No estaba acojonado. Solo era sana precaución. Mi perro llevaba una semana repitiéndome día y noche que nos habíamos encontrado con la tal Aotsuki Ayame y ella se había puesto muy burra, burra en plan bijuu. Sin embargo, nadie más sabía nada del tema ni les sonaba haber visto a nadie destrozar nada. Y aunque yo, por si acaso, había empezado a llevar un diario por si volvían a borrarme la mente. Sí que era cierto que tenía unas horas en blanco y tenía las manos pegajosas de haberme comido un helado que no recordaba haberme comido.

La cuestión era que adentrarme hasta mi sitio secreto, que era todo tranquilidad, por culpa de aquella historieta no me parecía del todo seguro. Era un lugar demasiado tranquilo, demasiado apartado, podría volver a rematar la faena. ¿Cómo había encontrado ella aquel lugar? ¿Qué había planeado? Estaba claro que me tenían en el punto de mira, debía practicar una cautela digna de las mejores épocas de los ninjas. Lo cual se traducía en sentarse en uno de los bancos que había cerca del camino principal que estaba hasta los topes gracias a todos los ninjas de otras villas que se hospedaban actualmente en Uzushiogakure.

Helado en mano y disfrutando del fresquito que éste me proporcionaba pasaba la tarde, con mi perro sentado en el espacio del banco que yo no ocupaba, para asegurar el perímetro.

Una nueva tarde y un lugar repetido, sí... Ya había estado en el jardín de los cerezos, pero en aquella oportunidad no logre conocer ni la mitad del parque, era bastante grande sí, no se me parecía a un lugar similar así en Amegakure, quizá era una excusa para volver ahí, no estaba del todo seguro. Lo que sí podría recordar es que en la anterior visita buscaba un templo, no sabía sí existía en realidad, ¿habría en ese jardín un templo para Amenokami? Esa sí que era la duda del día.

Efectivamente me encontraba caminando por uno de los senderos principales de aquel precioso jardín, no tenía un rumbo establecido, dejaría que mi espíritu aventurero se dejase llevar por aquella ciudad de árboles. A pesar de que el sol ya había pasado su máximo punto, y que corría brisa, era inevitable para mi sentirme acalorado, me costaría adaptarme a ese clima del espiral, ¿por qué no hicieron el examen en invierno?

Suspiré.

Tras dar unos cuantos pasos me topé con un banquillo, uno de tantos que ya había visto, pero en este había algo que llamó mi atención. —Buenas tardes, ¿me podrías decir dónde compraste ese helado?— Me dirigí al chico de los colmillos en las mejillas, a su lado estaba un perro que parecía bastante alerta a lo que ocurría a su alrededor.

Estaba fijándome en las personas de mi alrededor, con la cantidad de shinobis extranjeros que se nos habían colado era cuestión de tiempo detectar a alguno de Amegakure. Olerían a pescado o a gato mojado y seguramente llevasen paraguas, muchos paraguas. Aunque Aotsuki Ayame no había tenido ninguna de esas características. Cada vez era más obvio que aquella arpía hacía lo imposible para disimular y parecer buena gente y entonces te apuñalaba por la espalda.

Bueno, buscaba un shinobi de Amegakure para ver si podía decirme donde encontrar a la tal Ayame y entonces preguntarle a ella, en un lugar público, con gente mirando, mucha gente a ser posible, si llevaba una bestia gigante con colas dentro. Confiaba en el ladrido de Stuffy, digo, en su palabra, pero por asegurarme antes de plantarme ante mi desconocido kage y darle la buena nueva.

En cualquier caso, ya había escrito en mi diario todo lo sucedido y, en caso de verme en peligro, se lo llevaría a Datsue o a Eri antes de encontrarme con la peligrosa y agresiva Aotsuki Ayame.

—Buenas tardes, ¿me podrías decir dónde compraste ese helado?—

En mi hilo de pensamiento no había reparado en el muchacho que formulaba esa pregunta, y ¿cómo podía eso ser? Pues era evidente, tan extraño y perturbador como evidente, ese chico, no, olía. No olía a nada. Stuffy se puso de pie de golpe, tenso y a punto de lanzarse a por él. Me levanté del banco de inmediato y le señalé a Stuffy que se calmase.

— Buenas tardes, caballero. — acerqué mi dedo indice hasta tocar el hombro del recien llegado. — Perdona, es que no hueles y mi compañero pensaba que eras alguna especie de sicario fantasmal enviado a matarnos o a torturarnos.

Dicho lo cual le miré de arriba a abajo, viendo su portaobjetos y su bandana en el proceso. Como si Shiona-sama me hubiese dado su visto bueno para mi plan.

— Em, sí, el helado. Te acompaño, si no te importa, así me aseguro de que no te pierdas, este jardín no trata bien a los que no se saben todos los caminos. En fin, — eché a andar esperando que me siguiese. — Inuzuka Nabi, ese soy yo. Gennin de Uzushiogakure, y tú eres...

Aquel chico era la puerta hacia el mundo de la oscuridad, que sería Amegakure, y ahora estaríamos en el de la luz, que era Uzushiogakure. En cualquier caso, Stuffy no estaba por la labor, ya que se mantenía tan alejado de él como podía pero sin dejar de mirarle fijamente con una clara intención de gruñirle en cualquier momento que dijese algo que no le convenciera.

Tras acercarme noté como me ganaba toda la atención del can que no se había percatado de mi presencia, el castaño se acercó lentamente, seguí sus índice con mis ojos hasta que tocó mi hombro y entonces le miré extrañamente, exigiendo una explicación sin decir ninguna palabra.

— Perdona, es que no hueles y mi compañero pensaba que eras alguna especie de sicario fantasmal enviado a matarnos o a torturarnos.

"Ayy... No me digan que este es como el otro tipo que me encontré en el valle del fin..."

—¿Tienes una amenaza de muerte?— Pregunté rápidamente al escuchar aquello sobre el sicario. Este nuevo sujeto me miró de arriba abajo, quería asegurarse de que era real, o verme bien la cara probablemente; sí que había algo raro en él.

—Em, sí, el helado. Te acompaño, si no te importa, así me aseguro de que no te pierdas, este jardín no trata bien a los que no se saben todos los caminos. En fin, —

A pesar de toda su locura, parecía ser una persona amable y cortes, él caminó adelante y no tardé en seguirle. —No es la primera vez que vengo, no me he perdido hasta los momentos.— Admití rápidamente.

— Inuzuka Nabi, ese soy yo. Gennin de Uzushiogakure, y tú eres...

"Inuzuka... Creo que he escuchado ese apellido..."

—Inoue Keisuke, genin de Amegakure, un gusto.— Noté que el perro nos seguía el paso, sentí su mirada poco amigable. —Y él... ¿Cómo se llama?— Me referí al canino.

Caminé un poco más y mantuve mi paso a la par de él. —¿Qué es eso de no huelo a nada? Todos tenemos un aroma, digo... ¿Puedes entender lo que dice?— Pregunté interesado en su relación.

—¿Tienes una amenaza de muerte?—

Dudé por un instante. ¿Había alguien que no quisiese matarme? Los Sakamoto no me tienen en buenos terminos, Datsue podría haber contratado un sicario cuando le tiré la mierda y haberse olvidado de... Nah, lo haría él mismo por no gastar dinero, la tal Ayame sí podría querer verme muerto, Daruu... supuestamente acabamos a buenas pero no empezamos tan a buenas.

— Digamos que no suelo llevarme bien con todo el mundo, y no sé porqué. Si yo soy todo bondad.

Aunque pudiese sonar irónico, lo decía totalmente en serio. Yo sencillamente intentaba hablar las cosas y la gente se rebotaba y era grosera y cruel, claro, ahí ya no puedo dejar pasar su osadía y tengo que batirme en duelo.

—No es la primera vez que vengo, no me he perdido hasta los momentos.—

— No me refería a que te perdieras completamente sino a saber donde están las cosas que valen la pena como un sitio tranquilo, un puesto de helados...

Eso me recordó a la puñalada trapera de Aotsuki Ayame que me había hecho desconfiar de mis sitios predilectos. Cuanta maldad.

—Inoue Keisuke, genin de Amegakure, un gusto. Y él... ¿Cómo se llama?

— Ah, sí, perdona. Como está un poco... receloso, he obviado su nombre. Stuffy. Es un perro ninja.

—¿Qué es eso de no huelo a nada? Todos tenemos un aroma, digo... ¿Puedes entender lo que dice?

— A ver, por partes, sí, todos tenemos un aroma, excepto tú. Supongo que si se acercase a ti, te pegase la nariz a la piel y olfatease, a algo olerías. Pero no... no lo desprendes, ¿sabes? Y claro, no se fía como para acercarse. A lo segundo, sí, claro que le entiendo. Soy Inuzuka, Inu es perro y zuka maestro. Maestro de perros.

Seguí andando intentando no soltar ninguna de mis perlas por el momento, y parece que el asunto tiraba. Por lo menos Keisuke no parecía un puto loco redomado como el resto de amenios con los que me había cruzado, así que decidí soltarselo sin más.

— ¿Conoces a una tal Aotsuki Ayame? Es una kunoichi de tu villa, pelo negro, ojos inyectados en sangre y creo que participa en el examen. Tenemos un asunto sin resolver y me gustaría aclarar las cosas antes de que se fuera. ¿Sabes donde podría encontrarla?

Una descripción magnifica, sin duda.

— Digamos que no suelo llevarme bien con todo el mundo, y no sé porqué. Si yo soy todo bondad.

"Muy bondadoso, sí" Me dije irónicamente, sí sus palabras fueran meramente ciertas no recibiría ese tipo de amenazas, yo no es que tuviese mucho amigos, pero tampoco tenía ningún tipo de amenaza de ese tipo, todavía.

— No me refería a que te perdieras completamente sino a saber donde están las cosas que valen la pena como un sitio tranquilo, un puesto de helados...

—Oh.. Ya, tienes razón, aún no conozco bien dónde quedan los lugares.— Concordé con él mientras seguía su paso, de cuando en vez miraba los arboles que me rodeaban y el panorama.

— Ah, sí, perdona. Como está un poco... receloso, he obviado su nombre. Stuffy. Es un perro ninja.

—Hola Stuffy!— Saludé con una sonrisa al can. "Un perro ninja, había escuchado de ellos, pero nunca lo había visto uno de cerca, parece normal, a pesar de que le falta un ojo" Medité rápidamente.

— A ver, por partes, sí, todos tenemos un aroma, excepto tú. Supongo que si se acercase a ti, te pegase la nariz a la piel y olfatease, a algo olerías. Pero no... no lo desprendes, ¿sabes? Y claro, no se fía como para acercarse. A lo segundo, sí, claro que le entiendo. Soy Inuzuka, Inu es perro y zuka maestro. Maestro de perros.

—Eso esta bien, ¿no?— Sonreí, podría pasar por desapercibido fácilmente para aquellos con un olfato bien desarrollado, como acababa de suceder.—Eso quiere decir que, ¿puedes entender a cualquier perro?— Pregunté interesado por aquella habilidad.

Tras aquella breve charla, Nabi sacó un nombre a relucir:

— ¿Conoces a una tal Aotsuki Ayame? Es una kunoichi de tu villa, pelo negro, ojos inyectados en sangre y creo que participa en el examen. Tenemos un asunto sin resolver y me gustaría aclarar las cosas antes de que se fuera. ¿Sabes donde podría encontrarla?

"¿Qué querrá con Ayame?"

—Sí la conozco, aunque esa descripción particular de los ojos inyectados de sangre no sé de dónde la has sacado.— Los únicos ojos rojos que había visto eran aquellos poseedores del sharingan. —¿Exactamente que asunto tienes con ella?— Pregunté antes de responder a su interrogante.

—Eso quiere decir que, ¿puedes entender a cualquier perro?

— Poder entenderlo, sí, claro, sin problemas. Pero no todos los perros son tan listos como Stuffy, la mayoría solo berrean las cosas. En plan, "tengo hambre, tengo hambre" o "esto es mio, fuera, fuera". Mientras que Stuffy puede hasta usar sarcasmo.

—Sí la conozco, aunque esa descripción particular de los ojos inyectados de sangre no sé de dónde la has sacado. ¿Exactamente que asunto tienes con ella?—

Nota mental, el sujeto no usa su maldad con los compañeros de villa, solo con uzuneses, comprobar con kuseños si se tiene la ocasión.

— Pues, al parecer, discutimos, aunque no lo recuerdo del todo. Quiero asegurarme de qué pasó exactamente. Nada más. Igual no es nada, pero por asegurarme...

El plan era mirar sus reacciones y si había algo raro, salir por patas disimuladamente e ir a Hanabi a contarle que Aotsuki Ayame es la jinchuriki de Amegakure. Lo importante era el disimulo al salir por patas, e ir directamente a Hanabi, pues al parecer, la última vez nos dejaron fuera de combate antes de poder decir "La cebolla y la carbonara no pegan ni con cola"

— Poder entenderlo, sí, claro, sin problemas. Pero no todos los perros son tan listos como Stuffy, la mayoría solo berrean las cosas. En plan, "tengo hambre, tengo hambre" o "esto es mio, fuera, fuera". Mientras que Stuffy puede hasta usar sarcasmo.

Aquello que me contaba Nabi era de lo más curioso, un shinobi que era capaz de entender lo que cualquier perro tenía para decir, e incluso reveló que los perros ninjas tenían un nivel de intelecto bastante superior a lo que yo esperaba. —Entonces Stuffy es bastante inteligente.— Miré al perro, quién nos seguía de cerca pero al parecer lejos de mi y no me quitaba el ojo de encima, mantenía la desconfianza.

— Pues, al parecer, discutimos, aunque no lo recuerdo del todo. Quiero asegurarme de qué pasó exactamente. Nada más. Igual no es nada, pero por asegurarme...

Las palabras que vinieron a continuación hicieron bastante ruido en mi mente, ¿qué no recordaba lo que pasó? —¿Se fueron de copas o algo así? Porque para que no lo recuerdes...— Deduje rápidamente, entonces lo que él buscaba era confirmar los hechos, posiblemente algo en particular o recordar algo. —No te puedo ayudar y no es porque no quiera, es que no sé dónde puedas encontrarla.— No lo tenía claro del todo, pero según había entendido ella no estaba precisamente en el mismo lugar que los demás participantes; no lo sabía bien y tampoco me había importado en averiguarlo. —Sí tanto quieres hablar con ella pues puede ser después de la tercera prueba o pregunta a alguno de tus superiores dónde se aloja.— Respondí restandole interés al asunto.

—Oye Nabi, te quiero preguntar por alguien de tu villa, le he preguntado a varios ninjas de aquí pero parece que nadie lo ha visto.— Comenté con un tono más preocupado, y es que el hecho lo ameritaba. —Es sobre Hakagureu Koutetsu, ¿le conoces?— Pregunté.

El perro, ablandándose por los halagos, se acercó un poco más al extraño, pero seguía con la mirada clavada en él, desconfiando.

—¿Se fueron de copas o algo así? Porque para que no lo recuerdes...—

No, claro que no. Dos ANBU de tu villa me asaltaron por la espalda y violaron mi cabeza para que no lo recordase. Igual casi que mejor guardarse cierta parte de información. Soplé ligeramente y ladeé la cabeza como si dudase, porque dudaba, básicamente.

— Es que no lo recuerdo, por eso te decía lo de Ayame.

—Sí tanto quieres hablar con ella pues puede ser después de la tercera prueba o pregunta a alguno de tus superiores dónde se aloja.—

Tras decirme que no tenía ni idea de donde estaba, tenía sentido que no estuviese con la plebe, era la jinchuriki al fin y al cabo, me dio una buena idea. En la tercera prueba tendría que salir de su escondite sí o sí, tal vez podía decirle algo a la salida, en plan, ¿qué pasa, moza?

— Supongo que sí que tendré que esperarme...

Básicamente porque no me quedaba otra.

—Oye Nabi, te quiero preguntar por alguien de tu villa, le he preguntado a varios ninjas de aquí pero parece que nadie lo ha visto. Es sobre Hakagureu Koutetsu, ¿le conoces?—

Parecía justo que me preguntase por alguien despues de yo haberle preguntado por alguien, así que le contesté con sinceridad.

— Ni idea, te puedo asegurar que de mi promoción de genins no es. Así que tendrás que preguntar a Uchiha Datsue, él estuvo un tiempo con otra promoción, además, él conoce a casi toda la villa, pero no sé si te ayudará gratis.

— Es que no lo recuerdo, por eso te decía lo de Ayame. Admitió, mis dudas crecían más sobre ese tema, pero era algo que a la final no me interesaba averiguar, no le debía nada a él, ni a Ayame, había hecho mi deber preguntando el porqué del asunto, pero sí el sujeto no lo recordaba tampoco lo iba a interrogar o a forzar...

— Supongo que sí que tendré que esperarme...

—Siento no ser de más ayuda.— Agregué ante el pesar que veía en el maestro de los perros.

— Ni idea, te puedo asegurar que de mi promoción de genins no es. Así que tendrás que preguntar a Uchiha Datsue, él estuvo un tiempo con otra promoción, además, él conoce a casi toda la villa, pero no sé si te ayudará gratis.

Ahora venía lo que sí me interesaba a mi, saber de Koutetsu, de su bienestar, de su paradero, o saber algo de él, ¿me habría engañado? Pero... Sí mal no recordaba le había visto en el torneo de los dojos, el hecho de que ningún shinobi de Uzugakure se acordase de su existencia me causaba mucha más curiosidad el hecho de que Nabi no recordase lo que había hablado con Ayame.

—Ya hable con él, tampoco me dio respuesta.— Repiqué rápidamente, ahora el que tenía cierto pesar era yo. Lo único beneficioso de todo aquello era que Inuzuka reveló que Datsue no parecía hacer nada de gratis, no haría nada sin obtener un beneficio a cambio; recordé que estaba deuda, de cierta modo, conmigo, y que aún no hacíamos lo que ambos queríamos, de lograrlo aquella deuda se extendería por toda la eternidad de su vida.

El camino se me antojaba verdaderamente largo, ¿cuándo iríamos a llegar? Empezaba a sudar... —¿Está muy lejos la heladería?

—Siento no ser de más ayuda.—

— Lo mismo digo.

Todo eso solo reflejaba lo poco que sabía de mi villa, pero era difícil viajar y conocer a gente de tu propia villa, o viajar y conocer a gente que no te odie. Qué difícil se había vuelto la vida en cuanto puse un pie en el mundo exterior.

—Ya hable con él, tampoco me dio respuesta.—

— Vaya, pues no sé qué decirte, porque ir al Uzukage no creo que sea una buena idea.

Si Datsue no lo sabía era que o bien Kotetsu se había retirado voluntariamente a una temprana edad, o te había retirado obligatoriamente a una temprana edad. No todos valen para la vida shinobi.

—¿Está muy lejos la heladería?

— No, de hecho, debería estar ahí delante. — me detuve y empecé a mirar a los alrededores. — Pero claro, es un puesto ambulante, así que... ambula. Ah, ahí está. — señalé otro camino que se veía en la distancia, solo había que atravesar una zona de arboles para llegar.

Eché a correr hasta llegar al puesto, donde un hombre de mediana edad, tirando a alta, me miró con una sonrisa. Tenía el pelo entre cano y marrón y bastante largo, recogido en una coleta. Tiraba de un puesto de helados de hielo.

— Oh, Nabi, ¿hoy repites?

— No, no es para mi, es para mi amigo de Amegakure.

Me giré para señalar a Keisuke.

— ¿En qué puedo servirte, chico?

Le diría a Keisuke cuando este estuviese suficientemente cerca para escucharle.

Nabi se quedó sin palabras, no tenía ideas de cómo podría averiguar sobre Koutetsu, solo me quedaba pensar una cosa, en el peor de los casos, y por lo que todos sus colegas de villa me decían, debía considerar que él ya no se encontraba entre nosotros...

El rumbo de la conversación cambió hacia el puesto de helado, que me habría parecido un poco lejano el trayecto.

— No, de hecho, debería estar ahí delante.

Me detuve junto a Inuzuka y le imité, busqué con la vista el puesto de helados, él fue quien lo encontró y se acercó rápidamente, le seguí de cerca, pero no tan rápidamente como él se movía. El puesto era atendido por un hombre relativamente joven, tampoco era tan mayor, pero sí, tendría sus años.

— Es para mi amigo de Amegakure.

Levanté la mano. —Buenas.— Sonreí amable mientras me terminaba de acercar.

— ¿En qué puedo servirte, chico?

—¿Tiene de esas paletas que vienen cubiertas de chocolate con maní y el helado está en el interior, de mantecado preferiblemente.— Dije rápidamente mientras mi boca se hacía agua, realmente me lo había imaginado, moriendo el chocolate, el sabor en mi lengua, como me provocaba aquel helado.

—¿Tiene de esas paletas que vienen cubiertas de chocolate con maní y el helado está en el interior, de mantecado preferiblemente.—

El hombre me miró, yo le miré, ambos miramos a Keisuke, me encogí de hombros, claramente no sabiendo qué decirle ni al heladero ni a Keisuke.

— Em, chico, aquí solo vendemos helados de hielo: de leche, chocolate, fresa o limón, sin cubiertas ni cosas de esas. Para otros helados tendrías que ir al local, que está en el centro de la villa. Esto es solo un puesto ambulante.

Asentí ante la explicación del hombre, dando mi confirmación a lo que él decía, a pesar de que no hacía falta.

— Em, chico, aquí solo vendemos helados de hielo: de leche, chocolate, fresa o limón, sin cubiertas ni cosas de esas. Para otros helados tendrías que ir al local, que está en el centro de la villa. Esto es solo un puesto ambulante.

Mi rostro se entristeció ligeramente, mostró cierta decepción mejor dicho, el sabor que tenía en mente no podría sentirlo, no esta vez. Miré a Nabi y él asintió rotundamente, me sentí un poco apenado, quizá él no tenía el sustento económico para adquirir esas paletas, pero sabía que los ambulantes las tenían, por lo menos en Amegakure sí.

—No se preocupe, una de fresa estaría bien.— Dije rápidamente. Luego recordé que el perro de Nabi seguía estando ahí, mirandome de una forma que no terminaba de agradarme. —Y tú Stuffy, ¿quieres una?— Le dije al perro, quizá si le consentía un poco terminaba por mirarme de otra manera.

Busqué mi cartera para pagarle al vendedor.

Para cuando Keisuke le preguntó, Stuffy había reculado hasta toparse con un árbol, claramente imaginándose que Keisuke quería sorberle el alma y dársela de comer a los demonios que cría dentro de su atmósfera inodora.

Una vez Keisuke hubiese cogido su helado y hubiese pagado me despediría de él apropiadamente, pues mi deber había sido cumplido.

— Bueno, ya tienes tu helado. No creo que Stuffy vaya a estar muy cómodo en tu compañía, no te ofendas. Marchamos, pues. Ha sido un placer, Keisuke, espero que te vaya bien en el examen.

Le ofrecí la mano para estrecharla antes de partir.