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Juro asintió, feliz de que su compañero fuera el que había llegado a esa suposición. Quizá entonces no sería tan difícil explicarle lo que venía a continuación.
— Lo primero de todo es que debes olvidar lo que nos han enseñado sobre los bijuu. Me refiero a la parte donde son bestias irracionales. Como ya te habrás dado cuenta por la existencia de Kurama, son criaturas más que racionales — explicó Juro, mientras se encogía de hombros —... pero hay más. Al igual que no puedes generalizar entre los seres humanos, tampoco podemos hacerlo con los bijuu. No son simples criaturas malevolas que buscan asesinar a la humanidad, Yota.
» Cada bijuu tiene su propia forma de ser, su personalidad, su conciencia... ¿Lo pillas? En eso, son como los seres humanos. Tienen raciocinio y unos motivos por los que actúan — explicó —. Es cierto que todos tienen un pasado y que guardan un especial rencor hacia la humanidad. Pero eso no les convierte en seres horribles. La humanidad también les hizo cosas horribles muchos años atrás. Pero las cosas están cambiando y ellos también se están esforzando por dejar el pasado atrás.
Puede que no fueran las palabras más afortunadas que podía dedicarle estando las cosas como estaban. Probablemente él no era el más indicado para decir algo así. Pero aun así, tenía esperanza. Esperanza de que, si al menos escuchaba sus palabras, quizá algún día él pudiera entender su verdadero significado, por sí mismo.
— Lo cierto es que Kurama no está respaldado por todos los bijuu. Tal y como tú dices, el Nanabi está en contra del imperio que Kurama está tratando de formar y me ayudó a luchar por eso. Le prometí que le ayudaría en su guerra contra Kurama a cambio de ese poder, y liberé el sello que lo ata. Fue una decisión arriesgada, pero no tenía muchas más esperanzas de sobrevivir — le explicó —. El Nanabi no es el único, por cierto. El Gobi, el bijuu de Ayame, fue liberado durante un tiempo por Kurama cuando le revirtieron el sello, pero decidió no unirse a su causa. Fue ella quién nos dio la advertencia sobre los generales, y con eso, a Kusagakure y a Uzushiogakure.
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— Lo primero de todo es que debes olvidar lo que nos han enseñado sobre los bijuu. Me refiero a la parte donde son bestias irracionales. Como ya te habrás dado cuenta por la existencia de Kurama, son criaturas más que racionales — explicó Juro, mientras se encogía de hombros —... pero hay más. Al igual que no puedes generalizar entre los seres humanos, tampoco podemos hacerlo con los bijuu. No son simples criaturas malevolas que buscan asesinar a la humanidad, Yota.
» Cada bijuu tiene su propia forma de ser, su personalidad, su conciencia... ¿Lo pillas? En eso, son como los seres humanos. Tienen raciocinio y unos motivos por los que actúan — explicó —. Es cierto que todos tienen un pasado y que guardan un especial rencor hacia la humanidad. Pero eso no les convierte en seres horribles. La humanidad también les hizo cosas horribles muchos años atrás. Pero las cosas están cambiando y ellos también se están esforzando por dejar el pasado atrás.
Y de repente, el jinchuriki trataba de convertir a los bijū en las víctimas de la historia de Ōnindo. Era algo que podía pasar, puesto que en su interior albergaba una bestia de esas con chakra y quién sabe qué tipo de represalías iba a tomar el Nanabi si Juro no colaboraba.
— Lo cierto es que Kurama no está respaldado por todos los bijuu. Tal y como tú dices, el Nanabi está en contra del imperio que Kurama está tratando de formar y me ayudó a luchar por eso. Le prometí que le ayudaría en su guerra contra Kurama a cambio de ese poder, y liberé el sello que lo ata. Fue una decisión arriesgada, pero no tenía muchas más esperanzas de sobrevivir
El marionetista confirmaba así mis presagios de una especie de guerra civil entre bijūs. Pero no bastaba con eso, sino que aquella confesión dejaba a las claras que estaba con el bijū y yo empezaba a dudar de si ese era el motivo por el que luego pasó lo que pasó. supongo que era inevitable. Las dudas empezaron a invadir mi mente.
El Nanabi no es el único, por cierto. El Gobi, el bijuu de Ayame, fue liberado durante un tiempo por Kurama cuando le revirtieron el sello, pero decidió no unirse a su causa. Fue ella quién nos dio la advertencia sobre los generales, y con eso, a Kusagakure y a Uzushiogakure.
— ¿Y el Nanabi no podía librar esa lucha contra Kurama desde Kusagakure?
«Antes de ser un puto jinchuriki fuiste kusajin. Joder, hiciste un puto juramento cuando te convertiste en genin»
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5/03/2021, 17:59
(Última modificación: 5/03/2021, 18:00 por Eikyuu Juro.)
La pregunta era obvia y estaba deseando contestarla, pero antes, decidió tomar aire, relajarse, y relatar la última parte de lo que necesitaba que Yota supiera sobre los bijuu. El como tratar con esa información era cosa suya, al fin y al cabo, pero si no la transmitía, probablemente, no podría entenderlo.
— ¿Sabes cual es el origen de los bijuu? — preguntó Juro, tan repentinamente que resultó hasta anticlimático —. Ellos fueron creados por un humano. El sabio de los seis caminos, Rikudō Sennin. El padre de todos los shinobis. Él dividió al Jūbi, la terrible bestia de diez colas, en nueve contenedores distintos, que formaron los bijuu que actualmente conocemos. Las cinco grandes aldeas más adelante los utilizaron para su guerra. Y la historia siguió hasta hoy. Sin embargo, el hombre, antes de morir, les dijo unas palabras muy importantes.
» Algún día uniréis fuerzas con los humanos para erradicar una plaga que amenazará todo Oonindo. Ese día, no temáis y colaborad, pues hasta entre seres que se creen bondadosos arraiga la codicia y la soberbia.
Esas palabras las había escuchado por primera vez de Yubiwa y luego por su propio bijuu. Juro aun se preguntaba muchas cosas. ¿Cómo aquel hombre había podido anticipar algo así? ¿Era verdaderamente Kurama el mal que había anunciado? No estaba seguro, pero esperaba que así fuera. Que pudiera llegar un mal mayor al mundo era una perspectiva terrible.
Aun así, esas palabras tenían un cierto poder que le fascinaba. Repetir lo que aquel hombre sabio profetizó una vez le daba coraje. Se sentía en el camino correcto.
— Kurama ha malinterpretado las palabras y se ha convertido en esa plaga. El Nanabi me dijo que está tratando de pervertir lo que su padre les dijo. Él estuvo observando desde que le sellaron en mí. Me observó a mi, y todo lo que hice. A nosotros. Y en ese momento decidió ayudarme. Lo que quiero que entiendas es que él no me obligó a cometer un asesinato. El Nanabi decidió confiar en mí, y yo, como ninja de Kusagakure, quise confiar en mi Aldea. Al menos, eso es lo que creía cuando entré en ese despacho aquel día — relató, para luego pasar a llegar al punto que Yota tanto había estado deseando —. Sin embargo, Kenzō-sama no pensaba igual. Sus ideales sobre los bijuu... y sobre mí, como jinchūriki, me pusieron en una situación muy peligrosa.
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— ¿Sabes cual es el origen de los bijuu?
Me encogí de hombros. Era un suceso que se enseñaba en las academias, pero claro, como en todo, esa era una gran generalización, eera bastante probable que se me escapasen detalles por aquí y por allá.
— Supongo
Ellos fueron creados por un humano. El sabio de los seis caminos, Rikudō Sennin. El padre de todos los shinobis. Él dividió al Jūbi, la terrible bestia de diez colas, en nueve contenedores distintos, que formaron los bijuu que actualmente conocemos. Las cinco grandes aldeas más adelante los utilizaron para su guerra. Y la historia siguió hasta hoy. Sin embargo, el hombre, antes de morir, les dijo unas palabras muy importantes.
» Algún día uniréis fuerzas con los humanos para erradicar una plaga que amenazará todo Oonindo. Ese día, no temáis y colaborad, pues hasta entre seres que se creen bondadosos arraiga la codicia y la soberbia.
¿Ves? El capitulo de la confesión de Rikudō-sama a los bijūs me lo perdí o quizás fue uno de esos días en los que uno hace pellas. Pero lo cierto es que desconocía de aquello. Y ahora resultaba que esa plaga de la que hacían referencia era uno de esos bijūs, concretamente el de mayor número de colas.Juro lograba captar mi atención y, en cierto modo sentía que nos acercabamos al gran momento de nuestra charla que, por cierto, se estaba empezando a alargar más de la cuenta.
— Kurama ha malinterpretado las palabras y se ha convertido en esa plaga. El Nanabi me dijo que está tratando de pervertir lo que su padre les dijo. Él estuvo observando desde que le sellaron en mí. Me observó a mi, y todo lo que hice. A nosotros. Y en ese momento decidió ayudarme. Lo que quiero que entiendas es que él no me obligó a cometer un asesinato. El Nanabi decidió confiar en mí, y yo, como ninja de Kusagakure, quise confiar en mi Aldea. Al menos, eso es lo que creía cuando entré en ese despacho aquel día
El jinchuriki siguió con su historia, adentrándonos ya al gran momento. Por fin iba a conocer la verdad y la sucesión de los hechos.
Sin embargo, Kenzō-sama no pensaba igual. Sus ideales sobre los bijuu... y sobre mí, como jinchūriki, me pusieron en una situación muy peligrosa.
Los nervios volvieron a la superficie como si de un volcán en erupción se tratase. Me sentía en la estacada, como entre la espada y la pared. Una parte de mí quería estrangular al marionetista, sin miramientos, pero otra parte de mí ardía en deseos de escuchar que el Morikage perdió el juicio y se volvió loco y ello le obligase a hacer lo que hizo.
— ¿Sus ideales? ¿A qué te refieres exactamente?
Recordé que el propio Kenzō me pidió que vigilase al entonces jinchuriki de Kusagakure y fuese una prolongación de la sombra de Juro, por lo que le pudiese suceder a un jnchuriki. En resumidas cuentas, que me convirtiese en algo así como su ángel de la guarda o su guardaespaldas, pero si que Juro lo supiese.
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Yota estaba haciendo uso de toda su paciencia para aguantar los nervios. Juro lo podía notar perfectamente. Eran demasiados años a su lado para no saberlo. Se lo agradeció mentalmente, mientras él trataba de serenarse para llegar al final de aquella historia. Entonces, todo se habría terminado y esa pequeña charla se iría al garete. Lo que pasaría después era algo que ni si quiera él podía prever.
— El día que Kenzō me convirtió en jinchūriki yo me intenté negar, ¿sabes? Pero no tuve mucha opción ante una orden directa. Él me habló del gran potencial que tenía y cómo una persona joven tendría más opciones de sobrevivir. Me dijo que me convertiría en su jaula para el resto de los días de mi vida. Que sería un peso en la balanza para evitar una guerra. Me obligó a mantenerlo en secreto, para evitar que algún malvado hiciera algo contra mí. Pero creo que también era porque yo era su as en la manga, su arma en caso de que algo nos amenazara — Juro sonrió tristemente —. No me importó convertirme en un arma. Era por la villa. Me dijo que era parte de la gran familia de Kusagakure y que era como mi padre. Y yo lo sentía así.
Sus palabras se llenaron de nostalgia. El dolor en el pecho se acrecentó. En ese momento, no sabía que pensar. Ni si quiera sabía como explicar ese complejo sentimiento que le atenazaba: ese que unía el dolor por la traición de su líder junto al arrepentimiento por haber sido la causa de su muerte, por mucho que estuviera defendiendo su vida en el proceso.
— El día que lo sellaron en mí, el Nanabi me habló durante unos momentos. Nada importante, pero lo noté. Sin embargo, el Morikage no me creyó. Y al final, pensé que simplemente fue un delirio. Yo creía la versión de Kenzō. Pensaba que era un monstruo irracional. — relató —. Cuando aparecieron los generales, no tuvo más remedio que aceptar que los bijuu eran seres racionales. Yo le conté todo lo que supe, con la esperanza de que él me comprendiera. Pero lo único que me dijo es que los bijuus eran monstruos y que debía evitar entrar en contacto con ellos.
» No le culpo. Al fin y al cabo no sabe lo que se siente tener a uno en tu interior. Pero nunca quiso entenderlo. Y eso hizo que se abriera una brecha entre nosotros. Con el paso del tiempo yo cada vez me preguntaba más que estaba pasando en realidad en aquella guerra entre los bijuu, por qué el Gobi había rechazado a Kurama, y quién diablos era la criatura que tenía en mi interior. Pero si Kenzō se negaba a escucharme, pensé que entonces no podía si quiera contarlo
Paró un momento para respirar. Llevaba hablando mucho y ni si quiera había dado pie a que le preguntarán sus interlocutores. Por eso, decidió esperar para ver alguna reacción, y en caso de que no la hubiera, seguiría.
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— El día que Kenzō me convirtió en jinchūriki yo me intenté negar, ¿sabes? Pero no tuve mucha opción ante una orden directa. Él me habló del gran potencial que tenía y cómo una persona joven tendría más opciones de sobrevivir. Me dijo que me convertiría en su jaula para el resto de los días de mi vida. Que sería un peso en la balanza para evitar una guerra. Me obligó a mantenerlo en secreto, para evitar que algún malvado hiciera algo contra mí. Pero creo que también era porque yo era su as en la manga, su arma en caso de que algo nos amenazara — Juro sonrió tristemente —. No me importó convertirme en un arma. Era por la villa. Me dijo que era parte de la gran familia de Kusagakure y que era como mi padre. Y yo lo sentía así.
El jinchuriki seguía haciendo saltos entre el pasado lejano y el pasado del momento sobre el que le había preguntado. Era un poco confuso, la verdad, quizás su estrategia era simplemente esa, confundirme y llevarme a su terreno para así ganarse mi favor o, al menos, que la cosa no acabase en una orgía de sangre.
— Así es, Kenzō-sama era nuestro padre — recalqué.
— El día que lo sellaron en mí, el Nanabi me habló durante unos momentos. Nada importante, pero lo noté. Sin embargo, el Morikage no me creyó. Y al final, pensé que simplemente fue un delirio. Yo creía la versión de Kenzō. Pensaba que era un monstruo irracional. — relató —. Cuando aparecieron los generales, no tuvo más remedio que aceptar que los bijuu eran seres racionales. Yo le conté todo lo que supe, con la esperanza de que él me comprendiera. Pero lo único que me dijo es que los bijuus eran monstruos y que debía evitar entrar en contacto con ellos.
Y ahora hablaba del día del sellado del Nanabi.
» No le culpo. Al fin y al cabo no sabe lo que se siente tener a uno en tu interior. Pero nunca quiso entenderlo. Y eso hizo que se abriera una brecha entre nosotros. Con el paso del tiempo yo cada vez me preguntaba más que estaba pasando en realidad en aquella guerra entre los bijuu, por qué el Gobi había rechazado a Kurama, y quién diablos era la criatura que tenía en mi interior. Pero si Kenzō se negaba a escucharme, pensé que entonces no podía si quiera contarlo
— ¿Estás intentando hacerme ver que llegasteis a las manos porque Kenzō-sama pensaba que os bijūs eran malos y tu pensabas que eran buenos?
Definitivamente, todo aquello tenía que tener alguna razón de ser, sino no estaría explayándose tanto con aquel debate moral o ético o como se le quiera llamar.
— No, espera... eso que ha dicho no es del día en el que asesinó al viejo
— ¡Vaya, no me digas! Nunca me podría haber dado cuenta por mi mismo — salté ante la intervención de Kumopansa. — Sigue, quiero saber como acaba esta historia
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Juro se sintió un poco mal al ver la confusión evidente de Yota. Parecía estar tratando de procesarlo todo. Curiosamente, él había esperado mucha más resistencia por su parte al oírle hablar de la verdad acerca de los bijuu. Claro que el hecho de que estuviera dispuesto a escuchar no quería decir que estuviera de acuerdo ni que fuera a aceptarlo. Simplemente estaba analizando su punto de vista, para ver si tenía algún sentido.
— ¿Estás intentando hacerme ver que llegasteis a las manos porque Kenzō-sama pensaba que os bijūs eran malos y tu pensabas que eran buenos?
La verdad es que esa versión era terriblemente simple, pero, también era cierta. Se podía resumir así perfectamente la cosa.
Se sintió un poco mal por Kumopansa. La araña había dejado de lanzarle pullas un rato después, y hasta había tratado de calmar a Yota, pero solo había recibido un ácido comentario por parte de su compañero. Las viejas costumbres no habían cambiado. Yota tenía que tratar mejor a sus aliados.
— Nunca planeé llegar a las manos con él, incluso si tuviera ideas tan contrarias a las mías. Pero si hablas de un choque de ideales, sí, es lo que se produjo en ese despacho aquel día — explicó Juro —. Antes de ir a reportar lo que ocurrió en el despacho aquel día, yo estaba un poco nervioso. Como comprenderás, ese hombre se había negado a hablar sobre los bijuu desde que le conocía, y yo estaba a punto de decirle que había liberado al que tenía en mi interior para salvar el pellejo y que ahora eramos aliados.
» El Nanabi me advirtió algo antes de entrar aquel día. Me dijo que debía ser prudente y no revelar toda mi información. Que el Morikage era un hombre peligroso y que no dudaría en encerrarle de nuevo en un jarrón si no le gustaba lo que escuchaba, algo que me mataría en el proceso. Que aunque no lo creyera capaz, que no le diera la oportunidad de hacerlo — recitó, para luego añadir, rápidamente —... y antes de que lo digas, no, el Nanabi no me dijo que lo matara. Ni si quiera que me enfrentara a él. No me incitó a una pelea. Simplemente, me advirtió que tuviera cuidado. Creo que el bijuu había estado observando las conductas que mostró conmigo y se dio cuenta de que algo no cuadraba. O quizá, simplemente nunca confío en él.
Juro se encogió de hombros.
— Intenté ser prudente, pero lógicamente, el Morikage quería saber la verdadera versión de los hechos y engañarle era imposible. Así que al final, no hice caso al Nanabi. Le conté todo, desde lo de Yubiwa hasta la existencia de los bijuus que se oponían a Kurama y mi pacto con el Nanabi — admitió Juro —... y después de escucharlo atentamente, me condenó por haber confiado en un bijuu. Me acuso de ser un traidor que se había salido del sendero de Kusagakure y llamó a los ANBU para reducirme, encerrarme y quién sabe qué después.
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22/03/2021, 13:17
(Última modificación: 22/03/2021, 13:21 por Sasagani Yota. Editado 1 vez en total.)
— Nunca planeé llegar a las manos con él, incluso si tuviera ideas tan contrarias a las mías. Pero si hablas de un choque de ideales, sí, es lo que se produjo en ese despacho aquel día — explicó Juro —. Antes de ir a reportar lo que ocurrió en el despacho aquel día, yo estaba un poco nervioso. Como comprenderás, ese hombre se había negado a hablar sobre los bijuu desde que le conocía, y yo estaba a punto de decirle que había liberado al que tenía en mi interior para salvar el pellejo y que ahora eramos aliados.
» El Nanabi me advirtió algo antes de entrar aquel día. Me dijo que debía ser prudente y no revelar toda mi información. Que el Morikage era un hombre peligroso y que no dudaría en encerrarle de nuevo en un jarrón si no le gustaba lo que escuchaba, algo que me mataría en el proceso. Que aunque no lo creyera capaz, que no le diera la oportunidad de hacerlo — recitó, para luego añadir, rápidamente —... y antes de que lo digas, no, el Nanabi no me dijo que lo matara. Ni si quiera que me enfrentara a él. No me incitó a una pelea. Simplemente, me advirtió que tuviera cuidado. Creo que el bijuu había estado observando las conductas que mostró conmigo y se dio cuenta de que algo no cuadraba. O quizá, simplemente nunca confío en él.
Escuchaba a Juro y era como si escuchase a alguien totalmente distinto del que había conocido anteriormente. Hablaba de Kenzō como si fuera alguien del cual ser receloso o del que tener un especial cuidado, alguien de quien desconfiar y andarse con pies de plomo.
— Intenté ser prudente, pero lógicamente, el Morikage quería saber la verdadera versión de los hechos y engañarle era imposible. Así que al final, no hice caso al Nanabi. Le conté todo, desde lo de Yubiwa hasta la existencia de los bijuus que se oponían a Kurama y mi pacto con el Nanabi — admitió Juro —... y después de escucharlo atentamente, me condenó por haber confiado en un bijuu. Me acuso de ser un traidor que se había salido del sendero de Kusagakure y llamó a los ANBU para reducirme, encerrarme y quién sabe qué después.
La revelación de ser cierta era de lo más sorprendente. El propio Morikage tomando cartas en el asunto cegado por la supuesta visión del mundo que había expuesto Juro unos instantes antes.
— La verdad es que resulta complicado de creer, ¿sabes? Precisamente Kenzō-sama se caracterizaba porque solía escucharnos a todos. No entiendo porque no iba a escucharte a ti, precisamente, que eras el jinchuriki de la aldea. ¿Sabes? Me pidió que viviera pegado a tu culo para asegurarse de que no te pasase nada, para que fuese algo así como tu angel de la guarda. Le cuestioné y me dijo que un jōnin no estaría tan unido a ti como lo podía estar yo, porque confiabamos el uno en el otro ¿recuerdas? — obviamente estaba tratando de forzar un poco las cosas, pero es que seguía sin verle el sentido a todo aquello. — No entiendo porque tenía que desconfiar de ti
— Eso es cierto, yo estuve allí cuando se lo pidió
«En realidad, de alguna forma, tengo que volver a cuidar de ti»
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Juro escuchó y asintió. Lo esperaba. De hecho, casi se sintió hasta aliviado de que su compañero le argumentara. Porque eso quería decir que al menos, estaba cuestionando lo que le decía. Sus palabras estaban llegando a él.
Por supuesto que es difícil de creer. El Morikage pasado había sido una figura paternal para toda la villa. Todos le querían. Por eso Juro supo que desde el momento en que hubiera sido encarcelado, todo se habría terminado. Nadie le creería. Quizá el hombre no le hubiera matado, o quizá si, pero su vida habría estado bajo sus manos. Y si no hubiera escapado en el conflicto en mitad de la villa, habría sido asesinado, y nadie habría dudado en que el Morikage había hecho lo mejor por la villa.
Puede que sus actos se rigieran bajo el bien común. Puede que ese hombre de verdad hubiera amado a la villa que gobernaba. Eso ya no le importaba. Ese día decidió que su vida valía más que el bien común. Él no iba a ser un mártir ni un sacrifico para ninguna causa, y menos por una cuestión como el poder. Si eso significaba ser un ninja, entonces se retiraba.
— No digo que el Morikage no me hubiera escuchado — contestó Juro, con delicadeza —. Por supuesto que lo habría hecho. El problema era el contenido de mi mensaje. Él no quería escuchar hablar sobre la conciencia racional de los bijuu o su alineamiento en la guerra. Él solo quería tratarles como bestias sin nombre. Como armas para una futura guerra. Desconfió de mi porque no le gustó lo que le dije cuando supe sobre los bijuu la primera vez. Y cuando se enteró de lo que pasó en aquella cueva, tomó su decisión.
» Yo era importante para él, Yota. Porque era el arma de la aldea. Pero las armas son mejores cuando no tienen ideas propias. Cuando no te cuestionan. Y si una no sirve, siempre se puede remplazar. ¿Entiendes a que me refiero?
Cruzó las piernas, mientras se frotaba la sien. No sabía qué podía decir para convencerle de algo así. Al fin y al cabo, no había verdaderas pruebas de nada, solo su buena voluntad y su historial pasado. Y eso se había difumado con el tiempo. Un año de carteles por todas partes con su rostro ya era demasiado tiempo.
— Desconocía que te hubiera dicho eso, pero no logro entender la finalidad. Tú y yo ya eramos compañeros de equipo y amigos, nos protegíamos el uno al otro sin necesidad de que alguien nos lo ordenara, ¿o no es así?— exclamó, mirandole directamente a los ojos otra vez—. Te recuerdo que fue precisamente por su culpa que levanté un muro de distancia sobre ti y todos mis compañeros al obligarme a no contarle a nadie mi condición de jinchuriki. Y esa orden la recibiste justo después de que le informara sobre los generales y el Gobi. Casi me da a pensar que además de mi seguridad, le interesaba tenerme controlado.
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— No digo que el Morikage no me hubiera escuchado
Aquella sensación extraña de descontrol volvía a hacer mella en mi cerebro. Discernir lo que era real de lo que no, si creer lo que Juro estaba diciendo o no. En definitiva dudas que iban a marcar mi futuro más próximo. Pero la verdad es que imaginarme a Kenzō-sama enrocado en algo me costaba de creer, ya ni que decir de imaginar.
Por supuesto que lo habría hecho. El problema era el contenido de mi mensaje. Él no quería escuchar hablar sobre la conciencia racional de los bijuu o su alineamiento en la guerra. Él solo quería tratarles como bestias sin nombre. Como armas para una futura guerra. Desconfió de mi porque no le gustó lo que le dije cuando supe sobre los bijuu la primera vez. Y cuando se enteró de lo que pasó en aquella cueva, tomó su decisión.
» Yo era importante para él, Yota. Porque era el arma de la aldea. Pero las armas son mejores cuando no tienen ideas propias. Cuando no te cuestionan. Y si una no sirve, siempre se puede remplazar. ¿Entiendes a que me refiero?
Me encogí de hombros. ¿Acaso alguien podía hacerse amigo de un bijū. el mundo en el que había crecido decía que eran seres peligrosos con un poder de destrucción masiva.
— Desconocía que te hubiera dicho eso, pero no logro entender la finalidad. Tú y yo ya eramos compañeros de equipo y amigos, nos protegíamos el uno al otro sin necesidad de que alguien nos lo ordenara, ¿o no es así?
— Supongo que quería asegurarse de que estaba realmente pendiente de ti
Te recuerdo que fue precisamente por su culpa que levanté un muro de distancia sobre ti y todos mis compañeros al obligarme a no contarle a nadie mi condición de jinchuriki. Y esa orden la recibiste justo después de que le informara sobre los generales y el Gobi. Casi me da a pensar que además de mi seguridad, le interesaba tenerme controlado.
— ¡Es evidente que quería tenerte controlado! Imagino que Kenzō-sama jamás se imaginaria que pudieras ganarte el favor del Nanabi, y por eso me confío esa tarea, porque estábamos unidos desde hacía mucho tiempo y sabía que podíamos confiar el uno en el otro, ¿Recuerdas esos tiempos?
Agaché la cabeza, entre un sentimiento de abatimiento y de tristeza. Aquello empezaba a superarme. Sacudí la cabeza.
— Supongo que tras aquel choque de opiniones empezó la famosa pelea en la que acabaste con su vida pero... si realmente te ganaste el favor del nanabi como dices tendrás alguna forma de demostrarlo, ¿verdad? — volví a alzar la mirada y esta vez sería yo el que clavaría mi mirada en la suya — Hazlo y confiaré en ti
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Juro no apartó la mirada. Recibió toda la confusión y el fuego que los ojos de Yota emanaban. Y lo aceptó, gentilmente. Lo que devolvió no fue una mirada intensa, sino una sonrisa amable. Lo había logrado.
— Nunca olvidaré esos tiempos, Yota. Esos recuerdos han sido una de las cosas que han permitido que siga adelante — explicó, mientras se le quebraba ligeramente la voz. Se tuvo que recomponer para continuar —.
Si, tengo su favor. Pero de ahora en adelante, te agradecería si pudieras llamarlo por su nombre: Chōmei. Aunque empezamos con mal pie, me ha demostrado mucho durante este tiempo. Chōmei me ha apoyado y me ha salvado de caer en la desesperación más profunda. No me importa el poder que me haya dado o todo lo que haya ocurrido después. Para mí, él también es mi amigo.
Entonces, ocurrió. El fenómeno que Yota estaba buscando. La señal por la que había reclamado.
Los pies de Juro comenzaron a flotar. Y de repente, todo su cuerpo se había separado de la superficie. Dos alas anaranjadas y verdosas habían brotado de su espalda y e iban dejando destellos por el espacio de la caverna mientras se movían a toda velocidad. Juro había sacado dos de sus colas y las había transformado durante la conversación.
— Incluso ahora, también me está apoyando. ¿Lo ves? — Aunque Yota no lo supiera, aquello era la prueba definitiva de su unión. Aislar una parte de su transformación y dominarla de aquella manera era algo que nunca habría soñado con hacer un año atrás. Juro regresó a la superficie, aunque permaneció con sus alas resguardadas—. Aunque os cueste creerlo, nosotros no quisimos matar al Morikage en realidad, incluso si esas eran sus intenciones conmigo. Lo que intenté en ese momento fue escapar volando. Pero él no me dejó. Incluso si con la energía generada con la transformación tiré todos los muebles de su despacho, él se mantuvo impasible y me dio caza. Subió a los cielos y me atacó desde al aire. Con un solo golpe me dejó moribundo. Y entonces, me di cuenta de que se había acabado. De que podría matarme delante de toda la aldea y estaría justificado, porque nadie entendía lo que estaba ocurriendo.
» No sé muy bien que pasó. Los nervios y el miedo me hicieron perder el control. Era un poder que no dominaba y quise abusar de él para salvar mi vida. Cuando me di cuenta, todo se había acabado. Él yacía muerto, había atentado contra mi Aldea y debía escapar — apretó los puños, pero no dijo nada más. No sabía que decir — ... y ya esta. Esa es mi historia. La verdad que os quería contar. Gracias por escucharme.
Juro contuvo las lágrimas. Puede que Yota no pudiera entenderlo, pero el alivio que sintió cuando llegó a la última palabra fue indescriptible.
Por fin. Por fin se lo había podido contar a alguien.
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— Nunca olvidaré esos tiempos, Yota. Esos recuerdos han sido una de las cosas que han permitido que siga adelante
¿Acaso nadie había olvidado aquellos tiempos? Ni siquiera Kumopansa lo había hecho y eso que ella os había vivido por un corto espacio de tiempo. Evidentemente yo tampoco lo había hecho y eso era o que me aferraba a pensar que lo que sucedió aquel día en Kusagakure tuvo un fatídico y desgraciado desenlace. Me aferraba a pensar que fue todo un jodido mal entendimiento. El Jurete que yo había conocido no era un asesino a sangre fría y tampoco un traidor.
Si, tengo su favor. Pero de ahora en adelante, te agradecería si pudieras llamarlo por su nombre: Chōmei. Aunque empezamos con mal pie, me ha demostrado mucho durante este tiempo. Chōmei me ha apoyado y me ha salvado de caer en la desesperación más profunda. No me importa el poder que me haya dado o todo lo que haya ocurrido después. Para mí, él también es mi amigo.
Lo que sucedió entonces fue algo que me dejaría perplejo, pero no solo a mí, a mi acompañante ocho ojos también. Juro estaba levitando o... ¿debería decir volando? de su espalda habían surgido un par de alas que pretendían ser las colas del bijū, digo... el tal Chōmei.
— Hostia puta, ¿tú también estás viendo eso? ¡vamos, no me jodas!
Sacudí la cabeza como si aquel simple movimiento me permitiese salir de aquellas alucinaciones, pero no lo eran, era tan real como aquellas montañas nevadas.
— Joder, ya lo creo que lo estoy viendo
— Incluso ahora, también me está apoyando. ¿Lo ves?
El jinchuriki volvió a posar los pies sobre el suelo.
— La verdad es que ha sido bastante convincente...
Aunque os cueste creerlo, nosotros no quisimos matar al Morikage en realidad, incluso si esas eran sus intenciones conmigo. Lo que intenté en ese momento fue escapar volando. Pero él no me dejó. Incluso si con la energía generada con la transformación tiré todos los muebles de su despacho, él se mantuvo impasible y me dio caza. Subió a los cielos y me atacó desde al aire. Con un solo golpe me dejó moribundo. Y entonces, me di cuenta de que se había acabado. De que podría matarme delante de toda la aldea y estaría justificado, porque nadie entendía lo que estaba ocurriendo.
» No sé muy bien que pasó. Los nervios y el miedo me hicieron perder el control. Era un poder que no dominaba y quise abusar de él para salvar mi vida. Cuando me di cuenta, todo se había acabado. Él yacía muerto, había atentado contra mi Aldea y debía escapar — apretó los puños, pero no dijo nada más. No sabía que decir — ... y ya esta. Esa es mi historia. La verdad que os quería contar. Gracias por escucharme.
Realmente parecía de locos pensar que el Morikage actuase de tal forma, siendo tan radical y acudiendo a la pelea con su propio jinchuriki. Debió de perder los estribos y de esa forma, sin control sobre la situación, recurrió a lo que mejor se nos da a los ninjas.
— Está bien, confiaremos en ti
Si de verdad fuese un asesino a sangre fría, no tendría sentido que me hubiese metido todo aquel rollo y se hubiese tomado tantas molestias en que creyese su versión. En su lugar habría intentado o bien matarme o bien huir. Pero aquel encuentro entre dos viejos amigos no terminaba allí.
— Pero necesito que hagas algo más por mí. Vuelve a la aldea conmigo, tu hogar está en Kusagakure
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Juro disimuló la sonrisa cuando sus dos acompañantes reaccionaron ante sus alas. La verdad es que le daban ganas de reír. En otros tiempos, en otra situación, no le hubiera importado llevarles de paseo y disfrutar del cielo los tres juntos. Pero lamentablemente, ahora no había tiempo para pasarlo bien.
Yota dijo que confiarían en él. Juro no supo siquiera que decir. "¿Gracias por no intentar matarme?" "¿Ojalá estés diciendo la verdad?" Las palabras se le atragantaron y lo cierto es que no se lo podía creer. ¿De verdad iban a creer en él? Eso era mucho más de lo que nunca hubiera pensado.
Lo cierto es que sabía que esa era una verdad a medias, porque podía ver en sus rostros que tampoco creían que el antiguo Morikage hubiera sido capaz de haceralgo así. No importaba. Que alguien le dijera que tenía razón era una sensación maravillosa. No por eso iba a mostrarse vulnerable ante ellos, claro, pero en su interior, le embargó una calidez que llevaba mucho tiempo sin experimentar. Se aferró a eso para continuar con la conversación.
— Pero necesito que hagas algo más por mí. Vuelve a la aldea conmigo, tu hogar está en Kusagakure
Juro le dedicó una sonrisa triste.
— Lo siento, pero no puedo hacer eso. Y en el fondo, sabes perfectamente por qué — Lo había pensado, miles de veces. Y siempre llegaba a la misma respuesta —. Mi hogar siempre será Kusagakure. Pero asesiné al antiguo Morikage y me di a la fuga. Llevo un año siendo un exiliado. No hay excusa posible. En cuanto cruce las puertas de la aldea, iré directo a la calabozo y después, al cementerio. Ese es el trato que se les da a los exiliados. Tendré suerte si mi cadáver puede reposar en nuestra aldea.
» No pienso estar huyendo toda mi vida. Y por eso, sé perfectamente que mi final llegará pronto — Juro se abrazó las rodillas, pero continuó, todo lo firme que pudo —. Pero aún no puede ser. No importa que me lo pidas tú, o cualquier otra persona en el mundo. Tengo un propósito que cumplir y hasta que no esté resuelto, yo no puedo arriesgarme a morir. Una vez eso se acabe, no me importa pagar el precio de mi crimen.
Sintió a Chōmei agitarse en su interior, pero no le dijo nada. En el fondo, supo que respetaba sus deseos. Juro, en cambio, se sintió la persona más despreciable del mundo.
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— Lo siento, pero no puedo hacer eso. Y en el fondo, sabes perfectamente por qué
Inevitablemente, la decepción se dibujó en mi rostro. No obstante, ya imaginé que no sería tarea sencilla hacerle volver pero si realmente fue Kenzō el que perdió los papeles haría lo posible para que la aldea perdonase a su jinchuriki. Aún tenía que pensar como hacer todo aquello.
Mi hogar siempre será Kusagakure. Pero asesiné al antiguo Morikage y me di a la fuga. Llevo un año siendo un exiliado. No hay excusa posible. En cuanto cruce las puertas de la aldea, iré directo a la calabozo y después, al cementerio. Ese es el trato que se les da a los exiliados. Tendré suerte si mi cadáver puede reposar en nuestra aldea.
— Si me has dicho la verdad y fue Kenzō el que perdió los estribos haré lo necesario para que Kusagakure te perdone. No soy imbécil, Juro, matar al Morikage fue un error, pero puedo entender que te viste acorralado. Como te he dicho, confiaré en ti. El Juro que yo conocí no era un traidor, siempre he vivido aferrado a la esperanza de que ese Juro siguiese vivo, y parece que mis plegarias fueron escuchadas
Pero aún no puede ser. No importa que me lo pidas tú, o cualquier otra persona en el mundo. Tengo un propósito que cumplir y hasta que no esté resuelto, yo no puedo arriesgarme a morir. Una vez eso se acabe, no me importa pagar el precio de mi crimen.
— ¿Un propósito que cumplir?
De nuevo, la sorpresa inundó mi ser, ¿qué clase de propósito le habría surgido? ¿qué empresa tenía entre manos un shinobi exiliado que le impedía volver a su hogar para arreglarlo todo.
— No sé qué te traes entre manos, pero en la aldea tendremos más recursos de los que puedas tener por ti mismo en medio de la nada. Te prestaré mi ayuda y lo haremos juntos
— Si Yota confía en ti yo también confiaré en ti y te prestaré mi ayuda — añadió Kumopansa con un tono excesivamente serio.
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Juro escuchó las palabras de Yota, ciertamente conmovido. Hacía mucho tiempo desde que alguien se preocupaba por él de esta manera. De verdad le habían dejado de ver como un monstruo.
— Gracias por depositar vuestra confianza en mí. Significa mucho, de verdad — admitió, realmente feliz. Puede que Kumopansa siguiera desconfiando de él, pero al menos, había accedido a ayudarle —. Pero entenderás que esto no es precisamente una decisión que se pueda tomar a la ligera. Si me presento en la aldea contigo de aquí a unas semanas y tu plan no funciona, moriré. Y no solamente eso. Podrían acusarte de haber colaborado con un traidor, y hasta podrías correr mi misma suerte.
» No quiero arriesgar nuestras vidas, Yota. Y no me gustaría que tu arriesgases tu posición en la aldea por intentar salvarme — Juro se revolvió el pelo, agotado —. ¿Qué quieres que haga? Por mucho que confíe en ti, la aldea me odia y estoy seguro de que la Morikage también. ¿Es tu relación tan buena con ella como para creer que confiará en ti sin ninguna prueba? ¿Cómo diablos me va a aceptar la villa después de asesinar a su líder? Todo lo que ha pasado después de ese momento es responsabilidad mía.
Todo era simplemente más difícil. Sabía que Yota intentaba animarle. Ojalá simplemente hubiera podido confiar en él. Se moría de ganas de acatar el plan de su compañero y, por una vez, limitarse a seguir las directrices de otros. Pero no podía hacer eso. Llevaba demasiado tiempo por su cuenta como para saber que la vida no era tan sencilla. Era imposible decirle que de buenas a primeras confiara su vida al juicio de otro, que ahora mismo, estaba dejandose llevar por sus sentimientos más que por los hechos racionales.
Todo su instinto le indicaba que algo así era imposible. Y había aprendido a fiarse de él en todo aquel tiempo que llevaba por su cuenta.
— Quiero asesinar a Kurama. Ese es mi propósito. Es lo que le prometí a Chōmei y si no fuera por sus generales, nos habríamos evitado muchos problemas. A estas alturas me da igual el pasado, pero sé que el futuro será mucho mejor sin él — afirmó Juro —. Si muero, no solo se perderá mi vida, sino que Chōmei desaparecerá durante vete tú a saber cuanto tiempo. Cuando él regrese, quizá ya sea demasiado tarde. No puedo arriesgarme. Quiero aprovechar el poder que hemos conseguido los dos juntos para hacer algo por el mundo antes de que mi paso por él se termine.
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