Era un día más para ella, no pensaba en lo que comenzaría aquel día. Como cada mañana, se vistió, se equipó, saludó a su wakizashi y se largó de su casa bien contenta. Vivir en soledad le resultaba bastante cómodo, aunque ciertamente, echaba en falta la compañía de alguien, aunque tan solo fuera por hacer acto de presencia. Pensó en comentarle a Nemu, un amigo suyo que de vez en cuanto, se pasara por calla de ella, e incluso se quedase a cenar o dormir a pesar de que él si tenía familia y un hermano menor del que ocuparse.
Se detuvo en una pequeña tienda y compró un par de bollos de carne para desayunar. Últimamente se habían convertido en una droga para ella, aunque no era adicta a ellos, estaba consumiéndolos regularmente y a cualquier hora. Ella lo sabía, era consciente de ello, y de que debía de ingerir tal comida. Aunque de momento, prefería seguir saboreándolos durante una temporada más, mientras el dinero le diera para ello, u encontrara un alimento más satisfactorio para ella.
Aquella mañana no encontró a Nemu en el dojo. Ni siquiera estaba la mitad de la clase. Y ni siquiera había llegado tarde. Poco después entendió que ocurría. Estaban llamando a los alumnos de tres en tres, para formar equipos con ellos. Avisaron de que pensaba que había llegado el momento de pasar a un nivel mayor, y de comenzar el “verdadero” entrenamiento ninja, como desde antiguas culturas se había estado impartiendo.
Rika se desilusionó un poco. Ella siempre pensó que si llegado el momento tenía que pertenecer a un equipo, lo haría junto a su amigo Nemu con el cual había establecido una buena relación desde la academia, y era la única persona a la que le había contado lo que ocurrió en su pasado. Solamente él, y ella obviamente, sabían de la desaparición de sus padres y de las condiciones en la que vivió la kunoichi.
En cuanto la vieron llegar la asignaron a una antesala, donde entró y pudo ver lo que estaba ocurriendo. Habían dividido a la clase en tres grupos de primera tanta, después de esos tres grupos que no pudieran interactuar mucho entre sí, iban llamando a los alumnos conforme a ellos les apetecía o tenían bien predispuestos. Una sala bastante amplia con tres puertas corredizas era donde se realizaba la construcción oficial del grupo, y seguramente desde los mandarían a hacer algún tipo de actividad o incluso se les podía realizar una prueba. Aquello ya dependía de la persona al cargo del equipo.
Todo aquello lo pensaba Rika por lo que había estudiado, pero la verdad es que no tenía realmente mucha idea sobre el funcionamiento. Ella simplemente se limitó a asentir, saludar con honor cuando se la nombró y atravesar aquella puerta a la misma vez que otros dos alumnos más, que estaban en otras antesalas y entrarían allí por la misma razón que ella.
— ...y eso es todo. En breves me llevarán a conocer a mi nuevo equipo —indicó con voz temblorosa— Voy a ser un shinobi, Honōiro. Me volveré lo más fuerte que pueda, por los dos.
No recibió respuesta.
El joven de cabellos oscuros se encontraba sentado sobre una silla de madera. Cercano al lecho blanco como la nieve, pero aún manteniendo las distancias. Su mirada se perdía en la monotonía del suelo, incapaz de alzarla y mirarla a la cara. Sus puños, que reposaban sobre sus rodillas, se tensaban de tanto en tanto.
Frente a él había una mujer, tentida sobre la cama y casi atada a ella debido a la cantidad de tubos que iban y venían a lo largo de su figura. Sus ojos estaban cerrados, su rostro impávido. Su anatomía se mantenía plagada de inactividad. Una falta de vida tan insidiosa como enfermiza.
La tensión en aquella habitación del hospital era tan densa que podía cortarse con un kunai.
El joven sentía la necesidad de aproximarse a la chica, pero no lograba amasar la fuerza de voluntad suficiente...
La puerta del habitáculo se abrió poco después, dando paso a una fémina ataviada con una túnica igual de nívea que los aparejos hospitalarios. Su rostro irradiabia indiferencia. Mantenía su cabello azulado bajo control con un moño alto.
— Ralexion-kun, ya hemos decidido a qué equipo te vamos a asignar. Sé tan amable de venir conmigo —afirmó con tono aparentemente dulce, pero que ocultaba una terrible imperativa.
Sin mediar palabra, el Uchiha se levantó. Le dedicó una última mirada a su hermana antes de salir por la puerta.
Se le tuvo esperando en un pequeño despacho de la academia durante lo que, a grandes rasgos, calculó que fueron unos quince minutos. Aprovechó ese espacio de tiempo para reflexionar, poner sus pensamientos en orden y recuperar un semblante más alegre.
Finalmente, la misma kunoichi médica le indicó que había llegado el momento.
Caminó junto a la referida a lo largo de un pasillo de tatami verde y paredes marrones. El moreno sintió pena al no haber podido asistir a las clases como cualquier otro joven estudiante; la academia desprendía un aura hogareña que le tranquilizaba.
Se detuvieron al alcanzar el umbral de una puerta corredera doble. La mujer le dio un pequeño empujón con la palma de su diestra antes de comenzar a caminar en la misma dirección por la que habían venido.
— No nos falles —le dijo sin girarse.
Ralexion la miró durante unos instantes. Acto seguido volvió a centrarse en el portón.
Tomó aire y se introdujo en el interior del salón, tratando de aparentar seguridad. ¿Qué le esperaría al otro lado?
El día había llegado, finalmente Ritsuko formaría parte de un equipo y podría comenzar a aportar a la aldea con algo más que simples misiones de rango D que poco influían. Finalmente, podría llamarse a sí misma una verdadera kunoichi y no una simple civil con una bandana. «Al fin »se dijo a sí misma.
Estaba feliz, el que diga lo contrario estaría mintiendo, pero a pesar de esto, la mirada de la pelirroja seguía siendo exactamente la misma, melancólica, como si en realidad estuviese sufriendo con todo esto mientras esperaba pacientemente a que la llamasen.
A diferencia de otros, ella había asistido normalmente a la clase, había acudido como cualquier otro shinobi debería de haber hecho pero como siempre, estaba completamente sola, aislada por voluntad propia del resto e irradiando su tan habitual aura depresiva que la caracterizaba.
Pasaron los minutos, desde su rincón pudo ver como algunos shinobis llegaban, como otros se iban, etc. etc. hasta que finalmente, aquel chuunin que usualmente interactuaba con ella se acercó.
—Ya decidieron, ven —le indicó con serenidad.
La Ryōtarō asintió y siguió a su superior hasta unas puertas a las que no había prestado atención, hasta ahora.
Justo delante de una de ellas, el chuunin se detuvo y también lo hizo la menor, manteniendo la distancia.
—Pasa, dentro deberían de estar tus compañeros —afirmó ubicándose a un lado de la puerta en cuestión.
La kunoichi una vez más asintió, también le dedicó una pronunciada reverencia al shinobi y finalmente, cruzó la puerta. Esperando toparse allí con los que se convertirían en sus compañeros por vaya uno a saber cuánto tiempo.
«Espero no sean los bravucones »pensaba temerosa.
“Nemu, nemu, nemu” Pensó. Ella inconscientemente creía que si repetía muchas veces el nombre de su amigo o pensaba en él aparecería. Pero no sería así. No sería Nemu quien atravesaría la puerta contigua. De hecho, después se enteraría que Nemu ya estaba con su propio equipo, entrenando y realizando todo tipo de tareas, pues había sido uno de los primeros shinobis en ser asignados a un equipo y no porque fuera aventajado sino porque había llegado incluso minutos antes a clase.
Cerró los ojos cuando traspasó la puerta. Y los abrió una vez escuchó como la sala se cerraba tras ella. Miró a su alrededor. Una sala bien amplia, como cualquiera habitación de prácticas en un dojo. Tanto el edificio como las paredes de la sala eran de madera, incluso el suelo, todo. La sala tenía tres puertas corredizas desde donde entraron los shinobis pero no tenía salida alguna a simple vista. En la pared frente a ellos estaba dibujada una figura, debía ser importante, y a los lados de esta, un par de símbolos de la villa, junto a los rangos ninja. Rika no alcanzaba a ver claramente que ponía en ellos, de hecho, algunos los desconocía. También había un par de mesas distribuidas con un candelabro en cada una de ellas, alumbrando el interior de aquella sala, que carecía de luz salvo la que proporcionaban las velas.
Todo esto fue en un abrir y cerrar de ojos, observando lo que había delante de ella.
Miró a los lados para ver quienes habían entrado junto a ella. Podía haberse entristecido o decepcionado porque su amigo no estuviera entre los presentes, pero se animó al ver a una conocida. Ritsuko estaba entre los presentes. Y el tercer, pero no menos importante era un joven que desconocía, ni tampoco había visto antes por la villa, ni siquiera en la academia.
¿Qué se suponía que debían hacer? ¿Ahora se tenían que presentar, esperar a que llegase un instructor? Pero allí no había ninguna puerta más. La genin hizo una reverencia sin mediar palabra, un simple saludo antes de que hiciera cualquier acción mostrándoles respeto a sus compañeros en aquel momento.
Rika avanzó hasta la mitad de la sala, donde se hayan las mesas con las velas, quedándose cercana a ellas. El crujir de sus pasos se escuchó en toda la estancia. La madera crujía casi de forma especial en aquel momento, sentía como si el sonido se estuviera magnificando de alguna forma, dándole más tensión incluso a aquella situación.
Se colocó bien las gafas y le echó de nuevo un vistazo a los símbolos dibujados en la pared, aunque sin éxito alguno por descifrarlos.
- ¿Cómo funciona esto? – Preguntó. Estaba un poco desorientada, puesto que no sabía si aquello era una sala de espera o bien eran ellos mismos quien debían tratar aquel asunto en aquel lugar antes de ser asignados. – Se supone que, ¿nosotros somos el equipo?
El sol brillaba en el exterior, pero en el interior de esa habitación cualquiera diría que había llegado noche.
En primera instancia Ralexion no pudo apreciar nada del lugar más allá de la llamativa luz de las velas. Sus ojos necesitaron de unos momentos para corregir la amplitud de sus pupilas a una más adecuada para el ambiente. Entonces pudo observar que no se encontraba solo, habían otra dos féminas con él.
Una de las dos tenía un cabello de un color extraño, partido en dos tonalidades: negro y verde. También usaba lentes. El Uchiha pensó que quizás la falta de luminosidad le estaba llevando a ver mal, que la tonalidad de su cabellera estaba sometiéndolo a un truco.
Se habría fijado mejor, pero el aspecto de la otra muchacha le produjo un terrible sudor frío que robó la totalidad de su atención.
Ese pelaje ardiente le hizo creer ver a un fantasma. Solo había conocido a alguien con tal estampa: Honōiro. Pero como cabía esperar, no era ella. Se trataba sin lugar a dudas de una persona distinta, la tonalidad de rojo ni siquiera era la misma. Inhaló aire de una manera prácticamente inaudible, manteniendo a ralla un inoportuno golpe de ansiedad.
«Ya va siendo hora de comenzar a aceptar la situación y dar la talla...», se reprendió con dureza.
Reverenció al resto de presentes, siguiendo el ejemplo de la muchacha con gafas.
—Hola, mi nombre es Uchiha Ralexion —se presentó, intercambiando miradas nerviosas entre Rika y Ritsuko.
Reparó en los peculiares símbolos gracias a la mención de su nueva compañera. Se aproximó a ellos a grandes zancadas, y una vez frente a estos se cruzó de brazos. Barajó que quizás no entendía su significado dada su infancia en Uji, pero Rika tampoco parecía hacerlo. Ello le hizo sentirse un poco mejor.
—Hmm... —dejó escapar, rozando a los referidos con las yemas de sus dedos.
Encaró a Rika y se encogió de hombros. Comprobó que, efectivamente, la cabellera de la muchacha era tan extraña como le había parecido percibir en primera instancia.
—Eso me dijeron, supongo que ahora somos compañeros.
Dentro de la habitación, a primera instancia, Ritsuko no vio absolutamente nada a excepción de unas velas encendidas. Estaba muy oscuro para distinguir con demasiado detalle a los otros dos que ya estaban allí, pero casi se arriesgaba a decir que la joven de gafas era aquella con la que se había topado días antes.
«¿Rika? »preguntó en su cabeza, aunque las palabras jamás salieron. No iba a preguntar y arriesgarse a cometer un error, la vergüenza sería demasiado grande para ella.
De momento simplemente les saludó con una reverencia pronunciada y justo después de que el Uchiha se presentase, ella haría lo mismo, aunque fue casi un murmullo y no sería ninguna sorpresa que no la escuchasen.
—Me llamo Ryōtarō Ritsuko, es un placer conocerles —afirmó manteniendo por un momento más la reverencia.
Finalmente, se enderezó, pero se mantuvo estática en el lugar y también la mirada, fija en el piso un poco por delante suyo. A diferencia de los demás, ella no sentía tanta curiosidad por lo que se encontraba dentro de aquella habitación.
En efecto, la chica que se hallaba en la estancia con Rika y el uchiha era Ritsuko. Su bajito tono de voz lo confirmó, además de su pelo. Mientras tanto, el otro individuo era nuevo para ella. Se presentó con su nombre y apellido. Rika había escuchado el nombre de aquel clan, también de su procedencia, eran muchas las historias que contaban de ellos, pero no sabía hasta que punto ciertas o no, tampoco era algo en lo que basar todo su entusiasmo, así que no hizo ninguna pregunta acerca de ello.
- Sarutobi Rika. – Se presentó girándose desde el punto en el que estaba, quedando con las dos mesas a sus lados. El chico estaba tan desorientado como ella, puesto que tampoco sabía que hacían allí, simplemente se ciñó a la parte que aparentemente todos habían supuesto.
Que eran compañeros.
-Así es. Parece que nosotros tres vamos a formar un equipo. – Dijo. Y nada más terminar la frase, una pequeña brisa azotó la sala. Un suave viento que, extrañamente provenía del interior de la sala, puesto que las cuatro paredes estaban cerradas.
No dio tiempo a exaltarse, ni siquiera le dieron tiempo a los shinobis a articular palabra, mediar acción o incluso, reaccionar a la brisa. Un segundo viento apareció en escena y este, apagó las velas, dejando completamente a oscuras la sala. Ya no había ápice de luz. Nada. Todo estaba negro.
-No os mováis….o sí, acerquémonos. – Rika no sabía muy bien que proponer, si no moverse o que se juntaran. Le había pillado por sorpresa aquello y la habitación a oscuras era un problema.
Pensó que se trataba de un suceso casual y que obviamente, les había tocado a ellos sufrirlo, así que su idea era esperar a que alguien entrase y encendiera las velas o bien, que volviera algún tipo de “luz” con el paso del tiempo. Ingenua…demasiado ingenua en aquel momento fué.
Los tres se presentaron, dando un paso adelante —de manera metafórica, por supuesto— hacia su relación futura como equipo. O siendo más exactos, relación presente. Le llamó la atención la modesta, casi inexistente, voz de la pelirroja, pero para su fortuna logró captar su nombre a pesar de los claros esfuerzos por parte de la susodicha para que resultara imposible. No se le daban bien recordar los nombres ajenos, y siempre le daba vergüenza tener que preguntar dos veces. ¡Más le valía recordar los de sus compañeras!
Sintió la antinatural ráfaga de viento acariciarle la faz, así como la segunda. Su expresión se transformó en una de intriga y curiosidad. Se cruzó de brazos, allá en la oscuridad donde nada ni nadie podía verlo.
—¿Va a transformarse esta reunión en una historia de miedo? —preguntó en alto, no con temor, al contrario, su voz irradiaba excitación.
No veía nada, así que optó por quedarse donde estaba. Le resultaría horrendamente sencillo chocarse con las mesas que sostenían los candelabros, o más embarazoso todavía, con una de sus nuevas conocidas, si se desplazaba a base de palos de ciego.
«¿Y ahora qué?».
Efectivamente, la chica de gafas era ni más ni menos Sarutobi Rika, o así se había presentado y Ritsuko no iba a andarse cuestionando las cosas así que simplemente lo tomaría por cierto —sin mencionar que no tenía ninguna buena excusa para desconfiar—, aunque claro, Ritsuko permaneció muy quieta en su lugar.
La pelirroja juntó las manos justo delante de su cuerpo y allí se quedó, a la espera de algo, no tan extravagante como aquella brisa que terminó por apagar las velas pero si algo como… ¿la aparición de algún superior? Probablemente eso, aunque claro, si ahora llegaba ni se daría por enterada porque no veía prácticamente nada.
—No me moveré —afirmó ella, no por temor, sino porque no prestó suficiente atención al entorno como para saber dónde estaba el mobiliario. Dicho de otra manera, se llevaría un buen golpe si se atrevía a moverse.
¿Historia de miedo? No por favor, Rika ya tenía suficientes cosas de las que preocuparse, o eso pensaba ella como para ahora tratarse aquello de una historia de miedo. Nada más que Ralexion dijera esas palabras, la joven se movió lentamente. Solo dio dos pasos, pero a cada uno que dio el sonido del crujir de la madera se acentuó más. Extendió sus manos para palpar el aire del ambiente y no chocarse contra nada. Pero pronto, pudo tocar una de las mesas que había allí.
Sí, sabía que les había dicho que no se movieran y ella acababa de hacerlo. Se había contradicho, ella misma lo había notado.
- Esto justo tocando una mesa. – Dicho y comprobado pues pudo palpar también el candelabro y las velas en sí.
¿Y ahora qué? El tiempo estaba pasando y la verdad, allí no parecía venir nadie. Si aquello era una simple reunión o presentación para los equipos, estaba saliendo bastante mal. Recordando las palabras de nos asignarían un instructor, aquello hacía sospechar más de la situación. Mientras la ninja se hallaba pensando en lo que aquello podía ser o no ser, la situación no mejoraba.
El tiempo corría.
- Creo que algo esta mal aquí... - Cometó dubitativa.
Tanta oscuridad comenzaba a serle molesta. Sintió la necesidad de lanzar una técnica flamígera: así seguro que la estancia se iluminaba, mas borró con presteza tales ideas de su mente. Seguro que acabaría prendiéndole fuego a algo, y dada su situación personal no deseaba en absoluto crearles motivos a sus nuevos señores que les llevaran a estar descontentos con él.
—¿Has encontrado las velas, Rika-san? —lanzó su pregunta a la nada— ¿Alguien tiene una caja de cerillas, o al menos sabe utilizar Katon? Esto es embarazoso...
Entonces cayó en la cuenta: ¿y si todo ello era una prueba, por estúpida que pudiera parecer a simple vista? ¿Y si la idea de quienquiera que estuviera tras esa broma pesada era que se buscaran la vida por sí mismos?
—¡Eh, compañeras, lo tengo! ¡Alguien nos está poniendo a prueba! —exclamó, satisfecho consigo mismo— Rika-san, sigue hablando, podemos utilizar tu voz como guía y reunirnos los tres junto a las mesas.
Ah, pero tenían que insistir con moverse, ¿era necesario? Estaban a oscuras, por dios, es una molestia, más para los que no se tomaron las molestias de mirar lo que tenían a su alrededor como para saber lo que podrían tener en el camino.
Una prueba, usar la voz de otro, moverse… Todo molesto, y de no ser por la oscuridad se notaría la molestia que sentía Ritsuko al estar en semejante situación. Incluso se había puesto de cuclillas porque… Realmente, no quería seguir así.
Pero aquella kunoichi podía hacer ciertas cosas, como… vomitar algo de lava. «Ah, pero no tengo donde dejarla »pensó tratando de idear algún plan para dejar lava a modo de iluminación. Además, si no la sellaba en algún recipiente o algo terminaría por enfriarse extremadamente rápido.
—No me hace gracia tropezarme —afirmó desde su ubicación.
No estaba dispuesta a moverse de ahí, a no ser que lograran convencerla de algo.
- Si, lo he hecho. – Afirmó. – Las estoy tocando
La frase de Ralexion le había dado una idea. ¡Cómo no se le había podido ocurrir antes! Ella misma era la perfecta usuaria del elemento fuego, y este elemento no solo podía llegar a iluminar sino que encendería las velas sin ningún tipo de problema. Pero había un detalle a tener en cuenta, en un recinto tan pequeño como aquel, una técnica ígnea podía llegar a dañar no solo a los compañeros, sino al edificio en sí. Había que tener un control de ello.
- ¿Nos están poniendo a prueba? – Preguntó Rika como si no se creyera totalmente la afirmación de su compañero.
El Uchiha había dado en el clavo. Allí en la habitación había alguien más, pero no podían escucharlo, ni sentirlo, ni verlo con aquella oscuridad. Alguien con facultades mucho más superiores a ellos se encontraba oculto en algún lugar de la habitación, o al menos hasta aquel momento lo había hecho a ojos de los presentes.
- ¡Ritsuko acércate lentamente hasta mí – Continuó hablando la sarutobi e intentó convencer, aunque sus palabras no fueran las más adecuadas, a su compañera de que la mejor opción era que no se quedara quieta en su sitio como había afirmado que haría porque tenía miedo a tropezarse. – Voy a encender las velas, así podrás ver y acercarte
Rika realizó con sus dos manos un par de sello que precedían a una técnica de katon e intento inhalar aire para prenderlo, pero antes de que pudiera terminar el último sello, unos sonidos aparecieron en el ambiente, como peñas ráfagas de viento, o algo que cortaba el aire, sin poder hacer nada, la joven encontró que algo se había adherido a sus brazos, también rodeando su tronco, además de su boca como si de unas sombras se tratasen deteniendo la técnica de la muchacha. Había sido tan rápido que ella no pudo articular palabra, ni moverse.
Lo que pasó después es que la voz de la joven cesó.
La oscuridad continuó y ningún tipo de sonido se escuchó.
¿Seguiría ahí Rika?
—¿Rika...?
Silencio, como si de la tumba se tratase.
«Lo dije en broma pero... ¿va a convertirse esto en una auténtica historia de miedo...?», pensó, tragando saliva. Era aventurero como el que más, y el terror le resultaba una emoción interesante, a la par con la excitación. No obstante, todos tenemos nuestros límites, y cuando uno se ve superado por tal sensación sufre de la misma manera que cualquiera.
En esa situación la súbita desaparición de los signos de vida de la fémina Sarutobi le había intimidado. También sintió ese extraño viento, lo cual le indicó que algo ocurría.
¿Y si le había ocurrido algo a su nueva compañera? Ralexion estaba seguro de que alguien andaba jugueteando con ellos, lo cual le irritaba. Aquella era la gota que colmaba el vaso. Alzó su diestra y la extendió frente a sí, de forma que si se topaba de bruces con algo sus dedos lo harían antes que sus pies.
Tanteando en la oscuridad como si de un auténtico ciego se tratase, el moreno echó a caminar en la dirección que, según su memoria, pensaba que se encontraba la mesa con las velas.
—¡Rika!
«No importa, yo de aquí no me muevo »pensaba la pelirroja, berrinchuda en su rinconsito especial y feliz. O bueno, tampoco tan feliz porque no veía más allá de su nariz, o siquiera de sus pestañas aunque sería raro que se las pudiera ver, ¿no?
Sea como fuere, la pelirroja seguía en su lugar, acuclillada y reticente a mover un músculo en lo que los otros dos seguían dando sus palos de ciego. Ah, pero Ralexion gritaba, tenía que hacerlo a sabiendas de que la habitación es pequeña y debería de poder escucharle perfectamente, aunque si vamos al caso, ¿por qué diantres no estaba respondiendo?
Tal vez algo ocurrió, y la pelirroja no iba a ponerse a caminar corriendo peligro de caerse. «Mejor me chupo el dedo en un rincón, como cuando era bebé »Probablemente no sea muy buen momento para ponerse a reflexionar sobre su vida, pero el pensar en sí misma como una bebé le dio una idea, una muy buena idea para poder moverse.
Simplemente, comenzó a gatear en la dirección en que teóricamente estaban los otros dos.
—Sigue hablando —indicó la pelirroja mientras gateaba lentamente y con sumo cuidado, no quería chocarse nada.
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