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Tsukiyama Daigo había tenido todo un día para pensar exactamente lo que haría y lo que diría cuando se encontrara exactamente en aquel lugar a exactamente aquella hora.
Tenía una idea de lo que haría, o eso creía ayer hasta que empezó a enterarse de todas las cosas que habían sucedido en el torneo. De lo que sucedió exactamente en el combate de Kazuma, de lo que hizo Yota en su pelea con Etsu y sus consecuencias, e incluso del espectáculo que montaron Daruu y Ayame durante su combate.
Entre todos los ninjas que conocía, Amedama Daruu era el último por quien habría apostado para hacer algo como eso, pero de nuevo, no debería de sorprenderle cuando esa manera de pensar parecía estarse popularizando en el resto de aldeas.
No. No debía pensar eso, especialmente no cuando era exactamente lo que quería cambiar.
Daigo esperó pacientemente, sentado encima de un tronco ancho y algo bajo, lo suficiente para que no hubiera tenido que escalar mucho para sentarse en él. Vestía con la ropa usual que llevaba para entrenar y combatir, pues se había varias mudas previendo que acabaría estropeando más de una, e incluso llevaba sus vendas y sus cadenas en los brazos y puños. No es como si hubiera estado entrenando, o siquiera pensara en hacerlo, pero no podía sentirse realmente cómodo de lo contrario.
Allí, a las dos de la tarde en el Bosque Sesgado, ni siquiera Tsukiyama Daigo sabía con exactitud qué habría cambiado cuando saliera de allí, pero estaba dispuesto a probarlo.
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Ahí, escondido en medio de aquellos tocones, el Lobo aguardaba paciente. Había llegado con bastante antelación, pero aún no había mostrado su rostro. Esperaba, pues, a ver si aún quedaba algo del toro bravo que alguna vez había conocido, aunque había muchos otros adjetivos por los cuales podía llamar a aquel considerado su digno rival.
Escuchó los pasos, y se apresuró a subir desde detrás de un tronco, dando un salto y cayendo sobre este con presteza mientras la luz a través de sus gafas dejaban ver su afilada mirada en su habitual gesto de confianza
—¡Tsukiyama!— Anunció, y sonrió dejando que el sol se reflejase en su dentadura, cruzándose de brazos.
A diferencia de Daigo, Rōga lucía un conjunto nuevo de prendas. Debía admitir, que la verdadera razón por la que citó al peliverde a aquella hora fue única y exclusivamente para tener tiempo libre en la mañana para conseguirse alguna ropa nueva. "No puedes acudir a una reunión importante con una chaqueta agujereada." Esta vez una suerte rara de chaleco o gabardina que ondeaba tras su espalda de forma melodramática con el movimiento. Un nuevo cinturón de cuero y camisa también nueva, además de guanteletas negras que reemplazaban su antiguo conjunto.
—Dos preguntas, una sola solución — Se levantó los cristales dejando ver el dorado de sus orbes. —¿Ya tienes la respuesta? ¿O necesitas que te sacuda la cabeza de un puñetazo para acomodarte el cerebro de nuevo en su lugar? — Dijo divertido.
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—¡Tsukiyama!
—¡Ah!
Sobresaltado en guardia apenas escuchó la de Rōga, temiendo que volviese a saludarlo con una patada en la cara, o con otro intento de puñetazo, o con cualquier otro ataque decidiera lanzarle esta vez.
Por suerte, el único ataque que le dio fue uno al corazón.
—Dos preguntas, una sola solución ¿Ya tienes la respuesta? ¿O necesitas que te sacuda la cabeza de un puñetazo para acomodarte el cerebro de nuevo en su lugar?
Daigo bajó la guardia.
—No te habría llamado si necesitara que me pegaras —se cruzó de brazos y sonrió—, para eso te habría retado a un duelo.
Le mantuvo la mirada durante unos segundos a su rival. Todo su cuerpo le pedía pelear con él una vez más, pero tenían otros asuntos que tratar, y probablemente no podría aguantar un duelo en su estado.
»No. Lo que quiero es otra cosa, pero antes... —dijo—, cuando dijiste que un día cargarías con Amegakure, ¿te referías a lo que te dijo Kazuma-kun aquella vez?
Todavía le mantenía la mirada, pero ahora su voz sonaba mucho más seria que antes.
»¿Quieres ser Arashikage?
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—Me matas las ilusiones con tus palabras — Se encogió de hombros con gesto cínico. —Aunque quizá y sólo quizá nos veamos las caras en la arena del Torneo — Ciertamente estaba algo decepcionado, pues tenía todas las ganas de darse de golpes con el peliverde, pero iba a tener que aguantarse por el momento. Los dos venían de combatir contra oponentes terribles el día anterior y aunque el corazón esté dispuesto los huesos no tanto.
El peliverde fue ahora el que se cruzó de brazos, buscando imponer su mirada contra la del cachorro de Lobo. Fue directo y conciso, pero el de cabellos tricolor no se inmutó ante lo más mínimo ante la pregunta. En su lugar, alzó la mirada a los cielos mientras mantenía los brazos cruzados.
—Lo pensé, estuve con la espina mucho tiempo en el corazón. Cosas fueron sucediendo y cada vez más la idea se fue arraigando. Antes yo no hubiese aspirado a nada más, pero me he dado cuenta que hay cosas que sólo cambian si alguien mueve el culo. Y si nadie más lo hace, seré yo...
»Así que si quieres una respuesta, es sí.
Sus orbes dorados volvieron al peliverde.
—Planeo algún día volverme Arashikage, para que se superen los viejos rencores. Tanto los de la gente de Amegakure como los de las otras aldeas. No buscaré un sueño ridículo dónde por arte de magia nos llevemos bien, pero es la única manera en la que podré cambiar antiguas creencias.
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24/04/2020, 19:17
(Última modificación: 24/04/2020, 19:17 por Tsukiyama Daigo.)
Daigo sonrió de oreja a oreja. Esa era exactamente la clase de respuesta que esperaba de Rōga. De hecho, no había dudado por un solo segundo que aquella sería la respuesta que recibiría, pero aún así necesitaba escucharla.
—¿Sabes? Me gustaría que todo volviera a ser como antes —dijo Daigo, recordando tiempos en los que odiaba el ninjutsu, pero que realmente habían sido los más pacíficos hasta la fecha—. Como cuando todavía estaban Kenzou y Shiona, y todo era paz.
»Claro, eso no va a suceder —los muertos no volvían. Ni siquiera Kenzou-sama—, y no quiero esperar a que alguien más tome la decisión correcta por mí, así que lo haré yo.
Desvió la mirada. Sabía que no siempre acabaría tomando las decisiones correctas, pero debía tomarlas, y debía hacerlo sin arrepentirse. Eso era algo que le hicieron recordar forzosamente hacía poco.
—Pero claro, un genin no puede tomar esa clase de decisiones. Ni siquiera creo que pueda hacerlo un jōnin. Por eso quería saber... —volvió a mirar a Rōga a los ojos y sonrió—. Cuando yo sea Morikage y tú seas Arashikage, ¿podré contar contigo?
Hablaba con seguridad porque sabía que Rōga lo acabaría consiguiendo, y definitivamente él no iba a ser menos que su rival.
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El genin carcajeó, carcajeó con todas sus fuerzas. Sin embargo no se estaba burlando, no esta vez. Era una risotada de satisfacción, con el pecho henchido de orgullo al escuchar a las palabras del peliverde. "Ese es el Tsukiyama que Lobo recuerda." Aquel que tenía bien claro lo que tenía enfrente, aquel a quién deseaba desafiar y medirse. Pero por eso mismo, no podía dejar que lo opacase y se llevase toda la gloria. No, no señor.
—Me ofende que tengas que preguntar eso — Alzó la ceja y sonrió enseñando los dientes, para luego pegar un brinco de un tocón a otro, cayendo en uno que se encontraba a las espaldas del kusajin.
Tuvo algo de dolor en la espalda por el movimiento brusco, pero tenía la suficiente entereza para disimularlo y que esto no afectase su aura de confianza mientras relajaba ambos brazos.
—No podría pensar en otra persona que no fueses tú para guiar a la gente de Kusagakure, aunque... — sonrió sórdido y entrecerró los ojos. —También tienes que mostrarme que estarás a la altura — De inmediato pasó a su postura de ataque, una que su amigo ya conocía de sobra con esas manos formando amenazantes garras.
»Lo lamento, pero hay algo dentro de mí que me exige medir fuerzas. No puedo dejar que te pases de confianzudo y creas que puedes superarme con tanta facilidad. ¡SUBE ACÁ Y MUÉSTRAME QUE DE VERDAD TU ESPÍRITU NO SE HA APAGADO! ¡NO QUIERO PROMESAS VACÍAS!
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La respuesta de su rival fue reconfortante para el boxeador, que sabía desde un principio que podía confiar en Rōga. Claro, el plan que tenían no era precisamente el más elaborado, y no tenían ninguna seguridad de que lo conseguirían más allá de la seguridad que tenían en sí mismos, pero para Daigo eso era suficiente.
El amejin saltó por encima del peliverde, cayendo en el tocón que estaba a sus espaldas para retarlo a un combate. Rōga no podía verlo desde donde estaba, claro, pero el joven apenas podía contener su emoción. Sus puños le pedían volver a medirse con su rival y él no podía negarles esa oportunidad.
Saltó al tocón que estaba frente suyo mientras sus costillas le rogaban que se detuviera, quedando frente al Yotsuki.
—Claro que sí. No podía ser de otra manera —dijo, sonriendo—, pero todavía no, no hasta que estemos al cien por cien.
Se cruzó de brazos, confiado.
»Además, estoy preparando un par de técnicas que tienes que ver —estiró su diestra, apuntándolo—. La semana que viene en una de las plataformas de combate. Allí podremos pelear sin preocuparnos de nada.
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El Yotsuki torció la boca ante la negativa inicial de Daigo de iniciar una pelea ahí mismo. A regañadientes, tuvo que aguantarse debido a que Daigo parecía querer actuar responsable y prudente para evitar terminar de rematarse como sus previos oponentes no lo habían hecho. Ciertamente le molestaba porque ardía en deseos de combatir, pero ante la negativa del peliverde poco o más podía hacer para intentar provocarlo más allá del espíritu de lucha de ambos.
—¿Acaso es parte de tu estrategia matarme de hype? — Rezongó.
"¿Un par de técnicas?" Arqueó la ceja, pues sabía que cuando se trataba de lucir algún jutsu vistoso el Tsukiyama no le decepcionaba nunca. Se cruzó de brazos cuando su interlocutor le señaló.
—Huh. Como quieras — Finalmente descendió del tocón de otro salto, tratando de no abrirse el corte de la espalda. —Ahí me tendrás — Empezaría a caminar, caminando entre los troncos mientras alzaba la mano y la sacudía aún dándole la espalda al kusajin. —No te confíes, que yo también tengo dos cartas nuevas en mi arsenal para mostrar... — Terminaría, siendo esa frase su despedida.
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«Mierda».
Daigo había planeado sorprender a Rōga con todo el inglés que había aprendido, pero fue él Yotsuki quien sorprendió al peliverde con una palabra que no conocía. Probablemente debería traerse un diccionario para su duelo, aunque sería complicado leerlo durante el combate.
Aunque Rōga no podría verlo al estar de espaldas, el chico lo despidió agitando su brazo izquierdo con energía.
—¡No esperaba menos!
En lo alto del tocón, luego de ver como su rival se marchaba, el chico se sentó con cuidado de no caerse.
—Todavía tengo algunas preguntas... —se dijo—. Solo yo puedo responderlas.
Sí. No podía confiar en que siempre alguien más le ayudara a encontrar la respuesta a todo.
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