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Después de algo más de media hora de caminata los muchachos avistaron, a un lado del sendero, el primer santuario. Para cuando llegaron junto a la humilde construcción en honor a alguna deidad favorable con los viajeros, Ralexion y Ritsuko ya estaban calado hasta los huesos; probablemente había sido una mala elección el rechazar cubrirse de la lluvia, que les había empapado sin piedad. Eso, junto al viento frío de Invierno, provocó que ambos empezaran a tiritar incontroladamente y a encontrarse realmente mal. Su resistencia a los elementos —y, en general, a todo lo que fuese una agresión para sus menudos cuerpos de genin— no era precisamente elevada. Aquel tembleque y malestar provocado por un incipiente resfriado les haría la misión mucho más complicada.
Al examinar más de cerca el santuario pudieron identificar sin ningún género de dudas que se trataba de una pequeña y humilde construcción que encajaba totalmente con el estilo arquitectónico religioso de Mori no Kuni. Al contrario que los lugares de culto de otros países, que se construían con grandes dimensiones y caros materiales para asombrar al espectador, allí los jinja eran de reducido tamaño y buscaban fundirse con el paisaje, no dominarlo.
El santuario se encontraba, sin embargo, en visible mal estado. Las tejas del tejado habían sido arrancadas casi por completo, y los tablones de madera de la parte interior se habían podrido debido a la incesante lluvia. Además, el letrero que colgaba sobre el espacio para ofrendas había sido arrancado y partido en dos.
No parecía haber ninguno de los monjes por los alrededores, pero los chicos si vieron que les habían dejado junto al santuario los materiales y herramientas necesarios para el trabajo en varias cajas de madera cubiertas por un improvisado toldo de tela. Dos martillos, dos serruchos y una caja con varios clavos, un bote de tinta negra y un pincel grande. Varios tablones de madera de distinto tamaño y grosor, y una caja con varias hileras de tejas.
El joven no tenía ningún problema con la lluvia, pero el viento se trataba de un pájaro de otro cantar. Tras poco menos de unos quince minutos de incesante desagrado, el Uchiha comenzó a sentir como su organismo se iba viendo afectado por el resfriado en estado de incubación.
Estornudó repetidas veces y eventualmente se cruzó de brazos, más por sentirse algo protegido del azote de la naturaleza que por otro motivo. No medió palabra alguna, se aseguró de mantener el rostro lo más impávido posible a pesar de su precaria situación y siguió adelante. No quería oír ningún "te lo dije".
Casi suspiró de alivio al ver el primer templo en el horizonte. Sabía que no encontraría ningún tipo de cobijo en él pero al menos podía comenzar a trabajar y tratar de distraer la mente. El trío se detuvo frente a la pequeña edificación y Ralexion echó un vistazo a los daños. «Alguien se ha puesto las botas con esto, pobre santuario...», se dijo, apenado. No era especialmente religioso, pero no alcanzaba a comprender los motivos por los que alguien se podría dedicar sistemáticamente a mancillar pequeños monumentos como ese, que no le hacían daño a nadie.
Acto seguido reparó en el toldo. El pelinegro se aproximó a las herramientas, que habían sido mejor resguardadas que su propia persona.
—Manos a la obra... —afirmó tratando de ocultar que les chasqueaban los dientes debido a que tiritaba— Tenemos que reemplazar los tablones, las tejas y hacer un cartel nuevo. ¿Qué tarea queréis cada una? A mí me es indiferente... pero démonos prisa, por favor.
Tardaron bastante poco en llegar al primer santuario, una suerte que los guías supieran orientarse perfectamente y no dependieran de la orientación de la pelirroja o de lo contrario todavía seguirían dentro de la aldea.
Tristemente, la lluvia ya los había calado a aquellos dos que no tenían abrigo y si a eso le sumamos el frío viento, era obvio que terminarían enfermando.
Así es como Ritsuko aparte de estar temblando de forma descontrolada, comenzó a moquear y estornudar como cualquiera con un resfriado que —al finalizar el día— probablemente empeoraría.
De cualquier manera, lo importante era reparar el santuario que estaba en pésimas condiciones, por no decir que ya ni siquiera se podía considerar como otra cosa que un montón de basura.
Ralexion se les adelantó y enlistó las tareas que tenían disponibles.
—¿No sería mejor reemplazar los tablones primero antes de intentar con el tejado —preguntó tímidamente a cierta distancia de sus compañeros.
El razonamiento de la kunoichi la hizo pensar en la posibilidad de que la estructura seguramente se derrumbaría si intentaban ponerse a reparar el tejado sin antes reemplazar los tablones podridos.
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Seguía lloviendo a cántaros mientras los muchachos decidían cómo acometer la primera de las reformas ante la mirada embobada de Rika, que parecía haber perdido el conocimiento aun manteniéndose en pie. Por desgracia para los muchachos era la única que había tomado la sabia decisión de cubrirse de la lluvia, y por tanto la que estaba en mejor estado físico.
Su pérdida iba, probablemente, a suponer una desventaja mayor.
—Sí, Ritsuko, tan solo las estaba enumerando —le respondió tras girarse hacia las dos— El caso es que si nos repartimos el trabajo el proceso resultará más eficiente...
Entonces se percató de la mirada tan carente de su compañera Rika. Extrañado, el Uchiha se aproximó a ella con lentitud. La observó de cerca, percatándose de que la joven tenía la mirada perdida y no reaccionaba a ningún tipo de estímulo, ni siquiera parecía consciente de la presencia de Ralexion. Para confirmar sus sospechas el pelinegro meneó su mano extendida frente a los ojos de la muchacha. No pasó nada.
—¿Rika-san...? —articuló, preocupado.
Se dirigió entonces a Ritsuko.
—¡Ritsuko, algo le pasa a Rika! Es como que las luces están encendidas pero no hay nadie en casa...
No respondió a Ralexion con palabras, bajó la mirada y asintió algo apenada y por poco hasta disculpas pide.
Pero Rika pasó a ser el centro de atención, no estaba aportando nada, no hablaba ni se movía y pronto el Uchiha se percató de ello y pasó a preocuparse hasta el punto en que le dedicó un grito a la pelirroja pero ella poco podría hacer, no tiene conocimientos médicos de ningún tipo. Aunque las palabras del contrario le llamaron un poco la atención.
—¿Cómo? —pronto comenzó a caminar rodeando a la Sarutobi algo extrañada, para comprobar lo dicho por el shinobi.
«¿No será…? »En algún momento había visto algo así, pero no sabía a ciencia cierta si funcionaría o no, después de todo, ella tampoco es una maestra o algo así en lo que a genjutsu respecta así que cabía la posibilidad de que incluso de intentarlo fuese incapaz de liberar a Rika por medios pacíficos.
La de ojos blancos se acomodó el abrigo de Ralexion debajo del brazo y realizó un sello para luego posó una mano sobre el hombro de su compañera.
—Kai… —murmuró más para sí misma.
Tenía la esperanza de que la Sarutobi estuviese en un genjutsu algo débil y pudiera liberarla de esa manera, o de lo contrario ya no sabría lo que hacer.
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Nada ocurrió. Rika seguía ensimismada en sus propios pensamientos, e incluso un hilillo de baba translúcida había empezado a caerle por la comisura de sus labios entreabiertos.
Ralexion no sabía una pizca sobre Genjutsu pero le habían explicado las bases del asunto en el cursillo acelerado que le obligaron a superar en Kusagakure en tal de permitir que se uniese al cuerpo de ninjas de la villa. Ergo, supo lo que Ritsuko pretendía, y ahora que caía en la cuenta, sí, no resultaba tan descabellado. Sin embargo y no obstante, o lo que le pasaba a Rika no estaba relacionado con técnicas ilusorias, o la capacidad con el Kai de la pelirroja era insuficiente, puesto que la pelinegra-verde no mostró señales de mejoría.
—¿Esto no es normal, verdad...? —cuestionó, poniendo sobre la mesa lo obvio, pero sin saber muy bien qué hacer— ¿Crees que le ha ocurrido algo sin que nos diésemos cuenta, o tiene algún tipo de enfermedad que no conocemos...?
Se sentía verdaderamente preocupado por el bienestar de la Sarutobi. Daba la impresión de que la pobre había sufrido algún tipo de colapso mental. Carente de conocimientos médicos, el Uchiha no podía elaborar un diagnóstico más seguro.
—Ritsuko, voy a llevarme a Rika-san de vuelta a la aldea, al hospital. Tú comienza a arreglar el santuario, pero incluso aunque termines con la tarea no te muevas de aquí, ¿ENTENDIDO? Volveré en cuanto sea posible.
Se puso a la vera de Rika y pasó su brazo derecho sobre los hombros de la joven, para ayudarla a caminar y dirigir sus pasos. Si la muchacha ni siquiera se encontraba en condiciones de moverse por sí misma, sin embargo, cargaría con ella. Afortunadamente, Kusa no quedaba lejos...
—¡Y ponte mi capa o pillarás una pulmonía, idiota! —le gritó a Ritsuko cuando ya se había alejado un par de metros.
El intento de la pelirroja de liberar a su compañera de un posible genjutsu no dio resultado, y hasta pareció que le había empeorado porque un hilo de baba se le podía ver por la comisura de los labios. «Ay no »pensó algo asustada y sin saber qué hacer para remediar lo que hizo, más que pasarle la mano por la cara para limpiarle la saliva.
—No, o es un genjutsu muy fuerte para mí o ni siquiera es un genjutsu —explicó rápidamente haciéndose a un lado.
En momentos así no podía hacer otra cosa que echarse la culpa al no ser muy buena con esa disciplina, pero por lo menos lo había intentado. Y lo peor le vendría tan pronto como Ralexion volviese a hablar.
El chico estaba más que dispuesto a llevarse a la Sarutobi, así tenga que cargar con ello y era probablemente demasiado incluso para él, aunque por lo menos, estar en contacto directo con la chica le ayudaría a recuperar algo de calor corporal y si la llevaba sobre la espalda también lo cubriría del agua en mayor medida.
De paso, el chico se dio el lujito de regañar a la pelirroja que le miró, con ojos llorosos y manos temblorosas, como cualquier niño al recibir una reprimenda.
—Aprovecha y búscate otro abrigo, o tráeme uno de mi casa —dijo alzando un poco la voz para que le escuchara—. ¡La llave está debajo de la piedra grande al lado de la puerta!
Curioso lugar para esconder una llave, ¿no?
Sin más que hacer o decir, la pelirroja se puso la capa y ya no le quedaba mucho más por hacer que ponerse a trabajar, reparando primero los tablones aunque primero prefería hacer una rápida revisión de las herramientas y materiales que tenía disponibles. No vaya a ser que corte algo que luego no podrá acomodar como le gustaría por falta de algún elemento.
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Afortunadamente para Ralexion —que ni de lejos tenía la forma física suficiente para cargar a su compañera todo el camino hasta Kusagakure— Rika pareció reaccionar cuando le tiró del brazo, y se limitó a seguir allá donde él la dirigiese como un automáta. Sin abandonar en ningún momento su actitud ida y aquella cara difícil de describir con la baba colgando y la boca entreabierta. Aun así, tardaría al menos una hora y media en llevar a la muchacha a un hospital y volver.
Si Ritsuko revisaba las cajas de madera que había junto al santuario —cubiertas con una lona para proteger los materiales y herramientas de la incesante lluvia— vería todo lo anteriormente descrito. Era suficiente para hacer las reparaciones que requería el santuario, y por fortuna la kunoichi no era del todo una inútil en lo que a destreza manual se refería. Había tablones del tamaño y condición perfecta para sustituir con ellos los de la parte interior. Además encontraría varias tejas para el tejado, y un rectángulo de madera con el que poder hacer un nuevo letrero.
En su contra jugaban varios factores. El primero, que tendría que hacer todo aquello sola y probablemente no sería fácil. El segundo, que empezaba a encontrarse realmente mal debido al incipiente resfriado; las manos le temblaban, notaba la cabeza embotada y estaba algo mareada. Cubrirse con la capa a destiempo poco arreglaría a esas alturas.
A lo largo de la travesía el kusajin le echó alguna que otra mirada a su compañera, pero su expresión no varió. El muchacho acalló sus preocupaciones con la seguridad de que los médicos sabrían ocuparse de ella tan pronto la llevase hasta la aldea.
Tras explicarle a los doctores lo poco que conocía sobre la situación, la Sarutobi quedó en manos de los especialistas. Por su parte, él tenía trabajo que hacer, ergo, no perdió el tiempo y se puso en marcha tan pronto resultó obvio que ya no podía hacer nada por la muchacha.
Ritsuko le había ofrecido tomar un abrigo de su casa, incluso le había indicado dónde podía dar con una llave que le permitiría acceso a su hogar, pero Ralexion no conocía demasiado el lugar y la pelirroja, olvidadiza como ella sola, no le había revelado el sitio donde guardaba sus ropajes. Sin deseos de perder el tiempo rebuscando en un ambiente privado que no era suyo, el genin se limitó a llevar a cabo una breve escala en su hogar para cambiar sus empapadas prendas por unas secas —se puso una camiseta de manga larga y color azul marino con unos pantalones largos de color negro, tomó un par de sandalias nuevas y dejó su portador de objetos donde siempre, finalmente se echó una capa de color blanco encima de todo lo anteriormente mencionado—.
Así pues, emprendió el camino de vuelta a buen paso. Se notaba claramente enfermo, pero al menos ahora podía disfrutar de la calor y comodidad de unos ropajes no empapados y una capa que le protegía de las inclemencias del temporal como dios manda. Ya tosía de vez en cuando, y sentía cómo los mocos se iban acumulando en su nariz. No solo eso, también se sentía claramente mareado. «Vaya un día de mierda... pero voy a tener que apretar los dientes y completar la misión. Después de eso puedo pasarme un par de días en cama hasta que me mejore y ya está. Espero que Raiden me perdone los entrenamientos teniendo en cuenta que he enfermado durante una misión...».
Podría haber corrido, pero optó por no hacerlo; bastante mal se encontraba ya.
Al llegar al reencuentro de Ritsuko, se pondría a ayudarla en caso de que su compañera no hubiera finalizado ya los arreglos del primer santuario.
Herramientas las había en todas las formas y tamaños, principalmente eran las que uno usaría para reparar una estructura de madera como lo era ese santuario así que no podría quejarse de nada. Salvo por la intensa moquera con la que se veía obligada a lidiar.
Así que solo le quedaba empezar a trabajar. ¿Por dónde? Por deshacerse de todas las tejas destruidas del techo en un intento por desarmarlo completamente para poder reparar los tablones laterales. De lo contrario si se ponía a reemplazarlos con el techo encima se le podría caer y nadie quiere eso, salvo algún alma vengativa o una mala persona. Había tomado un martillo para dicha tarea, usando la parte trasera.
Luego de desarmar toda la estructura ya se podría poner a clavar los tablones para reemplazar los destruidos y podridos.
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Ritsuko retiró las tejas rotas que cubrían la parte superior del santuario, amontonándolas junto al mismo. Luego, con ayuda del pesado martillo, retiró por completo todos los tablones podridos. Solo aquello ya le llevó un buen rato, pero dado que su compañero Ralexion parecía haberse entretenido en —efectivamente— coger algo de abrigo para ambos, todavía tendría que apañárselas sola.
Luego tomó los tablones de madera que se ajustaban al largo y ancho de la parte trasera del santuario y los colocó con cuidado. Rebuscando entre las cajas de herramientas y materiales halló una cajita pequeña repleta de clavos. Con ayuda, una vez más, de su fiel martillo fue claveteando los tablones con más o menos destreza.
Cuando terminó pudo observar que la trasera del santuario no había quedado tan bien como podía esperarse —y, desde luego, no tan bien como la construyese un versado carpintero en su día—, pero había sido un trabajo más que aceptable.
La lluvia seguía apretando, y la muchacha no paraba de temblar. La cabeza le dolía como mil demonios y se le caían mocos espesos de la nariz. En aquellas condiciones había tardado tanto en sus labores que, si se giraba, podría ver la figura de Ralexion acercándose de vuelta por el sendero.
—¡Hey, Ritsuko! —la llamó con alegría.
Acortó la distancia que los separaba haciendo uso de unas zancadas especialmente copiosas. Echó un vistazo al trabajo que había sido llevado a cabo mientras él se ocupaba del imprevisto sufrido por Rika. Era obvio que no se trataba de la obra de un profesional pero no tenía punto de comparación con el lamentable estado en el que se encontraba el santuario a priori de la intervención del equipo de genins.
—¡Muy bien hecho, Ritsuko! —la congratuló con honestidad— ¿Cómo te encuentras? Yo me siento como mierda... la verdad es que deberíamos de habernos abrigado mejor. ¡Pero no te preocupes! Del siguiente santuario me ocupo yo, así estamos en paz.
Resultaba obvio que el Uchiha estaba derivando todo su afán a ponerle buena cara al mal tiempo —literal y metafóricamente—. Estornudó con fuerza, haciendo mucho ruido, como si su propio cuerpo tratase de rebatirle el argumento. Se aseguró de desviar su rostro para no darle a la pobre Ritsuko de pleno.
—Egh...
Tan pronto su compañera le diese el visto bueno podían ponerse en marcha y dirigirse hacia el siguiente punto de la misión.
La kunoichi siguió con su labor, tomándose su tiempo para lograr así el mejor resultado posible aunque el resultado no era comparable con el que un carpintero pudiera haber realizado, pero eso se sacaban por enviar a un grupo de genins idiotas que se enferman y tienen problemas de salud tan espontáneos como para ser derivados al instante al hospital.
Para empeorar las cosas, dejaron a la inútil que no se olvida la cabeza en casa porque la tiene pegada al resto de su cuerpo.
Al menos para cuando Ralexion llegara ya los tablones laterales estarían en su lugar, bien clavados para que ni el viento los quitase aunque podría haber sido mejor. De todas maneras, Ritsuko luego de estornudar un par de veces.
El Uchiha llegó, la felicitó y agregó alguno que otro comentario también preguntando por el estado de la kunoichi y a decir verdad, no estaba mucho mejor que él y ya la voz le había cambiado por la congestión.
—Igual —afirmó sin energía.
Justo cuando el chico estornudó, ella hizo exactamente lo mismo pero mirando al otro lado, aspiró con fuerza por la nariz y luego se juntó varias tejas antes de subir al techo con el martillo y la caja de clavos también al alcance.
—Haz el letrero mientras tanto —sugirió antes de ponerse a clavar las tejas en su lugar—. Los otros santuarios vamos a hacerlos juntos así terminamos antes, no quiero estar mucho más bajo la lluvia.
¿Es necesario aclarar que no le gustaba la idea de cobrarle a Ralexion mandándole a construir uno de los templos solo?
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