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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#1
Éste será tu hogar.

Desde que descendí del carruaje no había podido quitar la mirada de aquella enorme entrada de madera blanca entre los muros de piedra. La mujer pelirroja que me había acogido se mostraba bastante amable, y siempre respetó su distancia. Sus ropas eran caras, pero las llevaba un poco mal ajustadas. ¿Será que su brazo faltante, el derecho, le hacía realmente falta para arreglarse?

Es… muy grande. —dije.

Es bastante cómoda. Venga, adentro. Afortunadamente no tienes mucho que mover. ¡Pero no te preocupes, apuesto a que a tus nuevas hermanas les encantaría acompañarte a comprar ropa!

La mujer caminó hacia la puerta. Uno de los sirvientes que conducía el carruaje se apresuró a abrir. Se notaba que esta mujer tenía mucho dinero. Se detuvo en el umbral e hizo un ademán, instándome a entrar.

Hermanas… —susurré, temerosa pero emocionada. Y seguí a Komachi-san.

¡Aquel era un jardín inmenso! Varios árboles con las últimas flores de la temporada. Caminos de piedra que iban por aquí y allá, cercados por arbustos coloridos. ¿Era aquél un estanque también? ¿Tendrán también de esos peces bonitos?

¡Ah! ¡Y la casa del centro! ¡Era gigantesca! Era un verdadero palacio. No pude ocultar mi sonrisa.

Komachi-san me guió hasta un cruce de los caminos de piedra, donde había dos chicas esperando. Sus caras eran bastante similares, pero sus cuerpos eran totalmente opuestos: la de la izquierda era pequeña, incluso más que yo, de cabellera brillante y expresión apenas educada. Vestía un kimono corto rosa. La de la derecha era muy alta, de piel morena y cabellera castaña, atada en una esponjada trenza que llegaba hasta su cadera. Vestía un kimono verde.

Sonreí más al ver a la de la trenza. La recordaba perfectamente. ¡Ella me había activado, allá en aquel agujero en la tierra! ¡Ella me había sacado, estaba segura!

Bienvenida a la casa Sagisō —comenzó la pequeña, con una reverencia leve—. Me llamo Kuumi.

Y y-yo Ranko. —La de la trenza se inclinó también, aunque ella portaba una sonrisa más cálida.

Chicas —dijo Komachi-san, haciéndose a un lado para presentarme —, ella es… Oh, no, mejor dilo tú, cariño.

Asentí y me incliné en una profunda reverencia.

Mi nombre es Kūran Meme —comencé, irguiéndome grácilmente con una sonrisa amplia —. Es un gusto conocerles. Gracias por cuidar de mí.

Kuumi frunció los labios, pero Ranko sonrió.

Meme-san… ¿M-me recuerdas? Y-yo…

Por supuesto. Ranko-oneesama fue quien me activó y sacó de la oscuridad.

Se sonrojó, se sonrojó bastante.

O… ¿Onee… sama…?

Oi, oi, ¿Y yo? Ran-chan y yo somos mellizas, tenemos la misma edad. Deberías llamarme así de formalmente a mí también, ¿No? —soltó Kuumi, visiblemente molesta.

Gracias a onee-sama pude surgir a la luz. Por eso se merece el más grande de mis respetos. —Me doblé ante ella con la más educada de las reverencias.

Kuumi bufó. Komachi-san se adelantó.

¿Me las permites un momento, Meme-chan? —dijo, y llevó a sus hijas varios metros más allá, lejos de mí.

Apuesto a que les contó lo maravillosa y linda que soy. ¡Una muñeca viviente para las Sagisō! ¿Cuándo se ve algo tan extraordinario?

Se separaron. Kuumi tenía rostro curioso, pero onee-sama se notaba comprensiva.

Como primera actividad, ¿Por qué no van de compras? ¡Así le consiguen un montón de ropas monas a Meme-chan!

Oh, me encantaría. Si no les molesta. —Vestía un kimono azul grisáceo muy sencillo. Habría sido mejor que me dieran uno blanco para parecer fantasma.

S-sería divertido…

¡Perfecto! Aprovecho para comprarme algo. Vamos, Meme-chan.

Las hermanas me rodearon, pasando a cada lado mío, pero, antes de que me diera cuenta, Kuumi me había tomado del brazo.

Pero no era Kuumi. Era alguien en las sombras. Sentía sus manos mover mi cuerpo a su voluntad. Sentía el metal romper mi cubierta exterior, mi piel. Sentía sus dedos acomodar mi marco interno, mis huesos. Sentía su voz diciéndome lo perfecta que sería cuando terminara de manipularme. Y dolor. Sentía mucho dolor.

Me aparté de Kuumi tan rápidamente poco pude, sin importar cuán brusca me viese. Prácticamente me lancé contra onee-sama, abrazándola, atemorizada y asqueada por el tacto de la mano de la hermana pelirroja.

¡Kuu-chan! ¿Por qué hiciste eso? ¡Madre dijo que Meme-san era delicada con eso!

Ya, ya, bueno… Disculpa. Me ganó la curiosidad —Los ojos de Kuumi brillaron con un tanto de malicia que no me gustó para nada —. Aunque si es el caso… ¿Por qué te abraza?

Onee-sama, de hecho, intentaba mantener sus manos al aire, y las bajó lentamente, colocando gentilmente su palma en mi coronilla. Su tacto era agradable, único, como un cristal de azúcar en una montaña de sal.

Ahm… yo…

Onee-sama me activó . Sus manos son diferentes al resto.

¿Te activó, eh? Entonces sí eres… ¿Un robot? ¿Una marioneta? ¿Una muñeca?

Su actitud me intimidaba un poco. Me aferré al kimono verde de onee-sama.

Una muñeca. De las que no-se-tocan. —Contesté, enfatizando cada palabra de la negación.

¿Eh? Pero si las muñecas son para jugar. ¿No?

La mano de Kuumi se alzó de nuevo en mi dirección. Sentí una especie de rabia vengativa dentro. No dejaría que me volviese a tocar. Era una muñeca, no un juguete.

Pero fue onee-sama quien intercedió, deteniendo la mano de Kuumi con la suya.

Kuu-chan. No. ¿Por qué quieres provocarla?

Sólo quería saber si…

¿Si madre decía la verdad? ¿O si Meme-san lo decía en serio? —La de la trenza no bromeaba. La rubia retrocedió.

Bueno, ya. Lo siento. No volveré a hacerlo. ¿Está bien? Lo prometo, Meme-chan.

Kuumi alzó la palma derecha, sonriente. Onee-sama bajó la mirada hacia mí. No sentía mucha confianza hacia la pelirroja, pero con la que sentía hacia la castaña era más que suficiente. Yo sólo asentí levemente.

Andando, entonces.

La salida de compras fue maravillosa. Kuumi había cumplido su palabra, y entre mis hermanas cuidaron de todo choque con la muchedumbre. Me compraron la suficiente ropa como para llenar un armario: entre prendas elegantes y tradicionales como yukatas, y cosas más modernas como pantaloncillos y botas. ¡Oh, cómo adoré esas botas!
1
#2
Entrenamiento. Veamos…

Onee-sama se rascó el mentón, alzando la vista. Ahora, una semana después de mi adopción, ya me había acostumbrado a la vestimenta deportiva de onee-sama y al estilo moderno de Kuumi. Komachi-san y Kizaemon-san me habían recibido muy cálida pero respetuosamente. Estábamos en el jardín de entrenamiento de la familia Sagisō, con onee-sama frente a mí y Kuumi sobre una roca, leyendo algo. Era un lugar precioso, rodeado de flores. Me costaba aceptar que usaran tan lindo sitio para pelear y practicar combate.

Se suponía que onee-sama me enseñase las artes ninjas, aunque en realidad era Komachi-san quien me entrenaba en serio. Era como si onee-sama insistiera en hacer su parte para ayudarme. Claramente, no me quejé.

Veamos, el chakra. ¡S-sí! El chakra es…

Creo que ella ya sabe qué es el chakra, Ran-chan…

Así es, onee-sama. Creo. Puedo hacer cosas interesantes con eso.

Busqué con cuidado y saqué del portaobjetos que me habían obsequiado (uno de hermoso y elegante cuero negro) un shuriken. Miré la estrella por largos segundos. El metal me llamaba. No es como si pudiese sentir todo el metal a mi alrededor, sino… era como si viese una parte de mí fuera de mi cuerpo. Me enfoqué en el arma y un aura purpúrea lo envolvió. Ahora sentía realmente el shuriken.

Lo lancé hacia una de las dianas que las Sagisō habían puesto en el borde del área de entrenamiento. Se clavó en la madera en el segundo círculo exterior.

Oh. P-podemos mejorar tu puntería.

Le sonreí a onee-sama y saqué otros dos shuriken. Los lancé a los lados de la diana, y claramente fallarían… pero las armas hicieron una curva e impactaron en la primera diana. Saqué mi último shuriken y lo lancé a Kuumi.

¡Woah! ¿Qué…? —Kuumi se preparaba para bloquear con un veloz kunai, pero mi proyectil hizo una pronunciada curva y fue a dar donde los otros tres —. ¿Eh?

Lo descubrí en el hospital. —dije, orgullosa, esperando caras de sorpresa. Pero la sorpresa que obtuve no fue la más… grata.

Eso… eso fue…

Jiton. Fue un jutsu magnético. Como el de Iwada Ririki.

Como el de Kikazura Taeko-chan…

No. Era mi truco. ¿Por qué mencionaban a otras personas? Fruncí los labios.

¿Quiénes son ellas? Iwada-san y Taeko-san.

Onee-sama y Kuumi intercambiaron miradas preocupadas. Quería que me dijeran, pero no insistiría si querían mantener sus secretos. Tenían tal derecho, ¿No?

Taeko-chan fue… una amiga. Bueno, conocida. Pero… Falleció hace tiempo. Tenía el mismo poder que el tuyo.

Oh. Mi pésame. He leído que el cuerpo humano no es eterno. Es natural que fallezcan.

Kuumi pareció enojarse ante tal comentario, aunque ignoro por qué. Onee-sama pareció alterarse también, pero no mostró molestia.

Lo que… lo que le pasó a Taeko-san no fue natural. Iwada Ririki le capturó y…. Bueno… hizo cosas horribles con ella. Y luego… luego hizo cosas con… —Pude ver claramente cómo los ojos de onee-sama se lubricaban con posibles lágrimas, lo cual me hizo sentir un extraño dolor en el pecho —. Con Meme-san.

Me quedé en silencio un rato, procesando la información. Si Iwada Ririki había hecho cosas conmigo… con mi cuerpo… ¿Acaso significaba eso que…?

¿Entonces Iwada Ririki-san es… mi… creadora?

Por un momento, onee-sama dudó. Era como si no quisiera usar esa palabra. La gente del hospital no me creía cuando decía que yo era una muñeca diseñada y creada, a pesar de que era bastante obvio. Las Sagisō parecían haber entendido la verdad muy rápidamente, en especial la más alta. Pero al final, onee-sama habló.

Iwada Ririki es la razón por la que tu cuerpo es como es.

Oh —Hice otra larga pausa, en lo que pensaba qué decir. —. ¿Puedo verla?

Kuumi se irguió. Onee-sama se me acercó, siempre respetando su distancia, aunque ya le había explicado que su toque no me molestaba.

M-Meme-san… P-pero… ¿Por qué?

No sé. Tengo curiosidad de cómo es. O por qué me creó. ¿Cree onee-sama que sea posible hablar con Iwada-san?

Onee-sama me miró por largo rato. Sus orbes color miel escudriñaron los míos. Suspiró.

Tendremos que hablar con madre…
#3
Sé que soy una kunoichi de rango alto y parte de una familia adinerada. Pero no crean que podré hacer esto todos los días. Posiblemente sea el último favor que pueda pedir por un tiempo.

Sagisō Komachi nos miró a las tres con ojos estrictos.

Además, si aceptaron fue principalmente porque Meme-chan fue víctima y lo pidió expresamente. Bueno, ¿están listas? Pueden pasar las tres, pero habrá un ninja vigilando y registrando todo.

Las mellizas me miraron, y entendí lo que pensaban: era yo quien debía dar el paso.

Sí, Komachi-san.

No sabía si aquel lugar era donde Kusagakure la mantenía presa, o si solo era el sitio de visitas, aunque supuse lo segundo. La habitación a la que entramos era relativamente pequeña, y apenas entrar me sentí claustrofóbica. La estancia estaba dividida por gruesas barras metálicas que dejaban ver al otro lado. Allá había dos figuras, acá una.

De nuestro lado había un hombre menudo, que portaba en su brazo lo que Komachi-san me había enseñado era la insignia chūnin. Del otro lado había una mujer alta y muy fornida, de cabello muy corto, que empujaba a otra del hombro. La mujer, que supuse era la guardia, esposó a la segunda mujer a la reja.

La segunda mujer era delgada, consumida, de cabellos cobrizos largos y maltratados, y profundas ojeras. Le hacía falta el brazo izquierdo, y el derecho estaba anclado a las barras por esposas de aspecto pesado, y sus pies arrastraban grilletes similares. Me pregunto si su función era suprimir su chakra o algo así…

Oh… aquí… Aquí estás —dijo la mujer, con voz ronca —. Mi muñeca… está viva. Está sana, ja ja. ¡Fue todo un éxito!

Soltó una carcajada.

Iwada Ririki-san. ¿Verdad?

Sí.

Usted me creó, ¿Verdad?

¡Sí!

Ah. Ya veo —La miré fijamente, y su rostro no se me hizo familiar, aunque su voz sí. Estaba casi segura que esa era la voz que escuchaba en mis sueños, en mis recuerdos de manufactura. Y esos ojos… me daban pena —. Qué decepción.

Parecía anonadada.

¿Qué? Para nada, muñeca mía. Nada es decepcionante aquí. ¡Eres una creación casi perfecta! Sólo falta ajustar algunas cosas para evitar el desgaste óseo… Dime, ¿Puedes usarlo? ¿El Jiton?

Esa palabra me tomó ligeramente por sorpresa. Volteé a ver a onee-sama.

Esa mirada… ja ja Eso me dice que sabes de lo que hablo. ¡Todo un éxito! ¡Si tan sólo me dejaran salir y pudiese continuar con mi investigación! ¡Diles, mi muñeca! ¡Diles que tengo razón!

Por supuesto, lo haré —Pude notar que tanto el chūnin vigía, la guarda y mis hermanas prestaron más atención que antes a mis palabras —. Pero primero ¿Cuál es mi nombre?

¿Nombre? Eso… Eso no importa, muñeca mía, lo que importa es que…

Ya veo —Me viré hacia el chūnin —. Gracias por dejarme hablar con esta mujer.

Espera… ¡No! ¿Tan pronto? ¿Para qué viniste si no es para hablar conmigo? —Sacó su mano entre los barrotes, lo más que las esposas se lo permitieron.

Mi mirada bajó a sus dedos y sentí un asco tremendo. No quería estar cerca de aquellas manos. Si ya de por sí detestaba cualquier tacto, el roce de sus dedos era el que despreciaba más.

Ése era el plan. Conocer a mi creadora. Preguntarle cosas. Aprender de mí. Hay muchas cosas que no sé de mi funcionamiento y... este cuerpo tan humano. Pero… si mi creadora ni siquiera tiene un nombre para mí, y se encuentra en un estado tan deplorable… No creo que pueda aprender nada útil. Acabar en un lugar así después de crearme a mí. Es patético. ¿No cree?

La guardia soltó las esposas de los barrotes y se preparó para llevarse a Ririki.

¡No! ¡Mi muñeca! ¡No me aparten de ella de nuevo! ¡Puedo...! ¡Puedo hacerte mejor! ¡Puedo hacer más como tú…!

La miré una última vez antes de que ella desapareciera por una puerta del otro lado de la estancia.

No soy su muñeca. Soy mía.
#4
OK… eso no fue a como esperaba. Lo cual es… ¿Bueno? —Kuumi se rascó la nuca.

¿Cómo te sientes, Meme-san?

Respiré profundamente.

Mejor. Me siento… libre.

Habíamos salido de aquella prisión y el aire de la tarde me recibió alegremente. Quise que regresáramos a casa, pero Komachi-san salió detrás de nosotros y nos llamó.

Oi, chicas, deben de venir conmigo antes de ir a casa. Hay algo que Meme-chan debe recoger.


Aún no me familiarizo con toda la Aldea, así que no supe dónde quedaba el laboratorio al que nos llevó Komachi-san.

Después del reporte de Ran-chan y Yota-kun mandamos a algunos ninja a investigar por completo el escondite de Ririki. Encontraron cosas muy… macabras. Pero sobre todo, encontraron esto.

Le dio una palmada a un tonel transparente de buen tamaño. Contenía una sustancia líquida, negra, pero que brillaba con tonos rosa y púrpura.

Fue un tanto difícil moverlo acá, je je.

Eso me llamaba. Aquella sustancia me atraía y, cuando acerqué, le sentí moverse. Dio un paso hacia el tonel y el líquido se inclinó, suave, como un cachorrito queriendo ser adoptado.

¡E-eso! —exclamó oneesama —. ¡Lo vi al salir de aquel horrible lugar! Pensé que había sido mi imaginación verlo moverse…

Komachi asintió repetidamente. Yo me acerqué aún más y puse las manos contra el tonel. Sentía su… pensar. Era como los shuriken cuando los imbuía con chakra, pero… diferente. Sentía como si fuese yo quien estuviese dentro del tonel. Aquello quería salir, quería estar conmigo. Y yo quería que estuviese conmigo.

Según la investigación de Ririki, ella desarrolló esta sustancia para que el sujeto doce, es decir, Meme-chan. Es una combinación de metal líquido y minerales magnéticos. Le llamó Suiken.

Suiken —repetí —. Es un nombre hermoso.

Sentí un dejo de molestia. Aquel metal había recibido un nombre y yo no. Aunque por otro lado, yo tuve la opción de elegir mi propio nombre. ¿Quién más ha tenido tal privilegio? Apuesto que nadie. Hey, soy incluso más especial de lo que pensaba.

Quiero tocarlo.

M-Meme-san, no sé si eso sea… —comenzó onee-sama, pero Komachi-san le cortó.

Claro. Ya se determinó que no es tóxica ni peligrosa por sí misma. Es una sustancia estable, y reacciona de forma curiosa a los campos magnéticos. Esperaban ver cómo reaccionaba contigo, Meme-chan.

Una de las personas del laboratorio le pasó un contenedor más pequeño a Komachi-san. Cuando ella lo abrió, Suiken salió de ella, lentamente, ingrávida, como si vertiese crema etérea. Y yo la sentí de nuevo. Suiken flotó hacia mí y yo di un paso hacia ella. Alcé la mano y sentí su tacto frío, muy familiar por alguna razón.

Oh, interesante… Responde a tu chakra, ¿No, Meme-chan?

Responde a —dije con toda confianza, embelesada con la manera en que se enroscaba en mi brazo. Era una caricia reconfortante, tal vez más que la de onee-sama —. Es… maravillosa.

S-se ve bastante linda, Meme-chan.

No podía estar más de acuerdo con onee-sama.

Bueno, tienes permitido llevártela, no pueden hacer nada con ella aquí. Y técnicamente… está a tu nombre, supongo.

Lo agradezco, Komachi-san. Me siento mucho mejor ahora. Me siento... completa.
#5
Iwada Ririki regresó a su celda. Resollaba y se resistía, pero la guardia era más fuerte que ella, con creces, y le obligó a entrar de un empujón.

Mi… mi muñeca… ¡Llévenme con ella! ¡Yo tenía razón! ¡Fu… Funciona! ¡Ella funciona! ¡Y gracias a mí!

La guardia sólo rió y cerró la habitación. Ririki fue a la puerta y golpeó varias veces, gritando y llorando. La fuerza le abandonaba rápidamente durante el día, secuela del injerto de brazo que había tenido y había sido retirado.

Su brazo… el brazo de Kikazura Taeko… estaba segura de que no se habían deshecho de él. ¿Tirar a la basura una investigación tan valiosa como ésa? Para nada. Sabía que Kusagakure la aprovecharía. La aldea no aprobaría sus actos, pero cosecharía fruto sembrado en tierras oscuras. Y Ririki los maldecía por no incluirle.

«Tienes razón, Iwada-san.»

Aquél no había sido su pensamiento. Era la voz de alguien distinto. La voz de una mujer mayor.

¿Ah…? ¿Qui-?

«No hables. Las mariposas ven y escuchan, y pueden estar en donde menos te lo esperas.»

Calmando su respiración, Ririki se puso de pie trabajosamente y fue a traspiés al colchón mohoso de la celda para acostarse.

"Puedes… ¿Oírme?" pensó.

«Fuerte y claro, Iwada-san.»

La chūnin sonrió con una chueca expresión.

"Je… Es… interesante. Esto… Esto es un jutsu, ¿Verdad? Es el Hijutsu de los Yamanaka."

La voz no contestó, sino que se rió levemente. Ririki lo tomó como un sí.

"¿Quién eres? ¿Qué quieres conmigo? Y… ¿Las mariposas? Es el jutsu de Aburame Kintsugi, ¿Verdad?"

La voz rió con suavidad de nuevo.

«Despacio, Iwada-san. Tenemos todo el tiempo del mundo. Sí, la Morikage usa esos hermosos bichitos de espías. Pero a diferencia de mí, ellos no pueden entrar en tu cabeza. No necesitas saber mi nombre, al menos no aún. Y creo que sabes por qué te estoy contactando. Como dije: tienes razón.»

"Mi investigación… la manera en que trasvasé el Jiton de un sujeto a otro, ¿Cierto? Entonces… Kusagakure…"

«Es conocimiento muy importante. Lograste algo en demasía útil. Es lo que querías, ¿No? Ayudar a todos aunqe sacrifiques unos cuantos. El bien común es la meta de todo científico, ¿No? Es obvio que Kusagakure no Sato no dejaría ir tal información. Quiera usarla o no, la mantendrá para sí.»

Ririki sonrió incluso más torcidamente. Al fin, alguien que le entendía. ¿Por qué la gente no lo comprendía? ¿Qué más daban unos niños si lograba ayudar a toda la humanidad?

«Eres una mente brillante, Iwada-san, y quisiera que siguieras tus estudios. Quisiera que no detuvieras tu progreso. Te sacaré de allí. A cambio, quiero tener derechos sobre el uso de tus avances. ¿Aceptas?»

Ririki casi echa a reír, pero se contuvo.

"Acepto. ACEPTO."

«Sigues siendo alguien extremadamente razonable, Iwada Ririki-san. Eso me agrada. Espera mis indicaciones. Sé paciente y pronto te volverás pionera del progreso científico de Ōnindo. Pronto tendrás de vuelta a tu muñeca.»

Ririki ya no pudo contenerse y soltó una larga y desquiciada carcajada que reverberó en su celda por varios minutos. Después de todo, ¿quién sospecharía de una científica loca riéndose sola?




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