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Pese al irreverente tono de voz del muchacho, el tabernero se mantenía tan calmo como antes. Apenas levantó siquiera la mirada de los vasos que estaba secando cuando le respondió:
—No es más que la alarma del toque de queda —El tabernero se encogió de hombros, con aquel tono de voz tan cansado—. Ya lo sabes: Llega la noche, y cualquiera que se encuentre fuera ahora mismo debe regresar a la seguridad de sus hogares; o, si están lejos de sus casas, solicitar la misericordia de un vecino. No tienes de qué preocuparte, chico, mañana podrás seguir con tus cosas de... ninja.
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Sin embargo, el genin sonrió ante la negativa. Se había despertado a la hora justa y exacta, que para eso había estado esperando tanto tiempo.
—Me temo que mis asuntos de ninja no los puedo posponer hasta mañana... A decir verdad, tengo muchas ganas de que me encuentren—. Carcajeó mientras se reacomodaba el fleco. —Si lo que está allá afuera quiere otra víctima, se la voy a dar, pero no será una presa fácil— Inmediatamente hizo un sello específico, produciendo una nube de humo que al esfumarse dejaría visible una réplica exacta del propio Yotsuki.
—Aunque sea una mínima información, me bastaría con que lograses ver algo. Vos vas a salir a terreno, pero trata de ser discreto y de que no parezca una trampa—. Se cruzó de brazos mientras le daba órdenes al clon de sombras.
—Si sí recabar información, si si ser discreto...— Refunfuñó la copia. Su personalidad causaba que le moslestase recibir órdenes incluso de sí mismo. —Aunque si me pasa algo el susto igual te lo vas a llevar vos—. El clon hizo una cadena de tres sellos, dio una improvisada voltereta al aire envolviéndose en una nube de humo de la misma melodramática manera en que lo hizo la primera vez que entró a la taberna, con la diferencia que al caer la persona en la que se había convertido era la vendedora a la que le había comprado el abrigo esa misma tarde. —Sólo espero que no me estorben más de lo debido— Volteó a ver al adulto presente.
Hasta ese punto, ambos habían conversado mientras ignoraban completamente al tabernero, pero el real sería el que retomaría el rumbo de la plática.
—Deje salir a mi otro yo, el podrá investigar sin mayores consecuencias, se lo aseguro— Comentó sonriendo con mucha confianza. —Yo la verdad desearía hablar más con usted... Y con su hijo a ser posible. Luego de la siesta de esta tarde no podría dormir aunque quisiera, además que la noche realmente es joven. Sé que dijo que la cocina estaba cerrada pero, ¿no me puede servir al menos un café?— Sonrió enseñando los dientes.
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La escena que se estaba reproduciendo frente a los ojos del tabernero era del todo surrealista. Primero Roga había hecho aparecer una especie de gemelo de sí mismo con el que mantuvo un corto intercambio de órdenes e indicaciones y después ese mismo gemelo se había transformado en la joven y dicharachera dependienta de Chis Chas. Literalmente congelado por la sorpresa, el tabernero no fue capaz ni encontró las fuerzas para detener sus intenciones.
Y no fue hasta que el shinobi volvió a dirigirse a él, que el pobre hombre no consiguió salir de su ensimismamiento.
—Eh... s... sí... Por supuesto —balbuceó, sacudiendo enérgicamente la cabeza. Entonces se giró y cogió una taza limpia para comenzar a preparar el café pedido—. ¿Es necesario que Komaru baje? Le he mandado a dormir hace unos minutos.
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—Si sucede algo trataré de recabar la mayor cantidad de información antes de desaparecer, ya me voy— El clon saldría entonces, esperando, irónicamente, que le encontrasen. La razón de la transformación era evitar levantar sospechas ante una cara extraña y llamativa como el propio Yotsuki, por lo que un local podría ser un cebo más familiar.
"¿Realmente ese es un clon mío?" Le parecía que su copia era demasiado contestona y melodramática. Pero volviendo con el tabernero, quedo sorprendido por otra cosa.
—¿Tan temprano?— El muchacho alzó una ceja. Si la sirena había anunciado el toque de queda, significaba que eran las ocho de la noche. Una hora muy joven para el gusto del Yotsuki. —Dudo mucho que se haya dormido tan rápido, y aunque así fuera igual no tomará demasiado tiempo— El genin prosiguió a sentarse en la mesa más cercana que tuviera. —Quiero cerciorarme de algo, que puede que sea algo o puede que sea nada. Pero prefiero no dejar nada a la especulación, así que necesito hablar de algunas cosas y ya luego si quiere que se vaya a dormir— Se reacomodó el fleco con una mano al rematar su frase.
"Puede que me equivoque al creer que el mocoso ha visto algo, pero no puedo descartar ninguna opción por inverosímil que sea." Quizá simplemente lo atacó por ser un extraño, quizá no. Lo cierto es que aunque no sacara nada, luego tenía más pendientes con el tabernero. "Además es una buena manera de continuar con la investigación mientras el kage bunshin inspecciona los alrededores de la ciudad." Se dijo a sí mismo.
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El tabernero dejó escapar un largo y tendido suspiro. Antes de responder, dejó a un lado el vaso y se secó las manos con aquel mismo trapo antes de tirarlo de cualquier manera sobre la encimera.
— Está bien. Pero que sea breve. No quiero meterle más fantasías en la cabeza. Es lo último que necesita.
El hombre abandonó la barra por un lateral y subió las escaleras. Regresó al cabo de pocos segundos, con el crío en pijama y ojos abiertos como platos. Era evidente que aún no se había dormido. Komaru se sentó junto a Roga, y el tabernero volvió tras la barra para seguir con su labor.
— Bien. Habla.
Mientras tanto, el clon de Roga (transformado adecuadamente en la dependienta de Chis Chas, abandonó la taberna. Como una nefasta premonición, el frío de Yukio volvió a envolverle en cuanto abandonó la calidez y seguridad del local, y el muchacho se encontró, una vez más, en la ya conocida plaza.
Silencio. Eso fue todo lo que escuchó por el momento. No había ni un alma en la calle. Seguramente, y ante la llamada de la alarma, todos habían corrido a resguardarse en la seguridad de sus hogares en cuanto llegó la hora del toque de queda.
¿Y ahora? ¿Qué haría? ¿Dónde iría?
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"¿Fantasías?" El Yotsuki enarcó una ceja. ¿A qué se estaba refiriendo el tabernero con esa palabra? Quizás las respuestas estaban en el chiquillo envalentonado que tenía en frente. Quizás las imaginaciones de Komaru no fuesen del todo tan descabelladas, por lo que debía intentar rascar incluso en el más inverosímil de los rumores. En cuanto tuvo al niño enfrente, el Yotsuki se permitió relajarse pues sabía que hablar con alguien más cercano a su edad requeriría otras palabras.
—Cuando llegué aquí lo primero que hiciste fue llamarse monstruo. ¿Qué demonios te hizo pensar eso?— La pregunta tenía un fin claro: Descubrir porque el chico tenía sus sospechas. ¿Lo habría visto al transformarse cuando llegó al pueblo? El propio genin se había cerciorado de que nadie lo hubiese visto. ¿Entonces porqué? Sus acciones debían tener una base, y esa base era la que necesitaba descifrar. Quizá entre el escepticismo de los adultos, la credulidad de ese niño podía ser una pequeña clave. —¿Tú has visto algo?— Esa pregunta iba mucho más clara.
Soledad y frío. No podía decir que no lo esperaba, pues el miedo a ser arrastrado hasta una muerte a la nada podía calarle hasta los huesos a quién sea. Aunque claro, para aquel simple clon, perder la vida era una de las últimas cosas de las que debía preocuparse.
No se trataba de buscar, sino de que lo encontraran.
Su objetivo era llegar hasta las periferias del pueblo, por lo que realmente no tenía una ruta fija más allá de avanzar en la dirección contraria de la que vino con el fin de llegar a los lindes y salir del pueblo. Como si realmente fuese un insensato que buscaba salir de la poca o nula seguridad de Yukio hasta las fauces de la bestia. Si le era viable, quizá incluso optaría por salir de la ciudad e intentar indagar un poco en las faldas de las montañas.
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Komaru, sentado sobre el taburete que lo aupaba a la barra, balanceó sus piernecitas en el aire. Tan pequeño era que no llegaba al suelo.
— ¡Es obvio! —respondió a la primera pregunta de Roga—. Todo el mundo sabe que son los monstruos los que se llevan a la gente por la noche, ¿acaso no te lo han dicho nunca? ¡Y tú no eres de aquí, así que tienes que ser el monstruo!
— Komaru... —le reprendió el tabernero.
Pero, ante la segunda pregunta, el chiquillo bajó la cabeza. Miró de reojo a su padre, después volvió a mirar de reojo a Roga, y finalmente dirigió sus ojos al suelo.
— Bueno... yo lo dije, pero nadie me cree... —balbuceó, con un hilo de voz.
La dependienta de Chis Chas decidió encaminarse hacia la periferia de Yukio, al norte, siguiendo a contracorriente el curso del río que atravesaba el pueblo. No encontró a nadie por el camino, pero sí que hubo algo que llamó su atención y refulgía bajo la luz de la luna que comenzaba a asomar entre las montañas. Un rastro en la nieve, de casi un metro de ancho, uniforme y alargado; que se dirigía aún más hacia el norte, hacia las laderas de las montañas de la Cordillera de Tsukima. Pero, lo que de verdad llamaba la atención en aquel manto blanco, eran aquellas manchas brillantes y carmesíes.
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—¿Entonces tu plan era agarrar a palazos a todos los turistas que llegasen a Yukio?— Alzó una ceja. "Hombre, si, que este mocoso tendrá unos cuantos años menos que yo pero ya podría estar menos malcriado." Por lo menos admiraba que fuese valiente, aunque como aprendió a la mala: no basta con ser valiente sino también fuerte. Aunque más pronto que tarde el padre del muchacho procedió a acallarlo. La respuesta a la segunda pregunta fue lo que llamó su atención, siendo quizá una pista que todos los demás adultos probablemente descartaron en su momento.
El genin chasqueó la lengua y luego sonrió al ver al niño. Se estiró un poco hacia adelante, apoyó ambos brazos en la mesa y recostó su mentón en ellos para estar un poco más cerca de Komaru.
—Es una mierda que loas adultos no te tomen en cuenta, ¿eh?— Dijo con tono cómplice en voz baja para que el tabernero no oyese. Entendía perfectamente lo que era ser subestimado por la edad, pues en todo ese viaje había tenido que cambiar de rostro para que siquiera se dignasen a prestarle atención. ¡Durante toda la maldita misión! No podía reprocharle nada, entendía a la perfección.
El Yotsuki recuperó la postura habitual y se recostó en el respaldo de su silla, cruzándose de brazos.
—Pero ahora tienes que contármelo a mí. Repítelo y dímelo— Su mirada se desvió de reojo al cantinero por un instante. Se notaba que el niño se cohibía por la presión de su padre, pero necesitaba que el niño soltase aquella posible información al respecto. Hacía ya mucho tiempo aprendió que puede haber verdad en las cosas más inverosímiles.
Ella caminaba entre la nieve, esperando no aburrirse demasiado caminando sin rumbo fijo. Sin embargo no iba a tener tiempo para perderlo, ya que en medio de su patrullaje divisó un rastro al cual se le añadía un preocupante rojo sangre en él.
—Verga— Probablemente la real nunca soltaría una palabrota como esa, pero en ese momento no existía una expresión más adecuada para soltar la frustración.
"El tabernero dijo que no había habido más víctimas en esta semana..." Hasta ahora.
Apretó los puños y también los dientes. ¿Iba a suceder una desgracia estando él presente? Le ardía el pecho de sólo imaginárselo. "Lobo no está aquí, y si mando otro clon de regreso a la posada para avisarle me quedaré sin un chakra que quizá necesite usar luego. ¡La puta madre!" Sacudió la cabeza, se reacomodó el abrigo y aceleró un poco el paso para seguir el rastro. Intentar correr no haría mucha diferencia, sólo se cansaría de forma innecesaria. No llegaba a trotar, pero debía seguir ese rastro a toda costa. "Nadie sale después del toque de queda, por lo que quizá sucedió antes de que dieran las ocho... Aunque sean unas gotas, no debo tomarlo a la ligera." Avanzaba con la guardia en alto, intentado a su vez notar si algo cambiaba en el rastro. Su misión era proteger a esas personas, no podía permitir que nadie más resultase lastimado. Era SU responsabilidad.
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— Aquí no ha venido nadie desde que el monstruo comenzó a llevarse gente. ¡Así que era seguro que tú eras ese monstruo! —clamó el crío. Y era más que probable que siguiera pensándolo...
Pero Roga instó al muchacho a hablar sobre lo que había visto. Y el chiquillo, después de agachar la mirada y mirar a su padre con timidez una última vez, comenzó a hacerlo:
— Fue hace una semana... Yo ya me iba a ir a dormir, pero cuando miré por la ventana lo vi. Caminaba como una persona pero era algo grande, más grande que papá y estaba lleno de pelo. Me dio mucho miedo y grité...
— No fue más que una pesadilla, Komaru...
— ¡Estaba despierto! ¿Lo ves? ¡Nadie me cree! ¡Nadie cree lo que digo!
La dependienta de Chis Chas decidió seguir el rastro y la sangre. Aceleró el paso sin llegar a correr, siempre atenta a su alrededor y fue acercándose más y más a las laderas de las montañas. A cada paso que daba, la sensación de que había algo observándola desde las sombras se acrecentaba cada vez más. Podía sentirlo en la nuca, clavado en su espalda. Había algo siguiéndola.
Entonces, cuando el terreno comenzó a ascender, vio un bulto tirado sobre la nieve y bañado por la luz de la luna llena. Parecía que el rastro terminaba allí. Y no eran simples gotitas lo que bañaba la nieve. El bulto estaba tirado sobre un auténtico charco.
¿Qué haría entonces?
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—Señor— Su mirada afilada pasó hasta el tabernero. —Le suplico con todo respeto que por favor no interrumpa mi interrogatorio— Pese a que su tono de voz era amable, su mirada dictaba una amenaza. —Si usted sigue interfiriendo complica mi trabajo y necesito que Komaru deje de cohibirse— Sentenció.
Luego suspiró y cambió a una mirada más relajada para continuar hablando con el niño.
—¿Era peludo? ¿Como un oso?— Hace mucho tiempo, habría desechado sus palabras con un claro escepticismo. Pero luego de tantas experiencias, ya casi podía tragarse cualquier cosa. Eso sí, con cuidado y análisis. Tenía en su cabeza aún guardadas las fotografías mostradas por el doctor Shi y al ver que iba hilando con las descripciones del niño, debía hacer un análisis lo más lógico posible para descartar a un posible animal salvaje cualquiera. —¿De que color era? Cuéntame algún otro detalle que recuerdes, como su cara o sus patas— le exhortó.
Llámenlo instinto o lo que fuese, pero podía sentirlo en las carnes. Esa sensación de no estar solo y que algo le observaba. No podía ignorarlo, pero tampoco ir directo a buscarlo. "Algo me está acechando... ¿Está esperando un momento para lanzarse contra mí?" Pero debía mantener el temple, pues cabía la posibilidad de que alguien más corriese peligro. Es así, que siguió avanzando hasta llegar a la cuesta de las montañas.
Entonces llegó a algo que se temía, al punto que abrió los ojos como platos. "No..." Corrió hasta dónde estaba la chorreadera de sangre, rogando a Amenokami que no fuese demasiado tarde.
—¡Hey! ¡HEY!— Se acercaría para ver y darle la vuelta.
¿Sería una persona herida? ¿Estaría aún viva? Ahora iba a comprobarlo. Aún no se había olvidado de su investigación, pero eso pasaba a segundo plano. La prioridad ahora era evitar más víctimas por sobre todas las cosas, más aún a sabiendas que algo le estaba pisando los talones.
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El tabernero no pudo menos que fruncir los labios ante la réplica del shinobi.
— ¿Interrogatorio? ¡Es sólo un niño, por el amor de la Yukiona! En fin... Disculpe, shinobi —dijo, aunque era más que evidente que no le hacía ninguna gracia que un mocoso extraño como aquel le dictara las órdenes. ¿Pero acaso podía replicar al respecto? Después de todo, era el ninja al que habían enviado a resolver el problema de su amada ciudad.
— Pues... no lo sé... Estaba oscuro, y sólo lo veía cuando pasaba cerca de las farolas. ¡Pero era muy grande y peludo! ¡Eso seguro! —reiteró el chiquillo, a la desesperada. Parecía tener miedo de que si no sabía responder a las preguntas, Roga, el único que le había creído hasta el momento dejaría de hacerlo.
Con el corazón en un puño, la réplica de Roga se acercó a toda prisa adonde se encontraba aquel bulto, tirado en la nieve sobre el charco de sangre. Y lo que vio sería para quitarle el aliento a cualquiera. Fue como mirarse a un espejo: se vio a sí misma, a la dependienta de Chis Chas, indudablemente muerta, con los ojos mirando al infinito en un gesto congelado para siempre por el terror. Su torso, abierto en canal, era incapaz de contener la sangre y las vísceras donde debían estar.
Roga escuchó un rugido mezclado con un gruñido justo antes de que algo enorme, lleno de pelo y con una fuerza sobrehumana se le echara encima. Algo muy afilado se clavó en su cuello y en su costado justo antes de desaparecer en una nube de humo.
Y los ecos de los recuerdos del Kage Bunshin regresaron al original, encerrado en la taberna.
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24/01/2020, 01:34
(Última modificación: 24/01/2020, 05:34 por King Roga. Editado 3 veces en total.)
El genin suspiró de decepción, pero la información del pequeño niño no era del todo inútil. "Si no podía distinguir el color en la oscuridad, cómo mínimo es negra o café... ¿Pero qué clase de bestia será? Al final del día voy a resultar siendo el shinobi que finalmente descubrió a pie grande." Se burló, sin saber lo que estaba por acaecer.
—Así que se metió al pueblo, ¿eh? Ent-
De repente se frenó en su hablar, recibiendo toda las memorias de su otro yo. Era la primera vez que recibía algo de forma tan brusca, por lo que se quedó con la boca entreabierta y los ojos fijos al frente, aunque no estaba viendo nada, sino visualizando las últimas visiones del clon de sombras. Por reflejo, sacudió la cabeza y se llevó la mano al cuello, pero rápidamente trató de recuperar la compostura para no darle una mala impresión al niño.
—¿Sabes qué? Olvídalo. Pero gracias de todos modos por contarme esto— Sonrió amablemente antes de observar al tabernero. —Su hijo me ha ayudado bastante, creo que ya puede irse a la cama— Su tono era sereno, ¿a que se debía ese cambio de actitud altiva a docilidad? —Ahora creo que nosotros tendremos que hablar a solas— Terminó por agregar.
Esperaría entonces, a que el tabernero despachase de nuevo a su habitación a Komaru. Cuando eso sucediese, cuando supiese que se había ido, su sonrisa desaparecería y su rostro se tornaría sombrío. Observaría al tabernero de reojo, y sólo entonces le dirigiría la palabra.
—Ha desaparecido otra persona— Serio y tajante, como la guillotina al cuello del condenado. —La misma chica en la que se transformó mi otro yo, ella.
Se llevaría un dedo a los labios luego de pronunciar aquello, como si no quisiese que el tabernero le contestase o alzase la voz. Su mente quería procesar la información, pero su corazón estaba dolido. Por fuera, tenía que mantener aquel temple férreo e inamovible del cual muchos shinobi de Amegakure se enorgullecían. Si él demostraba impotencia, ¿qué esperanza podría darles a las personas de Yukio? Se sentía furioso consigo mismo, porque estando él presente había ocurrido un nuevo incidente. Ahora, le tocaría cargar con eso, porque él prometió ayudarlos y no pudo ni siquiera evitar que se llevaran a aquella joven.
—Ahora mismo no puedo revelar más sobre mi investigación, pero no me equivoco en decir que las probabilidades de encontrar al resto de los desaparecidos con vida... se han esfumado—. El genin se mantenía estoico en lo más posible. Si hablaba de más, podría alterar al tabernero y lo último que necesitaba era que esparciera rumores. Sería sincero y diría lo que necesitaban escuchar. —Hay una pregunta que no le hice esta mañana, y es que cuando usted me mencionó que se estaban llevando a una persona cada semana, no me mencionó las fechas exactas. Por tanto, ahora necesito que me cuente que días desapareció cada uno—. Exigió saber.
Si bien no era muy conocedor del norte, los rumores sobre la peligrosidad de la Cordillera Tsukima no eran tan desconocidos. Dada la lejanía y que la mayoría de personas jamás se atreverían a cruzar ese sitio, era normal que no diesen con los cuerpos. Incluso de día era un riesgo al que no podía exponer a la gente. ¿Acaso la dependienta se había saltado el toque de queda? Empezaba a creer que esa medida al final de cuentas había sido fútil. Sin embargo, ahora tenía muchas cosas más claras. El monstruo del que había hablado Komaru, era jodidamente real. Ahora sabía también a qué sitio debía ir a buscarlo, sólo necesitaba fijar una hora y un día para dar por iniciada la cacería.
—También, esta tarde lo vi hablar con un grupo de lugareños. Imagino que tienen una junta coordinada de vecinos y algo, ¿no? Pues bien, recomiendo que no salgan de la ciudad incluso en las horas diurnas, al menos hasta que yo termine mis investigaciones ya que podrían entorpecer mi trabajo— Y por entorpecer se refería a morir de una forma absurda por ir al bosque donde serían una presa fácil sin que él pudiese vigilarlos. —Comuníqueles mi petición por favor— Hizo una pequeña reverencia con la cabeza. —Luego de eso podrán preocuparse por los otros animales que puedan rondar por aquí, que no me atañe. Sólo les pido que colaboren hasta entonces— Remató.
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—Shinobi, ¿está bien? —preguntó el tabernero, al ser consciente de la súbita palidez en el rostro de Rōga.
El chiquillo se inclinó hacia él, preocupado, pero de un momento a otro, el shinobi de Amegakure sacudió la cabeza y se llevó una mano al cuello.
—Si estás seguro... Komaru, vuelve a tu cuarto, anda.
El chiquillo infló los carrillos, a punto de protestar, pero terminó por bajarse del taburete de un salto y empezó a subir las escaleras de madera, arrastrando los pies.
Fue entonces cuando Rōga pronunció aquellas funestas palabras: Alguien más del pueblo había desaparecido. El vaso de cristal terminó resbalando de las manos del tabernero y se estrelló contra el suelo con estruendo de cristales rotos.
—¡Mierda! ¿Hikari? ¿La... La dependienta de Chis Chas? —susurró—. Joder... ¡Joder! Mira que se lo estábamos diciendo: Que dejara de hacer horas extras. Que no era seguro estos días. ¡Que algún día le pasaría factura! ¡Y ella sin escucharnos! Maldita sea...
El hombre respiró hondo varias veces, visiblemente afectado. Se había apoyado la mano en la frente y cerrado los ojos, pero cuando Rōga habló, no tuvo reparos en responder:
—Si te digo la verdad, chico, no parece haber un patrón claro. Sólo sabemos que desaparece una persona cada siete días aproximadamente, pero puede adelantarse o retrasarse uno o dos días.
»Bien. Avisaré al resto de la aldea. Por favor, Rōga-san... Por favor. Acaba con esto. Acaba con este horror. No sólo por mí. Por Komaru. Y por el resto de Yukio. Sálvanos.
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"Así que ese era su nombre..." El genin se puso de pie y se puso enfrente del tabernero, le observó a los ojos. Vio en él esa misma desesperación, que la del hombre que había huido de su pueblo. Y entonces, jamás en la vida se había sentido tan decidido y tan convencido. Aún habiendo visto cara a cara el horror y sentir lo que pudo haber sido su propia muerte, no tenía miedo. La había encarado ya tantas veces, en el sentido figurado y en el literal también. Más, no planeaba darle un consuelo de palabras a aquel hombre, que ese no era el estilo de Lobo. Él, iba a darle HECHOS y finalmente detener aquella carnicería.
—Así lo haré— Contestó con convicción mientras se cruzaba de brazos.
Él debía ser fuerte, por aquellos que no podían. Él era ahora la esperanza encarnada de esa gente y por tanto debía cumplir su palabra. Su confianza nunca se fue, pero ahora se había tornado en algo completamente personal, ya no era por la misión, sino por su propia voluntad de traerles tranquilidad a esas personas. Debía soportar y cargar con las lágrimas de esa gente, para que ellos ya no tuvieran que llorar más. Si algún día aspiraba a proteger a la gente de Amegakure, debía poder cargar con las alegrías y tristezas de los demás. Eso era lo que significaba ser líder.
—Sé que es muy duro, pero aún así necesitaré un poco más de su colaboración. Si el día de mañana pudiese conseguir una carpa o demás utensilios de acampada se lo agradecería— Hizo una leve reverencia. —De aquí en adelante, descansaré por las mañanas y patrullaré cada maldita noche de ser necesario, por ello necesito el equipo que le he solicitado— Añadió. —Mañana temprano tendré que ir a ver nuevamente al médico y espero que me tengan listo lo que le solicité—. Su voz sonaba severa, pero en un último segundo se permitió sonreír con algo de tristeza. —Confie en mí— Rompió su postura. —Iré a mi habitación, con su permiso, me retiro— Se despidió.
Si nada le interrumpía, subiría a su cuarto y cerraría la puerta tras de sí, para luego recostarse y dejarse caer lentamente hasta quedar sentado. Acomodaría los brazos y hundiría el rostro por sobre sus rodillas. "Por eso deseaba saber quién salía de noche... De haberlo sabido la hubiese suplantado." Quizá, y sólo quizá así aún estaría viva. Ahora, tenía más conocimiento, pero seguía faltando algo.
"Tengo el que." Algo que no era un simple humano o animal. "Tengo el como." Muerte a sangre fría, por puro deseo asesino. "Tengo el cuando." Una víctima, una cada semana. "Pero aún no tengo el porqué..." No mataba por comida, no había demasiada relación entre el muchacho, el borracho, la hija del tabernero y la vendedora. ¿Por qué se estaban sucediendo estos hechos? "Solo me queda un último misterio." Y esperaba que quizá el médico le diese una última pista.
Alzaría la cabeza y se dispondría a caminar lentamente para tumbarse en la cama, pero en algún momento se frenó, observando la bolsa donde la joven le había empacado aquel abrigo esa misma tarde. "Hikari, así se llamaba..." El genin sacó el abrigo blanco, arqueó las cejas y se le quedó viendo. Era una muchacha alegre, era animada y de buena labia como vendedora. Sonreía y le gustaba su trabajo. Finalmente lo acercó a sí y lo abrazó .
Se juró a si mismo, que esa sería la última noche. Luego de eso, intentaría dormir hasta la madrugada.
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Rōga, lleno de determinación, le prometió y juró al tabernero que lo haría, y el pobre hombre se agarró a esa promesa como a un clavo ardiendo. ¿Qué otra alternativa tenían? ¿Esperar a que aquel monstruo, fuera lo que fuera, fuera eliminándolos uno a uno sin ninguna posibilidad de defenderse por sí mismo? ¿O quizás tomar las antorchas y las horcas y salir a una caza suicida? No... por mucho que le pesase, en aquellos momentos sólo le quedaba confiar en aquel muchacho y en sus habilidades shinobi.
—S... sí. Tengo un equipo de cuando salía a cazar con los chicos, por lo que no habrá problema con ello. Te lo dejaré preparado y mañana a primera hora lo tendrás sobre esta misma barra esperándote.
Con todo dicho, Rōga se retiró de forma definitiva a su habitación. Sentado en su cama, y mientras meditaba en todo lo que había vivido hasta el momento, un aullido de lobo ascendió hasta el cielo, llamando a la luna.
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