9/03/2016, 20:47
La noticia del torneo que se iba a celebrar se había expendido rápidamente, por lo que no era de extrañar que tal anuncio llegase rápidamente a casa de los Haiso, que, aunque el joven Riko no había sido invitado por la líder de la aldea para participar en el mismo, eso no le impedía acudir allí como mero espectador.
— Papá, ¿podemos ir a ver el torneo? Quiero ver el nivel de los shinobis de todas las aldeas, porfa. —
Su padre, con su típica cara de burlón, escuchó atentamente la petición de su hijo.
— Claro hijo, podemos ir a verlo... — Hizo una pequeña pausa para ver como al muchacho se le iluminaban los ojos. — ... pero tendremos que ir un poco más tarde, tengo unos asuntos que atender, ¿vale? —
El rastas miró a su padre, con cara de pocos amigos, pero... ¿qué otra opción tenía? No le quedaba otra que esperar a que su padre pudiese ir con él, así que se limitó a asentir.
— Está bien papá. —
Aquello siempre le sacaba de quicio, y probablemente ese era el motivo por el que su padre hacía lo mismo cada una de las veces que el chico estaba ilusionado con algo, le daba esperanzas y luego se las quitaba todas de golpe, sin anestesia ni nada, y, como siempre, se despidió de él de la misma forma.
— Ponte a entrenar, venga. —
Y así lo hizo, todos y cada uno de los días de más que tenía que esperar para poder acudir a aquel evento, entrenó duro, día y noche, y no simplemente porque su padre se lo hubiese ordenado, no, también parte de la culpa la tenía su orgullo, un orgullo herido que no hacía más que hacer que se comiera la cabeza.
''¿Por qué? ¿Por qué Shiona-sama no me ha llamado para participar en el torneo? ¿Acaso no me cree preparado? O peor aún... ¿Acaso no estoy preparado de verdad?''
Aquellas preguntas le reconcomían, mientras entrenaba sus puñetazos contra el tronco de madera de cerezo que su padre había puesto en el jardín para él, para que entrenara sus golpes de Taijutsu, y eso llevaba haciendo desde que tenía memoria, pero no había sido suficiente como para que reconocieran su valía. El chico golpeaba el pedazo de madera con toda su alma, sin protecciones en las manos, en las que se empezaban a observar magulladuras, y que, cuanto más golpeaba, más se abrían, hasta que, en un último golpe, la sangre se hizo visible, y un hilo del líquido recorrió sus dedos.
Días después, el viaje hacia los Dojos del Combatiente dio su inicio, con las manos de Riko vendadas, tapando las heridas que se había hecho entrenando, y éste con un semblante serio.
''Ésta es la última vez que no doy la talla.''
— Papá, ¿podemos ir a ver el torneo? Quiero ver el nivel de los shinobis de todas las aldeas, porfa. —
Su padre, con su típica cara de burlón, escuchó atentamente la petición de su hijo.
— Claro hijo, podemos ir a verlo... — Hizo una pequeña pausa para ver como al muchacho se le iluminaban los ojos. — ... pero tendremos que ir un poco más tarde, tengo unos asuntos que atender, ¿vale? —
El rastas miró a su padre, con cara de pocos amigos, pero... ¿qué otra opción tenía? No le quedaba otra que esperar a que su padre pudiese ir con él, así que se limitó a asentir.
— Está bien papá. —
Aquello siempre le sacaba de quicio, y probablemente ese era el motivo por el que su padre hacía lo mismo cada una de las veces que el chico estaba ilusionado con algo, le daba esperanzas y luego se las quitaba todas de golpe, sin anestesia ni nada, y, como siempre, se despidió de él de la misma forma.
— Ponte a entrenar, venga. —
Y así lo hizo, todos y cada uno de los días de más que tenía que esperar para poder acudir a aquel evento, entrenó duro, día y noche, y no simplemente porque su padre se lo hubiese ordenado, no, también parte de la culpa la tenía su orgullo, un orgullo herido que no hacía más que hacer que se comiera la cabeza.
''¿Por qué? ¿Por qué Shiona-sama no me ha llamado para participar en el torneo? ¿Acaso no me cree preparado? O peor aún... ¿Acaso no estoy preparado de verdad?''
Aquellas preguntas le reconcomían, mientras entrenaba sus puñetazos contra el tronco de madera de cerezo que su padre había puesto en el jardín para él, para que entrenara sus golpes de Taijutsu, y eso llevaba haciendo desde que tenía memoria, pero no había sido suficiente como para que reconocieran su valía. El chico golpeaba el pedazo de madera con toda su alma, sin protecciones en las manos, en las que se empezaban a observar magulladuras, y que, cuanto más golpeaba, más se abrían, hasta que, en un último golpe, la sangre se hizo visible, y un hilo del líquido recorrió sus dedos.
Días después, el viaje hacia los Dojos del Combatiente dio su inicio, con las manos de Riko vendadas, tapando las heridas que se había hecho entrenando, y éste con un semblante serio.
''Ésta es la última vez que no doy la talla.''
![[Imagen: tumblr_n4fzpkaZST1rmi71zo1_500.gif]](https://78.media.tumblr.com/ef716a7a224d02d15153150120153d79/tumblr_n4fzpkaZST1rmi71zo1_500.gif)
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