Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
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Día del Fuego, Viento Gris del año 220
Uzushiogakure no Sato
2:10 pm
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—La paciente no muestra señas de mejora en estos últimos días —dijo el doctor Yakumo mientras sostenía una tabla con el historial médico de Chiase.
—Sin el tratamiento adecuado será muy difícil que logre salir de la enfermedad por su propia cuenta —contestó la enfermera a su lado.
—¿Alguna noticia de las oficinas de misiones de la aldea? —preguntó Yakumo.
La enfermera negó con su cabeza y bajó la mirada.
—Recién hemos hecho la solicitud a primera hora de la mañana, supongo que debemos ser pacientes y rogar que encuentren la flor lo antes posible —respondió al doctor.
***
2:15 pm
«Vaya misión, tener que entregar misiones a mis compañeros genin», pensaba el pequeño Koma mientras recorría las calles de Uzushiogakure.
Koma se trataba de un genin el cual no había destacado mucho en sus días de la academia, a duras penas había logrado pasar el examen de aprobación con mucho esfuerzo y desde entonces, se limitaba a recibir misiones de mensajería rápida y de poca relevancia para la aldea. El genin carecía de un cuerpo típico de un ninja, llegando a ser confundido a menudo como un integrante del clan Akimichi, lo cual odiaba con toda su alma. Contaba con un cabello corto y negro y vestimenta muy típica de su villa.
«Veamos la siguiente carta es para…», se detuvo para leer el destinatario «¡Tashiro Dosan!», se sorprendió al leer el nombre de un antiguo compañero de la academia.
—El vago de Dosan —murmuró.
Lo recordaba cómo alguien con excelentes habilidades pero un poco perezoso para esforzarse. Para Koma, el chico pudo haber sido el mejor de su clase, sin embargo, su falta de seriedad en los estudios le impidió destacarse como se lo merecía.
Koma detalló un poco más la carta sin embargo no pudo encontrar más información impresa en ella, salvo su dirección.
«Espero que esté en su casa ahora mismo», pensó.
De no encontrarlo en su residencia, Koma tendría que empezar a buscar en los alrededores, debía entregar esa misión lo más pronto posible, lastimosamente el ninja no era una persona que se destacara en agilidad por lo que las cartas que debían ser entregadas en horas de la mañana, apenas eran entregadas a esa hora de la tarde.
Así a un ritmo pausado, Koma procedió a dirigirse a la dirección de la carta, la residencia de Dosan.
Un día del fuego como cualquier otro para el muchacho, sin muchas preocupaciones realmente, como cualquier otro día, ya había hecho algunos mandados temprano y sus progenitores estaban trabajando en la tienda así que tenía la casa para él solo.
¿Qué más podría estar haciendo alguien como Dōsan un día como ese?
La casa Tashiro era una propiedad de dos plantas rodeada por una tapia con una base de piedras seguida por un muro de arcilla pintado de blanco con refuerzos de madera y rematado por un par de filas de tejas verdes oscuras que dificultaría el agarre a cualquiera que se intente trepar, la entrada de la vivienda era un elegante portón de madera lo suficientemente ancho como para dejar pasar un carro, siendo la casa de comerciantes a veces había que alojar cargamento antes de fraccionarlo y llevarlo a la tienda.
Ese día, a esa hora, la puerta estaba abierta y si uno asomaba podría llegar a ver a un relajado muchacho echado sobre una galería de madera, el sol era el mejor aliado para un día como ese, fresco pero tolerable. Junto al ninja había un platito con un par de palillos, una taza de té a punto de terminarse. ¿Pero qué estaba haciendo Dōsan? Estaba leyendo algo, muy concentrado, pero no parecía ningún manual de tácticas de guerra, ni tampoco un manuscrito de algún estilo de esgrima, mucho menos un libro de medicina, no.
Tashiro Dōsan se encontraba recostado sobre el piso con un palillo en la boca leyendo Juego de Kages, en su versión de manga.
«Veamos… Se supone que la casa de Dosan se encuentra al final de esta calle», se decía a sí mismo Koma.
El joven genin dio un medio giro de su cuerpo para cambiar de dirección hacia la calle que indicaba la carta. A primera vista, las casas de ese lugar eran mucho más grandes y costosas que la mayoría de las del centro de la aldea.
«¿Será esta la dirección correcta?», se preguntaba el genin.
Cada uno de los pasos del chico iban acercándolo a su destino, la residencia Tashiro. Koma miraba cada una de las casas las cuales variaban en fachadas pero conservaban una similitud básica entre ellas.
«¿Cuál de estas podrá ser? —volvía a preguntarse a si mismo mientras avanzaba—. Supongo que debe ser aquella.»
Koma ubicó con su mirada la casa más alejada de todas. Se trataba de una residencia de dos plantas elaborada con múltiples materiales, algo que en definitiva debió costarle algo de dinero a la familia Tashiro. Y por si no fuera poco, un elegante portón de madera hacía de entrada principal del hogar. La distinguida puerta se encontraba abierta de par a par; al parecer, muy a pesar de su acomodada vivienda, la seguridad era una de las cosas que la familia no tenía muy en cuenta.
«¡Vaya! Jamás imaginé que Dosan viviese en un lugar como ese», pensaba mientras se acercaba.
Al principio, el ninja había decidido a buscar una especie de timbre que avisase su presencia en ese lugar, pero para cuando pudo acercarse lo suficiente a la puerta, notó que en el interior de ésta, a unos diez metros aproximadamente, se encontraba la figura de un joven recostado sobre una galería de madera. Koma entrecerró sus ojos para afinar su visión.
Fue en un momento como ese cuando le pasó factura justamente el vivir de manera tan despreocupada, si tan solo aquel portón hubiese quedado cerrado cuando volvió de la calle, quizá tan solo así podría haber fingido que no se encontraba ni ahí ni en ningún lado. Pero ya no había manera de evitarlo, tenía que atender a la voz que le llamaba.
Colocó el palillo entre las hojas del manga y lo dejó en el piso de madera mientras elevaba la mirada. «¿Quién podrá ser a estas horas?» No pudo evitar preguntarse. Y de todas las personas que podrían haber sido no fue ni más ni menos que una cara conocida de años atrás. -¡Hey, Koma! ¿Qué te trae hasta acá?- Interrogó mientras se ponía de pie y se desperezaba, ciertamente el muchacho no podría haber estado más cómodo. -No te quedes ahí en la calle, puedes entrar.- Invitó con un gesto de la mano.
¿Desde hacía cuanto tiempo se conocían? ¿Podía seguir diciendo que eran amigos desde hacía tanto tiempo que ya no compartían tiempo juntos? No estaba del todo seguro, pero de lo que si estaba seguro era que el chico seguía casi igual a como lo recordaba.
Al parecer, Dosan había reconocido a Koma y aunque en un principio le fue algo difícil, el más rechoncho también lo había logrado reconocer.
«Esa actitud despreocupada… En definitiva, no puede ser otro más que él», pensó mientras Tashiro lo invitaba a entrar.
Obedeciendo, Koma se adentró al jardín de la casa. Una vez en su interior pudo apreciar la decoración y las estructuras mucho más detalladamente.
—Cuanto tiempo sin verte —exclamó mientras su cabeza iba de un lado para otro indagando hasta el más mínimo rincón de la propiedad—. Si hubiese sabido que vivías entre tantos lujos, me hubiese hecho tu mejor amigo en nuestros días en la academia —bromeó.
—Debo confesar que me ha costado lo suyo reconocerte, de hecho si no te veía holgazaneando ni siquiera te habría reconocido —seguía con sus bromas.
Algo sudoroso por las rutas y caminatas desde tempranas horas de la mañana, el chico robusto se fue acercando hasta la ubicación de su antiguo compañero.
—Déjame que me reponga un poco de la caminata que me has hecho dar —dijo sentándose sobre el pasto, al límite de la galería de madera—. ¿Acaso no podías vivir un poco más cerca del centro? —le reprochó.
Koma no pudo evitar bromear sobre que debía haber cosechado una mejor relación con el muchacho al ver que vivía en semejante caserón. Lo cierto es que alguna vez esa casa llegaba a ser un punto de encuentro, quizás no tan frecuente por lo apartado que podía llegar a estar del resto, pero tenía sus momentos. Dōsan no pudo evitar dejar escapar una risa.
-Holgazanear es un término un poco brusco me parece, estaba en medio de una importante lectura. Es imperante que termine este libro.-Contestaría a su broma siguiente mientras se cruzaba de brazos y agachaba la mirada asintiendo repetidas con los ojos cerrados, intentando darle muchísima mas importancia de lo que merecía aquel tomo de ficción histórica. Lo cierto era que cuando Koma llegase a sentarse cerca de la galería, podría ver bastante bien el lomo del libro y el titulo del mismo.
El más relajado de los dos señaló que las palabras de Koma eran un poco exageradas. Si bien es cierto, la afirmación de Dosan podría ser interpretada como verdadera o falsa dependiendo del ente que lo juzgara. Y para el robusto amigo, Dosan se encontraba holgazaneando, exactamente igual que sus días en la academia.
«Al menos en eso no ha cambiado», pensó.
Adjunto a su reclamo, el ninja había informado que le era de suma vitalidad terminar su lectura. Hasta ese momento, Koma, había ignorado por completo el hecho de la presencia de su libro, por lo que al escuchar esas palabras, sus orbes se direccionaron al objeto en cuestión.
—¿Juego de Kages? —exclamó frunciendo el ceño—. Me suena de algo.
El ninja trataba de pensar donde y cuando había escuchado ese título, fallando en el intento y al cabo de unos segundos de esfuerzo mental se dio por vencido.
—No —negó con su cabeza—. No lo recuerdo —informó.
Al parecer, Koma había olvidado por completo la naturaleza de su presencia en ese lugar, no era para menos, pues después de un agotador día de caminata y recorrido por toda la aldea, por fin había logrado conseguir algo de descanso y entretención gracias al reencuentro de un antiguo compañero de estudios.
Realmente era una pena que el mensajero no tuviese mas presente en su vida la joyita que era Juego de Kages. Pero bueno, cada quién tenía sus prioridades en la vida a fin de cuentas. Dōsan no pudo evitar dejar escapar un suspiro mientras negaba ligeramente con un gesto de su cabeza.
Notó que su compañero estaba empezando a ponerse cómodo, seguramente estaba cansado después de la jornada que estaba teniendo, o quizás no era tan diferente de él. -Bueno, te traigo algo fresco y me vas diciendo que te trae hasta acá. Ya vuelvo.- Dijo para luego dar media vuelta y meterse en la casa por medio de una puerta corrediza de esas hechas de madera con papel de arroz.
Al cabo de unos minutos, volvería a salir a la galería con una lata de refresco en la mano, tan fresca que tenía hasta un poco de escarcha. El vago se sentaría en el borde del suelo de madera con los pies colgando y le extendería la lata a Koma. -Supongo que es un poco temprano para tomar alcohol así que te traje esto.- comentó dejando escapar una ligera risa.
La bebida refrescante había sido ofrecida, y en ese momento, Koma, agradecía por el gesto del joven, así que esperó a que fueran en su búsqueda. Así para cuando Dosan regresara con el refresco, el mensajero se sentiría mucho más cómodo de lo que debería. El ninja aceptó y tomó con sus manos la bebida, cuyo exterior estaba completamente frio y con un poco de escarcha de hielo.
—Muchas gracias Dosan, no sabes lo que me hacía falta —informó mientras lo destapaba y llevaba a su boca.
Luego de tomar un gran trago Koma metió la mano a su mochila de cartas.
—Esto es para ti —dijo, extendiendo su mano y portando en ella un pergamino.
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(D) La Flor Irydina
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Publicada en: Amegakure no Sato Rango recomendado: Genin Solicitante: Facultad de farmacología del hospital general de Ame Lugar: Entrada Norte del Bosque de Azur
El hospital general de la aldea se encuentra con un caso extraño de una enfermedad crónica en una de sus pacientes y aunque los esfuerzos por curar a la chica han sido titánicos, su condición parece no mejorar. Sin embargo, la sintomatología de la chica puede ser aliviada por una flor que crece en la entrada norte del Bosque de Azur, se trata de la Flor Irydina, una muy rara y secreta, siendo unos pocos naturalistas de aldea conocedores de sus propias propiedades. La buena noticia es que las plantas florecen en esta época del año; la mala, es que es cuestión de suerte si se llegan a encontrar un par de ellas en la temporada. Buscar y encontrar una de ellas es de vital importancia para el Hospital, por lo que se han adjuntado fotos y descripciones exactas de su apariencia y su posible localización.
-No te preocupes, si te tomaste la molestía de venir hasta acá es lo menos que puedo hacer.- Contestaría mientras lo veía disfrutar de la bebida. El mensajero buscaría entre sus pertenencias un pergamino y luego se lo extendería. Algo en Dōsan le cosquilleaba cada vez que tenía que abrir uno de esos pergaminos malditos, la arbitrariedad de los trabajos de bajo rango a veces era increíble, una suerte de sexto sentido para holgazanear. -Algo me decía que tu visita no auguraba un buen presagio, Koma. Veamos que hay acá.- No pudo evitar decir mientras desataba el nudo del pergamino y lo extendería en el suelo de la galería, entonces procedería a darte una atenta lectura.
Para evitar leer en voz alta se cubrió ligeramente la boca a la vez que se tomaba el mentón, rápidamente el rostro del vago adoptó un gesto de duda, y a cada letra que leía la idea de haberse escondido para no ser encontrado ese día le parecía un mejor curso de acción que haber recibido al pobre de Koma.
-Koma, esto esta mal. ¿Por qué tengo que ir yo hasta el otro lado de Oonindo? ¿El bosque este no está en el país de la tormenta? ¡Es al otro lado del mundo!- exclamó llevándose una mano a la cabeza y otra señalando la dirección cardinal aproximada de la ubicación del bosque en cuestión, por poco no le faltaba empezar a dar vueltas en el piso y hacer un berrinche. -Me va a tomar un montón de tiempo llegar siquiera hasta allá... e incluso dice que es cuestión de suerte encontrarla, claro, suerte sería completar la misión, tengo que pagar todo de mi bolsillo...- No pudo evitar agachar la cabeza mientras se le iban ocurriendo un montón de razones para fallar aquel encargo.
-Aaaaaunque..., Amegakure solo necesita la flor ¿no?- Preguntó a Koma levantando ligeramente la mirada para hacer contacto visual con una sonrisa en el rostro que solo podría indicar que se le había ocurrido una posible salida fácil a todo ese asunto.