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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
Tatsuya, lo logramos, despierta —le daba palmaditas en el cabello mientras decía aquello—. Ahora si podemos irnos de este bosque.

El Takanashi recuperaba lentamente la conciencia, más no así las fuerzas. Estaba totalmente agotado, era seguro que estaba incluso más cansado que el Ishimura, además el calor sofocante mermaba aún más su voluntad. "Ni en el verano más intenso me había quemado tanto" Si bien era cierto que en el País del Río había clima tropical la intensidad del jutsu ahora le había dejado con un ardor terrible por todo el cuerpo. Se giró en el suelo y usó ambos brazos para incorporarse, aunque no logró ponerse de pie, a duras penas si podía sentarse sin que el peso lo venciera.

-¿Na...ni?- Preguntó mientras observaba los alrededores, estaba muy atolondrado.

Sus vestimentas quedaron hechas harapos, ahora lo único que tenía encima era el vendaje y tiras de tela desgarradas. Se llevó la mano al hombro en reacción al dolor causado por el rasguño de una de las panteras, afortunadamente su jutsu había impedido que las demás lo dejaran como un queso rayado. Buscó al anciano con la mirada, para darse cuenta luego de que estaba casi que en sus narices.

-¿Todo terminó? ¿de verdad?- Después de tanto desear que aquello acabase se sentía extraño haber cumplido con la meta que parecía imposible.

El anciano al parecer había guardado una vez más el resto de los onikin, al parecer sólo quedaba sellar el mal una vez más y esperar a que nadie intentase buscar de nuevo el poder que en ellos residía. Kazuma inquirió al micólogo en varios aspectos a los que el viejo cascarrabias respondió molesto y chocante como sólo el podía. Tatsuya se abstuvo de comentar, no le agradaba discutir por cosas simples, aunque estaba molesto con la actitud del anciano se encontraba feliz de que la pesadilla hubiera terminado, por lo que consideraba tonto pelear ahora.

Intentó ponerse de pie, apoyando sus manos en el suelo, pero no lo consiguió. Se encontraba demasiado fatigado y herido, por lo que no podía reponerse tan rápido. Le dolía desde la espalda hasta los huesos de las malos, sin contar el ardor en su piel, era probable que terminara cayéndosele el pellejo en los días siguientes. Por ahora tenía un sabor agridulce en la boca, feliz de haber exterminado la amenaza pero un poco afectado al recordarse como Kazuma tuvo que salvarlo una vez más.

-Lamento haber sido tan imprudente- Admitió con la cabeza baja. -Actué sin pensar en las consecuencias y casi muero por ello...-
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¿Todo terminó? ¿De verdad? —Después de tanto desear que aquello acabase se sentía extraño haber cumplido con la meta que parecía imposible.

¿El problema del Bosque de Hongos se terminó? Sí ¿Que probablemente te queden muchas aventuras como estas por delante? Por supuesto —dijo dedicándole una amplia y cálida sonrisa a su compañero—. Con calma, amigo, partiremos cuando estemos en condiciones caminar. —Le dijo en cuanto vio que trataba de ponerse de pie.

Lamento haber sido tan imprudente —admitió con la cabeza baja—. Actué sin pensar en las consecuencias y casi muero por ello...

Te lamentas por demasiadas cosas, compañero —le aseguro mientras se sentaba a su lado—. Debo admitir que fue algo bastante temerario, por no decir suicida —algo que era más propio del espadachín de Uzu—, pero gracias a tu rápida y firme decisión fue que logramos cumplir con nuestro objetivo… Y eso no es algo por lo cual lamentarse.

El joven de ojos grises comprendía muy bien la diferencia entre una acción imprudente impulsada por la arrogancia y una motivada por el deseo de conseguir la victoria. Aunque más que la victoria, parecía que Tatsuya estaba buscando el bienestar de aquellos que le estaban acompañando, aunque eso estuvo a punto de costarle la vida.

Vamos, Tatsuya —le dijo luego de permanecer en silencio durante una horas, reflexionando sobre todo lo que había sucedido desde que llegaron allí—. Es hora de irnos y tomar un merecido descanso —aseguro mientras le tendía la mano para que se levantara.

El sol recién se había ocultado para cuando llegaron a la aldea, el camino de regreso les había tomado bastante más de lo esperado, pero no tuvieron ningún contratiempo o dificultad en el trayecto. Una vez en el pueblo fueron recibidos por una marea de personas que preguntaban sobre lo que había sucedido, las llamas blancas sobre el bosque y aquella explosión. Los jóvenes se escabulleron y dejaron aquel asunto informativo en manos del micólogo. Lo más urgente era verse con la doctora, la cual les recibió con una enorme cara de sorpresa. Tuvieron que esperar a que preparara una enorme dotación de crema para las quemaduras. Luego de aquello pudieron tomarse las cosas con calma, al menos durante los tres días que les dieron de reposo.

Durante aquel tiempo el joven de ojos grises se dedicó a descansar y a aprender sobre la gente y la cultura de aquel pueblo. También ocupó parte de su tiempo en compartir con aquella jovencita llamada Shihiro, que insistía en acompañarlo y reconfortarlo durante las horas nocturnas en las que no pudiera conciliar el sueño. El micólogo convenció a todos de que los jóvenes solo se estaban encargando de las bestias que quedaban, por lo que el trato de héroes no solo se mantuvo sino que aumentó en gratitud. Al final les habían organizado una gran celebración para que pudieran partir al dia siguiente. Kazuma disfruto de aquellos días, y aunque la despedida con aquella muchacha fue melancólica y apasionada, le había llegado la hora de partir.

¿Donde estara? —se pregunto mientras el sol comenzaba a levantarse en el horizonte—. Ya le había dicho a Tatsuya que hoy partiría y que lo esperaría en la entrada del pueblo.
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Tatsuya se sintió reconfortado por las palabras del ninja de Uzushio, la verdad Kazuma tenía mucha razón en que Tatsuya se preocupaba de más. A pesar de su serio rostro resultaba ser alguien relativamente sensible, no era algo del todo malo pero debería aprender a controlarse mejor. Después de descansar un rato el peliblanco le tendió la mano para ayudarlo a levantarse, y tras ello, partieron de regreso al pueblecito.

El desconcierto en la aldea se fue calmando poco a poco y durante el resto de su estadía descansaron como pudieron. Por su parte Tatsuya estaba pensando seriamente en que haría al volver a casa, su padre seguramente le exigiría muchas explicaciones sobre el porqué de su ausencia. Una noche antes de partir celebraron una vez más, aunque el de Taki no lo consideraba necesario, el estaría feliz y conforme con el simple hecho de haber ayudado, pero agradeció el gesto de los habitantes del pueblo. Durante esa aventura descubrió una parte de él que no conocía, tras las dudas que siempre suele tener al actuar se escondía alguien capaz de jugarse la vida por los demás, sólo era cuestión de encontrar un balance entre ambas cosas.

Por fin había llegado el día de volver a casa, estaba impaciente por llevarle los hongos a su madre pero se había retrasado un poco, se encontraba en la clínica donde la doctora le estaba dando unas últimas indicaciones.

-Esta crema tiene vitamina E y aceite de rosa mosqueta, te ayudará a regenerar la piel- Le dijo colocando el tarro en su mano. -No te bañes con agua caliente ni tampoco con agua muy fría, aunque no lo creas puede agravar la situación en vez de mejorarla- Aseveró como una madre que regaña a un hijo.

-Se lo agradezco mucho Yashiro-san- Reverenció con elegancia. -Por ahora debo irme, había quedado de juntarme con mi compañero antes de partir y ya se me hizo tarde-

-Antes debo darte una última cosa- Se acercó a él con total confianza y con sus suaves labios besó la frente del muchacho. -Eres lindo, pero deberías tratar de mostrar más confianza si quieres que alguna chica se fije en ti-

-Eto... yo, gracias, supongo- No se puso más colorado sólo porque la quemadura no se lo permitía. -Ahora si debo marcharme, muchas gracias de nuevo, ¡con permiso!- Se despidió con otra reverencia y salió rápidamente de ahí.

En la salida estaba amarrado el pequeño Shibō, tras desatarlo lo tomó en su regazo y corrió hacia la salida del pueblo para encontrarse con el peliblanco. Había un leve rocío de primavera que era acompañado por el sol del amanecer, y tras la luz del alba vió la figura gris del genin de Uzushio. En esos instantes el Takanashi recordó todo lo vivido en el bosque, aquello sería una despedida, pero eso no significaba que se quedaría solo.

-¡Kazuma-san!- Saludó enérgicamente. -Disculpa la demora- Dijo cuando estuvo lo suficientemente cerca.

Durante unos momentos se quedó en silencio, había pensado un millón de cosas que decirle al Ishimura antes de marcharse pero ahora se había quedado totalmente en blanco. Planear discursos elaborados no era lo suyo, aunque durante el tiempo que convivieron Tatsuya se había sincerado con él más que con ninguna otra persona. Sólo le quedaba escuchar lo que el de ojos grises tuviera que decirle, tras lo cual se limitaría a dejar en claro algunas cosas que consideraba importantes.

-Hay muchas cosas que deseaba decirte, pero no me daría tiempo a mencionar todo- Dijo un poco triste. -Quisiera que me prometas una cosa, algún día, cuando sea más fuerte, debemos enfrentarnos- El suele evitar las peleas, pero por alguna razón sentía la necesidad de combatir y medirse con el Ishimura. -Además, no olvides lo que me dijiste en aquel arroyo- Aquellas palabras tomaron un significado muy especial para él.

El jabato levantó la cabeza y miraba fijamente a Tatsuya mientras este último escucharía la respuesta del ninja de ojos grises.

-Me atrevo a decir que quizás nos hemos hecho amigos sin darnos cuenta...- Dijo sonriente y sereno. -Pero bueno, a llegado la hora de que ambos sigamos nuestro camino-
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Habia llegado el momento de la despedida

¡Kazuma-san! —saludó enérgicamente—. Disculpa la demora. —Dijo cuando estuvo lo suficientemente cerca.

No hay problema ¿Qué sucede? —Preguntó ante el silencio del de ojos dispares.

Hay muchas cosas que deseaba decirte, pero no me daría tiempo a mencionar todo —dijo un poco triste—. Quisiera que me prometas una cosa, algún día, cuando sea más fuerte, debemos enfrentarnos —El suele evitar las peleas, pero por alguna razón sentía la necesidad de combatir y medirse con el Ishimura—. Además, no olvides lo que me dijiste en aquel arroyo. —Aquellas palabras tomaron un significado muy especial para él.

El jabato levantó la cabeza y miró fijamente a Tatsuya mientras este último escuchaba la respuesta del ninja de ojos grises.

Te entiendo… El simple hecho de pasar por este pueblo terminó juntándonos y embarcandonos en una odisea digna de mención —aseguro con semblante orgulloso—. En cuanto a la pelea… Es una promesa, algún día tendremos un grandioso duelo y entonces podremos dejar que nuestras espadas hablen por nosotros y expresen aquello que es demasiado complejo como para ponerlo en palabras —colocó su mano en el hombro del pelinegro, pues era algo que él también esperaría con ansias—. Sobre lo del arroyo… Esa oferta siempre estará en pie, si algún día quieres partir en busca de aventuras y quieres que alguien te acompañe puedes contar conmigo.

El joven de cabellos blancos observó a su colega espadachín y noto que lucía un poco afligido. Kazuma no era el tipo de personas que se lamentara por las despedidas, pues su mente solía concentrarse únicamente en las cosas buenas de llegar a conocer a alguien. Además… Estaba seguro de que volvería a encontrarse con aquel chico solemne y un poco nervioso dueño de un corazón notablemente noble.

Me atrevo a decir que quizás nos hemos hecho amigos sin darnos cuenta... —dijo sonriente y sereno—. Pero bueno, ha llegado la hora de que ambos sigamos nuestro camino.

No, no es un quizás… —negó sonriente—. Es un definitivamente, nos hemos hecho amigos… Yo si me di cuenta de en qué momento ocurrió; Justo cuando arriesgamos la vida de uno por el otro y decidimos sobrevivir juntos.

Para Ishimura Kazuma no había nada que uniera más a dos personas que él enfrentar peligros y dificultades juntos y sobrevivir. En los momentos más críticos eran donde cada quien podía mostrar quien realmente era y dejar ver el potencial que determinaría lo que podía llegar a ser.

Hasta pronto —Dijo luego de acariciar al pequeño jabalí y de chocar su puño contra el Takanashi—. Ambos cuídense y no olviden el seguir su propio camino.

Se alejó a paso apresurado, pues su país se encontraba muy lejos. En cierto instante cuando el sol ascendente difuminaba su figura en la distancia, recordó algo que siempre lo animaba y que quería compartir con el genin de Takigakure. Un simple gesto que encerraba dentro de si un profundo significado.

¡Gambatte Kudasai, Tatsuya! —Gritó con ánimo mientras levantaba su espada envainada en señal de la fortaleza y los recuerdos que ahora ambos compartían.

Y así terminó aquel efímero pero importante momento de sus vidas que no solo ellos conservarán en sus corazones, sino que también perdurará en la memoria de aquellas personas a las cuales ayudaron. Nadie podría ya olvidar que, en aquel pueblo abandonado por los dioses, a un chico de melena blanca y a uno de cabellera negra que habían llegado desinteresadamente en su ayuda. Dos espadachines que enfrentaron los mayores peligros que aquel bosque podía ofrecer y que habían sobrevivido mientras conseguían socorrer a sus necesitados habitantes. Puede que ninguno de los jóvenes fueran conscientes del alcance de sus acciones, pero lo cierto es que, para bien, habían hecho la diferencia en aquel rincón de Ōnindo. ¿Cómo los recordarán? ¿Cómo contaran su historia? Era algo que no sabía, pero antes de pensar en miles de respuestas prefería el esperar la oportunidad de regresar y ser testigo de las huellas que habían dejado.
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No, no es un quizás… —negó sonriente—. Es un definitivamente, nos hemos hecho amigos… Yo si me di cuenta de en qué momento ocurrió; Justo cuando arriesgamos la vida de uno por el otro y decidimos sobrevivir juntos.

"Es verdad, luchamos juntos hombro con hombro, no sólo como ninjas, sino como verdaderos camaradas"

Hasta pronto —Dijo luego de acariciar al pequeño jabalí y de chocar su puño contra el Takanashi—. Ambos cuídense y no olviden el seguir su propio camino.

-No lo olvidaré- Ahora más que nunca, Tatsuya había decidido buscar una meta propia. -Adiós, Kazuma-san-

Así el Ishimura partió alejándose en el brillo de la mañana. Nunca se imaginó que aquel shinobi se terminaría convirtiendo en un gran amigo a pesar de pertenecer a distintas naciones, pero las diferencias geográficas no fueron un obstáculo para aquellos jóvenes espadachines. No se trataba de si eran ninjas aliados, enemigos o neutrales, simplemente eran dos guerreros con una pasión en común que los había unido para luchar bajo duras circunstancias y salir adelante. A lo lejos, vió como el peliblanco se despedía por última vez antes de desaparecer en el horizonte

¡Gambatte Kudasai, Tatsuya!— Gritó con ánimo mientras levantaba su espada envainada en señal de la fortaleza y los recuerdos que ahora ambos compartían.

El joven de Taki sintió como su pecho se llenaba de una gran emoción, aunque se entristecía un poco por el adiós la lágrima que saltó su ojo fue por pura alegría de haber encontrado a un gran amigo. En un momento de euforia el alzó también su espada correspondiendo el sentimiento del Ishimura.

Más pronto que tarde el Takanashi se puso en marcha para regresar a su amada Takigakure, llevando consigo la esperanza de una cura, muchas historias que contar, un nuevo miembro para la familia y ante todo, llevaba el recuerdo de un gran amigo que guardaría por siempre en su corazón. Este no es el final de una aventura, sino el inicio de una leyenda, una promesa que marcó un antes y un después en la vida de los dos. Cuentan que las personas son como las espadas, las acciones que realicen quedan grabadas en las memorias de las personas dejando un legado imborrable, y las batallas que libraron no serán olvidadas en aquel lugar donde una vez más la gente pudo volver a sonreir. Y así la silueta del shinobi de ojos dispares se desvaneció escondida entre las hojas de los árboles, mientras sus saltos lo llevaban de vuelta a su hogar.

"Esperaré ese día en el que finalmente nos enfrentaremos, Ishimura Kazuma"
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