30/04/2017, 00:58
Mediaba ya la hora del caballo, con el sol en su punto más salto, cuando la joven regresaba de su visita al famoso herrero Ninzō Matsumura. Las cosas no habían salido tal y como ella hubiese deseado, pues el artesano se había negado en redondo a fabricarle un arma alegando que no tenía nada que ofrecerle a cambio. Como era lógico, Izumi le había ofrecido pagarle lo que el solicitase... pero la respuesta había sido la misma: Vuelve cuando tengas algo que ofrecer.
La chica no podía disimular su enfado, no estaba habituada a que nadie le dijese que no y mucho menos un comerciante. Lo que deseaba, lo obtenía... el dinero nunca era problema para ella. Y ahora, sin embargo... se veía volviendo por aquel maltrecho camino con el rabo entre las piernas y, de nuevo, sin una espada que empuñar.
Empezaba a valorar ir al primer armero que encontrase en Kusagakure y comprar una cualquiera, sin importar que no sintiese que ese era su arma. Quizás no eran más que cuentos de viejas eso de que la espada elige a quién la empuña.
Así que un tanto malhumorada y cansada, la chica regresaba de hacia Taikarune a través del camino que dividía un enorme campo de labranza. El trigo comenzaba ya a amarillearse, creando un enorme mar de diferentes tonos de verde y amarillo que se mecía suavemente con la brisa. Sin duda era una postal para admirar, la ciudad al fondo y aquellos enormes campos de labor rodeados por un bosque tan lejano que la vista casi no alcanzaba a distinguir su verde del de el trigo.
En una de las vueltas del camino, se encontró de frente con un grupo de tres niños que pateaban y lanzaban piedras a algo que había en el suelo. Una rápida mirada le vasto para ver el objetivo de la ira de los pequeños, no era más que un pequeño anfibio, en concreto una salamandra. Izumi tenía varias en su terrario, era una animal muy querido en su familia y había muchas historias alrededor de ellas. Incluso era el símbolo y nombre de su clan. Así que se sintió en la obligación de ayudar a aquel pobre animal, salvandolo así de una muerte casi segura
—¡Eh! ¡Mocosos!— gruñó la pelirosa al tiempo que desenvainaba su bokken para intimidar a los críos —¡Dejad al animal en paz! ¡No os ha hecho nada!— los niños volvieron las miradas, quedándose casi petrificados al ver a un chica bastante más grande que ellos, armada y con un itae-ate en su cintura
—¡Corred!— gritaron casi al unísono, dejando todo lo que tenían sus manos caer al suelo
La chica envainó el arma rápidamente, dio un par de largas zancadas y finalmente se arrodilló junto al animal que parecía no estar mejor de lo que había creído. Aún así, tenía una herida en el abdomen y había perdido la cola al intentar escapar de los salvajes menores.
Alargó la mano para cogerlo, pero el animal parecía reacio aunque apenas podía moverse debido a la herida que estaba cerca de una de las patas delanteras
—No voy a hacerte daño— intentó tranquilizarlo la chica, mientras acercaba la mano lentamente arriesgándose a ser mordida —Déjame ver la herida— el animal se revolvió y le mordió en la mano, sin embargo Izumi se ayudó de la otra y aguantando el dolor lo cogió para observarlo más de cerca —No parece grave...— la volvió a dejar en el suelo, antes de llevarse la mano herida ante sus ojos para revisar ahora su herida —Y esto tampoco, solo espero que no seas venenosa— acto seguido sacó de su kit médico un par de cosillas para cuidar la herida del animal, la limpio con un poco de agua fresca, un unguento y la tapo con una pomada que se endurecía al rato formando una costra, pues vendarla le parecía un poco estúpido pues en cuanto se arrastrase un poco seguramente lo perdería por ahí —Ves, ya eres libre— le dijo mientras guardaba las cosas en su kit médico
"¿Quién me iba a decir que mi primera cura sería a una salamandra?" por primera vez se sentía bastante contenta de concoer los primeros auxilios y ser capaz de aplicarlos, después de todo no parecía tan malo ser capaz de actuar como un médico
—Ya puedes irte— la salamandra la miró por un momento, casi parecía apunto de hablar cuando salió disparada hacia el campo de trigo —¡Ten cuidado y no te acerques a más niños!— se levantó lentamente y se vio obligada a tragar saliva del impacto.
Todo a su alrededor había cambiado, estaba totalmente rodeada por campos de trigo hasta el infinito. Ya no podía ver Taikarune o el bosque de fondo, solo había un inmenso mar de cereal a punto de madurar.
—¡No.. puede ser!— llevó la mano instintivamente hasta el mango de su bokken —¡¿Estoy soñando de nuevo?!— la pelirosa conocía aquel lugar, había estado incontables veces en sus sueños y nunca acababa bien para ella... siempre aparecía aquella inmensa criatura y después se despertaba. Sin embargo, ahora no recordaba haberse dormido... aún era temprano... o quizás eso también lo había soñado y aún ni siquiera se había levantado de la cama
Fuese como fuese, la chica iba a comprobarlo. Miró hacia sus pies en busca de una piedra, en sus sueños siempre había una y... allí estaba —Parece que sí es un sueño...— se agachó y recogió el guijarro, volvió a alzarse y lo arrojó hacia delante con todas sus fuerzas, como solía hacer siempre que soñaba
"Ahora aparecerá la salamandra gigante, me asustaré y apareceré en mi mullida cama..." o al menos eso es lo que ella creía pues, la piedra cayó en el suelo provocando el sonido sordo de cuando cae sobre tierra húmeda... nada sucedió
—¡No me jodas!— se quejó amargamente, ahora dudaba de nuevo de si estaba despierta o soñando... pero si estaba despierta ¿Qué estaba pasando?
La chica no podía disimular su enfado, no estaba habituada a que nadie le dijese que no y mucho menos un comerciante. Lo que deseaba, lo obtenía... el dinero nunca era problema para ella. Y ahora, sin embargo... se veía volviendo por aquel maltrecho camino con el rabo entre las piernas y, de nuevo, sin una espada que empuñar.
Empezaba a valorar ir al primer armero que encontrase en Kusagakure y comprar una cualquiera, sin importar que no sintiese que ese era su arma. Quizás no eran más que cuentos de viejas eso de que la espada elige a quién la empuña.
Así que un tanto malhumorada y cansada, la chica regresaba de hacia Taikarune a través del camino que dividía un enorme campo de labranza. El trigo comenzaba ya a amarillearse, creando un enorme mar de diferentes tonos de verde y amarillo que se mecía suavemente con la brisa. Sin duda era una postal para admirar, la ciudad al fondo y aquellos enormes campos de labor rodeados por un bosque tan lejano que la vista casi no alcanzaba a distinguir su verde del de el trigo.
En una de las vueltas del camino, se encontró de frente con un grupo de tres niños que pateaban y lanzaban piedras a algo que había en el suelo. Una rápida mirada le vasto para ver el objetivo de la ira de los pequeños, no era más que un pequeño anfibio, en concreto una salamandra. Izumi tenía varias en su terrario, era una animal muy querido en su familia y había muchas historias alrededor de ellas. Incluso era el símbolo y nombre de su clan. Así que se sintió en la obligación de ayudar a aquel pobre animal, salvandolo así de una muerte casi segura
—¡Eh! ¡Mocosos!— gruñó la pelirosa al tiempo que desenvainaba su bokken para intimidar a los críos —¡Dejad al animal en paz! ¡No os ha hecho nada!— los niños volvieron las miradas, quedándose casi petrificados al ver a un chica bastante más grande que ellos, armada y con un itae-ate en su cintura
—¡Corred!— gritaron casi al unísono, dejando todo lo que tenían sus manos caer al suelo
La chica envainó el arma rápidamente, dio un par de largas zancadas y finalmente se arrodilló junto al animal que parecía no estar mejor de lo que había creído. Aún así, tenía una herida en el abdomen y había perdido la cola al intentar escapar de los salvajes menores.
Alargó la mano para cogerlo, pero el animal parecía reacio aunque apenas podía moverse debido a la herida que estaba cerca de una de las patas delanteras
—No voy a hacerte daño— intentó tranquilizarlo la chica, mientras acercaba la mano lentamente arriesgándose a ser mordida —Déjame ver la herida— el animal se revolvió y le mordió en la mano, sin embargo Izumi se ayudó de la otra y aguantando el dolor lo cogió para observarlo más de cerca —No parece grave...— la volvió a dejar en el suelo, antes de llevarse la mano herida ante sus ojos para revisar ahora su herida —Y esto tampoco, solo espero que no seas venenosa— acto seguido sacó de su kit médico un par de cosillas para cuidar la herida del animal, la limpio con un poco de agua fresca, un unguento y la tapo con una pomada que se endurecía al rato formando una costra, pues vendarla le parecía un poco estúpido pues en cuanto se arrastrase un poco seguramente lo perdería por ahí —Ves, ya eres libre— le dijo mientras guardaba las cosas en su kit médico
"¿Quién me iba a decir que mi primera cura sería a una salamandra?" por primera vez se sentía bastante contenta de concoer los primeros auxilios y ser capaz de aplicarlos, después de todo no parecía tan malo ser capaz de actuar como un médico
—Ya puedes irte— la salamandra la miró por un momento, casi parecía apunto de hablar cuando salió disparada hacia el campo de trigo —¡Ten cuidado y no te acerques a más niños!— se levantó lentamente y se vio obligada a tragar saliva del impacto.
Todo a su alrededor había cambiado, estaba totalmente rodeada por campos de trigo hasta el infinito. Ya no podía ver Taikarune o el bosque de fondo, solo había un inmenso mar de cereal a punto de madurar.
—¡No.. puede ser!— llevó la mano instintivamente hasta el mango de su bokken —¡¿Estoy soñando de nuevo?!— la pelirosa conocía aquel lugar, había estado incontables veces en sus sueños y nunca acababa bien para ella... siempre aparecía aquella inmensa criatura y después se despertaba. Sin embargo, ahora no recordaba haberse dormido... aún era temprano... o quizás eso también lo había soñado y aún ni siquiera se había levantado de la cama
Fuese como fuese, la chica iba a comprobarlo. Miró hacia sus pies en busca de una piedra, en sus sueños siempre había una y... allí estaba —Parece que sí es un sueño...— se agachó y recogió el guijarro, volvió a alzarse y lo arrojó hacia delante con todas sus fuerzas, como solía hacer siempre que soñaba
"Ahora aparecerá la salamandra gigante, me asustaré y apareceré en mi mullida cama..." o al menos eso es lo que ella creía pues, la piedra cayó en el suelo provocando el sonido sordo de cuando cae sobre tierra húmeda... nada sucedió
—¡No me jodas!— se quejó amargamente, ahora dudaba de nuevo de si estaba despierta o soñando... pero si estaba despierta ¿Qué estaba pasando?