— Mejor que nunca.

Obviamente era mentira y no había más que ver su más que lamentable aspecto. Estaba más tullido que un perro abandonado y ni cabe decir que su aspecto era incluso peor que el mío que había recibido hostias y torturas por doquier.

¿Y tú? ¿Qué te ha pasado en la mano?

— ¿Eh? ¡Ah! que lo dices por esto... — dije levantando la mano con el dedo roto — Estuve charlando con el tito zaide, nada de lo que preocuparse

O quizás sí. Pero aquella era una de las ventajas de no recordar lo que el Uchiha había ocultado en mi cabecita. Aunque claro, esa información yo no la manejaba. Solo recordaba que el cabrón se había divertido un rato a mi costa. Pero ver a Daigo de una pieza me aliviaba un poco.

— ¿Qué quieres?

—Que me paguen por vuestras vidas.

Qué lamentable, joder. Aquel estaba siendo el trance más vergonzoso de mi vida. Había protagonizado alguno, pero aquel, desde luego que se llevaba la palma y de largo.

. Así que portaos bien, ¿huh? No me gusta perder dinero.

— ¿Pues a qué estamos esperando? Estoy convencido de que Akame ya te habrá dicho donde puedes encontrar Kusagakure, ¿verdad?

Daigo frunció el ceño. ¿Los iba a utilizar para pedir un rescate? Odiaba haber caído tan bajo como para ser utilizado de esa manera, pero de momento tenía que aguantar. Mientras siguieran vivos, todavía podrían encontrar una manera de salir de esa.

— ¿Pues a qué estamos esperando? Estoy convencido de que Akame ya te habrá dicho donde puedes encontrar Kusagakure, ¿verdad?

Miró a Yota, sorprendido, antes de girarse hacia Zaide.

—¿Akame? ¿Por qué sabría Akame dónde se encuentra Kusagakure? —Volvió a mirar a Yota—. ¿Por qué sabe Akame dónde se encuentra Kusagakure?

Zaide se llevó una mano a la cara. Por Susano’o, aquel chico vivía en la oscuridad más absoluta.

—Porque Akame estuvo un día en Kusagakure. El día en que asesinaron a una Uzukage. La Morikage no te lo ha contado, ¿eh Daigo? No espera de ti que te ocupes de la artillería pesada. —Tampoco es que Yota supiese gran cosa. La placa plateada que portaba le había cegado. La próxima vez, si quería obtener información realmente importante, debía apuntar a un Jōnin—. En estos casos no tengo ninguna prisa, Yota. La villa os tiene que echar de menos. Si aparezco antes de que se empiecen a preguntar dónde coño os habéis metido, empezaré mal.

Se cruzó de brazos.

—Así que relajaos un poco, coño. Que no todos los días uno tiene la suerte de hablar con un tío tan simpático como yo. ¿Necesitáis algo? ¿Hambre? ¿Sed? ¿Queréis que os cante una nana antes de acostaros?

—¿Akame? ¿Por qué sabría Akame dónde se encuentra Kusagakure? —Volvió a mirar a Yota—. ¿Por qué sabe Akame dónde se encuentra Kusagakure?

De forma puramente automática e instintiva quise realizar el mismo gesto que Zaide, pero los grilletes fuera un impedimento.

— Porque Akame ya ha estado en Kusagakure cuando fue shinobi de Uzushiogakure

—Porque Akame estuvo un día en Kusagakure. El día en que asesinaron a una Uzukage. La Morikage no te lo ha contado, ¿eh Daigo? No espera de ti que te ocupes de la artillería pesada.

Zaide, por su parte quiso añadir un poco de leña al fuego. Seguía con su discursito incendiario sobre las aldeas y su estatus quo en el que la figura del Kage actuaba como de padre de familia y dirigía a los demás miembros de la aldea y se encargaba de hacérselo saber al resto del mundo ante la menor de las oportunidades.

—. En estos casos no tengo ninguna prisa, Yota. La villa os tiene que echar de menos. Si aparezco antes de que se empiecen a preguntar dónde coño os habéis metido, empezaré mal.

— Oh, ruego que me disculpes. Con tanto desmayo creo que he empezado a perder la noción del paso del tiempo

Y hasta cierto punto puede que fuese verdad. ¿Cuanto tiempo llevábamos reclusos en la cima de aquella montaña? ¿Cuánto hacía de la pelea en el Valle del Fin?

—Así que relajaos un poco, coño. Que no todos los días uno tiene la suerte de hablar con un tío tan simpático como yo. ¿Necesitáis algo? ¿Hambre? ¿Sed? ¿Queréis que os cante una nana antes de acostaros?

Absolutamente resignado puse mi culo en el suelo y puse mi mano en el cubo de nieve para refrescar la morcilla que tenía por dedo.

— ¿Cuando crees que nos echarán de menos?

¿Que Akame realizó una misión en Kusagakure? Ese chico no dejaba de acumular motivos para odiarlo. Kusagakure y Uzushiogakure habían confiado en él y ahora estaba traicionando a todo el mundo a la vez.

Daigo apretó los puños e intentó mover su pierna derecha, pero era completamente incapaz. Luego miró a Yota durante un segundo. No podía dejar que se enterase de la magnitud de sus heridas todavía. No quería preocuparlo.

Quien sí estaba preocupado ahora mismo era él, que se empezaba a dar cuenta de lo que significaba estar lejos de la villa durante tanto tiempo.

«¿Estarán bien Koku y Gura?» Pensó. «Mi padre todavía está en casa, pero con la cafetería destrozada será difícil conseguir dinero...»

Y lo peor era que no tenían casi nada ahorrado. Después de que Daigo hubiese fallado su última misión y que su única fuente de ingresos haya sido destrozada, la familia estaba pasando por un muy, muy mal momento.

— No tardarán mucho. —Respondió a Yota, entre dientes. Odiaba tener que decir eso.

—Bien —dijo Zaide, conforme con la respuesta de Daigo—. Espero que me hagan una buena oferta, o el siguiente de la lista al que pienso ofreceros no os hará ninguna gracia.

Y hasta ahí podía hablar. Sus pensamientos volaron brevemente hacia otro sitio. Tenía que pensar cómo llegar hasta Kusagakure. Lo mejor sería usar el tren. Disfrazándose de otra persona llegaría allí en un día. También tenía que pensar en cómo hacer para despistar a los perros, por si a Kintsugi se le pasaba por la cabeza tratar de seguir su rastro haciendo uso del olfato de los canes. Se le ocurrió algo divertido que le arrancó una sonrisa.

Luego estaban esos dos. ¿Los dejaría allí solos, encerrados? Sabía de un fūinjutsu que haría de aquella cueva impenetrable. Tanto para salir como para entrar. Con dejarles algo de comida y agua bastaría, aunque nunca estaba de más dejar a alguien vigilando. Ah, cuántas cosas que preparar. Zaide se dio cuenta de lo mucho que le habían ayudado sus camaradas cuando hacía aquel tipo de secuestros. En aquellos días, él apenas se ocupaba de negociar el precio y poner cara de hijoputa. Ahora en cambio tenía que estar a todo, y eso le recordaba algo.

—¿Qué tal está esa cadera, chico? —le preguntaba a Daigo—. No soy médico, pero juraría que tienes un hueso roto. ¿Notas todo en su sitio?

Espera que Daigo tuviese razón. No por nada, sino porque quería terminar con toda esa mierda cuanto antes. Aunque eso tuviese que pasar por la humillación y la vergüenza en Kusagakure, pero lo cierto es que cada vez que intentaba mover los brazos y me veía impedido por los grilletes me recordaba que había fallado estrepitosamente.

— Ahora tengo curiosidad, ¿quién es el siguiente de la lista?

La verdad es que por mucho que le diese vueltas, en aquel preciso momento no caía con quién podría ser el siguiente de la lista de Uchiha Zaide. La cabeza ya no estaba para demasiados trotes y necesitaba un descanso, pero uno de los de verdad, no una de esas cabezaditas en las que perdía el mundo de vista tras una hostia del Uchiha que teníamos delante. Igual es que el siguiente de la lista era algún tipo de traficante que querría explotarnos para obtener algún tipo de beneficio. La verdad es que se me estaba yendo demasiado la olla con tanto pensar.

La vista se centro en Daigo en cuanto Zaide preguntó por su cadera, esperando ansioso la respuesta del peliverde.

— Mejor que nunca. —Repitió, esta vez a Zaide y escupiendo cada palabra que decía.

Durante aquella conversación, la mente de Daigo empezó a volar de nuevo, todavía pensando en sus seres queridos en Kusagakure y en cómo se las arreglarían sin él. Sus padres, Gura y Koku, todos estaban pasando momentos difíciles económicamente hablando. ¿Serían capaces de arreglárselas sin él si acababa siendo vendido al otro lado de Ōnindo?

Sí. Estaba seguro de que sí, o eso quería pensar.

— Supongo que a Umigarasu. —Respondió a Yota, mirando a Zaide—. He escuchado que Dragón Rojo trabaja con él.

— Mejor que nunca.

—Se nota —dijo, sarcástico, sin haberle visto ni una sola vez amagar con intentar levantarse. O, lo que todavía era más extraño, tratar de atacar. Con lo loco que era aquel kusajin, aquello solo podía significar una cosa: que estaba bien jodido.

Fuese como fuese, esperaba que los ninjas médicos de su villa pudiesen ponerle solución. Pese a que había sido él el causante de sus males, no le deseaba penurias mayores. Por cómo había visto su herida, sin embargo…






… no podía estar seguro de que eso sería así.

Sobre Umigarasu, Zaide optó por mentir. Le convenía que se pensasen que seguían aliados. Eso suponía una amenaza mayor para ellos, y de paso podía joder a aquel Daimyō hijo de puta. Si no terminaba por matarle él mismo, esperaba que al menos una de las tres grandes villas lo hiciese.

—Has escuchado bien. Digamos que Umigarasu y Dragón Rojo tienen… varios puntos en común. Pero no adelantemos acontecimientos, ¿eh? Veamos primero qué tal sale lo de Kintsugi.

El punto de que insistiese tanto con la maldita cadera empezaba a mosquearme. Daigo se estaba haciendo el duro, de eso no había duda, pero lo que estaba claro es que uno empezaba a pensar que lo del dedo roto y el hombro dislocado era una chiquillada al lado de estado de la cadera del peliverde. Afirmaba estar estupendamente, pero la verdad es que no había movido un dedo desde que Zaide y yo aparecimos en esa sala.

Tras ello, tanto el kusajin como el criminal hablaron acerca de mi pregunta. Umigarasu. Jamás había oído ese nombre, pero tenía pinta de ser alguien importante. No era el típico nombre de ninja. Sonaba a realeza o algo así. No quise preguntar, es probable que se tratase de un gilipollas más, como el propio Uchiha Zaide o el indeseable de Yubiwa.

— Oye, Zaide — por contra si había algo que me preocupaba en aquel instante más que cualquier otra cosa. — Te agradecería que me dieras uno de mis caramelos, los cogería yo, pero bueno... digamos que estoy un poco manco temporalmente

Oh, sí. El dulce aroma del caramelo inundando la cavidad bucal y originando una explosión de sabor. Justo eso era lo que necesitaba.

— Sí, veamos qué tal sale.

«Kintsugi-sama no dejará que te salgas con la tuya».

Daigo se giró a mirar a Yota. ¿Cómo podía pensar en dulces en un momento como este? Aunque suponía que podría ayudarlo a relajarse, así que probablemente también lo ayudaría a pensar.

«Si nos dejase solos un momento, quizás podría hacer algo». Agitó la cabeza. Era demasiado peligroso y su objetivo ahora mismo era sobrevivir. «O al menos debería poder comunicarme con alguien».

Cruzó los brazos bajo su cabeza para recostarla en ellos. Estaba seguro de que debía haber algo que pudiera hacer, pero sus piernas seguían sin responderle y eso limitaba mucho sus opciones.

Zaide le lanzó un caramelo para que lo cazase con la boca al vuelo. Luego, sin perderlos de vista, preparó varias piezas de pescado sobre el fuego de la hoguera. Cuando los tuvo listos, les tiró dos a cada uno para que comiesen algo.

—Hay algo que me tiene intrigado —empezó a hablar, tras un buen rato callado—. Hace no muchos meses me encontré con un monstruo. Una abominación que no debería existir. Creo que vosotros lo conocéis como gebijū.

El que él había visto era una mezcla entre un gorila, una serpiente y un tigre. Tenía siete colas, y la capacidad de usar el chakra. Poseía una cantidad de energía, dicho sea de paso, nada desdeñable. ¡Comparable a la suya propia! Si no fuese porque tenían la inteligencia de un kusajin recién salido de la academia, serían unos enemigos formidables. Ya lo eran, en cierta parte. De no ser por la ayuda de Juro lo hubiese pasado muy mal para salir vivo de allí.

—Vosotros los ninjas de las villas sois tipos muy listos. Instruidos. Educados. Seguro que tenéis un plan al respecto, ¿huh? ¿Cómo pensáis erradicarlos?

Sin rechistar ni nada vi como Zaide procedía al lanzamiento de cAramelo, moví la cabeza de tal manera que pudiese pillarlo al vuelo. Obviamente no fue hecho adrede pero el Uchiha dio en el clavo al tomar uno de los de limón. Justo el que necesitaba. Mientras el limón realizaba su particular explosión de acidez en mi paladar observaba a Daigo. Lo hice con un rostro de clara preocupación, pues en su vida había estado tan jodido como entonces. A me rced de un criminal a nivel mundial y sin poder moverse. Hasta que vi como sacudía la cabeza.

«¿No será tan inconsciente, ¿verdad?»

¿Verdad? Eso mismo me repetí varias veces pero por si acaso, y solo por si acaso...

— Oshe, Zaijo — dije, llamando la atención del kusajin e ignorando lo preguntado por Zaide — No eztaraz penzando en azer ninjuna gillipollez, ¿ferda?

Aunque el caramelo me impedía hablar con claridad y parecía que tenía la lengua tonta, el mensaje era claro.

Los trozos de pescado cayeron justo frente a Daigo, que no se pudo mover para atraparlos. Aunque tampoco hizo el amago de cogerlo.

— Para nada. —Le respondió a Yota, negando con la cabeza—. No te preocupes. No soy idiota.

No había ignorado la pregunta de Zaide, pero estaba decidiendo si debía responderle o no. Se preguntaba por qué le preocupaba a él, un poderoso ninja sin escrúpulos, lo que estaba haciendo Kusagakure por ayudar a la gente de a pie.

— No hay ningún plan que yo conozca. —Respondió mirando a Zaide a los ojos. ¿En qué estaría pensando el Uchiha ese?—. Pueden aparecer en cualquier lugar y en cualquier momento. De hecho, según tengo entendido, pueden volver a aparecer incluso después de matarlos. La única opción viable que veo es sellarlos.

Pensó en arrastrarse para intentar apoyarse en algo, pero probablemente estar sentado sería demasiado doloroso.

— También es difícil que los civiles pidan misiones para que nos encarguemos de ellos. Usualmente solo podemos deshacernos de ellos cuando el daño ya está hecho. —¿Estaba hablando demasiado con él? Quizás, pero algo en su interior le decía que era posible que Zaide se estuviese preocupando por la gente, aunque parecía odiar a los ninja—. Conozco a algunos ninja que se dedican a patrullar y cazarlos, pero no son suficiente. —Explicó. Algunos de ellos solían pasar por su cafetería cuando estaban en la villa—. Y yo mismo me he tenido que enfrentar a cinco, pero no he podido sellarlos.

Zaide se rascó la barbilla y empezó a dar suaves tirones a su barba, pensativo. Si el bicharraco que había matado Juro podía aparecer en cualquier sitio y a cualquier momento, pudiendo resurgir incluso tras su muerte, significaba que estaban jodidos. No ellos, los ninjas. Al menos no una parte. Pero sí el resto de Ōnindo.

«¿Sellarlos, huh? No es mala idea, pero…»

—Cazarlos, sellarlos… Me estás hablando de parches, Daigo. —Negó con la cabeza. Si de verdad querían hacer algo, tenían que atacar a la raíz—. Tenéis que acabar con quien los está creando, joder. Porque sabéis que esto es obra de alguien, ¿verdad?

Aunque había algo que no alcanzaba a comprender. ¿Cómo cojones habían logrado que las criaturas surgiesen por toda Ōnindo? ¿De verdad era generación espontánea? ¿O existía un hilo del que tirar? ¿Llevaría ese hilo a Kurama?