Toshio intentó agacharse para saltar mientras sacaba la espada, pero la espada estaba más incrustada de lo que pensaba y saltó tarde. La nube de cenizas alcanzó sus piernas, hiriendolas levemente (10 PV).

De nuevo, bajo la atenta mirada del misterioso atacante, Toshio empezó a hacer extrañas maquinaciones. Ató un hilo a su espada, lanzó la espada para clavarla en un hongo y se lanzó a por él, sujetandose en el tronco de este.

Su enemigo hubiese reaccionado, si no fuese tan absurdamente absurdo todo. ¿Iba a hacerle un ataque sorpresa? Literalmente le había saltado en la cara. En cuanto Toshio aterrizó en el tronco del hongo, el chico envainó su Kodachi y saltó hacia abajo haciendo sellos.

Cayó de la cima del hongo directo al suelo y en el aire localizó al pelirrojo con la mirada y lanzó un potente chorro de agua a presión hacia él. Tras eso, aterrizaría gracilmente en el suelo de nuevo. Volvió a desenvainar su arma y esperó a ver la reacción de Toshio.

Antes de que el herrero pudiese contraatacar, el Hozuki ya había saltado desde la cima del hongo para intentar atacarle en plena caída libre con un potente chorro de agua, pero Toshio no lo estaba viendo a él, sino hacia el lugar en el que acabaría cayendo.

«¡Una apertura!»

Sonrió de oreja a oreja y saltó, buscando propulsarse hacia el suelo dos metros más allá de donde iba a caer su agresor a mucha más velocidad de la que él estaba cayendo, sacando su paquete de makibishi para verterlo entero justo debajo de moreno (15 PV en total).

Cayó rodando una vez en el suelo antes de levantarse, deslizándose un poco más en la hierba, encarándolo con la wakizashi en la mano. Esperaba que esta vez utilizase su extraña técnica para convertirse en agua, así que decidió experimentar un poco...

—¡Evapórate!

Lanzándole cuatro gotas de lava con la punta de sus dedos, solo para ver qué pasaba (20 PV).

Como cada vez que Toshio se movía, no hacía más que levantar dudas en la cabeza del moreno. Mientras él caía, en vez de atacarle, saltó por debajo suyo para aterrizar en el suelo. Y en pleno salto, a toda velocidad, soltó unos makibishi. En lugar de quedarse todos apiladitos en el sitio donde iba a caer, se desperdigaron por todas partes, dejando enormes huecos entre ellas.

Plantó un pie en uno de esos huecos y después el otro en otro. Eran un arma para colocar sutilmente o en una persecución, no para tirar en la cara de tu rival en pleno uno contra uno.

Levantó la mirada a Toshio y parecía haber rodado unos cuantos metros antes de poder parar la fuerza de su salto. Les separaban cuatro metros y la mano del pelirrojo se estaba deshaciendo en lava, seguramente alguna técnica a distancia. Apuntó su Kodachi hacia él e hizo un sello con la otra mano.

Durante un instante, desapareció de la vista de Toshio y antes de que acabase dicho instante, ya estaba justo enfrente de él, a escasos centimetros.

— Bu — susurró mientras deslizaba la Kodachi ya preparada para penetrar el pecho de Toshio mientras éste lanzaba su lava.

Recibió las gotas como agua de rocio, sin preocuparse lo más mínimo.

—¿Hm?

A punto estuvo Toshio de lanzar su técnica, pero instantes antes de que consiguiese completar su carga y sus dedos empezaran a escurrir lava, una corriente de viento delató el siguiente movimiento de su contrincante.

«¡Un Shunshin!»

Toshio se preparó, agarrando su wakizashi con fuerza para el momento en el que apareciese el Hozuki.

—Bu.

El herrero sonrió al ver como el moreno intentaba apuñalarlo. Solo hizo falta un movimiento de su arma junto a un inteligente giro de muñeca para no solo bloquear su ataque, sino también desarmarlo.

Antes de que el arma de su agresor acabase cayendo al suelo a un lado de ambos, Toshio giró su espada hacia él para intentar apuñalarle el estómago con fuerza (30 PV). Realmente esperaba que esta vez sí se transformase en agua para evitar una herida mortal, pero... no demasiado.

Toshio canceló su carga y volvió a desarmar a su atacante con su propia hoja. El misterioso rufían, ahora conocedor de esa técnica soltó la espada con su diestra y con su zurda agarró la muñeca diestra del pelirrojo antes de que intentase nada más con su espada. Su brazo medía poco más que el filo de la Wakizashi y su fuerza era pareja, así que conseguiría parar su apuñalamiento por poco.

Mientras con su zurda mantenía el agarre todo el brazo diestro empezaría a inflarse, sus músculos crecerían visiblemente mientras se movía para asestarle un puñetazo en el costado.

El desarme fue un éxito total. De hecho, esta vez el chico ni siquiera intentó defenderse de este, pero consiguió agarrarle la muñeca para forcejear con él y evitar que lo apuñalase.

«No quería tener que excederme tanto, pero...»

Con su otra mano, mientras su rival cargaba una nueva técnica, Toshio realizó un único sello manual y escupió una única aguja de las que tenía preparadas en su garganta directamente al ojo derecho del chico (4 PV). Entonces, aprovechando el momento, volvió a cargar hacia delante para terminar con su estocada (30 PV).

«Me dejas sin elección».

Cada vez que había iniciado una ofensiva contra Toshio, el kusajin había reaccionado de forma inesperada para él. Se suponía que iba a ser una presa fácil pero parecía que el pelirrojo era mucho más experimentado de lo que cabía esperar. A pesar de que su fuerza no era tanta, era como una rata terriblemente escurridiza, siempre con una carta bajo la manga.

Canceló la carga de chakra en su brazo al verle hacer un sello y entonces Toshio le escupió una aguja a toda velocidad hacia su ojo. Podría haber convertido solo su ojo en agua y mantener el agarre, podría haberse apartado e incluso podría haberle cerrado la boca para que se quedase la aguja dentro. Si hubiese sido más fuerte, más rápido y más listo.

Sin embargo, en cuanto vio la aguja licuó todo su cuerpo. Al mismo tiempo que la aguja atravesaba su cabeza difuminada en agua, la Kodachi atravesaba su pecho con otro estallido de agua.

Todo su cuerpo acabó de licuarse y la masa de agua sin forma se deslizó un par de metros a toda velocidad hacia un lado antes de rehacerse. Apareció ya con las manos dispuestas en el sello del tigre.

Abrió la boca y de ella salió un proyectil, más o menos como la técnica que había usado Toshio, solo que este proyectil era una bola de agua de un metro de diámetro que se dirigía a toda velocidad al pelirrojo.

La prioridad del chico misterioso ahora mismo sería mantener las distancias, viéndose desarmado.

«¿¡De nuevo!?»

El chico pudo ver con sorpresa cómo su rival volvía a licuarse ante sus ojos tal y como lo había hecho antes, incluso contra su ataque sorpresa, aunque esta vez optó por retroceder en lugar de contraatacar como había hecho anteriormente. No era tonto. Sin un arma en la mano estaba en desventaja.

Apenas se rehizo a dos metros de distancia de Toshio, el Hozuki realizó un sello manual para, antes de que Toshio pudiese procesar siquiera lo que estaba sucediendo, escupirle una enorme bala de agua que impactó en él, mandándolo a volar unos metros de distancia.

Finalmente cayó al suelo, completamente empapado y adolorido.

—Hijo de puta... —Dijo poniendo una rodilla en el suelo. Las fuerzas le flaqueaban y le costaba levantarse.

Al ver como la esfera de agua impactaba sobre Toshio y lo mandaba volando con un sonido más propio de una bala de cañón que del agua, el chico se sintió indiferente.

Indiferente no era la palabra, se sintió estúpido. El pelirrojo, aunque físicamente inferior a él, había estado todo el rato un paso por delante. El moreno caminó hasta su arma, vieja y usada y la recogió con desasosiego. Ni siquiera su primer engaño le había servido de nada. Tenía que mejorar. Tenía que crecer.

Y Toshio sería el abono que le ayudaría a germinar.

— Me llamo Yaara. A partir de ahora, iré a por ti. Y la próxima vez, será la última.

Yaara sonrió a su Kodachi y mantuvo la sonrisa mientras se la lanzaba a la cara a Toshio. A la cara exactamente, no, sino al suelo cerca de su cabeza. Esperaba no darle, pero si le daba, estaba seguro de que sobreviviría. Tras eso, Yaara saltó a un hongo y del hongo a una rama y de la rama a otro hongo, alejandose del lugar.

Hasta ahora, se había valido de la fuerza bruta y de su kekkei genkai para simplemente arrollar a todo el mundo. Pero nada de eso le había valido contra las estrategias guarras de Toshio. Había visto una ventana a mejorar y pensaba aprovecharla.

No pudo hacer más que mirar a aquel bastardo mientras se marchaba. Ahora tenía su nombre: Yaara, pero incluso con esas ni siquiera sabía quién era, o qué quería, o de donde venía. Era todo un misterio, y para colmo se había marchado antes de que Toshio le pudiese dar su nombre.

Pensándolo fríamente, así era mejor. No quería darle su nombre a un enemigo.

Se levantó poco a poco. Todavía le dolía cada músculo del cuerpo, y lo que no eran músculos también, pero tenía que apresurarse a volver a la aldea, pues si Yaara había cometido un error en aquel encuentro, definitivamente era dejarle aquella maldita pulsera puesta.

Tenía que volver a la forja para investigar, pues el propia metal tenía una historia que contarle.