tratando de ponerse en los zapatos del director y tratar de llenar los vacíos a falta de confirmación de Kila—. porque para eso la habéis cogido. A menos que...

El escualo frunció el ceño.

—Entiendo que Kano no estuviera dispuesto a negociar, es lo más lógico. Pero entonces tendríais que haber acudido a alguien más. Escúchame, el viejo Shenfu estaba seguro de que había alguien de dentro implicado en los robos que ha estado sufriendo las últimas semanas. ¿Tiene Koe algo que ver en toda esta mierda, o es el cabrón de Reon? ... y, lo que más me interesa saber es ¿qué ganas tú de todo esto? no creo que seas de las que toma semejante riesgo por tan sólo unos cuantos pavos.
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#90
—Por ti, claro. Habrá sido entonces idea tuya eso de secuestrar a Koe para pedir rescate, ¿no? ¿Los títulos de propiedad de Baratie a cambio de su sobrina, sana y salva?

Kila chasqueó la lengua.

No lo digas como si fuese algo malo, joder —susurró, molesta—. No conoces a Katame. Cuando vio que mis ideas de conseguirlo de forma pacífica no funcionaban, iba a solucionarlo él. Llevarse el barco por la fuerza sin dejar cabos sueltos, ¿comprendes? Mi plan fue un mal menor necesario. —Como toda historia en la que uno estaba implicado, Kila contaba la versión que mejor le convenía.

No obstante, Kaido estaba cerca de la verdad. Muy cerca. No daba puntada sin hilo, aunque, llegado a cierto momento…

Qué va —negó con la cabeza—. Reon es un pelele —dijo, franca y directa—. Pero supe gracias a él que los títulos de propiedad los guardaba en una caja fuerte en la habitación de Koe, y me hice con sus llaves de la entrada al barco para hacerles una copia —le reveló, sin especificar cómo ni de qué manera lo había sabido y conseguido—. Con las llaves, mandé entonces a mi compañero a robar los títulos, pero el muy garrulo siempre se entretenía en la caja registradora y luego a la hora de la verdad le entraban los nervios. Decidí ir yo, pero casi me caza Shenfu. Volver a la noche siguiente era muy arriesgado, así que quise esperar unos días… Hasta que vi la oportunidad de infiltrarme con el puesto de trabajo que ofrecían.

Tomó aire. Poco a poco la historia se iba desenredando.

Iba a robar los títulos anoche, pero me olía algo raro contigo y decidí ser cauta —chasqueó la lengua, como arrepentida de haberlo sido—. Entonces, esta mañana, mi compañero me chiva que a Katame se le acabó la paciencia. Que le acaba de llegar el cargamento y que esta noche parte, con mi plan o con el suyo. Tú no parabas de entrar y salir en el jodido pasillo con Shenfu, así que al final tuve que optar por el segundo plan. Y eso es todo.

No, no lo era. No había respondido cuál era su objetivo en todo aquello. Si había algo más aparte del dinero. También omitido algunas partes, pero, por el momento, aquella era la historia con la que podría trabajar Kaido.

Lo siguiente fue encontrarme contigo y averiguar que mi compañero había muerto y que yo podría ser la próxima. Mierda, coño —le tembló la voz, y buscó con la mirada otra copa. Para su desgracia, ya había vaciado las dos.
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