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Había pasado el medio día, era un espléndido día de Ascua, en el cual, la kunoichi de cabellos dorados descansaba sentada al sol al borde del cráter gigantesco justo en donde alguna vez fue la villa en donde su clan se había asentado durante los tiempos anteriores al ataque de las bestias con cola.
Mientras comía unos sándwiches se imaginaba como habría sido la vida en la vieja Konoha, que costumbres y tradiciones tenían. Desde su posición veía lo que en su antiguo momento fue un monumento gigante, el cual hoy por hoy estaba irreconocible, solo quedaban trozos de rostro tallado en la roca.
Como era usual en la chica de Amegakure, su vestimenta era siempre diferente, en esa ocasión llevaba una camiseta de color morado de mangas cortas y cuello alto, un mini-sport de color negro, en sus brazos llevaba puestos mitones echos de redecilla y sus iban con las clásicas sandalias ninja que siempre les resultó más que cómodas, aunque siempre corto el largo flequillo no dejaba mostrar su bandana que la identificaba como kunoichi de Amegakure, pero así le gustaba usarlo.
La kunoichi pensaba que estaba perdiendo el tiempo y así lo era, debería estar entrenando y puliendo sus habilidades, aun faltaba mucho tiempo, pero los exámenes de ascenso se acercaban. Ella no era una kunoichi que destaca por su repertorio de técnicas de ataque sumamente destructivas, en cambio, era más de soporte y espionaje por lo cual debía ser muy inteligente y trazar buenas estrategias para poder salir adelante.
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26/04/2017, 15:39
(Última modificación: 26/04/2017, 15:40 por Hanamura Kazuma.)
— Y yo que pensaba que las legendas de mi familia eran difíciles de creer —sentencio Kōtetsu, impresionado por la narrativa de un libro que hablaba sobre la última guerra ninja.
— Dicen que en toda legenda, por más fantástica que sea, hay un poco de verdad —le recordó con suavidad su maestro—. Y estoy seguro de que has comprobado la parte real de tus historias familiares.
Aquellos pequeños intercambios de incredulidad y sabiduría habían tenido lugar muchas veces en las últimas semanas. El maestro del joven peliblanco le había dejado claro que como ninja debía de conocer todo lo referente a la historia de los mismos, para saber de dónde venían. Sin embargo, su joven aprendiz mostraba dificultad para tomar en serio todo aquel montón de sucesos fantásticos que colmaban la mayoría de historias y relatos que se supone debían tomarse por ciertos.
— Es que hablan de soles que bajaban a la tierra para crear explosiones que arrasaban con aldeas enteras —aseguro con mucho escepticismo—. Si se tratara de un poema épico y esto fuese una alegoría para referirse a un desastre natural bien podría entenderlo, pero el caso es que lo dicen de manera literal en los textos cronológicos.
» Es que…, yo soy el vivo testimonio de algunas de las historias de mi familia, pero estos cuentos no tienen nada que respalde su veracidad.
— Ya veo… Si necesitas pruebas para creer, se dé un lugar que aun tiene las suficientes como para convencerte.
***
— Así que estos son los restos de Konoha. —Se para al borde del cráter y miro por los alrededores.
El viaje, cortesía de su maestro, le había tomado varios días. Una parte del trayecto fue en barco, a través del golfo de la espiral, y la otra a pie desde un pequeño pueblo costero. El joven y sus acompañantes se estaban asentando en un poblado cerca de aquel sitio, aunque él hubiese preferido ir solo. De todas formas, aunque era un viaje de estudio, gozaba de cierta libertad para ir y venir como le placiera.
Comenzó a descender con lentitud, captando con su vista todo cuanto podía. Aquel sitio estaba cubierto por un silencio que se alternaba con un leve silbido del viento. Resultaba demasiado desolador como para poder considerarlo una formación natural o un sitio turístico, aun más con ese extraño polvo, fino y claro, que se mantenía flotando como neblina en algunos sitios.
“ Ya veo… Si, es imposible que esto fuese provocado por algún evento natural, pero resulta casi imposible imaginar que la mano humana sea la responsable de tal nivel de destrucción.”
Se detuvo un poco a pensar, y luego siguió caminando tratando de comprender las implicaciones de lo que estaba viendo.
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Miraba sin pausa el gran cráter, sabía que definitivamente no fue hecho por un fenómeno natural y mucho menos por manos de humanos -algo más paso aquí, el dilema es ¿Que? - se dijo a sí misma en pensamientos.
Intentaba comprender los restos de rostro tallados en lo que en tiempos pasados fue un precipicio, pero por mas que lo intentara no había forma de descifrar aquellos rostros deformados. Miraba también todo a su alrededor y notó la presencia de un persona en las cercanías del cráter, pero alejado de ella. No sabia a ciencia cierta que edad tendría debido a la distancia pero alcanzó a notar la cabellera blanca de quien quiera que sea.
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Le resultaba un tanto perturbador aquel enorme agujero que ahora era una cicatriz en la faz de la tierra. Quizás, lo más inquietante era la sensación residual que se agitaba por los alrededores. Casi podía asegurar que había algo de siniestro en aquel sitio, y, teniendo en cuenta que había sido una villa cuyos miles de habitantes fueron vaporizados en un instante, era natural que una muerte tan fulminante dejara atrás alguna anomalía.
“Es aterrador el pensar que esto no fue un accidente, sino que es obra de un acto bélico… De alguien para quien la vida ajena era algo poco más que insignificante.”
El viento comenzó a soplar con su inusual silbido, un sonido que lograba conseguir que el posterior silencio fuese sobrecogedor. La polvorienta neblina se acumulaba y dispersaba de manera irregular, revelando y ocultando lugares según como cambiara el viento. Kōtetsu, caminaba observando todo aquello que aparecía ante su vista, aunque pocas eran las variaciones entre un sitio y otro, pues la destrucción era igual por donde se le mirase. Sin embargo, detrás de una de las tantas nubes informes, consiguió divisar lo que parecía ser una figura humana. Debía de tener aproximadamente su estatura, y daba la impresión de que estaba vagando en círculos.
El corazón del Hakagurē dio un pequeño salto cuando la silueta miro hacia donde él se encontraba. Dadas las circunstancias, le parecía mucho más probable que se tratase de un alma en pena que de una persona caminando por aquel yermo desolado. Se vieron a lo lejos, y lo único que pudo hacer fue levantar la mano en señal de respetuoso saludo, como esperando que la figura se desvaneciera en el aire, dándole pruebas de que se trataba de un espectro.
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La kunoichi, QUE ESTABA SENTADA a uno de los bordes del cráter, aunque bastante alejada como para tener las piernas colgando hacia el interior del gigantesco hoyo en la tierra.
Por un momento, aquella persona de cabellera blanca y la kunoichi de cabellos dorados intercambiaron miradas desde la distancia, es como si cada uno creyera que estaba viendo un fantasma aunque para la rubia todo cambio radicalmente cuando vio que aquel muchacho le ofrecía un saludo, el cual ella correspondió -¿Quien será?- se preguntó la kunoichi pensado en que quizá se trataba de alguien curioso igual que ella.
Siguió observando al peliblanco y el le miraba a ella. Ella decidió tomar la iniciativa en ir hacía la posición de aquella persona. Sinceramente aquella idea era una insensatez pero la curiosidad le ganaba.
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La supuesta fantasma, en una gran demostración de silenciosa mímica, correspondió o imito el saludo que Kōtetsu acababa de realizar. Este lo recibió con calma, aunque la ausencia de ruido alguno le hacía seguir considerando la posibilidad de estar en presencia de un ser ajeno a la vida… Si, bien pudo alzar su voz y asesinar la quietud de tan desolado paisaje con un “hola”, pero aquello parecía espantosamente inadecuado.
“Se mueve.” Pensó cuando la figura abandono su estado de quietud.
En un principio, la distancia era tan grande y el terreno tan irregular como para impedirle saber si aquel ser se acercaba o alejaba. No paso mucho tiempo hasta que logro confirmar que se trataba de una lenta y trémula aproximación hacia él. Se quedo estático, colaborando para que se cumpliera el inminente encuentro, y para no perder detalle alguno: Sus temores y exaltación respecto a la presencia de un fantasma se iban difuminando en proporción a como moría la distancia entre ambos; pues podía notar que caminaba sin flotar, como su cuerpo era demasiado corpóreo como para ver a través de él y como se tomaba la molestia de evadir los rocosos obstáculos en lugar de atravesarlos.
“¡Una incoherencia si de un fantasma se trata!” sentencio en silenciosa espera.
El tiempo parecía pasar más lento, quizás por la quietud en la espera. Llego un punto en que estuvieron lo suficientemente cerca el uno del otro como para poder distinguir que se trataba de una señorita, que por momentos escapaba de la percepción de sus grises ojos al quedar oculta tras ocasionales nubes de ligero polvo que se atravesaban en su trayectoria.
Cuando el primer contacto se hizo inevitable, el joven de piel morena hizo lo que para él era natural, saludar con una calma mortecina:
—Buenos días, señorita.
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A medida que las decenas de metros que los separaban se achicaban, la rubia notó algunas características de aquella persona que a la distancia no alcanzaba a divisar. Tenia puesto Lo que parecía ser un kimono que según su daltonismo le decía que era de color negro pero pudo a ver sido azul, violeta o de cualquier otro color que de igual manera Lo seguiría viendo negro, al igual su cabello, quizá aquel muchacho fuera rubio...ella lo veía blanco.
Le sorprendió gratamente el saludo respetuoso de aquel chico, el cual ahora más de cerca notó que también su piel era un tanto más oscuro según sus ojos, no sabia como identificar un color de piel moreno como la de aquel chico, además, era la primera vez que veía a alguien de tales características -Buenos días! Caballero- respondió cordial al saludo del muchacho de cabellera que se le seguía antojando color blanco -excelente día ¿Verdad? - preguntó manteniendo la cordialidad.
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Un saludo cortes, que reflejaba lo efímero y casual de aquel encuentro, fue lo que recibió en respuesta. A tan corta distancia, no le quedaba duda de que se trataba de una fémina de grandes ojos celestes y rojizos labios finos. Se quedo en silencio durante un instante, volviéndose uno con el ambiente desolador, para detallar a la persona que tenía enfrente.
—Sí, el día es bonito, pero este lugar es un tanto tétrico, ¿no te parece? —pregunto, curioso por la respuesta que habría de aguardarle.
Su vista paso por sobre la muchacha y se poso en los restos de lo que fuera una gran villa, ahora reducida a un recuerdo ruinoso e inconcebiblemente perturbador. Era un lugar donde la gente no iba sin motivo alguno. En su particular caso, se trataba de una muestra en carne propia que habría de quitarle la incredulidad con la que empañaba su mente. Una evidencia que no solo vería sino que también sentiría en el mortecino ambiente que le rodeaba.
—Mi nombre es Hakagurē Kōtetsu, ¿Cuál es el tuyo?
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Reika miró el gran hoyo en la tierra y lo que en su antiguo momento fue un gigantesco monumento tallado en la roca de la montaña -La verdad es que tienes razón, sinceramente no puedo imaginarme que pasó aquí, ni mucho menos imagino que le habrá pasado a la gente de aqui - dijo la rubia en respuesta a lo dicho por el muchacho
-Yamanaka Reika, mucho gusto Kotetsu fue la presentación de la chica de Amegakure -Que fue lo que te trajo por aqui? - preguntó al muchacho de cabellera blanca.
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—En realidad, se dice Kōtetsu, con un acento largo —corrigió amablemente—. Es un gusto, Reika-san.
La observo con calmada curiosidad, y pensando cual sería la forma más lógica de responder la pregunta que le había hecho.
—He sido enviado aquí para aprender sobre lo que pasó en este sitio —aseguro, mirando plácidamente hacia lo que otrora fuesen enormes rostros tallados en la propia cara de la montaña.
Cierto era que ya había comprobado que los siniestros relatos sobre lo ocurrido en aquel sitio eran ciertos. El paisaje le revelaba sus verdades como lo hiciera una vieja osamenta olvidada en algún hostil y deshabitado desierto. Si, aquella herida daba fe de la mortandad que llego en forma de fuego y destrucción, pero aun así había algo extraño en la tierra, en el aire e incluso en el sonido… Hasta el silencio de aquel sitio resultaba perturbador. Como decía la joven que tenía enfrente, resultaba imposible el imaginarse que había pasado realmente y cuál fue su impacto sobre el ánima del Ōnindo .
—Y tu, Reika-san, ¿Por qué has venido?
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-Oh, realmente lo siento Kōtetsu-san- dijo la rubia luego de que el shinobi le dijera la correcta pronunciación de su nombre -Y por favor, el gusto es mio - agregó la kunoichi con una sonrisa amigable
-Por desgracia no queda algo en pie de lo que se pueda aprender algo - dijo la rubia mientras observaba el cráter -¿Los rostros del monumento son antiguos lideres?- preguntó a Kōtetsu, quizá el supiera
-Pues...venía con la misma intención, mis padres dijeron muchas veces que mi Clan proviene de esta aldea - comentó al muchacho -Pero en el actual estado será prácticamente imposible hallar alguna respuesta a nuestras búsquedas-
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—Sí, tengo entendido que en la antigüedad se solía esculpir el rostro de los Kages en la cara de aquella montaña —dijo, señalando a lo que ahora era solo una colina deforme—. Creo que era una forma en que los habitantes demostraban el aprecio y respeto que sentían por aquellas figuras prominentes.
La verdad es que, en lo personal, no le veía sentido a tallar la cara de un gobernante en un sitio donde toda la aldea pudiese recordar quienes eran los que mandaban. Claro, podía apreciar cierta lógica que lo llevaba a pensar que se trataba de un acto de vanagloriar un puesto que representaba el deber de un servidor público y no el trono de una celebridad.
—Bueno, creo que podría considerarse una suerte el que tu clan lograse sobrevivir a semejante desastre…
Sintió como una gota golpeaba su ser y diviso en el cielo como un montón de negras nubes comenzaban a aglomerarse. El clima amenazaba con fastidiar aquella visita educativa, y cualquier posibilidad de investigación que tuviesen. De pronto, recordó las palabras de uno de sus acompañantes, algo referente a un pequeño museo ubicado en el pueblo en donde se estaba hospedando.
—¿Sabes? En el pueblo que esta antes de llegar aquí hay una especie de museo que podría contener un montón de historia relacionada con esta región —aseguro, sin estar completamente seguro—. Ya que ambos hemos venido con el mismo motivo, creo que aquel podría ser un buen lugar para ir y echar un vistazo.
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-¿Tienes idea de cuanto hace que sucedió esto?- preguntó la rubia -lo poco que se es que, al menos mis abuelos, vivieron mucho tiempo en Amegakure- agregó la kunoichi, justo en el momento en que a ella también le cayeron un par de gotas en la cara, la kunoichi de cabellos dorados miro al cielo, a aquellos cúmulos de nubes grises casi negras que tenian su antojo de bañar el suelo que pisaban...La kunoichi sonrió de forma agradable e inspiró profundamente -Lluvia... - dijo al exhalar el aire tomado anteriormente...Una clara habitante del país de la tormenta
-Perdón, me dejé llevar- se excusó Reika -Hmmm...No le presté mucha atención al poblado cuando vine de camino- dijo la rubia, tan solo se había dedicado a venir a este lugar.
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—No te preocupes —respondió, respecto al comentario de la rubia—. Quizás quieras acompañarme a echar un vistazo —se aventuro a decir—, aquel pueblo se nota muy viejo, así que puede que tengan algún conocimiento o historia sobre lo que fue este lugar.
Para el espadachín, aquella era la opción más lógica: La tierra no les revelaría más secretos por aquel día, y la lluvia, cada vez más próxima, se aseguraría de ello. En cambio, si aquella villa había existido por tanto tiempo como aparentaba, pues algunas construcciones de roca parecían tener siglos de antigüedad, era seguro que por su cercanía con Konohagakure guardaran en sus anales mucha información respecto a su ancestral vecino ninja. E incluso, puede que supieran algo sobre sus últimos días y su violento y subito fin.
—¿Qué te parece? —pregunto, mientras aquel curioso olor a tierra mojada se hacía más penetrante—. Seremos dos ninjas en un viaje de aprendizaje.
Aseguro aquello, y una leve sonrisa se dibujo en su rostro, contrastando con unos ojos tan grises como las nubes que amenazaban con empaparlos si no se movían pronto.
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Claramente aquel gigantesco cráter, ni mucho menos la destruida escultura de antiguos kages darían alguna respuesta acerca de que pasó y ni hablar de querer saber algo acerca de la población de esta antigua villa -No es mala idea ¡Me interesa!- dijo la kunoichi de forma animada, la idea de aprender algo, mas que nada de su propio clan en la antigüedad.
La kunoichi de cabellos dorados levantó nuevamente la cabeza levemente hacia el cielo, aun no llovía fuertemente, a la chica de Amegakure no le molestaba en lo más mínimo que lloviera a cántaros -cosa que todavía no sucedería, ya que recién iniciaba- pero quizás a su peliblanco interlocutor no le fuera tan agradable -¿Vamos?- dijo a Kōtetsu, parecía que el conocía aquel poblado mejor que la kunoichi.
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