—Ay— Ella aún batallaba por prestar atención. —Ciega y ahora sorda... Aish—: Agitó la mano cómo si quisiera dar el beneplácito a Akame.

El Yotsuki se encogió de hombros y rió un poco por lo bajo. A diferencia de Akame, Rōga no tenía inconveniente alguno en pasar unas risas en la más precaria situación, aún estando a contrarreloj.

—Voy yo primero, ya había improvisado otros alambres para cruzar por el otro lado— Señaló entonces con el dedo hacia arriba del muro, donde la luz de la luna de pronto alumbró un tensado hilo shinobi. —Esta vez lo aseguré a la parte baja del tallo de ese bambú, así lo puedes usar tú también— remató para luego poner el ejemplo y colocar los pies en el muro mientras se sujetaba del improvisado soporte.

Una vez del otro lado, esperaría a que Akame lograse ayudar a la itako a subir por la barrera.

—¡Apresúrate linda!, sé que quieres venir a caer a mis brazos~ Dijo con tono pícaro.

—¡EN TUS SUEÑOS!— Se sonrojó aún estando del otro lado.

—¡Ah! Que para eso si no te duelen las orejas ¿eh?

Akame asintió, conforme, viendo que Rōga había estado aprovechando el tiempo en algo más que molestar a Okawa con sus chistes. Esperó a que el joven King trepara el muro y luego ayudó a la niña a hacer lo mismo, dejando que se apoyara en sus manos entrelazadas a modo de soporte para luego impulsarla hacia arriba con toda la fuerza de la que fue capaz. Akame esperaba que entre aquel apoyo y el artilugio de Rōga la ciega pudiera trepar finalmente hasta el otro lado.

Una vez Okawa estuviera sana y salva ya fuera del perímetro del muro, el Uchiha haría lo propio escalando para terminar cayendo al otro lado. Aterrizaría grácilmente sobre ambos pies, flexionando las rodillas para amortiguar el impulso, y sólo entonces dejaría escapar un suspiro de alivio. «Por fin, parecía que íbamos a quedarnos una eternidad en ese condenado templo...» El hecho de saber que volvía a poder hacer uso de sus jutsus le daba una seguridad indiscutible.

—No deberíamos pararnos todavía —dijo a los dos chicos—. Lo mejor será que vayamos a Tane-Shigai directamente, todavía tengo algunas provisiones y mi petate en la cueva de Kiyoshi, será suficiente para el camino.

Miró a Rōga.

—¿Qué vas a hacer tú?

La ciega estaba insegura, MUY insegura. No únicamente por el hecho de que jamás en su vida había escalado algo, sino que algo más le estaba perturbando. Logró cruzar del otro lado, aunque parecía extremadamente incómoda por tener al Yotsuki tan cerca, por lo que de inmediato forcejeó para que la dejara pararse por sí misma mientras este simplemente se seguía riendo y levantaba las manos al verla tan enfurecida. Sin embargo, las aventuras del trío estaban por acabar muy pronto.

Akame mencionó cual era su plan de acción y luego lanzó una interrogante al Yotsuki. Este se llevó la mano al mentón, cerró los ojos con actitud pensativa unos segundos y luego sonrió antes de volver a mirarles y cruzarse de brazos.

—Creo que a mí me toca irme a la chingada— Se encogió de hombros con las palmas apuntando hacia arriba. —La verdad es que lo que he hecho aquí no es muy legal que se diga... No me han visto actuar del todo pero sinceramente no quiero que me vinculen a lo que ha ocurrido. Este pueblo está en medio de la jodida nada y más allá de haberme visto junto a ti no hay mayor evidencia, pero si los acompaño a Tane-Shigai las sospechas sobre mí se van a acrecentar. No te lo tomes a mal, pero creo que más ayuda no puedo ofrecer. Además, creo que vos puedes resguardarlos mejor de lo que yo lo haría. No me necesitas y sé que estarás bien— remató con una sonrisa un tanto desanimada.

Akame se encogió de hombros ante la reflexión de Rōga; claro, como ninja afiliado a una de las Tres Grandes, si le pillaban involucrado en semejante entuerto podía tener problemas. El Uchiha no tenía tampoco mucho más interés en los servicios de aquel genin, y ahora tan sólo podía pensar en volver a la cueva de Kiyoshi, coger su petate, y llevar a Okawa a Tane-Shigai.

Y así hizo. La caminata por el bosque de bambú fue estresante, pues el Uchiha miraba constantemente por encima de su hombro creyendo ver sombras que les perseguían; pero no fue así. La pareja llegó al escondite de Kiyoshi sin mayor problema, el exjōnin recuperó su mochila y ahí mismo se pusieron en camino a la capital.

El trayecto fue igualmente agotador, pero por fortuna la climatología de aquella zona, incluso en Otoño, les trató bien. No llovió apenas ni hizo demasiado frío, y aunque pasaron penurias a la hora de comer —Akame tuvo que racionar sus provisiones para dos personas, cuando estaban pensadas para una— no encontraron mayores peligros en el camino. Y, en ese momento, eso era a cuanto podían aspirar.

La llegada a Tane-Shigai les sentó como un plato de sopa caliente y una buena cama. Pasaron unos cuantos días en la ciudad hasta que, tal y como había prometido, Akame le encontró un lugar donde quedarse a Okawa en la casa de pobres de unos monjes. Aunque eran religiosos, su fe distaba mucho de la fanática irracionalidad de las del Templo de los Gallos, y permitieron a Okawa quedarse con ellos siempre que pusiera interés en aprender algunos oficios.

Akame partió de Tane-Shigai a la noche siguiente, al amparo de la noche y embozado en su capucha. Nuevas aventuras le aguardaban.