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La pelirroja tuvo que esperar poco tiempo antes de que la soberbia puerta se abriera, aún así había sido tiempo suficiente para que la joven repiqueteara con las sandalias ante la puerta en un claro gesto de impaciencia o nerviosismo, ni siquiera ella misma podría asegurar. Con lentitud, la puerta se abrió mostrando a un hombre bien vestido y demasiado estirado para mantener una postura natural, “Algo acorde con el resto de la casa sin duda ” rio en su interior poco acostumbrada a aquellos deslumbrantes detalles.
Con su mejor sonrisa y una ligera inclinación de cabeza para matizar la invitación del hombre procedió a seguirle. Si el exterior de la casa era opulento, el interior era directamente barroco. La mente de la pelirroja se imaginó rápidamente jugando a derrapar por aquellas baldosas extremadamente pulidas como si un estanque helado se tratara, mientras su curiosa mirada no dejaba de fijarse lo más discretamente que podía en cada adorno o detalle que se encontraba.
-Sin problema señor – volvió a sonreír sin saber exactamente que hacer, se situó en el medio de la habitación, permaneciendo los primeros instantes sin ni siquiera moverse de la tabla de madera donde la habían abandonado, pero el reposo no era un estado que pudiera perdurar mucho en Hikaru, por lo que dedicó el tiempo que la dejaron sola a inspeccionar cada rincón del cuarto con sus curiosos ojos, deteniéndose en las tétricas figuras que parecían adornar toda la casa - No es un motivo muy tranquilizador para decorar una casa – se susurró a sí misma observando aquellos retablos con curiosidad.
Así la encontró Yako Hayate, como se presentó aquel hombre. La pelirroja acudió a su encuentro con su sonrisa mejor preparada - Saludos, soy Sarutobi Hikaru. Me han encargo llevarme los archivos que tan generosamente ha donado a la Academia de las Olas. – Se presentó Hikaru con una reverencia mucho menos perfecta que la contraria, pero bastante más natural. Poco acostumbrada a que la gente la tratara con esa frialdad añadió -Perdone si me vio observando, pero me han llamado mucha atención esos dibujos y relieves, nunca los había visto como decoración. Están muy trabajados – continuó la pelirroja intentando evitar aquel ambiente que traía aquel señor.
Arrugó ligeramente la nariz ante el comentario “ Aún he tenido que esperar a que pudieras atenderme. ” comenzando a seguirlo igual de curiosa que en el primer paseo por la casa. Estaba claro que aquella habitación no era usada en absoluto según la gruesa capa de polvo. Al ver las cajas a la pelirroja le cambió ligeramente la cara antes de negar con la cabeza en un instante - Será mejor que empiece cuanto antes entonces. –respondió recuperando el aplomo con la intención de empezar a mover aquellas cajas cuanto antes. Con un ligero cálculo iba a acabar baldada, era casi una pequeña mudanza. Empezó a mover la primera de las cajas calculando mentalmente si unas veinte cajas cabrían en aquella carreta.
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Hayate no le prestó atención al comentario de la muchacha sobre la fantasmal ornamentación, de hecho, la ignoraba como tal en realidad. Quiso decirle algo más, pero no iba a descargar su mal humor en ella. Simplemente suspiró, se llevó los dedos al entrecejo y luego volvió a su seria frialdad. Los
—Espero que todo esté terminado antes de las seis de la tarde. Mi mayordomo estará atento a tus entradas o salidas para que no tengas que estar tocando la puerta. Yo debo retirarme, con permiso— realizó una formal reverencia para despedirse.
Las cajas eran altas, pero no tan pesadas si planeabas llevarlas de una en una. Eso sí, dos encima ya eran cosa seria, ni hablar de tres. Por suerte, el diablito para transporte facilitaría mucho el llevar y traer los libros, si lo hacía de forma correcta. Si se trataba de altura, bien podía apilar unas cuatro aproximadamente a su total capacidad. Cinco si eras valiente y creías que no se te iban a caer. El asunto radicaba en que, ¿cuantas era realmente capaz de llevar la kunoichi? Tendría que intentarlo para comprobar.
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Para la kunoichi aquel trato tan seco fue como recibir una patada en la boca del estómago. “Vaya hombre más desagradable. Es la decoración más sumamente horrible que he visto en mi vida. He encontrado escobas menos estiradas que este tío. Al final debería de usar los libros para quemar esta casa a ver si así tiene razones para tener esos humos “ gruñó en su mente la muchacha bastante enfadada. -Encima que pierdo mi tiempo de entrenamiento o de ayudar a mi padre con este inútil que podría mandar a cualquiera de sus sirvientes a llevar los libros. - Dijo entre dientes cuando la dejó sola.
Entre el enfado y la reacción del hombre no se había dignado ni en dirigirse de nuevo a él ¿Para qué? Mejor ponerse con su tarea cuanto antes o sus ganas de convertir aquella casa en una pira seguirían aumentando.
Cuando empezó a cargar las cajas el ejercicio físico le obligó a desprenderse de su enfado en gran parte, concentrada en empezar a llevar una a una las cajas hasta su carreta, ordenándolas lo mejor posible para que cupieran todas. Con un poco de suerte acabaría antes de las seis, no para hacerle un favor a aquel arrogante ser, si no para no tener que verle el careto mucho más tiempo. - Cargaré las cajas que quedan en el carro y saldré de aquí cuanto antes- se autoanimó quitándose el pelo de la cara debido al esfuerzo y al ejercicio físico, haciendo un enérgico gesto con los hombros antes de seguir con su tarea.
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¿Saben lo importantes que son las primeras impresiones? Hayate lo sabía, pero no estaba de humor para lidiar con ello. Por su lado, Sarutobi tenía cuestionamientos muy válidos sobre la forma de proceder del niño ricachón, ¿pero acaso conocía los motivos por los cuales se estaban suscitando los hechos? Tampoco es que fuese a tener tiempo para averiguarlos, ¿o sí?
La kunoichi alistó las cajas en la carretilla a toda su capacidad, pero sin excederse. El hecho de tener que subir las escaleras con cada caja era demandante de por sí, pero no había otro método. El asunto es que cuanto ya tenía las cuatro reglamentarias y decidió tomar los agarradores de la carretilla, de pronto sintió que los brazos no le daban para alzarla. Una persona con una fuerza regular podría cargarla sin problemas, pero lo cierto es que la musculatura de la muchacha de por sí estaba aún más abajo de la media.
Si tuvieras que comparar, podrías decir que se equiparaba más a un estudiante novato que a una genin ya graduada. Por lo tanto, si quería completar el encargo, debería cómo mínimo, quitar una caja. Eso, o arriesgarse a una lesión por intentar cargar con excesivo peso.
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Si algo se le podía decir a la pelirroja era su inestimable capacidad de trabajo. Cuando conseguía encauzar aquel exceso de energía en una tarea, había pocas cosas que no pudiera hacer con una diligencia casi encomiable. Sin ni siquiera hacer aquella tarea con el mejor de los ánimos, las polvorientas cajas iban subiendo al piso superior y de allí a la carretilla que le habían ofrecido. Ya ni siquiera se fijaba en aquellos horribles relieves y pinturas que la miraban con ojos tortuosos de animales, personas o una mezcla de ambos, simplemente agarraba una caja tras otra hasta ir llenando la carretilla.
No fue hasta que las cajas empezaron a superar los límites estables de la cajetilla cuando la kunoichi, que nunca había destacado por su fuerza física, salió de sus típicas ensoñaciones al ver que era incapaz de subir una fila más de cajas a la carreta. Tras unos segundos donde el color de su cara casi emula al de sus cabellos, la Sarutobi decide que es absurdo seguir intentándolo, dejando la caja a sus pies y sentándose unos instantes para pensar intentando no caer en el desánimo.
Tras apenas dos segundos de reflexión, decide volver a entrar en la casa a buscar a aquel engreído señor que parecía que se había tragado una escoba. Sin ser una experta en protocolo y mucho menos en las formas de actuar de la nobleza, la joven se dirigió hacia el mayordomo que debía de estar pendiente de la puerta - Disculpe. ¿Podría hablar con el señor Yako por favor? Voy a necesitar un pequeño ajuste de planes- preguntó con su típica sonrisa inocente aunque lo que desearía en realidad era pisarle un pie a aquel ricachón para ver si conseguía cambiarle aquella absurda expresión de su rostro.
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El mayordomo se mostró sorprendido ante la petición de la muchacha para luego pasar a un extraño nerviosismo. No iba a decirle que no, iba en contra de sus manuales de conducta, pero sabía que el estado de ánimo de su señor no era el más apropiado para estar lidiando con una genin novata que estuviese teniendo problemas con su misión. Y sin embargo, aún así tuvo que ceder.
—Por supuesto— dijo amable, tratando de disimular los nervios. —Te acompañaré hasta el estudio del señorito— se dio la vuelta y empezaron a dirigirse de nuevo al interior de la mansión.
Esta vez subieron por las escaleras del lado derecho, caminando por un pasillo con balcón que daba a una especie de gran salón para reuniones en la zona baja. Lo cierto es que luego llegaron hasta una puerta ornamentada con los motivos de una mujer fantasmagórica que parecía tener una boca de dientes afilados en su nuca, envuelta entre sus cabellos. Fue al llegar, que el hombre del mostacho tocó suavemente dos veces.
—Hayate-sama, nes-
—¿¡NO TE DIJE QUE NO QUERÍA QUE ME MOLESTARAS EL RESTO DE LA TARDE!?— Un exasperado grito por parte del muchacho se escuchó desde el otro lado de la puerta.
El mayordomo abrió los ojos de par en par, observaría de reojo a la chica y luego voltearía de nuevo a la puerta.
—¡Di-discúlpeme! Se trat-
Una vez más se vio interrumpido cuando la puerta se abrió de golpe, dejando ver al culto muchacho convertido en una fiera. Se había despeinado el fleco y tenía los ojos enrojecidos y brillosos, cómo alguien que se la ha pasado mucho tiempo llorando.
—¿¡QUÉ!?— Apretó los dientes.
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La joven escondió su suspicacia ante la reacción del mayordomo detrás de su despreocupada sonrisa, pensando en qué diablos ocurría en aquella casa para que hasta ella pareciera molestar, algo duro para la kunoichi, acostumbrada a utilizar su encanto y personalidad para ganarse a la gente. Al menos no tuvo que insistir para que el dubitativo mayordomo la llevara a la habitación de su señor “ Si supiera en que habitación está no tendría ni que preguntarte, pero en esta casa hay habitaciones para alojar a todos mis vecinos y aún sobraría espacio.” pensó para si misma entendiendo cada vez menos aquellas absurdas opulencias. Por fuera sin embargo su gesto solo mostraba una sonrisa agradecida.
Avanzaron por las lustrosas escaleras, atravesando un pasillo más largo que algunas de las bancadas de la huerca de su familia, haciendo que la Sarutobi se imaginara a sus amigos patinando sobre aquel pasillo entre gritos y risas. Si las imágenes de aquellos espectros ya eran dantescas en general, la mujer que le devolvía una espeluznante mirada desde la puerta desde luego los empequeñecía a todos.
Tuvo que parpadear un instante, pues absorta como estaba le había parecido en un primer momento como si la fantasma del cuadro le gritara. Tardó apenas un segundo en percatarse que quien gritaba de aquella manera tan vulgar, despectiva y exagerada era el ocupante del cuarto, que descargaba su furia con el pobre mayordomo, al que dedicó una mirada preocupada.
Sintió como la sangre le hervía desde la punta de los dedos a la de las orejas ante aquel despropósito de escena, haciendo que su rostro relajado y curioso adquiriera una expresión mucho más tensa e intimidante -QUE necesitaba hablar contigo - respondió la chuunin terriblemente molesta, utilizando el mismo tono en el inicio de su frase que el ricachón. Fue entonces, un segundo antes de que explotara en una de sus explosiones, reprendiéndolo por como trataba a un pobre trabajador cuando la joven se percató de los ojos arrasados del muchacho, haciendo que la duda se dibujara en su rostro casi al instante -¿Se encuentra bien señor Yako? Se que no forma parte de mi misión y puede que ni de mi incumbencia pero tampoco ayuda en nada gritar a su servicio de esa manera – razonó sorprendida al verlo en aquel estado, aguantando la iracunda mirada del muchacha con sus ojos decididos.
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La expresión de rabia de Hayate se vio acentuada en cuanto la muchachita le alzó la voz. ¿Cómo una condenada genin se atrevía a levantarle el tono siendo él un cliente distinguido? En otros momentos, quizás no hubiese reaccionado de forma tan explosiva, pero el estrés que cargaba sobre sus hombros le podía más que cualquier norma de conducta ante aquella situación.
—¿¡Cómo te atreves a faltarme el respeto de esa forma!?— frunció el ceño. —¡Tenías un sólo trabajo que cumplir! ¿Qué demonios haces aquí?— Resopló como un toro furioso.
El mayordomo tartamudeó algo, pero ninguna palabra salió de su boca. Estaba en medio de dos personas con carácter fuerte, generando un aura de tensión ante la cuál el flemático caballero sentía que se le cortaba la respiración al no poder lidiar con la presión del ambiente. Sudó un poco y retrocedió dos pasos, intimidado sin que realmente nadie se estuviese dirigiendo ya a él.
Por su lado, Hayate parpadeó confundido ante la pregunta de la muchacha, sólo para luego apretar los dientes.
—Lo que me faltaba— se llevo la palma de la mano a los ojos y negó con la cabeza. —No es de tu incumbencia. Además aunque te dijera no podrías hacer nada, ¿captas el mensaje o te lo tengo que repetir despacio para que comprendas?— Retiró la mano y mostró una fría mirada. —Ya te di instrucciones para que realizaras la misión, no quiero saber nada más— se daría la vuelta y cerraría la puerta tras de sí.
El mayordomo rápidamente se acercó a la Sarutobi, colocándole la mano en el hombro.
—Mil disculpas por la actitud de Hayate-sama— se excusó rápidamente en nombre de su amo. —La muerte del señor Shigeharu ha tenido muchas más connotaciones negativas en el señorito de las que él puede soportar— Agachó la cabeza con pesadumbre. —Se le ve un poco fatigada. Déjeme servirle alguna bebida para que descanse antes de continuar. Además así puedo explicarle la situación— Hizo una reverencia.
Si la Sarutobi accedía, más pronto que tarde el mayordomo la guiaría de nuevo a la sala tradicional, mientras el fino caballero le servía una simple limonada. Eso sí, servida en un vaso de cristal con leves decoraciones en forma de olas grabadas con oro real. Con una rodajita de limón adornando el envase.
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-Lo primero que me enseñaron mis padres es que el respeto no se gana ni con un apellido ni con dinero - respondió con una mirada fulminante al asqueroso niñato rico. Su primera misión y tenía que tratar con un niñato que no sabía ni tan siquiera lo que era limpiarse el culo el solo “ Podría ponerle la cara ahora mismo igual que a cualquiera de las dichosas pinturas de aquella casa” pensó para mi misma sintiendo como le quemaban las puntas de los dedos del enfado. Desde luego aquella misión no era para ella.
A pesa de su enfado, el acongojado tartamudeo del mayordomo fue suficiente para que entornara los ojos hacia su lateral, sin dignarse a mover la cabeza, no fuera que aquel niñato tuviera un arrebato aún más violento. No obstante, al ver al hombre al que en un principio había intentado defender sufriendo de aquella manera hizo que pudiera controlar el enojo lo suficiente para que volviera a caber en su pecho. “No le estás haciendo ningún favor estúpida. ” se recriminó a si misma obviando aquella boca tan desagradable de niño rico balbuceando alguna estupidez más.
-Venía a decirte que no puedo transportar en la carreta toda la colección de volúmenes. - respondió con una ira gélida, masticando las primeras palabras, por una falta de educación de un energúmeno no iba a dejar de hacer para lo que había venido. -Como quieras. - Respondió cortante a la nueva falta de respeto. Tuvo que controlarse para no quemar en aquel instante la puerta y al dueño de la casa detrás de esta cuando le cerró la puerta en la cara. Su mano derecha se crispó mientras utilizaba toda su fuerza de voluntad para no abrir la puerta y sacar a su ocupante del cuarto a rastras de aquellos mal peinados cabellos.
Giró el cuello bruscamente al recibir la invitación del mayordomo, sacándola de su violenta ensoñación, respirando varias veces “¿Qué tu señor es gilipollas?¿Qué se despertó un buen día de la cuna, sabía hablar y desde entonces no dejó de hablar a la gente como a escoria?¿Me vas a enseñar la colección de armas y voy a probarlas todas con él? ” La Sarutobi tuvo que volver a respirar antes que el enfado volviera a salirle a borbotones por la boca. - Acepto encantada esa bebida refrescante - respondió haciendo todo su esfuerzo en sonreír de manera inocente pese al numerito que acababa de formar. Al fin y al cabo aquel hombre no tenía culpa de nada.
Lo siguió, sorprendida por las maneras en las que iba a preparar un simple refresco - No… no era necesario.- respondió con una sonrisa entre agradecida y tímida. Dio un pequeño sorbo a la limonada antes de volver a dirigirse al hombre - ¿Puedo saber que está pasando por favor?-
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13/06/2019, 05:24
(Última modificación: 13/06/2019, 05:30 por King Roga. Editado 1 vez en total.)
El propio mayordomo tuvo que tomar asiento y servirse un vaso de la limonada para serenarse, que la explicación no iba a ser fácil.
—Tú sólo ves las consecuencias, pero creo que antes necesitas conocer los motivos— tomó el vaso apoyándolo sobre la palma de la mano izquierda, mientras sostenía el lateral con la derecha sin agarrarlo totalmente, bebiendo con educación y sin causar ruido. —Esto empezó mucho antes de la muerte de de Shigeharu-sama
El mayordomo levantó la vista, posándose sobre una de las tantas pinturas de seres oscuros que se hallaban en el recinto. Parecía recordar, de forma triste.
»Desde hace mucho tiempo, la familia Yako fue reconocida por tener un kekkei genkai extremadamente raro, conocido como Kinton. Por lo mismo, el linaje Yako generó una gran estirpe de shinobi altamente capaces, siendo que Shigeharu-sama no era la excepción.
Hizo una pausa, dejando nuevamente el recipiente en la mesa.
—Durante su niñez, el señorito Hayate fue adiestrado con altas exigencias por llevar el apellido. Al inicio estaba orgulloso de que su padre fuera un gran miembro de la ANBU, aún cuando casi nunca lo veía debido a las constantes misiones en las que estaba involucrado. Es curioso, pues el señorito se graduó de la academia con honores, creyendo que así iba a lograr que su padre estuviese orgulloso, sólo para sufrir la desilusión de él ni siquiera estuvo presente... Con el tiempo, la ausencia se hizo más notoria. Cumpleaños sin regalo, Fiestas de los Dioses del Parque de los Cerezos que transcurrían sin tener siquiera una nota de su parte. Raramente estaba en casa, y cuando regresaba era sólo para descansar, dormir un par de días y apenas convivir con la familia. Finalmente, la señora de la familia cayó enferma, pero ni siquiera ese hecho hizo que su padre regresara.
»Fue ahí que tomó la decisión, de dejar de lado toda la fanfarria shinobi, pues no quería ser un ninja que cumpliese órdenes al precio de abandonar a su familia... Tenía apenas catorce años cuando eso, así que renunció a su bandana y se dedicó a cuidar a su madre hasta el día de su muerte. Fue el colmo, para Hayate-sama, que su padre no asistió al entierro de su propia esposa.
El hombre clavó su mirar en la pelirroja.
—Shigeharu-sama fue asesinado durante una investigación no autorizada que buscaba descubrir los motivos de la desaparición de ciertos niños con kekkei genkai a lo largo de distintos puntos del país. Parte de esos libros incluyen información de las barreras de sangre que poseían estos chicos, pero Hayate-sama detestaba tanto a su padre que estuvo a punto de quemarlos con tal de borrar cualquier cosa que pudiera vincularlos. De no ser por mi intervención, lo hubiese hecho, pero al menos logré que esos estudios fuesen donados para bien de la aldea. Él no querría ni tendría forma de continuar con su investigación. Shigeharu-sama actuó por cuenta propia todo el tiempo sin el aval de los altos mandos.
Tomó de nuevo su vaso y bebió hasta terminárselo, suspirando suavemente.
»Para rematar, en el testamento se descubrió que tiene una hermana ilegítima, a la cuál se le encargó darle parte de la herencia. ¿Tienes idea de lo terrible que fue para él saber que su padre le fue infiel a su esposa enferma? Ahora mismo no sabe cómo sopesar eso, sin mencionar que algunos de los sirvientes que servían a su padre han renunciado debido a que él ya no quiso seguir con el oficio shinobi y la fama de los Yako empezó a venirse abajo con este escándalo.
»Se esfuerza por controlar los daños, pero entre la pérdida de reputación y sus propios demonios está agobiado hasta la miseria. Créeme que es un buen chico, pero ahora mismo las circunstancias le han vuelto alguien hostil al no poder solucionar su dilema.
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La joven kunoichi fue a protestar rápidamente ante la aparente excusa de aquel hombre por alguien que lo había tratado tan sumamente mal, sintiendo como su indignación calentaba su cuerpo mucho más rápido de lo que aquel refresco podía enfriarlo. No obstante, la historia del mayordomo atrapó a la joven lo suficiente como para que estuviera quieta en su asiento el tiempo que duró la explicación, al menos si se obviaba el pequeño movimiento nervioso que hacía su pie contra el suelo a una velocidad de vértigo incluso cuando su dueña parecía absorta en las implicaciones de lo que aquel hombre le contaba - ¿Kiton? – preguntó la joven algo extrañada, incapaz de recordar algo así en sus clases de la academia.
La mirada de la joven se hundió hacia el suelo conforme el hombre contaba la historia del joven al que había hablado tan mal hace apenas unos minutos. Lo había juzgado como un niño mimado y ricachón sin ningún problema o esfuerzo simplemente por vivir en una casa como aquella y había errado completamente. Adoptó casi sin pretenderlo una postura mucho más rígida, mordiéndose el labio inferior debido al sentimiento de culpa que crecía en ella conforme escuchaba la historia -Ha debido de ser algo horrible para él. – reconoció con un hilo de voz, habiendo perdido gran parte de su empuje y fuerza habitual.
Eran muchos pesos en la espalda de alguien tan joven y por primera vez debía darle la razón en algo “¿Qué puedo hacer yo para solucionar esa situación? ” sin embargo antes de atreverse a realizar aquella pregunta tuvo que preguntar - ¿Están desapareciendo niños? – Tuvo que calmarse unos instantes, imaginando se por un momento como reaccionaría ella en una situación parecida. -Lamento la situación por la que está pasando, y entiendo que me lo cuente para que al menos no tenga una imagen equivocada. Si pudiera ayudar de alguna manera… -
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El mayordomo negó con la cabeza, para luego dar una reverencia en señal de disculpa.
—No debe lamentarse señorita. En ningún momento quise turbarla, pero veo que no pensé bien la situación antes de comentarle esto— Suspiró y recuperó la compostura. —La investigación de Shigeharu-sama fue desestimada al ser puras conjeturas y ninguna prueba, además de ser obviamente ilegal. Debido a que murió mientras realizaba una misión paralela a ese esfuerzo personal, se le atribuyó a negligencia. Cómo fuese, usted no debería verse involucrada en lo absoluto. No es que quiera ser descortés, pero como el caso se dio oficialmente por cerrado, la última palabra ya fue dicha. Recalcó además el hecho, de que él no está interesado en salvar nada de esto.
Terminó de beber su limonada.
—Ni siquiera yo que lo conozco de pequeño sé cómo lograr que Hayate-sama se anime de nuevo. Me gustaría creer que el tiempo sana toda herida, pero siempre que le veo esos ojos llorosos empiezo a dudar...
»Bueno, creo que usted y yo debemos volver a nuestros respectivos puestos, aunque escuché que tiene problemas para transportar el encargo... No sé si ir a hablar con Hayate-sama de nuevo sea buena idea. Realmente lamento que él mismo sea el que entorpezca su trabajo. Suele aislarse justamente para evitar descargar su rabia en los demás, pero no vamos a llegar a ningún lado así.
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La kunoichi tuvo que contener su lengua, aquel hombre ya parecía bastante contrariado por su exceso de curiosidad, aunque no se imaginaba de un motivo por el que alguien sacrificara la posición de su familia de esa manera por una sospecha sin fundamento, aunque la historia de ser cierta parecía escalofriante. - No pretendía dar credibilidad a ese tema señor – sonrió no obstante en todo dulce apurando la limonada.
Desde luego si aquel señor que había convivido tanto tiempo con aquel niño no sabía como calmarlo, ella mucho menos, además, por muy justificado que estuviese no se veía a si misma soportando otro desplante del muchacho sin quemarle las cejas. Tuvo que disimular una pequeña risa al imaginar la escena, volviendo la atención al pobre mayordomo.
-Créame que me gustaría ayudarle, es una carga demasiado grande… y hablando de cargas grandes. No puedo transportar con la carreta todos los libros en un solo viaje, llevaré a la academia los que ya están en la carreta y volveré más tarde a por los que faltan. - explicó con resolución la pelirroja, levantándose y agradeciendo el pequeño descanso para sus pobres músculos. -Muchas gracias por el refresco y la pequeña charla. - respondió con la sonrisa más dulce de su repertorio y una ligera inclinación de cabeza.
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—No tiene porqué agradecerme— sonrió mientras retiraba la vajilla, correspondiendo también la reverencia de la muchacha. —Ya la he distraído demasiado de su labor señorita. No olvide que si necesita algo más puede consultarme sin pena alguna, estaré siempre atento— Indicó para luego salir de la sala.
Luego de aquello, la Sarutobi debía continuar con el trabajo que a las cajas no iban a crecerles alas de pronto para volar hasta la academia. Lo cierto es que nomás llegase de nuevo a donde dejó los libros, el sonido del reloj cucú del sótano de la biblioteca repicaría, anunciándole que ya eran las dos de la tarde. Entre el fallido esfuerzo por cargar todo a la vez, la discusión con Hayate y luego la pequeña plática con el mayordomo el tiempo se fue volando a una velocidad alarmante.
Si debía llevar de tres en tres las cajas, serían ocho viajes a realizar para llevar las treinta y dos. Eso, sólo para llevarlas a la academia, pues aún debía clasificarlos y ordenarlos.
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La kunoichi se despidió con una tímida reverencia, dándole vueltas a lo que acaba de escuchar, imaginando como podía ser la frustración de aquel muchacho al ser incapaz de corregir los errores de su familia. No pudo evitar pensar en sus propios padres, cuando decidieron abandonar la vida de ninjas, tal vez esperaban ahorrarle a ella aquella situación, la enorme exigencia, el peso de un gran clan sobre los hombros… No obstante ella no tenía opción, era su sueño y pensaba demostrarles a todos que era su labor en el mundo, sería reconocida como una de las mejores kunoichi de la historia.
Con un movimiento de cabeza volvió a la cruda realidad, donde aquellas cajas se agolpaban cruelmente alrededor de la carreta. Con un suspiro despejó las necesarias antes de poder manejar las necesarias. -Tendré mucha suerte si acabo este maldito trabajo hoy - suspiró haciendo fuerza y empezando a andar, con intención de llevar el primer cargamento hasta la academia, al menos le podían haber dado una carreta más grande, al menos se habría ahorrado uno o dos viajes desde el barrio alto hasta la academia. Pensando en aquella cantidad de viajes, a la pelirroja se le hacía poco hasta el trabajo de clasificación posterior.
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