16/09/2018, 21:14
Daruu no creía que los sentimientos hicieran débiles a las personas. Arrugó un poco el rostro en una mueca cuando Ayame habló del entrenamiento de Zetsuo hacia Kori.
—Yo creo que hay que adquirir cierta fortaleza mental. De modo que los enemigos no puedan aprovecharse de tus sentimientos. De todas formas, con todo el entrenamiento, fíjate que tu padre precisamente se alteró bastante durante la misión de los Kajitsu —dijo, serio—, no obstante, supo trabajar a través de ese enfado, porque sabía que rendía más si no perdía los nervios. Ahí es donde yo quiero llegar...
«No es tan fácil, Kaido. Tú no has visto lo que son capaces de hacer... son muy peligrosos.»
El Tiburón se levantó de su asiento y declaró que ya era hora de descansar, hecho que suscribió Daruu de una forma muy peculiar; se dejó caer hacia atrás sobre la cama y bufó ignorando el dolor de todos sus músculos —y de la nariz rota—.
—Claro, nos pegaremos una buena comilona. Hasta reventar —dijo Daruu. Al entrar al barco, pensó que se moriría. Que todos le odiarían y que nunca le perdonarían. Pero sus camaradas le habían acogido y le habían calmado algo todo el arrepentimiento—: y qué coño, ¡os invito yo! Que os debo todo, amigos.
Ayame sin embargo no estaba convencida de que pudiera ir a cenar tan alegremente. Daruu se levantó para despedirse de ella, en un abrazo (esta vez con más cuidado; ambos estaban para el arrastre).
—Bah, no te preocupes, Ayame. Seguro que Shanise te tiene en cuenta y no es tan grave —dijo, pero tampoco él estaba seguro. Y también él tenía miedo. Sólo quería... animarla. De cualquier manera.
»Bueno, compañeros. Gracias por darme algo de paz. Dormiré el viaje... y procuraré no pensar tanto en Uzushiogakure, como dices, Kaido.
«Procuraré pensar en mamá... ¿cómo estará? ¿Estará bien...?»
—Yo creo que hay que adquirir cierta fortaleza mental. De modo que los enemigos no puedan aprovecharse de tus sentimientos. De todas formas, con todo el entrenamiento, fíjate que tu padre precisamente se alteró bastante durante la misión de los Kajitsu —dijo, serio—, no obstante, supo trabajar a través de ese enfado, porque sabía que rendía más si no perdía los nervios. Ahí es donde yo quiero llegar...
«No es tan fácil, Kaido. Tú no has visto lo que son capaces de hacer... son muy peligrosos.»
El Tiburón se levantó de su asiento y declaró que ya era hora de descansar, hecho que suscribió Daruu de una forma muy peculiar; se dejó caer hacia atrás sobre la cama y bufó ignorando el dolor de todos sus músculos —y de la nariz rota—.
—Claro, nos pegaremos una buena comilona. Hasta reventar —dijo Daruu. Al entrar al barco, pensó que se moriría. Que todos le odiarían y que nunca le perdonarían. Pero sus camaradas le habían acogido y le habían calmado algo todo el arrepentimiento—: y qué coño, ¡os invito yo! Que os debo todo, amigos.
Ayame sin embargo no estaba convencida de que pudiera ir a cenar tan alegremente. Daruu se levantó para despedirse de ella, en un abrazo (esta vez con más cuidado; ambos estaban para el arrastre).
—Bah, no te preocupes, Ayame. Seguro que Shanise te tiene en cuenta y no es tan grave —dijo, pero tampoco él estaba seguro. Y también él tenía miedo. Sólo quería... animarla. De cualquier manera.
»Bueno, compañeros. Gracias por darme algo de paz. Dormiré el viaje... y procuraré no pensar tanto en Uzushiogakure, como dices, Kaido.
«Procuraré pensar en mamá... ¿cómo estará? ¿Estará bien...?»