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Taeko hizo un amago de perseguir al chico, pero por un instante se lo pensó mejor. De hecho, esa breve reflexión le permitió ver que el pelirrojo buscaba con su mirada una salida de escena fácil, pero en última instancia se arrepintió tal y como la chica había hecho. Soltó un suspiro, y se entregó a la mesa y su libro, dejándose caer sobre éstos cual tirador abatido sobre el campo de metralla.
La chica comenzaría a pasear por entre los alumnos, así como por la periferia de las mesas. De vez en cuando su mirada acudía a las escaleras, pero poco se podía ver desde esa planta. Por suerte o por desgracia, el silencio era casi absoluto. O bien las cosas iban muy bien arriba, o justo lo contrario.
En cierto momento, el pelirrojo, que parecía el mas aburrido y rebelde, llamó la atención de la chica alzando la mano a la par que buscaba a Taeko con la mirada. Había estado un rato intentando leer algo, y parecía tener una duda o algo similar.
—¡Eeeeeehhh vieja! —bramó, aunque tampoco excesivamente alto —¿Qué significa ésto?
Las maneras le podían, y ante esas formas sus compañeros empezaron a reír. No se armó demasiado barullo, pero en cierto modo, el chico parecía tan aburrido que cualquier excusa parecía servirle. Señalaba en el libro el carácter "cinco" referente a cuenta de objetos inanimados. Podía ser verdad, o tan solo algo con lo que gastar otra broma...
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El silencio que surgió desde que Kaoru subiese a con las niñas tranquilizó a Taeko. La peliplateada se dio cuenta, además, que uno de los chicos había intentado levantarse justo en cuanto ella hizo el amague de ir tras el líder del grupo.
Después de un rato de estar atenta (o al menos intentar estarlo) al resto del grupo, así como a la puerta principal, el mismo chico la llamó.
"¿Eeh? ¿Vieja?". Taeko frunció el entrecejo al ser llamada así. Un dejo de molestia la recorrió. Fue a con el niño mientras escribía algo en su libretita.
≫Lo siento, pequeño, pero no soy vieja.
Luego leyó lo que el niño no entendía, y escribió más. A varios de los niños les pareció divertido algo. Taeko no supo si era el que el pelirrojo no supiera pronunciar ese kanji en esa situación, o el que la llamara "vieja". El pensamiento de la segunda opción le hizo fruncir el entrecejo. ¿Así se comportaban los niños pequeños siempre?
≫¡Claro! Es el número cinco, pero con ese contador general se lee itsu.
No sabía cómo reaccionaría el niño al verla escribir y no hablar. Aquellos infantes no sabían de la discapacidad de la peliplateada. Sin importar aquello, Taeko seguiría estando alternativamente viendo a los niños y a la puerta principal. Una pequeñísima parte de ella le decía que no era buena idea desenfocarse así.
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La chica se vio molesta ante el comentario hiriente del chico, y éste se enorgulleció visiblemente de ello. Si, quizás parecía el mas endeble, canijo y tranquilo... pero era posiblemente el elemento mas cabroncete de toda esa tanda de chicos. Taeko, indignada, caminó hacia éste mientras escribía algo en su bloc de notas. El chico miró la anotación, y se negó a soltar una palabra mas, quedó en silencio y extrañado ante esa manera de contestar.
Para cuando la chica observó lo que el pelirrojo no entendía, o decía no entender, rápidamente logró descifrar el vocablo. Para ella no era difícil, y realmente para nadie. Escribió en su bloc de nuevo, y seguidamente se lo mostró al chico con tal de instruirlo, o de enseñarle el significado de la palabra. Pero gratificación fue lo último que encontraría en su respuesta.
El chico se cruzó de brazos, y dejó caer un suspiro, resignado. La broma no le había salido bien, para ello la chica debía haber hablado... así el chiste había perdido todo sentido, y bien lo sabía.
—Eres una vieja porque tienes el pelo con canas, tienes arrugas y no tienes pechos grandes... —si, ahí tenía su gratificación —¡JUmph!
Como indignado, volvió la cabeza, alejando la vista de la chica. Fue entonces que el resto de chicos comenzaron a reír, al parecer a todos les había hecho gracia ese comentario hiriente. Algunos rieron tan fuerte, que casi podría considerarse la posibilidad de que llamasen de nuevo la atención de los que habían en el piso superior.
—¿No sabes hablar o te comió la lengua el gato?
Escudado en palabras hirientes, el chico encontró salida al fracaso de su chiste con el número cinco. De nuevo, las risas estallaron.
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Taeko se inflamó. Sus mejillas enrojecieron un poco, y su boca se torció. Estaba comenzando a molestarse, y muy rápidamente.
"¿Canas? ¿¿Arrugas?? ¿¡Plana!?" alzó la "voz" dentro de su cabeza. Luego se puso a escribir, intentando mantener la calma. No tenía práctica con la interacción con infantes, así que probablemente no le duraría mucho.
≫No lo soy, una enfermedad me dejó así: muda y con cabello gris.
"¡Y no estoy plana, solo estoy en desarrollo! ¡Jum!". Aunque el comentario sobre sus pechos (que si bien el niño no la había llamado "plana") no salió de su carboncillo, sino que se quedó en su mente.
Varios niños más se habían reído de los comentarios del pequeño rufián, así que Taeko se apresuró a escribir otra nota, esta vez con letras grandes.
≫Continúen, por favor =)
Si necesitan ayuda, pueden preguntarme~
Quería que la misión saliera bien, y deseaba con todas sus ganas que la señora Otoshino bajara de inmediato para mantener a raya a los infantes. Supuso que el chico Kaoru no sería tan eficaz en ello, viendo que aún no bajaba de la segunda planta con las chicas que se habían escapado. Soltó un suspiro, teniendo un mal presentimiento.
"¿Y cómo haría Otoshino-san, si tiene problemas de habla también? Ay, ay, ay de mí. Ay de la biblioteca..."
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La chica se vio un tanto afectada por la actitud tan toca-ovarios del pelirrojo. El pecoso casi la saca de sus casillas, y realmente no era para menos. Era lo que buscaba, una excusa para dejar de lado el estudio, ya fuese por una pequeña trifulca o simplemente por una charla que no llevaba a ningún buen puerto. Fuese como fuese, la chica mantuvo la compostura tanto como pudo, y escribió un tanto furibunda una respuesta que rápidamente enseñaría al pequeño.
Tras unos segundos en que el chico se rehusaba a leer la nota, finalmente le pudo la curiosidad. Terminó por leerla, y tras ello quedó por unos segundos en silencio. Sentado aún en la silla, reculó un poco, arqueó una ceja, y clavó las manos en sus propias pantorrillas en una pose de "no me lo creo" casi de Oscar.
—Venga ya vieja, ¿a quién intentas timar? —contestó de mala gana —te lo acabas de inventar, vieja.
Haciendo hincapié en lo que al parecer le había molestado, en su opinión, el chico volvió a acometer con fuerza en pos de fastidiar. El resto de chicos apenas hicieron caso a lo comentado por la nota de la chica, algunos ni se molestaron en leerla. La mayoría, por no decir todos, se deleitaban en la manera que el pelirrojo tenía para molestar a la gente —en éste caso la chica— y reían de nuevo.
Pero, en ese momento el ambiente se volvió mucho mas tenso. Unos tacones marcaron el paso por las escaleras, al mirar hacia allí, podrían ver que la señora Otoshino bajaba con calma y firmeza. A su vera bajaban las compañeras, y poco mas atrás el chico que se encargaba de cuidarlos o instruirlos. Todos bajaban en pleno silencio, y con tan solo una mirada de la mujer, los que se burlaban de la genin terminaron mudos, sin nada de que reír.
La conocían, y sabían muy bien de su carácter rudo y firme. No era la primera vez que venían desde que esa mujer estaba a cargo de la biblioteca, y sabían muy bien que lo mejor era llevarse bien con ella. Eso, o simplemente quedaron amedrentados un poco porque no sabían que estaba allí, y pensarían que la biblioteca se había convertido en su patio particular, para hacer lo que les diese de la real gana.
La mujer se dirigió directamente hacia el mostrador, y el resto se fueron sentando en los huecos vacíos que quedaban. Tan solo una persona se desvió de esa acción, el cuidador. Éste se acercó hacia la chica, y realizó una formal reverencia a modo de agradecimiento.
—Muchas gracias por echarles un ojo, y lamento las molestias —aclaró a la chica, en un tono realmente bajo.
Ante todo, el silencio comenzó a reinar en el habitáculo.
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Taeko soltó aire por la nariz, cual toro a punto de embestir.
"¿Vieja? ¿Timo? ¡¿Inventarlo?! ¡No inventé toda mi vida, niño!" pensó con ojos en llamas, casi derramando su molestia en el infante. Casi todos los demás parecían interesados en la pelea que aquel niño insolente quería llevar a cabo. La peliplateada llevó fúrica su carboncillo a libretita, pero justo cuando el utensilio tocaba el papel, un sonido los hizo detenerse a todos. La señora Otoshino bajaba de las escaleras, seguida de las pequeñas y de su compañero mayor.
Taeko soltó un silencioso pero muy notorio suspiro e, intentando calmarse, fue a con ellos. Kaoru le agradeció por ayudarle y se disculpó por las molestias. La chica mostró una sonrisa ligeramente forzada, y le regaló una breve reverencia. Luego se acercó a la bibliotecaria y le escribió algo. Se encontraba más calmada, y ahora un sentimiento de culpa surgió en su cabeza, pues probablemente habría molestado a su jefa temporal con la cháchara de los infantes (y el grito del joven de arriba).
≫¿Se siente bien, Otoshino-san?
Disculpe si los niños hicieron ruido. Creo que no supe qué hacer.
Lo lamento.
¿Puedo ayudarla en algo más?
Ahora el silencio se adueñó del lugar, apenas interrumpido por el hojeo de los libros o alguno que otro movimiento de una silla. Taeko esperaría paciente por alguna otra instrucción que la señora Otoshino tuviese para ella.
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Por mucho que el infante calentó a la chica, ésta no pudo hacer mas que mostrar su discordia en un suspiro. El chico, que para nada carecía de inteligencia, se aprovechaba de la situación al máximo, y disfrutaba de hasta la última pizca de nerviosismo que provocaba en la chica. Además, todos le reían las burlas, lo cuál le incentivaba a continuar con su actitud... avivaban el fuego sin o con pretensión, haciendo que el pelirrojo arremetiese con mas interés. Jugaban con el "deber", la chica no debía hacer uso de la fuerza, aunque daban por descartado la palabra "poder", puesto que la chica realmente podía perder los papeles y darle un guantazo al niño. Como poder podía, otra cosa es que estuviese bien o mal.
Afortunada ella, no hizo falta ni tan siquiera pensar demasiado en esas posibilidades. Todo cambió para cuando la mujer, dueña de la biblioteca, bajó por las escaleras. La calma había vuelto, y todo parecía desembocar en una situación calmada bajo su vigilancia. La chica aprovechó el momento en que ésta se dirigió hacia su mostrador para entregarle una nota, que cuidadosamente tomó y leyó. Tras ello, devolvió la nota a su escritora, y cursó ella misma una respuesta de la misma manera, pero en su propia libreta.
» Si, me siento bien, muchas gracias por el interés, y lamento las molestias.
No te preocupes por éstos críos, se que son chicos difíciles, sobre todo la pelirroja.
Aunque tienen a un encargado, casi siempre hacen de las suyas.
Por favor, échale un ojo a la chica pelirroja, es la única que me preocupa.
De seguro intenta molestar a mi hijo, es su deporte favorito. «
Con un parecido mas que razonable al chico pelirrojo, la chica de mismo color de cabellera andaba allí sentada junto al resto de chicos y chicas. A ésta se la veía particularmente feliz, con una sonrisa que no podía ocultar. Tenía los ojos casi entrecerrados, y daba pequeños brinquitos en la misma silla, acompañados de pequeñas palmadas sobre sus piernas que apenas eran audibles. A cada pequeño lapso de tiempo paraba, leía un pequeño trozo de texto del libro que había frente a ella, y dejaba la lectura para continuar con su función por llamarlo de algún modo.
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Por una parte, el regreso de la señora Otoshino hizo que Taeko se terminara de calmar. Parecía que los pequeños conocían de antes a la bibliotecaria, y sabían de lo que era capaz. En cuestión de regaños, al menos. Por otro lado, la mujer también le advirtió acerca de una chica pelirroja, y lo problemática que podría ser.
"Ay, no... Ya con el otro chico era suficiente... No puede ser tan mala, ¿verdad?" pensó la peliplateada mientras tragaba saliva, nerviosa. "¿Será su hermana? Se parecen un poco... Qué mal dúo han de hacer..."
Algo que le concedía es que la niña sí tenía un aire sospechoso, pues se movía y sonreía sin razón. Parecía estar fingiendo trabajar por momentos, para después seguir con su sinquehacer raro. Taeko suspiró en silencio y se le acercó, como quien no quiere la cosa, como si estuviese rondando entre los estudiantes para asistirles. Le escribió una nota, enseñándola casualmente a todos los de la mesa, intentando no molestarlos mucho.
≫¡Hola! Soy Taeko, la asistente de la bibliotecaria.
¿Hay algo en lo que pueda ayudarte?
Por alguna razón esperaba una burla más, tal como el otro infante pelirrojo. Pero sentía que debía de ponerles atención. No quería dejar el lugar (o al hijo de la señora Otoshino) a merced de los pequeños diablillos.
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Con la respuesta de la señora Otoshino, la chica comenzó a deambular por las mesas con parsimonia, observando con detenimiento las acciones de los pequeños diablos. Aunque, realmente no todos lo eran, la mayoría de éstos tan solo eran traviesos, o simplemente se dejaban embaucar por las acciones de los realmente problemáticos. Lamentablemente, si te juntas con una banda de ladrones, terminarán catalogándote por ladrón, aunque jamás hayas robado. La sociedad se rige por esas normas de prejuicio, es algo inevitable.
Kaoru pareció relajarse un poco, el pobre no había parado de un lado a otro, y aprovechó el momento para sentarse a la vera del pelirrojo, a sabiendas de que era el más problemático. Bueno, a sabiendas de él, las apariencias engañan. Al menos, ese pelirrojo era un problema menos para la peliplateada, que en esos momentos pasaba una nota entre los pequeños.
Para cuando la chica atendiese a dar una vuelta completa, caería en la cuenta. No había una chica pelirroja, si no que habían dos chicas pelirrojas, y para mas inri eran gemelas. Eran dos gotas de agua, exactamente iguales, casi imposible de diferenciar. Quizás la advertencia de la señora Otoshino venía por una de ellas en particular... según se dice, entre los gemelos siempre hay uno malvado y uno bueno, ¿no?
—Ummm... Taeko, ¿donde puedo encontrar libros sobre explosivos? Quiero aprender a fabricarlos.
La rubia no parecía menos atrevida que las pelirrojas, con una pegunta descarada y furtiva. Las pelirrojas aún estaban en su salsa. La mas lejana, muy cercana a las escaleras —curiosamente— andaba aún con su actitud de leer un poco el libro que tenía frente a ella, y palmear levemente sus piernas mientras observaba alrededor. La otra, en el lado opuesto de la sala, y cerca a la escalera contraria —curiosamente— tan solo leía, y de vez en cuando daba unos leves golpes con el lápiz sobre la mesa, como si fuese algún tipo de gesto de relajación.
Pocos alumnos mas, a parte de la rubia, se atrevieron a pedir o solicitar algo a la genin. Como mucho, rechazaban el gesto y en algún extraño caso lo agradecían. Al menos estaban centrados por el momento en los libros, lo cuál podía ser un consuelo.
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Taeko tartamudeó mentalmente al darse cuenta de que eran dos pelirrojas, y no solo una. Dudó un momento.
"¿Será que me estoy dejando llevar demasiado por lo que me dijo la señora Otoshino? Tal vez no son tan malas... O es tan mala... Ay, cielos, que sea solo un comentario exageradito..." pensó mientras tragaba saliva. Echó una ojeada a Kaoru, quien se había sentado al lado de aquel molesto niño que la había llamado "vieja". Parecía que tanto el chico como el ambiente en general se había calmado ligeramente. Con otro movimiento de los ojos, la peliplateada divisó a la bibliotecaria en su escritorio.
Cuando estaba a punto de suspirar de alivio, pensando que ya no habría problemas con los estudiantes, una rubia sentada en la misma mesa que las pelirrojas le hizo una pregunta bastante alarmante.
"Aaaaaahm... ¿Ah? Ehm... ¿Deberías...?" su cabecita tembló internamente. Lo curioso era que sí sabía dónde estaba un libro así. Si bien el uso de explosivos era explicado en niveles de enseñanza básicos, la elaboración de ellos era algo ligeramente más avanzado. Recordaba haber puesto, al inicio del día, un libro sobre preparación de pólvora y materiales inflamables. Taeko inclinó la cabeza y movió los labios como si tartamudeara. Luego escribió en su libreta, muy lentamente.
"¿Debería decirle? No veo por qué no... Es una biblioteca, y todos tienen derecho a ella, ¿no? ¿No? La señora Otoshino no me dijo algo de restringirles la información... Aunque son unos pequeños que podrían hacer mal uso de armas muy peligrosas... ¡Ah, ya sé!"
≫¡Claro que puedo ayudarte! Pero apuesto a que tienen una tarea que terminar primero. ¿Les parece si nos enfocamos en ella antes? : D
Intentó no perder detalle de lo que los niños que tenía alrededor hacían. Una de las pelirrojas parecía especialmente interesada en moverse de su lugar y subir a la segunda planta.
"Debe ser la chica de la cual hablaba la señora Otoshino... ¡No debo de perderle pista!"
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La rubia esperó tranquila mientras que Taeko escribía en su bloc, nuevamente. La observaba, pero sin demasiado recelo, esperando que ésta contestase a su pregunta. Al enseñarle la peliplateada la nota, la chica bufó cual gato a la hora del desayuno. Ladeó los labios, visiblemente molesta en una mueca que no quiso ni esconder. Se cruzó de brazos, y miró de reojo a la chica.
— Mis tareas son aprender cosas que me sirvan para aprobar el examen de combate —aseguró la rubia — y quiero aprender a usar explosivos, porque son lo mejor. Las explosiones son divertidas.
» ¿Por qué no me dices donde está el libro? ¿no lo sabes?
La chica desvió la mirada por completo, alzando la cabeza en notorio disgusto. Incluso dejó escapar una exhalación de aire que resonó con desdén, representando su inconformidad por completo.
Entre tanto, las pelirrojas seguían con sus jueguecitos de sonido, cada cuál con su estilo. Pocos niños mas hicieron caso a la conversación de la peliplateada con la rubia, a excepción de una chica un tanto gordita que si prestó algo de atención. Ésta andaba con una pequeña cajita de galletas en la mano, que ocasionalmente invadía en pos de alimentar su gran cuerpo.
— Ya está otra vez la loca de las bombas... —se burló de su compañera.
— ¡Tú a callar, zampabollos!
La aludida se levantó de la silla, y antepuso las manos sobre la mesa, realmente disgustada — ¡Te voy a dar yo a tí zampabollos, anoréxica!
Los tonos comenzaron a alzarse de pronto, y la chica de mayor constitución no dudó un solo instante en separar la silla de la mesa, en un estruendoso chirrido. Sin embargo, la rubia no parecía preocupada, hasta reía.
¡PUM!
De pronto, silencio de nuevo. La señora Otoshino había golpeado la mesa con el dorso de su mano, y miraba hacia las mesas con la otra mano a la altura del mentón, con el índice claramente antepuesto a sus labios. Estaba claro lo que ésta mujer inquiría, silencio.
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"Aprender cosas para el examen de combate... No, no suena bien..." pensó Taeko ante lo que le dijo la niña. Una cosa eran técnicas, pero ¿explosivos? Estaba segura de que eso no era adecuado para un examen. Especialmente para personitas tan jóvenes. Se lo pensó varios segundos, para luego escuchar a la pequeña quejarse.
Taeko tuvo la idea de preguntarle a Kaoru o a la señora Otoshino, y se decidió por ésta, pues supuso que tendría más autoridad que el genin. Sin embargo, antes de dar un paso en dirección al escritorio de la bibliotecaria, una chica gordita soltó un comentario. Al parecer, no era la primera vez que la rubia mencionaba el querer hacer exposivos, y Taeko pensó que la niña solo quería algo para crear problemas, no para un examen.
Pero la rubia no se quedó callada, pues le contestó a la otra fémina llamándola "zampabollos". Ésta, a su vez, la llamó "anoréxica", y se levantó de su sitio, lista para echársele encima. El volumen de ambas comenzó a subir a pesar de los gestos de Taeko, quien se puso nerviosa de nuevo y agitaba las manos, intentando bajar los ánimos de las infantes.
Lo que las dejó en silencio (y lo que le dio un buen susto a Taeko) fue el golpe de la señora Otoshino contra su escritorio. Les dirigió una mirada que hizo que la peliplateada tragara con incluso más nerviosismo.
"Cieloscieloscielos. Me regañará. Realmente no la estoy ayudando, ¿verdad? Me negará la misión, estoy segura..."
Les hizo un gesto de "esperen" a las chicas y fue a con la bibliotecaria. Le escribió una nota, disculpándose, a pesar de que no había sido su culpa que ellas gritaran. Además, no quería tener en la consciencia haberle dado a alguien tan pequeño información sobre bombas.
≫Lo siento, Otoshino-san.
Una niña quiere un libro sobre explosivos. ¿Cree que sea correcto dárselo?
Se sintió supertonta preguntando, pero no quería cometer un error. Tal vez eran los nervios apoderándose lentamente de la cabeza de la peliplateada. Tal vez era su sentido común. En ese momento no sabía diferenciarlos.
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La pobre genin no sabía ni dónde meterse para cuando todo a su alrededor parecía irse a pique de nuevo. Tampoco era de extrañar, ella apenas tenía experiencia teniendo que cuidar a chicos, mucho menos si esos chicos no eran tan pequeños. La disputa tuvo una súbita muerte, otorgada por la señora Otoshino, que apenas pudiendo hablar, había declarado la guerra al don de la palabra.
El silencio reinó de nuevo.
La peliplateada avisó con un gesto a las pequeñas, y acudió a entregar rápidamente una nota a la señora bibliotecaria. Ésta atendió la nota rápido, sin preámbulos. La leyó con detenimiento, y se la devolvió a la chica. Tras ello, con su suprema caligrafía, la mujer se dispuso a contestar a la chica de la misma manera. Al acabar de escribir, alcanzó a entregarle la hoja a la genin.
» No veo inconveniente, puedes dárselo.
Aquí no debe haber restricción al conocimiento, es una biblioteca.
Ya es cosa de sus padres, o responsables, la moralidad con que la chica use los conocimientos. «
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"¡Oh, entiendo!" pensó Taeko asintiéndole a la bibliotecaria. Luego regresó a con la rubia. Dudó por un momento qué hacer. ¿Debería de decirle dónde estaba para que ella fuese a buscarlo? Así ella podría quedarse cuidando a los pequeños, pero dejaría al hijo de Otoshino a merced de alguna travesura de la infante. ¿O debería de ir ella misma a buscarlo? Así evitaría que alguno de ellos subiera, pero habría un par menos de ojos para ver a los niños.
Escribió una nota rápida para la chica.
≫Lo traeré enseguida.
Luego fue a la segunda planta. Había visto un par de libros sobre la materia cuando acomodó los tomos al inicio del día. Pasó cerca del joven estudioso, y le dedicó una amable sonrisa, sea que él la voltease a ver o no. Llegó a las estanterías y comenzó a buscar pasando el índice derecho por los lomos. Tomó entonces "Trampas básicas: sellos explosivos y bombas", "Mezclas voláties I" y "¿Conque quieres volar una barda sin saber jutsus explosivos?". Supuso que era suficiente para una niña de su edad, así que bajó las escaleras de nuevo. Esperaba que no se hubiese ido suficiente tiempo como para que las niñas se alocaran o pelearan de nuevo. Además, estaban la señora Otoshino y Kaoru cuidando a todos.
"No debería de haber pasado nada... ¿verdad?"
Depositaría entonces los libros con cuidado frente a la rubia, y le regalaría una cálida pero nerviosa sonrisa. No se le olvidaba l advertencia de la señora Otoshino para con la pelirroja que tenía cerca...
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Al llegar a la segunda planta, la peliplateada se encontraría que el chico —hijo de la bibliotecaria— se encontraba inmerso entre una tonelada de libros. Literalmente estaba rodeado de tantos tomos, que le llevaría la mayor parte de la tarde tan solo en ordenarlos. Había tantos libros sobre la mesa, que había tenido que recurrir incluso al suelo para dejar otros cuantos. Leía desde muy cerca, por lo cuál ni le hizo caso cuando ella pasó por su cercanía. Si se fijaba, tenía numerosos libros acerca de biología, así como otros cuantos sobre ciencias, e incluso matemáticas.
Para cuando bajó, la situación seguía sostenible. No parecía haberse armado ningún tipo de alboroto entre tanto. Dejó los libros ante la rubia, y ésta pareció contentarse gratamente —Muchas gracias, vieja. Agradeció, a su manera. Sin perder un segundo, la rubia comenzó a leer el primero que pilló. Sin duda, había una infante que iba a estar entretenida por un buen rato.
La pelirroja que golpeaba sutilmente sus muslos con las palmas, en discretos sonidos, cesó por un instante su interlocución. Alzó la mano, y miró innegablemente a la peliplateada. Ésta parecía requerir de su ayuda, o simplemente buscaba otra cosa.
—Hola. Disculpa, señorita genin, pero... ¿podrías decirme donde puedo encontrar un libro sobre matemáticas avanzadas?
Si la chica se había fijado, la mayoría estaban en posesión del hijo de la señora Otoshino, e incluso de no haberse fijado, podría intuir que éstos estaban en el piso superior, junto al resto de ésa materia.
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