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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
Ranko no pudo evitar soltar una risita cuando Lyndis habló. Comenzó a relajarse.

Oh, pobre Lyndis, tendrá que beber el doble de sake. ¡Qué desgracia! —dijo la castaña, entre risas, con voz más amistosa que lo preocupada que estaba antes —. ¿A medias? E-está bien, no volveré a insistir en pagar todo.

Todavía con algo de timidez, Ranko movió la mano para pasarla por la espalda de Lyndis, queriendo regresar el abrazo que ella le daba. Sin embargo, se detuvo, pues creía que le lastimaría debido a las quemaduras.

Si seguían caminando, no tardarían en encontrar una posada con ofuro, la bañera tradicional, y Ranko le instaría a su amiga entrar, bañarse, dejar las cosas e ir por comida. La noche era todavía joven, después de todo.
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No dudaría en entrar en aquel lugar cuando Ranko lo señalara. Nada más entrar en su habitación, dejaría las cosas casi de inmediato para ir a preparar la bañera dispuesta a meterse en cuando pudiera. Acabaría desbordándola mientras soltaba un largo gemido de placer al sentir un calor, que en esta ocasión, si que resultaba de lo más agradable. Tardaría un largo rato en salir del cuarto de baño, y mientras se aplicaba una crema que les proporcionaron en la recepción de un kit de primeros auxilios sobre su humeante y perlada piel, Ranko posiblemente tomara su lugar en la bañera.

Para entonces, Lyndis ahora vestiría un Cheongsam negro sin mangas, con detalles dorados en los bordes y los botones.

Aaaaaaaaaaaahhh~... Que alivio, nunca antes un baño me había sentado tan bien... — Suspiró con dulzura de nuevo, mientras estaba sentada terminando de colocarse sus zapatos carentes de nudos. — Y menos mal que eché una muda por si acaso. Aunque sinceramente no esperaba que tuviera que cambiarme por algo así

Entre sus manos tenía los restos calcinados de su ropa anterior, que observó para después guardar en su macuto.
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Ranko tuvo una especie de regresión. No era la primera vez que esperaba en una habitación mientras una chica que le parecía guapa tomaba un baño.

"Pero Waai-chan no es Mei. Waai-chan es una guerrera, no una princesa, y siento que puedo confiar la mar en ella." Se dijo, sonriente, mientras acomodaba sus cosas en la habitación.

No perdió tiempo, y en cuanto Lyndis salió, Ranko tomó su turno en el ofuro. Tardó menos que su amiga, aunque la castaña sentía haber tardado eones, entre el lavado de su cabello y el largo tiempo que pasó pensando. Salió del baño con una toalla cubriendo su cuerpo y otra cubriendo su largo cabello, y quedó paralizada al ver a Lyndis.

No era la primera vez que, al salir de un baño, perdía el aliento al ver a la chica que había estado esperando.

Te... Te ves... E-estás..."Hermosa. Bella. Preciosa. Guapa. Algo, Ranko, di algo. Espera... Ah... Oh cielos.". T-te queda bastante bien, Waai-chan.

Con el corazón latiendo cien veces más rápido, prácticamente le dio la espalda a Lyndis para ponerse a buscar ropa en su mochila. Sentía que había tenido una revelación.

"No quería creerlo. Antes de que nos atacaran los ninjas, no quería creer que yo... Waai... Pero ahora... Recuerdo cómo me sentí con Mei y... Esto... Y esto... Me siento igual. ¡Rayos! Me siento igual... Eso significa...

Cuando terminó de cambiarse, Ranko portaba un kimono sencillo, blanco, con un sobrio diseño de líneas y flores rojas, con un obi rojo atando el conjunto. Su cabello castaño caía libre y suelto por su espalda, sorprendentemente rizado.

E-entonces... ¿V-vamos a... Vamos a cenar, Waai-chan? —dijo en tono dulce.

"Eso significa que me gusta. Oh cielos."
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De la misma forma que a Ranko le había pasado, ahora era Lyndis la que estaba embobada mirándola. Se cruzó de brazos casi instintivamente, pero la miraba con los ojos abiertos de par en par, como ligeramente sorprendida. No es porque no se la imaginara vestida tan formal, era algo más, algo más que la había practicamente hechizado y le impedía desviar la mirada.

¿Eh? ¡A-Ah! S-Si, s-salgamos a cenar — dijo dando un pequeño sobresalto en el sitio, al haber sido de vuelta a la realidad cuando esta le habló acercándose.

Carraspeó utilizando una de sus puños para taparse a boca, ligeramente ruborizada al haberla contemplado. ¿Y ahora donde la llevaba? La ropa que llevaba Lyndis no era tan formal como la suya, aunque pese a ser una ropa para combatir, daba cierto aire de elegancia y formalidad para algunas personas. La mirada desviada de la peli plateada, se redirigió sobre un pequeño florero encima de una cómoda que había al lado de la puerta. Recordó aquel traje que mencionó cuando hablaron de los dojos; eran blanco, y tenía un simbolo el cual no recordaba.

Oh, claro. Sagisō

Dio un par de pasos para acercarse hasta la flor, tocándola con un cuidado impropio de ella. Después se giraría, a menos que Ranko se pusiera a su lado o se acercara lo suficiente hasta ella. Para colocarle entre los cabellos del lateral de la frente, una pequeña rama en la que quedaban dos flores blancas. Se quedaría congelada, y el rubor le subiría a un ritmo alarmante más propio de cuando estaba combatiendo, agitando los brazos de forma errática sin ton ni són.

O-Oh... E-E-Es que... Y-Y-Yo... P-Pense que t-te faltaba algo y... ¡N-No es que estés mal, estas de muerte! ¡Quiero decir, que estás muy guapa así, y pensé que...! Digo... — Aquella chica fuerte y dura que conocía, parecía haberse desmoronado por completo. Ante ella, ahora había una Lyndis inquieta e insegura, que no dejaba de mirar a los lados sin saber donde meter sus propias manos. — E-E-En f-f-fin. S-Sera m-mejor que nos marchemos o t-todo acabará ocupado

Rió con nervios, dirigiendo una mirada hacia Ranko girando la cabeza sobre si misma, mientras abría la puerta.
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Ranko no supo cómo reaccionar a la reacción de Lyndis. ¿Qué quería decir que se pusiera tan nerviosa? En la tarde había echado a tierra su intento de avance, pero ahora le miraba con ojos de sumo interés. Ojos que parecían ruborizar más y más a la castaña.

Por un momento ambas se perdieron en la mirada de la otra.

Y luego, la peliplateada hizo algo totalmente inesperado: fue hasta un jarrón con flores, algo típico de algunas posadas y hoteles, tomaría una ramita con dos flores, regresaría a Ranko y...

"Oh cielos, ¿Está...? OH CIELOS OH CIELOS OH CIELOS"

Y la colocaría en el cabello de Ranko, otorgándole el accesorio perfecto para sus largos rizos.

"AAAAAAAAAH LO HIZO AAAAAAAAH" gritó Ranko mentalmente, mientras una Lyndis, totalmente hecha un manojo de nervios y mejillas rojas, le decía lo guapa que se veía. Pero ahora no parecía el mismo comentario de la tarde. Ahora no era un 'eres guapa y ya', ahora era un 'te ves guapa, cariño'. "¡No, Ranko! ¡No dijo eso!"

¿Por qué se le hacía tan tierno verla reaccionar así? La Lyndis ruda se le hacía atractiva, pero la Lyndis apenada era la cereza del pastel.

S-s-sí. Va-Vamos. —dijo Ranko, con una vocecita.

Avanzó, dispuesta a salir, pero se detuvo justo a la puerta, abierta por la peliplateada, y le dirigió una mirada a su amiga. Pensándolo apenas un segundo, Ranko deslizó su brazo alrededor del brazo de Lyndis, instándola a guiarla.

A-ahm... I-iré... Va-vamos a-a donde di-digas, Waai-chan. —dijo la castaña, con un rostro imposiblemente rojo.
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No se lo negó, porque no era algo que realmente pensará ni por alto. Cuando Ranko pasó la mano y posteriormente el brazo entero por debajo del suyo, para agarrárselo tan formalmente, los pocos fusibles que le quedaban a Lyndis terminaron de explotar en su cabeza. En su rostro había una mezcla de emociones que era incapaz de procesar de forma lógica y ordenada. Pero tampoco quería deshacer aquel enlace. Con una mano en el rostro, tapanado media cara suya con los dedos separados, avanzó hasta la salida del local.

Una vez allí, respiró con profundidad intentando buscar algo de calma para decidir que hacer. El frío del lugar le ayudó, y la luz de las calles junto a la oscuriad de la noche, le ayudaría a disimular un poco su rubor.

¿Q-Quieres comer en un lugar en concreto, un restaurante, o prefieres un poco de comida callejera de los puestos? — Acarició con el dedo indice su propia mejilla, todavía algo confusa.
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Ranko gritó mentalmente de la emoción. Lyndis no sólo había aceptado que le tomara del brazo, sino que le había guiado hacia afuera, como a toda una damisela. Su corazón seguía latiendo constantemente a altísima velocidad, o al menos eso sentía. El frío de Tane-Shigai hizo que la calidez que sentía en el rostro, el pecho y el estómago se notara incluso más.

La castaña pensó la pregunta de Lyndis por unos segundos.

Un restaurante. Ahm... Me... Me parece que e-estamos e-en un lugar muy bonito. Creo q-que deberíamos de ir a u-un lugar bonito ta-también. U-un lugar especial. ¡Qui-quiero decir...! N-no es común que venga aquí... A-aprovechemos la ocasión.

Ranko se preparó para caminar. Su mirada se desviaba hacia un lado. Quería voltear a ver a Lyndis, pero sentía que sus mejillas arderían literalmente de hacerlo. Se alegró inmensamente de haber tomado aquella misión.
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Finalmente en el exterior, y pese a que el frío la espabilo un poco, Lyndis se veía realmente superada ante que hacer.

"¿Un lugar especial, uhm?"

Se llevó una mano al mentón, mientras miraba con lentitud los negocios de la calle con los ojos entrecerrados, pese a caminar ambas juntas. Estaba tan ensimismada en elegir el mejor sitio, que ninguno le parecía bueno, y mucho menos digno de ella con el bello aspecto que portaba. Había una gran variedad, desde puestos de comida que pasaban por salado, dulce, comida tradicional y extranjera, restaurantes o tabernas que fueran más modestos o lujosos con el mismo espectro. Durante casi toda la misión, habían estado hablando de comida pero no le preguntó por su plato favorito; aunque había quedado claro que ambas eran de buen comer.

¿Cual es tu plato favorito? Iremos al lugar que mejor lo sirvan. Yo no tengo ninguno que me haga especial interes — dijo mientras caminaba cogida todavía del brazo por ella, y sin molestarle lo más mínimo.

Aquella atención que estaba mostrando en buscar un buen local, le servía para evadir inconscientemente los nervios de estar cogida del brazo con ella.
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Sin darse cuenta (o quizás queriéndolo mucho), Ranko inclinó su cabeza muy tímidamente hacia Lyndis. La peliplateada era más alta que la castaña, así que no le costó mucho el apoyarse en el hombro de la chica.

"¿Ranko? ¿Qué haces?" se preguntó, para luego responderse. "Nada, sólo... Me relajo."

Era como si una fuerza invisible le mantuviera de pie. Sentía que en cualquier momento se derretiría como un hielo en un horno. Se dio cuenta que estar tomada del brazo de Lyndis le deshacía y a la vez le hacía resistir. Era una paradoja maravillosa.

¿Plato... F-favorito...? Ahm... Bu-bueno... Creo... Creo que las carnes asadas. S-sé que suena m-muy tosco, es sólo que... B-bueno... Como bastante por el entrenamiento y... Ahm...

Se calló antes de que dijera algo en potencia vergonzoso. Jugueteó con sus pulgares mientras seguían buscando algún sitio de buena barbacoa. Se llenó de valor al cabo de un rato.

¿L-Lynn? Eh... Ahm... Gracias. La... La he pasado m-muy bien co-contigo. Y... Y... E-espero podamos... Ha-hacer más misiones juntas. O si-simplemente... Simplemente salir juntas. S-si gustas —Una idea cruzó la mente de la coneja, y al estar hablando, no la pensó dos veces —. P-podríamos ir a la ca-casa de mi familia e-en Notsuba. A... A entrenar. ¿T-te gustaría?

El corazón de Ranko se detendría (figurativamente) en lo que esperaba una respuesta. Luego seguiría a Lyndis al restaurante, a la posada y a Kusagakure. Y, sin saberlo, Lyndis acompañaría a partir de entonces a Ranko en su mente y en su corazón.
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Oh, no te preocupes por eso. Yo también solía comer bastante cuando entrenaba, y ahora que vuelvo a ser más activa... Supongo que mi apetito también lo hará — rio de forma tonta con un par de carcajadas, mientras volvía acariciarse como anteriormente hizo su propia mejilla, con el dedo indice.

¿L-Lynn? Eh... Ahm... Gracias. La... La he pasado m-muy bien co-contigo. Y... Y... E-espero podamos... Ha-hacer más misiones juntas. O si-simplemente... Simplemente salir juntas. S-si gustas. P-podríamos ir a la ca-casa de mi familia e-en Notsuba. A... A entrenar. ¿T-te gustaría?

¡C-Claro, me encantaría! — respondió girando su rostro animada, para justo después avergonzarse un poco. Caminarían un rato en silencio entonces, antes de parar frente a un asador. Y sin querer, Lyndis había dejado caer su cabeza sobre la de la propia Ranko de forma inconsciente. — Te seguiría a cualquier lado encantada — dijo con un suave rubor en las mejillas,

Lo que no sabía, es que aquellas palabras que había pronunciado, las había dicho desde una profundidad en su corazón que desconocía tener.
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