Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
Ralexion no era un peregrino, no se había tomado la molestia de desplazarse hasta ese emblemático paraje por motivos religiosos. Sin embargo, dicen que el que no viaja no ha vivido, y el genin deseaba vivir lo máximo que pudiera antes de que llegara el inevitable día en el que la Parca lo reclamase de vuelta a la tierra.
Alguna que otra historieta había escuchado a lo largo de su niñez sobre las escaleras. La montaña que permitían escalar tenía un pico tan alto que lo llamaban Cielo. Quizás un cambio de perspectiva así le ayudaría a cambiar la suya propia. En cualquiera de los casos sería una estampa digna de recordar.
Vestía con un kimono marrón de hombre, prieto y grueso, capaz de protegerle del frío, atado con un obi. A los pies, un tabi blanco con unas waraji de madera, las cuales desprendían un sonido hueco, así como característico, cada vez que daba un paso. Estaba armado, pero en lugar de utilizar su portador de objetos había ocultado sus herramientas en el interior de sus ropajes. Así mismo, no transportaba consigo nada que le distinguiese como ninja de Kusagakure.
Apenas había comenzado la travesía a lo largo de las escaleras. Avanzaba con parsimonia, indiferente.
Aaaayy, el invierno, aquel esperado invierno donde se cumplía un año de su graduación, un año como shinobi hecho y derecho. Y la realidad es que ese año había vivido muchas aventuras, había tenido muchos viajes, había servido en varias misiones oficiales, y pudo conocer mucha gente ninja como civil tanto de Amegakure como de otras aldeas. Y con un año cumplido, era momento para el calvo de tomar aquel desafío que se había propuesto.
Allí se encontraba, a los pies de las llamadas escaleras al cielo. Le habían contado sobre ellas, incluso antes de salir de su templo varios hombres y mujeres de edad avanzada le habían contado las historias sobre sus propios recorridos. Sin embargo, nunca pudo escuchar una descripción sobre la encima.
Y a pesar de no sentirse preparado, a pesar de sentirse fuera del nivel necesario al igual que se sintió al quedar eliminado del torneo, Karamaru era un hombre que cumplía con su palabra, al menos la mayoría de veces, y tenía que realizar el intento de de subir lo más posible.
«Allá vamos.»
Armado con su equipamiento habitual, abrigado por su túnica negra y cubierto por su sombrero cónico de paja, el pelado puso su pie derecho en el primer escalón. Con la mirada en el piso, perdido en sus pensamientos comenzó a ascender sin prestar atención a sus alrededores. Después de todo, un camino como ese no debía de ser muy transitado ni comercial como para andar prestando atención a otra cosa que no sean los escalones.
"El miedo es el camino al lado oscuro. El miedo lleva a la ira, la ira al odio, el odio al sufrimiento, y el sufrimiento al lado oscuro"
-Maestro Yoda.
Los oídos del moreno captaron que no era el único que ascendía la solitaria senda hasta el Cielo. Quizás había coincidido con un auténtico peregrino, alguien que gozaba de motivos más nobles que los suyos propios para llegar hasta el desenlace de ese largo —así como tortuoso— camino.
Viró sobre sus talones, dándose la vuelta de manera parcial, para echar un vistazo a lo que le esperaba a sus espaldas. Allá en la lejanía le pareció distinguir la figura de un ser humano. Lo más destacable de su aspecto era el kasa con el que cubría su cráneo.
Se volteó al completo y alzó su diestra por encima de su cabeza, a modo de saludo, buscando llamar la atención de Karamaru.
Hacía poco que había empezado y ya se le hacía monótono que él su único paisaje fueran sus pies y los escalones del suelo. Pero como se había propuesto, aguantaría. Aunque, sin saberlo, pronto tendría que levantar la mirada. Escalones más arriba se encontró en su visión unos pies quietos, apuntando en su dirección que lo forzaron a levantar la cabeza y encontrarse primero con un kimono marrón luego con la cara de un hombre.
¿Disculpe?- preguntó Karamaru para darle pie al morocho a explicar el por qué de la intervención del camino del monje.
No le molestaba, después de todo podría ser muy bastante interesante entablar conversación con alguien decidido a caminar esas escaleras, a tomar el mismo camino que muchos monjes del templo de Karamaru había decidido recorrer.
"El miedo es el camino al lado oscuro. El miedo lleva a la ira, la ira al odio, el odio al sufrimiento, y el sufrimiento al lado oscuro"
-Maestro Yoda.
Logró adquirir la atención del sujeto. El Uchiha esbozó una sonrisa cálida y jovial, dándole la bienvenida a Karamaru. Hizo descender su extremidad, tomando un semblante más neutro.
—¡Saludos, viajero! —le reverenció— ¿Aquí para subir las escaleras?
Una pregunta retórica, sin lugar a dudas, pero Ralexion deseaba mostrarse educado. Acto seguido, añadió:
—Podemos subir juntos, si quiere. La conversación hará más amena la escalada.
20/12/2017, 01:17 (Última modificación: 22/12/2017, 03:16 por Karamaru.)
El extraño finalmente respondió a la pregunta del calvo con una reverencia que el shinobi respondería, aunque por la extraña situación sería de poca inclinación. En tal momento el calvo se sentía en punto entre la duda y la alegría, sin saber si ponerse contento por haberse encontrado con alguien de ser potencialmente interesante o si su encuentro no era una coincidencia y el aquel hombre estaba allí, con él, por algo en especial.
«¿Cómo es que se da la coincidencia de cruzarnos por casualidad en tan inmensas escaleras? Raro...»
La mirada del pelado era seria mas asintió con firmeza confirmando, como era de esperar pues sino no se entendería el por qué de su encuentro, que estaba allí para tomar el camino tomado por muchos y subir las famosas escaleras al cielo.
Podemos subir juntos, si quiere. La conversación hará más amena la escalada.
Podemos, sí. Vamos.- y el calvo comenzó a ascender nuevamente esperando que su nuevo compañero de viaje lo siguiera. Después de todo, tenía curiosidad sobre qué se tramaba aquel hombre y estaría esperando que diera sus primeras palabras e ir sabiendo para que lados llevaría la conversación. Karamaru, por su parte y con cautela, prefería no revelar más información de la pedida y necesaria.
"El miedo es el camino al lado oscuro. El miedo lleva a la ira, la ira al odio, el odio al sufrimiento, y el sufrimiento al lado oscuro"
-Maestro Yoda.
Karamaru estuvo de acuerdo con la sugerencia del moreno y así pues, ambos se pusieron en marcha. Las escaleras fueron ganando altitud según avanzaban con parsimonia, y con esta altura el viento se fue haciendo más prominente y sonoro. Este era frío, especialmente en una época del año como en la que estaban, pero Ralexion se había asegurado de venir abrigado de sobra. Llevaba más de una capa bajo aquel kimono.
Se aclaró la voz, rompiendo el silencio reinante a excepción del rugido aéreo.
—¿Qué le trae por aquí? ¿Religión o placer? —preguntó de manera cordial, buscando entablar algún tipo de conversación con el desconocido.
Perdona hombre, anduve un poco complicado con navidades y cosas, como la mayoría supongo, pero me tocó un poco más de tiempo poder estar para postear. No debería de repetirse en año nuevo xD
El calvo caminó unos cuántos escalones en espera a las palabras de su acompañante, que era el que debiera hablar primero. Karamaru, por su parte, se tomó algunos largos segundos en responder, como si estuviera pensando con cuidado cada palabra que estaba por salir despedida de su boca. Sin embargo, apenas el hombre terminó de hablar ya sabía la respuesta.
Un poco de todo asumo. Es un desafío, pero lo trato de cumplir por placer. Un desafío que se presentó por mis creencias y enseñanzas, que se vieron fuertemente influenciadas por la religión de mi pueblo.
El monje hizo una segunda pausa, aunque esta vez si pensaba en lo que diría. Tras pasarse su mano derecha por el cuello, decidió re-preguntar.
Supongo que todos mis motivos se podrían resumir en esos tres puntos. Creencias, Desafío, y Placer. ¿Y a tí? ¿Que es lo que mueve su cuerpo el día de hoy?
La vez del cenobita se mostraba calma, serena y armoniosa, incluso él mismo podía sentir en aquel puro aire como la tranquilidad dominaba su cuerpo. No sabía si estaba bajo o alto de altura, pero el mero hecho de saber que estaba afrontando aquel camino era suficiente para generarle esa sensación.
"El miedo es el camino al lado oscuro. El miedo lleva a la ira, la ira al odio, el odio al sufrimiento, y el sufrimiento al lado oscuro"
-Maestro Yoda.
Con la mirada fija en el frente y cuidado de no tropezar en alguno de los millones de escalones que iban dejando atrás según ascendían, el kusajin tomó nota de las intenciones del calvo. Afirmó que lo motibaban tanto creencias como el deseo de superarse con un desafío digno. La suma de estos argumentos llevó a Ralexion a pensar que su acompañante debía de tratarse de algún tipo de monje shaolin, algo que cobraba todavía más fuerza al considerar que iba rapado.
—Qué motivaciones más nobles —afirmó con honestidad, sin un ápice de burla en sus amables palabras—. Mis intenciones son decepcionantes, me temo. El único motivo que tengo para escalar hasta la cima es el simple placer de observar el panorama de estas tierras desde un punto más alto.
El calvo rió de forma tímida junto con la risa de su compañero. No se esperaba una respuesta de ese tipo pero también se le hacía difícil de creerle a aquel hombre.
Diría que es EL punto más alto, no uno de un grupo.- el calvo sonrió pensando para él por lo que fuera un comentario cómico.
¿Sabes que desde allí arriba no se debería de poder ver algo más allá de nubes? ¿No?
Y además, requiere gran determinación y resistencia llegar a la cima, o al menos eso me dijeron. Puedes generar una motivación ahora mismo, dite a ti mismo que es un reto, un acto para probar algo a alguien, una caminata a tomar el aire puro para calmar tu mente y lo que te aflige, como un camino para comentar como epopeya.
El calvo se llevó las mano hacia atrás de la cintura, aunque el hombre solo pudiera ver un movimiento por debajo de la túnica. Miró hacia arriba y siguió pensando mil y una formas de motivarse, pero prefirió no seguir aburriendo.
No sé que tipo de persona eres, el mundo que tienes, pero estoy seguro que algo se te ocurrirá.
Después de todo, pensaba Karamaru, "¿Qué cuerpo se mueve sin motivación alguna?"
"El miedo es el camino al lado oscuro. El miedo lleva a la ira, la ira al odio, el odio al sufrimiento, y el sufrimiento al lado oscuro"
-Maestro Yoda.
La conversación avanzaba. En esta ocasión, el tema se decantó por la mismísima montaña que pisaban en esos instantes.
—Diría que es EL punto más alto, no uno de un grupo.
—¿Quién sabe? Yo, al menos, no conozco todo el mundo. Quizás haya alguna montaña más alta —afirmó con una sonrisa.
—¿Sabes que desde allí arriba no se debería de poder ver algo más allá de nubes? ¿No?
El joven asintió.
—No se preocupe, se me ocurrirá algo.
Entonces Karamaru le habló sobre la tenacidad necesaria para alcanzar la cima y lo importante que era tener una motivación tangible de la que alimentarse para lograrlo. El kusajin se mantuvo silencioso a lo largo del monólogo, inexorable. «¿No es la curiosidad una razón lo suficientemente fuerte?», pensó en preguntar en alto, pero finalmente no lo hizo.
—Veo que es usted una persona con la cabeza bien puesta sobre los hombros —observó con cordialidad—. Mi nombre es Uchiha Ralexion, es un placer. ¿Sería tan amable de decirme su nombre?
Karamaru se sintió aliviado al escuchar que al menos aquel hombre tendría en cuenta su propuesta, se sentía bien sentirse escuchado para variar, ya que su vida desde que salió del templo era más solitaria que nunca. Salvo alguna cruce con un comerciante, o algún evento en alguno de sus viajes, sus días solo constaban en entrenar fuera de Amegakure solo y sin compañía.
Veo que es usted una persona con la cabeza bien puesta sobre los hombros.
«Oh, solamente en raras ocasiones.»- el calvo mostró una leve sonrisa tratando de evitar la risa, era claro que el muchacho no conocía su lado más cotidiano.
El placer es mío.- contestó tras la presentación de Uchiha Ralexion, con una leve pausa en la caminata y una ligera reverencia.
Soy Karamaru, del clan Habaki. Shinobi de Amegakure y miembro del Templo Elemental.
¿De dónde vienes tú?
"El miedo es el camino al lado oscuro. El miedo lleva a la ira, la ira al odio, el odio al sufrimiento, y el sufrimiento al lado oscuro"
-Maestro Yoda.
Karamaru honró la petición del muchacho con suma bondad, llegando incluso a revelar su lugar de procedencia así como su estatus como shinobi de Amegakure. Sorprendido, Ralexion dio un par de palmadas de emoción, sonriente, satisfecho. El sonido se unió casi de inmediato al incesante rugido del viento.
Se aclaró la voz.
—¡Que casualidad! Yo formo parte de Kusagakure, espero que nuestras distintas lealtades no nos obliguen a vernos alguna vez en el campo de batalla —indicó con naturalidad, como si no le inoportunase en absoluto una afirmación tan cruda—. Nunca había escuchado hablar del Templo Elemental, ¿es como una orden shaolin? Me puede la curiosidad.
Mientras el recién presentado Ralexion hablaba, parte de Karamaru prestaba atención y la otra se daba cuenta de que seguían caminando y ascendiendo. La charla hacía todo más a menos, los hacía no pensar en el esfuerzo, pero aún así Karamaru sentía que habría mucho por recorrer todavía.
¿es como una orden shaolin?
¿Shaolin? ¿Qué es eso?- el cenobita rio esta vez de manera fuerte. Nunca había escuchado la palabra y le hizo gracia, aun era claro para él que no muy de ir leyendo libros sobre otras religiones.
Es simplemente un asentamiento donde viven muuuuuuuuuchas personas.- terminó hablando mientras abría los brazos a lo ancho para marcar la cantidad.
Muy antiguo, por cierto, y es por eso que lo más importantes son las tradiciones y los dioses, las bestias creadoras.
Pero sé que la gente de fuera no lo entiendo- la voz del calvo pasó de total admiración a pura depresión- ¿Y tú? ¿Qué adoras? He oído poco sobre dioses, exceptuando los míos claro.
"El miedo es el camino al lado oscuro. El miedo lleva a la ira, la ira al odio, el odio al sufrimiento, y el sufrimiento al lado oscuro"
-Maestro Yoda.
Absorbió con presteza las explicaciones del caballero calvo. Confinado durante la mayor parte de su vida en una pequeña aldea del País del Bosque en mitad de la nada, Ralexion era curioso hasta la saciedad y adoraba aprender cosas nuevas sobre lugares y culturas que no conocía, especialmente si podía escuchar testimonios de gente en lugar de leerlo en libros (como había hecho para aprender sobre los legendarios shaolin).
—Yo no soy un gran creyente, me temo. En lo único que creo es en Samanosuke —rió enérgicamente, a pesar de que su acompañante no entendería el chiste—. Disculpe. Samanosuke es mi bonsai, y como se podrá imaginar, lo tengo en alta estima.
Afinó su comentario con una radiante sonrisa. Poco después, volvió a la carga. Sentía que Karamaru era un filón de información esperando ser explotado. Ralexion no podía esperar, pero no quería resultar maleducado. Mostrando el tono más cordial que pudo, comenzó a interrogarle.
—¿Podrías hablarme sobre tu templo? ¿Qué son las bestias creadoras? ¿Y cómo es que un monje terminó siendo shinobi de Amegakure? ¿Sois monjes guerreros?