Viajes sin motivos particulares, sin objetivos, sin razón de ser, absolutamente nada tenían de especiales aquellos paseos que esta peculiar kunoichi se daba sin motivos fuera de su aldea. La única excusa tal vez para ella era la de alejarse un poco de todo, después de todo, escuchar los rumores sobre ella y su familia o ver las malas caras de todos aquellos que llegaban a verla pasar terminaba siendo agotador principalmente porque nadie tenía el valor de decirle nada en la cara, pues estaba loca y no tenía sentido hablarle, decían las malas lenguas.
—¿No has pensado en plantearle una queja Kenzou? —Preguntaba su madre, la misma que años atrás falleció y cuyo esqueleto sigue en el sótano.
—Sí, pero se lo pasarán por el forro. —Respondió a desgano en voz alta, como si realmente hubiese alguien cerca que la pudiera llegar a escuchar.
La conversación prosiguió por mucho rato, tal vez una hora completa entre idas y vueltas por el mismo tema entre la de Kusagakure y un ente creado por su imaginación.
No había absolutamente nadie cerca, al menos no que ella supiera, la playa estaba completamente desolada y los fuertes vientos en conjunto con la lluvia eran lo único que atentaban contra el silencio que reinaría en el lugar en base a la falta de seres vivos, eso sin tomar en consideración el monólogo de la pelirroja, aunque al no levantar demasiado la voz probablemente no sería tan fácil escucharla y claramente no supondría mucha molestia para nada ni nadie que pudiese estar intentando relajarse en un ambiente tan melancólico.
—Tan deprimente… —Susurró el ente imaginario a un lado de la kunoichi.
La chica en cambio no respondió, se mantuvo de pie en absoluto silencio apreciando el fuerte oleaje de las aguas de aquella playa sin articular palabra. Es más, el único sonido que producía en esos momentos era el del cascabel que chocaba constantemente con la máscara que lucía la encapuchada que para colmo, había decidido aquella deprimente tarde, usar la gabardina del reverso lo que significaba que iba completamente de negro.
Probablemente ese look tan particular tendría un mejor efecto si la falda del abrigo fuese más larga, lo suficiente para cubrir las piernas de la chica o si al menos trajese la guadaña consigo, pero en estos momentos era prácticamente una carga inútil ya que no se veía capaz de utilizarla adecuadamente. ~Ya llegará el día. ~Pensaba en absoluto silencio para convencerse a sí misma, aunque la expresión en su mirada era bastante serena, llegando incluso a mostrarse algo cansada.
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El tiburón se esforzaba por dar paso firme a través de la delicada arena blanquecina que cubría el vasto territorio de las costas del oeste. Tras caminar por no más de treinta minutos, dio finalmente con lo que el gentilicio de la zona conocía como la famosa Playa de Amenokami; en la que como en todos lados, llovía a diario, pero la marea y los temporales, no obstante, eran mucho más fuertes que en otras zonas aledañas.
Alguien le había dicho alguna vez que, no se era un verdadero lugareño del país de la Tormenta hasta que uno no se diera un chapuzón en las aguas de esa playa. El problema estaba en que eran pocos los que se atrevían a desafiar oleajes tan fuertes. Pero para él, el gran tiburón de Amegakure, eso no suponía ningún reto. Así que esa tarde lograría sin retraso nadar en el fuerte oleaje de la Playa de un Dios.
Cuando alcanzó un pedrusco alto y uniforme en el cual pudiera observar gran parte de la playa, se puso las manos en la cintura y alzó un brazo como cual caballero medieval. Y abrió la boca para decir una de sus típicas estupideces, así nadie le estuviese escuchando.
—Te domaré, hija de perra. Te domaré y me proclamaré rey de esta jodida play...
Pero antes de que pudiera terminar, sus ojos se desviaron hacia un costado derecho. Más abajo de su posición, parada y observando al más ínfimo vacío, perdida y atolondrada, se dejaba ver una aparente mujer. A lo lejos no podía percibir sino su extraña inamovilidad y el resonante campaneo de un frágil cascabel.
«¿Y ésta qué hace aquí?»
Afligido, el escualo decidió bajar de su pedrusco y acercarse para perturbar como el bodrio que era su supuesta ansiada soledad. Anunció su llegada con un par de pisadas fuertes a la arena, y silvó, aunque la melodía se perdería rápido y fugaz con las fuertes ventiscas que azotaban la playa.
—Buen día para hacer un picnic, ¿no crees? —haber dicho "hola" como alguien normal no resultaba tan divertido, desde luego—. lamentablemente me he dejado las manzanas en casa. ¿Me das de la tuya?
Los monólogos de la pelirroja muy rara vez tenían sentido, principalmente porque nunca se sentaba a meditar seriamente las cosas de las que hablaba y habitualmente se trataban de comentarios y apreciaciones espontáneas que al cabo de las horas terminaría olvidando completamente, puede que incluso en mil y un ocasiones terminase por contradecirse a sí misma pero le daba igual, además que solo ella y su imaginación eran conscientes de ello.
Ni siquiera el shinobi que se acercó a ella debía de ser testigo de todo esto gracias al ruido constante que aquel ambiente producía llevándose consigo cada palabra pronunciada en el acto.
—¿Hmm…? —Fue el único sonido que emitió a la vez que arqueaba levemente una ceja, aunque con la máscara no sería visible para él, además se giró lentamente para mirar al chico.
~¿Será por la luz que lo veo azulado? ~Se preguntó por un instante al notar ese peculiar tono de piel en el contrario, pero no pronunció palabra alguna, principalmente porque el de Ame decidió seguir aunque con palabras un tanto ambiguas, o al menos así lo sentía ella cuando escuchó aquel pedido de ‘manzanas’.
—Disculpa pero no están disponibles.—Diría con una sonrisa de medio lado. —Tampoco creo que te sienten bien. —Agregó con cierta malicia, después de todo, lo que menos se esperaba era que el chico se ofendiese o algo por el estilo ya que sus comentarios habían sido de todo menos agradables.
Aunque siendo sinceros, a Ritsuko le daba lo mismo, puede que alguna otra hubiese reaccionado abofeteándolo pero ella no, no le daba importancia a eso que algunos hacían de ver como objetos sexuales a las mujeres, tampoco el caso inverso le interesaba así que bien gracias.
—¿Te presentas así con todas? —Preguntó sin despegar en ningún instante la mirada de aquel desconocido.
Pero mientras se mantenga de esa manera, a la pelirroja no le molestará ni lo catalogará como algún tipo de peligro, a no ser que decida recurrir a acciones para atentar contra ella, ahí la cosa cambiará radicalmente por… Obvias razones.
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Kaido aguardó pacientemente la respuesta de su interlocutora, aunque ésta pareció tomarse su tiempo para voltearse. Una vez ambos tuvieron el primer contacto visual de la tarde, se pudo sentir en el ambiente un leve deje de impresión que, bajo otras circunstancias, habría sido del todo un descalabro. Porque, por una parte, la mujer se encontraría con un espécimen azulado que la mayor parte del tiempo, causaba todo tipo de reacciones, y no de las más sutiles. Y el escualo, por el contrario, podría percatarse de la peculiar máscara de hueso que la cubría el rostro a la mujer, la cual dejaba desvelar sólo pocas facciones del mismo.
—Disculpa pero no están disponibles —entonces ella sonrió. Lo hizo, con picardía, y sus ojos de color magma brillaron. Kaido también mostró sus dientes, y los suyos brillaron más, afilados—. tampoco creo que te sienten bien —entonces alzó los brazos, resignado. No habría manzanas esa tarde, una lástima.
El silencio les inundó de nuevo. Kaido retiró su mirada de aquella misteriosa máscara, a la que consideró como un artilugio que la mujer utilizaba para ocultar, simplemente, su posible fealdad. Algo que dada sus propias y extrañas cualidades, consideraba una debilidad. Quien no podía aceptarse a sí mismo, era caso perdido.
—¿Te presentas así con todas? —increpó la enmascarada.
—Sólo con las que llevan una máscara de hueso cubriéndole el rostro —respondió jocoso, el escualo. Luego se animó a estirar su brazo y dejó su azulada mano en el aire, a modo de presentación —. Umikiba Kaido. ¿Tú quién coño eres y qué haces en mi jodida playa?
No era ni la más cordiales de los saludos, ni los más agresivos que se le habían visto al tiburón. Pero todo dependía de la extraña y poco elocuente damisela, de su reacción al vívido hijo del océano, que estaba más preocupado por cumplir con el reto de nadar en las aguas turbulentas que saciar su curiosidad por saber cómo era se vería el rostro de la muchacha sin aquella tapadera.
Y así como se había mostrado un tanto ordinario como carta de presentación, terminó de confirmar las sospechas de la pelirroja con una respuesta que seguramente más de uno se habría tomado como hostil, y no estamos hablando de la presentación ni de la pregunta siquiera. ~Así que es tu playa. ~Repitió en su cabeza la chica analizando si debía o no tomarse eso totalmente literal o no pero al final de cuentas no le parecía que fuese una verdadera advertencia ni mucho menos.
—Que gustos raros. —Respondió sobre el comentario de la máscara. —Pedirle manzanas a tías así, no sé bien qué pensar. —Prosiguió soltando una leve risa al finalizar.
Y tras ello el azulado ente se presentó como Umikiba Kaido, dueño de la playa de clima atroz, eso último seguramente sea el motivo por el que se encontraba tan desolado el lugar o a saber, la cuestión es que era un tanto extraño que se mostrara tan ‘borde’ y luego se presentase con nombre y apellido, pero ella no era nadie para cuestionar ni mucho menos poner en duda nada así simplemente optó por hacer lo mismo.
—Kazama Ritsuko, estaba paseando por ahí y terminé perdiéndome en este país. —Respondió muy tranquila y con completa sinceridad. Se había perdido, créase o no, y eso era el por qué estaba allí, por mera casualidad. —Tendrías que marcar los límites de alguna forma, cualquiera puede meterse y ni se entera. —Agregó algo jocosa refiriéndose claramente a gente como ella que de casualidad dio con el lugar.
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«Kazama Ritsuko, la dama esqueleto» —se atrevió a llamarle, en introspectiva.
El escualo no sabía cómo sentirse con el aún precoz encuentro. Tan acostumbrado a que, jóvenes en su mayoría salieran despavoridos cuando él hacía acto de presencia, le era todo un reto entender el por qué ella seguía aún tan cerca. Lo que le llevó a pensar que, por un lado; tenía los ovarios del tamaño de una calabaza de Yachi, o tenía unos cuantos tornillos flojos en la cabeza.
Eso, o que estaba ya acostumbrada a ver en sí misma una peculiaridad de la misma índole —oculta, quizás, detrás de la máscara—; lo cual le habría dirimido el sentido de sorpresa.
—A ver, déjame ver si he entendido bien: estabas paseando por el país de la Tormenta, te has perdido, y has terminado aquí en la playa, parada como una idiota frente al océano, ¿esperando qué? —le increpó, grosero—. ¿que Ame no Kami te indique milagrosamente el camino correcto para volver a casa?
Alzó los hombros, un tanto resignado; pues creía saber la respuesta.
»Si es así, no esperes mucho de Él. Lo único que recibirás es ésta incesante lluvia, que parece que nos vive meando la cara las veinticuatro horas del día. Ha de tomar mucha agua, el muy cabrón; ¿no crees?
Una carcajada, y paró. Paró porque quería ver que tanto le duraba el genio a la loca de la máscara.
El asunto de las manzanas pasó al olvido y mejor así, no eran temas completamente agradables para la de kusa principalmente porque ella… Es mujer, aunque mientras no pasara de comentarios estúpidos no iba a darle mayor importancia.
—A ver, déjame ver si he entendido bien: estabas paseando por el país de la Tormenta, te has perdido, y has terminado aquí en la playa, parada como una idiota frente al océano, ¿esperando qué? —le increpó, grosero—. ¿que Ame no Kami te indique milagrosamente el camino correcto para volver a casa?
~Y después la gente se queja de mí en la aldea. Seguro que si lo conocen a este yo paso a ser una santa. ~Pensaba la pelirroja que no podía evitar sentirse un tanto incómoda con tanta hostilidad, por decirlo de alguna manera leve, porque realmente todo parecía indicar que lo mejor sería desaparecer si es que no quería terminar a golpes con este shinobi de Amegakure.
Pero justo en el instante en que Ritsuko abrió la boca para responder, el azulado chico volvió a hablar, esta vez respondiendo por así decirlo a sus propias reflexiones.
»Si es así, no esperes mucho de Él. Lo único que recibirás es ésta incesante lluvia, que parece que nos vive meando la cara las veinticuatro horas del día. Ha de tomar mucha agua, el muy cabrón; ¿no crees?Fueron las palabras exactas del chico, que dejaron a la kunoichi en silencio por un momento que decidió romper respondiendo a todo tras acompañarle en las risas con una leve porque pensar que alguien los estaba meando era bastante cómico según ella.
—No tenía ganas de seguir caminando, así que pensé en quedarme un rato aquí hasta que se me ocurra a qué dirección podría ir para llegar al país del bosque. —Y allí hizo una ligera pausa, simplemente para ladear la cabeza un poco sin despegar la mirada de su interlocutor. —O que alguien de por aquí supiera decirme para qué lado irme, ya sabes, para dejarte solito con tu playa. —Finalizó tratando de sonar sumamente tranquila.
La verdad era que con cada segundo que pasaba el chico comenzaba a intimidarla lentamente, incluso podría llegar a asegurar que con cada palabra los dientes del chico se iban afilando más y más como si fueran las fauces de un tiburón… O puede que en realidad esos colmillos siempre estuviesen allí, pero no se hayan mostrado completamente.
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15/02/2017, 06:22
(Última modificación: 15/02/2017, 06:24 por Umikiba Kaido.)
...para llegar al país del bosque —enunció la extranjera.
Eso fue lo único que le interesó al tiburón, de todo lo que había dicho. Entonces su curiosidad se disparó, puesto que hasta entonces no se había percatado de nada que le dijera de dónde provenía la muchacha. Ni bandana, ni nada. Y a sabiendas de que en el país del bosque, residía una de las tres grandes aldeas actuales; era muy probable que Kazama Ritsuko fuera sin lugar a dudas un miembro de sus filas.
—Ya, el país del Bosque. ¿Eres miembro de la aldea de la Hierba, de casualidad? —preguntó, con su evidente tono de curiosidad—. si ese es el caso, te agradecería que me lo dijeras; antes de que haga algo que pueda poner en riesgo nuestro pacto. Y así me obligo a ser más cordial contigo, porque hasta hace treinta segundos me valía dos huevos bien grandes que te quedaras aquí perdida por un par de semanas más.
Kaido retrocedió un paso, cauteloso. Recordó las palabras de su mentor al referirse hacia los otros, ahora que era joven y no lo suficientemente fuerte como para valerse contra adversidades más experimentadas, tenía que tener cuidado con quién se comportaba como un hijo de puta.
—¿Y bien? —añadió, ansioso —. ¡Ah, y por favor! ... ¿podrías quitarte esa puta máscara?; me parece muy irrespetuoso de tu parte hablar con esa cosa puesta.
Claro, como si de verdad le importase la ausencia de modales y de normas de etiqueta. Lo decía sólo para tocar un poco los cojones, como le era de costumbre.
Para bien o para mal, el azulado interlocutor de la de Kusa cambió drásticamente su actitud, pasó de ser un reverendo hijo de puta que poco a poco iba intimidando a la chica a ser sumamente respetuoso y tan serio que no pudo evitar pensar que estaba tratando con uno de esos bipolares. ~La hostia, primera vez que me encuentro uno así. ~Pensó por un instante que se quedó en shock por la sorpresa que le había generado tan súbito cambio.
—Eh… Sí, soy una genin de kusagakure. —Dijo mientras rebuscaba dentro de su gabardina para extraer su bandana y mostrarle al contrario el símbolo que esta tenía. —Me di cuenta de eso. —Respondió a ese comentario acerca de la importancia que él le daba a la presencia de la pelirroja.
Y seguramente lo más curioso terminaría siendo ver como el de Amegakure terminaría por alejarse de ella cuando momentos atrás casi que ella lo hacía. Pero sí que tenía que darles puntos en algo y era lo relacionado a la máscara. Sí que era una falta de respeto, pero convengamos que el chico no se había mostrado como un modelo a seguir ni nada así.
—Sí bueno, tampoco fuiste el ejemplo a seguir. —Dijo a desgano mientras se quitaba la máscara y se la dejaba bajo el hombro en lo que se las arreglaba para atarse nuevamente la bandana a la cintura, por encima de la gabardina. —¿Has tenido algún problema con shinobis extranjeros antes? Digo por el cambio tan… Drástico de actitud. —Preguntó con cierta curiosidad y aunque por dentro pensaba varias situaciones que le causaban gracia, lo dijo serena, pues al igual que el de Ame ella sabía que tenía que tener cuidado con lo que hacía o decía.
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¿El ejemplo a seguir?...
¿Pero de qué cojones hablaba ella?; si le había increpado lo de la máscara por lo molesto que resultaba conversar con un puto esqueleto parlante. Ese era el mayor inconveniente. De hecho, el único.
Aunque, luego de que ésta decidiera retirarla de su rostro, Kaido se sintió levemente avergonzado. Incluso molesto, por el simple hecho de no encontrar nada cercano, siquiera, a lo que él imaginaba. Porque el rostro de Hazama Ritsuko no estaba desfigurado, ni lleno de cicatrices; o con amplios turullos de vello facial. Por el contrario, se encontró con una mujer atractiva, dentro de los cánones de belleza aceptados en onindo. Con una flamante cabellera rojiza, que, en comunión con la misma tonalidad de sus ojos —similar a lo que sucedía con Kaido y éstos dos elementos—; le daban cierto aire de fogosa fortaleza.
El escualo frunció el ceño. Y contestó, algo frustrado, a la interrogante de su interlocutora. Aunque, no sin antes observar desvergonzadamente la "campana" que colgaba curiosa sobre uno de los mechones de la muchacha.
—De tener problemas, los tengo con todo el mundo. Incluso con la gente de mi propio país, pero pasa que a ellos puedo hacerle lo que me salga de los cojones, ¿no? —admitió, convencido—. A ti, en cambio, no. Por ser de donde vienes, y por llevar contigo esa brillante placa metálica con el símbolo de tu tierra.
Dejó caer su trasero en la arena y posó su mirada en la costa más lejana.
»Puedo ser un cabrón, y todo lo que quieran. Pero soy un cabrón astuto que sabe qué tanto meter la mano en el horno antes de quemarse. Y tu eres una de esas brasas con las que es mejor no meterse, o de lo contrario, la líder de mi Villa podría, literalmente, arrancarme los brazos si llego a joder algo tan grande como la paz entre nuestras aldeas.
Aquella reacción del contrario no era lo que se esperaba. ~¿Será que tengo algo en la cara? Aparte de las válvulas. ~Fue lo único que se le ocurrió en ese momento a la kunoichi ya que no sabía cómo interpretar aquella mirada casi desaprobatoria por parte del otro.
Aun así, el razonamiento del azulado ser tenía bastante sentido, si en lugar de ser ella se hubiese topado con alguien de un rango más elevado y con verdadera importancia para la aldea, el de Amegakure podría haber terminado muy mal y con ello la paz reinante entre las aldeas. De todas formas, era Ritsuko la que estaba allí, una genin apenas graduada que seguramente no echarían en menos por Kusagakure en caso de morir.
—Entiendo. —Fue lo único que atinó a responderle al escualo tras aquella primera explicación.
Luego de ello el chico optaría por tomar asiento, aunque no así la pelirroja que prefirió seguir mirando al horizonte como si estuviese completamente sola.
—Suele pasar, hasta que le tocas la paciencia a quién no debes y se va todo al carajo. —Comentó con una sonrisa de medio lado. —Qué se yo, suponte que le tocas los cojones a un jounin de tu villa que andaba en sus días. —Agregó en un tono neutro sin la intención de burlarse.
No era que supiera de alguien que haya pasado por tal cosa, pero sí que había sido testigo de algo parecido y curiosamente ese alguien también pertenecía a Amegakure, aunque al que molestó fue a un jounin de Kusagakure así que a saber lo que podría pasar si molestase a alguno de su propia aldea.
—Hace unas semanas conocí a un tío de Amegakure, por hacerse el rudo casi lo matan. —Comentó recordando la escena justo antes de que le diera un ataque de tos, aunque no por haber pescado un resfriado ni nada por el estilo.
~¿Cómo se llamaba el tipo ese?
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Ritsuko finalmente dijo comprender las palabras del tiburón, que eran quizás las más sensatas que había dicho en un buen tiempo. Para jóvenes como ellos siempre estaba presente la imperiosa necesidad de explorar el mundo, y aunque en la mayoría de las ocasiones sus aventuras pasaban desapercibidas, existía la posibilidad de que en algún momento estuvieran en algún lugar poco indicado con las personas incorrectas.
Pero por suerte, ambos estaban a salvo. Protegidos por el pacto, aunque siempre con la certeza de que allí entre núcleos de poder tan grandes e independientes como lo eran las tres grandes aldeas; habría al menos una diminuta gota de hostilidad que en cualquier momento podría explotar.
¿O de lo contrario, para qué seguir teniendo fuerzas militares si no se pensase que en algún momento las iban a necesitar?
—Hace unas semanas conocí a un tío de Amegakure, por hacerse el rudo casi lo matan.
—¿Y... de quién coño hablas? —preguntó—. porque no hay shinobi más rudo que yo en Amegakure. A excepción de mi Kage, quizás.
Aunque interesado, volvió a indagar en el asunto.
—¿cuál era su nombre? —espetó, como si quisiese obligarla a responder.
El escualo no perdió ni un segundo para interrogar a la pelirroja a la que se le dibujó una mueca que dejaba en claro que tanto no recordaba, después de todo le había visto una sola vez en su vida y dialogó con el mismo durante unos minutos sin más.
Antes de responder Ritsuko se llevó una mano a la nuca y se rascó un poco mientras trataba de rememorar el nombre. ~¿Le valdrá una descripción?
—Kage… ¿Yama? —Fue el primer nombre que se le vino a la mente, o más bien el que se acababa de inventar. —Empezaba con Kage, estoy segura. —Afirmó a la brevedad antes de suspirar resignándose a recordarle exactamente.
Aunque la curiosidad picaba a la kunoichi que realmente quería enterarse de qué podría llegar a hacer el azulado de Amegakure si se encontraba cara a cara con ese imbécil que a ella caía fatal. ~Lástima que seguro no ande cerca para ver lo que pasa. ~Se lamentaba mientras lentamente se le dibujaba una media sonrisa de satisfacción en la cara tras imaginar cómo le daban una paliza al del parche.
Pero rápidamente sin necesidad de que Kaido le hablase Ritsuko regresó a la realidad para clavar sus rojizos orbes en los del contrario.
—Sí me acuerdo que tenía el pelo largo y morado, atado en una coleta de caballo y un parche en el ojo derecho. —Dijo la de Kusa aunque ahorrándose un par de comentarios que podrían ser algo malinterpretables.
~Como que tenía cara de estarse oliendo un pedo. Aunque a saber si sea siempre así. ~Pensaba en silencio lo que le causaba cierta gracia de imaginarse al chico siempre así, incluso si un día se sacaba la lotería.
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Un parche, en el ojo derecho. Sabía muy bien a quién se estaba refiriendo la Kusareña.
—Ah, ya. Hablas de Kagetsuna —dijo el tiburón, con desgano—. le conozco, los dos hacemos equipo desde hace un par de semanas. Verás, lo que pasa con él es que cree que el no tener un ojo le hace más fuerte y malote de lo que realmente es. ¡Pero si lo conocieras, es como un gatito manso!
Kaido suspiró, casi al unísono con una ola rompiendo la costa.
—De cualquier forma, de Amegakure siempre verás gente con fortaleza y decisión. A diferencia de vosotros los extranjeros, por lo que he podido leer, nuestro adoctrinamiento es mucho más cercano a lo que la formación de un ninja necesita. Las malas lenguas dicen por ahí que vuestro líder, o la del remolino; no tienen los cojones y/o ovarios suficientes como para hacer de sus "jóvenes guerreros" un verdadero ejército.
El escualo sonrió maliciosamente:
»¿Será eso cierto? —reprochó categóricamente, con la ironía necesaria como para cualquiera pensar que se le estaba señalando.
¿Kagetsuna? Podría ser, no estaba segura pero tampoco se molestaría en negar lo que el azulado shinobi decía porque a duras penas si recordaba el color de pelo y el parche. El resto de la vestimenta no valía la pena mencionarla porque entre un día y otro el tipo podría haberse cambiado sin más.
—Pues sí, se la pasó haciéndose el duro conmigo y por ello casi se gana problemas con toda Kusa. —Afirmó la pelirroja indiferente.
Recordaba lo acontecido aquel día, también la amenaza del jounin de Kusa sobre ejecutarle allí mismo y realmente, a la kunoichi le daba igual aunque probablemente las cosas hubiesen cambiado si realmente hubiese sido testigo de tal cosa.
Pero la conversación no iba a girar en torno a ese de Amegakure, pronto tomó un giro bastante drástico que casi podía interpretarse como un insulto hacia la aldea de la fémina pero… ¿Qué importancia tenía? Ni siquiera ella sentía respeto por los suyos, simplemente les sonreía a sus superiores porque sabía lo que le convenía pero no significaba que los amase y fuese a proteger con su vida. En otras palabras, no sentía necesidad de sacrificarse por gente que no fue capaz de ponerse en su lugar ni una sola vez.
—Me importa un pepino si es cierto o no, también lo que digan las “malas lenguas”. —Respondió con absoluta sinceridad. —Intentabas provocarme, ¿verdad? Lástima que te hayas metido con alguien que está acostumbrada a que hablen de ella a sus espaldas. —Continuó dejando escapar una risa bastante burlona.
Sin esperar respuesta ni nada similar, la chica se dio media vuelta y comenzó a caminar alejándose del mar.
—Te dejo para que domines la playa y eso, suerte. —Saludó alzando una mano mientras se alejaba tranquilamente.
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