Yubiwa le sonrió, entrecerrando los ojos. Todavía veía más de un Daigo. El hombre apoyó la mano en el hombro de uno de ellos, y se sorprendió viéndose apoyándola en el de ambos. Rio un poco. Luego se sintió terrible por llevar tal cogorza delante de uno de sus genin. Pero bueno, qué se le iba a hacer.

«Rápido, piensa en algo vacío de sentido pero que parezca un puzzle enigmático y súper inspirador...»

—A vecesh... hay que ser un irresponsable... para poder ser responsable... —«Maestro, crack, figura. ¡Ahí lo llevas! Lo has clavado.»

Entonces Yubiwa desvió la mirada hacia la izquierda. Una mujer pelirroja paseaba a un bebé, y al mismo tiempo, trataba de hacer que el niño no cayera del carro en el que yacía. Al lado, un cerezo en mal estado: presa de algún parásito o enfermo. El jounin se levantó. Cayó al suelo. Se volvió a levantar. Entrecerró los ojos. Formuló un sello.

El tronco del árbol se partió por la mitad, y se precipitó encima de la mujer y del niño. Hubo gritos. La señora intentó correr, pero el tronco ya llegaba justo encima...

...Yubiwa partió el tronco en dos de una patada, y la mujer se alejó corriendo, asustada, pero a salvo.

—¿Vessss? Si yo no hubiera estado tirado ahí en el bancco bebiendo como un borrashio cualquiera... ¡Ahora esa mujer y eshe niñio eshtarían muertosh!

«Otra lección para otro genin desanimado.»

«Hay que ser un irresponsable... ¿para poder ser responsable?»

Daigo se quedó un par de segundos completamente perplejo por las palabras de Yubiwa. No lo entendía, no lo entendía para nada y, probablemente, no lo entendería en mucho tiempo.

Mientras el peliverde todavía le estaba dando vueltas, Yubiwa ya estaba preparando su acto para hacer que el genin creyera en sus palabras.

Casi de manera inconsciente, Daigo se levantó de golpe, concentrando chakra en su pierna y brazo derecho en cuanto escuchó la madera romperse y los gritos a su izquierda.

—¡Ushi...!

Antes incluso de que Daigo llegara a saltar, Yubiwa ya había puesto a salvo tanto a la señora como al bebé, que salieron de la escena en seguida.

Como si la sombra del peliverde se hubiera desprendido de su cuerpo, una especie de espectro de chakra verdoso salió disparado en lugar de Daigo para golpear a la nada, había cancelado la técnica.

El chico se acercó caminando mientras escuchaba a su senpai.

—Ooooooh, sí ¡Entiendo!

No entendía lo que acababa de pasar para nada...

—¡Me alejra que lo entiendash, Daigo-kun! —dijo Yubiwa con una sonrisa desfigurada por la ebriedad—. Y ahora, Daigo-kun, me gushtaría pedir... *hip* pedirte algo.

Su figura descendió poco a poco hacia Daigo. Con tanto movimiento, se había mareado, y ahora caía hacia él.

»¡Agárrame, por tu padre!

Lo agarrase o no, Yubiwa solicitaría:

—P-por fagor, Daijo. Lléfvame a mi hafitación. Nesetizo dormir.

Daigo se acercó un poco a Yubiwa ¿Pedirle algo? ¿A él? Durante un segundo se sintió importante, pero se le pasó en cuanto vio la figura de Yubiwa acercarse a él peligrosamente.

—¡Agárrame, por tu padre!

El peliverde se apresuró en atraparlo. ¿Acaso aquello era otra lección que no entendía? ¿Quería mostrarle algo sobre el compañerismo?

—P-por fagor, Daijo. Lléfvame a mi hafitación. Nesetizo dormir.

Así, sin más, Yubiwa le pidió a Daigo que lo ayudara a llegar a su habitación. No se trataba de ninguna lección para descifrar, pero quizá así era mejor. Ya tenía suficiente de que pensar con lo que le había dicho antes.

Suspiró, resignado y lo ayudó a caminar.

—Sí...

Yubiwa no era para nada como se lo imaginaba y todavía le quedaba mucho en lo que pensar, pero quizá este encuentro no había sido del todo en vano, quizá si pensaba muy fuertemente en las palabras de Yubiwa conseguiría ver algo que no había visto hasta ahora... o quizá no, quizá solo se lo estaba pensando demasiado.

El obediente Daigo transportó el paquete con diligencia y delicadeza, aunque con cierto esfuerzo. Un cuerpo muerto pesa muchísimo, pero ¿saben lo que pesa un cuerpo borracho? ¡Más del doble! Y si dicho borracho no para de tararearte en el oído una canción desafinada y muy molesta, la tarea se vuelve titánica.

El ANBU que vigilaba la habitación de Yubiwa ni siquiera se sorprendió demasiado cuando vio a su superior en aquél aspecto tan lamentable. Seguro que no era la primera vez, podría haber pensado Daigo perfectamente. Allí se produjo el intercambio, y el enmascarado depositó al mano derecha de Kenzou sobre su cama antes de cerrar la puerta y despedirse del genin.

Puede que Daigo no hubiera aprendido una valiosa lección aquél día, pero desde luego sí había aprendido algo. Que a Yubiwa le gustaba empinar el codo.




Dos horas más tarde, Yubiwa despertaba de un reparador sueño. Aunque le dolía el tarro como si le estuviesen golpeando con un martillo enorme, se lo había pasado bien. Por eso sonreía. Y cantaba alegremente en voz baja.